CORONAVIRUS ¿Y Dios, dónde está? Me imagino que es la pregunta que muchos
cristianos nos hacemos. ¿Que nos podemos responder? ¿Qué le podemos decir a los que nos preguntan? ¿Estamos abandonados a la pandemia? Me parece que no es así. Yo creo que Dios está
en el corazón de todos los que nos sentimos identificados con el buen
samaritanos, de todos los que nos
confiamos en Él, en los médicos que se enfrentan a los enfermos, en el
personal de los hospitales, en cada ser humano que este dedicado a buscar una
solución, en la policía, en la autoridades que buscan procedimientos
adecuados, pero muy fuertemente en los que rezan a Dios por ayuda, por los
contaminados, por los que no tiene donde cobijarse, en el misterio que nos
permita confiaren Él, en el misterio de la Fe, en esa confianza que Dios es
bueno y misericordioso. Esta
es la pandemia que nos está ayudando a encontrar a Dios, allí justamente
donde a Él le gusta habitar, en el corazón de los hombres. Es
así, como Dios hoy necesita más que nunca de nosotros, de nuestra ayuda, de
nuestra disciplina, de nuestra oración, de nuestra ayuda espiritual a quien
la necesita. El
orgullo y la soberbia del mundo de occidente, de Europa, de América, frente a
los países subdesarrollados está en el suelo, la discusiones y peleas del
dominio económico, el cambio climático, los avances tecnológicos, no son los
que hoy se hablan y no son los que están ayudando, sino las medidas solidaria
de todos los que hacen posible disminuir los contagios, los que deciden quedarse
en casa, los que llevan alimentos a los que nos pueden salir, los que se
preocupan de los más vulnerables. ¿Y Dios, dónde está? Pidiéndonos
que: Seamos
samaritanos. No
seamos indiferentes. No
abandonemos a nadie. Confiemos
en Él. Pidiéndonos:
Nuestra
colaboración. Nuestra
oración. Nuestra
solidaridad. Nuestra
ayuda espiritual. Lo
demás, Él lo dispondrá, porque sabe bien lo que es mejor para nosotros. “Bendito
sea aquel que fía en el Señor” (Jer 17,7) Confía
en el Señor de todo corazón y no en tu propia inteligencia (Cfr. Prov. 3, 5),
sino que: al Dios que tanto hace por mí. (sal 56,3) Pedro
Donoso Brant 23
de marzo
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