SOLEMNIDAD DEL "CORPUS CHRISTI"
HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
Basílica de San Juan de Letrán
Jueves 10 de junio de 2004
1. "Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este
cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que vuelva" (1 Co 11, 26).
Con estas palabras, san Pablo recuerda a los cristianos de
Corinto que la "cena del Señor" no es sólo un encuentro convival,
sino también, y sobre todo, el memorial del sacrificio redentor de Cristo. Quien
participa en él -explica el Apóstol- se une al misterio de la muerte del
Señor; más aún, lo "anuncia".
Por tanto, existe una relación muy estrecha entre
"hacer la Eucaristía"
y "anunciar a Cristo". Entrar en comunión con él en el memorial de la Pascua significa, al
mismo tiempo, convertirse en misioneros del acontecimiento que ese rito
actualiza; en cierto sentido, significa hacerlo contemporáneo de toda época,
hasta que el Señor vuelva.
2. Amadísimos hermanos y hermanas, revivimos esta
estupenda realidad en la actual solemnidad del Corpus Christi,
en la que la Iglesia
no sólo celebra la
Eucaristía, sino que también la lleva solemnemente en
procesión, anunciando públicamente que el Sacrificio de Cristo es para la
salvación del mundo entero.
La Iglesia, agradecida por este inmenso don,
se reúne en torno al santísimo Sacramento, porque en él se encuentra la
fuente y la cumbre de su ser y su actuar. Ecclesia
de Eucharistia vivit! La Iglesia vive de la Eucaristía y sabe que
esta verdad no sólo expresa una experiencia diaria de fe, sino que también
encierra de manera sintética el núcleo del misterio que es ella misma (cf. Ecclesia de Eucharistia, 1).
3. Desde que, en Pentecostés, el pueblo de la nueva
Alianza "empezó su peregrinación hacia la patria celeste, este divino
Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza" (ib.). Precisamente pensando en esto, quise dedicar a la Eucaristía la primera
encíclica del nuevo milenio, y me alegra anunciar ahora un Año especial de la Eucaristía. Comenzará
con el Congreso eucarístico internacional, que se celebrará del 10 al 17 de
octubre de 2004 en Guadalajara (México), y concluirá con la próxima Asamblea
ordinaria del Sínodo de los obispos, que tendrá lugar en el Vaticano del 2 al
29 de octubre de 2005, y cuyo tema será: "La Eucaristía, fuente y
cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia".
Mediante la
Eucaristía, la comunidad eclesial se edifica como nueva
Jerusalén, principio de unidad en Cristo entre personas y pueblos diversos.
4. "Dadles vosotros de comer" (Lc 9, 13).
La página evangélica que acabamos de escuchar ofrece una
imagen eficaz del íntimo vínculo que existe entre la Eucaristía y esta
misión universal de la
Iglesia. Cristo, "pan vivo, bajado del cielo" (Jn
6, 51; cf. Aleluya), es el único que puede saciar el hambre del hombre en
todo tiempo y lugar de la tierra.
Sin embargo, no quiere hacerlo solo, y así, al igual que
en la multiplicación de los panes, implica a los discípulos: "Él,
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció
la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que
se los sirvieran a la gente" (Lc 9, 16). Este signo prodigioso es figura
del mayor misterio de amor, que se renueva cada día en la santa misa: mediante
los ministros ordenados, Cristo da su Cuerpo y su Sangre para la vida de la
humanidad. Y quienes se alimentan dignamente en su mesa, se convierten en
instrumentos vivos de su presencia de amor, de misericordia y de paz.
5. "Lauda, Sion, Salvatorem...!". "Alaba, Sión, al Salvador, tu guía, tu
pastor, con himnos y cantos".
Con íntima emoción sentimos resonar en nuestro corazón
esta invitación a la alabanza y a la alegría.
Al final de la santa misa llevaremos en procesión el
santísimo Sacramento hasta la basílica de Santa María la Mayor. Contemplando
a María, comprenderemos mejor la fuerza transformadora que posee la Eucaristía. Al
escucharla a ella, encontraremos en el misterio eucarístico la valentía y el
vigor para seguir a Cristo, buen Pastor, y para servirle en los hermanos
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