Caminando con
Jesús Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
JESÚS Y INTRODUCCIÓN. A veces se ha atenuado el
escándalo diciendo que Jesús había querido
únicamente echar del Templo a los vendedores. Pero este negocio era
indispensable al culto: suministraba los animales que se ofrecían en
sacrificio. Y eran necesarios muchos cambistas para que los peregrinos
extranjeros pudieran procurarse dinero judío. "Jesús hizo un azote
con cordeles y los echó a todos del templo con las ovejas y bueyes;
desparramó las monedas y volcó las mesas de los
cambistas…" (Jn 2, 13-15). Estos gastos eran sacrílegos: el
profeta de Nazareth estaba enfrentándose a
un culto y a una religión. En realidad él atacaba un sistema
religioso que permitía a unos hombres utilizar a Dios para dominar y
explotar a otros hombres. Jesús se levanta contra los
que se servían de Dios. No podía aceptar que el Dios que
había liberado a Israel estuviera sometido a los intereses materiales
y morales de la casta sacerdotal. Esta loca iniciativa que ponía en
causa la existencia misma del alto clero de Jerusalén le
costará la vida. El es conciente de ello: va a decirlo en una frase
sutil. Ante la enormidad del suceso se le interpela: "
¿Qué señal nos das para obrar así?" Y
él da esta respuesta aparentemente demencial: "Destruid este
Templo y en tres días lo levantaré". Destruir el Templo
que desde hacía diez siglos era el corazón de Israel, el hogar
de su unidad religiosa y política, el lugar en que Dios habitaba en el
Santo de los Santos, San Juan añade por miedo a que sus lectores
tampoco comprendan: " Pero el Templo de que él hablaba era su
cuerpo". Un Templo nuevo. En adelante ya no
habré más Templo que este cuerpo cuyos miembros van a
multiplicarse a través del mundo. El Templo será hecho de carne
frágil. Su cuerpo... Jesús, otro día, ante el estupor de
todos, lo habría propuesto como alimentes para la verdadera Vida. E
iba muy pronto a ofrecerlo a sus compañeros repartiéndoselo en
la última Cena. Alimento, cuerpo, templo..., nuestra lógica
occidental se desconcierta. Pero, cómo decir más claro que en
adelante el camino hacia Dios consiste en seguir a Jesús, y que ya no
hay necesidad de Templo, ni de sacrificios de animales, ni de comidas
sagradas? 1. BASE COMÚN. Es evidente que había una
amplia base común, compartida por Jesús con los rabinos de su
tiempo. Jesús aceptaba como ellos el Antiguo Testamento reconociendo
que contenía una revelación divina. Podía dar por
supuesta su doctrina como algo bien conocido por su auditorio; Dios es uno; el "Señor .del cielo y de
la tierra" (Mt. 11, 25; Lc. 10, 21), es bueno de sumo grado ("nadie
es bueno sino sólo Dios"), es todopoderoso ("A Dios todo es
posible") (Mc. 10, 18; 10, 27). Dado que es a la vez bueno y poderoso,
es riguroso en el juicio pero también "abundante en misericordia",
como lo declara constantemente el Antiguo Testamento, Hasta aquí no
había nada que fuera extraño o inaceptable para un judío
bien instruido de su época. De la misma manera, en su enseñanza
ética partía de una base común. Jesús podía
apropiarse todo lo mejor que había en el Antiguo Testamento y en la
enseñanza de los rabinos contemporáneos, propondría
interpretaciones de 2. DIFERENTE. Y sin embargo, la enseñanza
está orientada en una dirección del judaísmo
rabínico; es diferente su ángulo de incidencia en la vida.
Creemos que para apreciar esto debidamente será lo más
convenirte comenzar también aquí por las parábolas, las
cuales, como hemos visto, constituyen la parte más
característica de la enseñanza de Jesús. Si damos una
ojeada al conjunto de las parábolas, no podemos menos de notar que
gran parte de ellas tienen un tema comúnque
podemos definir como la llegada de la "hora cero", el clímax
a punto culminante de un proceso que acarrea una crisis, en la que impone una
acción decisiva. Un labrador observa pacientemente como se va
desarrollando su sementera,, cómo la tierra
"produce primero hierba, luego espiga, y por último el trigo bien
granado en la espiga" (Mc. 4, 28-29). Por el momento él no puede
hacer nada; las fuerzas de la naturaleza se encargan de todo. Pero
"cuando 'él fruto está apunto, en seguida mete la hoz,
porque ha llegado el tiempo de la siega". Y si deja pasar el momento, la
cosecha está perdida. Un mercader de piedras preciosas, al que se
ofrece una perla de extraordinario valor precio de una vida entera, la compra
inmediatamente, no sea que otro se le adelante, aunque tenga que gastar todo
su capital (Mt. 13, 45-46). Uno que va a comparecer ante el magistrado con su
contarlo, conviene que se apresure a arreglarse con él en el camino
(Mt. 5, 25-26) (Lc.12, 57-59). Un servidor que se entera de que va a ser
despedido, debe, sin tardar, idear los medios para evitar caer en la pobreza
(Lc. 16, 34). Cuadro tras cuadro se ejemplifica la misma idea: una crisis que
reclama una decisión. 3. ¿Cuál era la
"hora cero" a que se refería Jesús? En los Evangelios
está bastante claro. Era la hora con que se enfrentaban Jesús y
sus oyentes en el momento en que él hablaba. Como la
recolección es el punto culminante del ano para el campo, así
es también el término de la evolución de los siglos
"Levantad vuestros ojos y mirad los campos; ya amarillean para la siega.
Y el segador recibe su salario y recoge el fruto" (Jn. 4, 35). Es el
momento en que la historia de Israel, con todas sus promesas incumplidas,
hallará cumplimiento. "Dichosos los ojos que ven lo
que estáis viendo. Porque yo os digo: Muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y
oírlo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron" (Lc. 10,
23-24). Más concretamente declara esto un dicho que Lucas reprodujo
con una concisión casi telegráfica "La ley y los profetas
llegan hasta Juan; desde entonces se anuncia el evangelio del Reino de
Dios" (Lc. 16, 16. La versión de este dicho en Mateo es
más enigmática, 11, 12-14). Esto quiere decir que con la
acción de Juan Bautista (que acaba de ser entregado a la muerte)
había finalizado un orden antiguo y se había inaugurado un
orden nuevo. Este viene caracterizado como "Evangelio" o Buena
Nueva acerca del "Reino de Dios', un profeta. Este modismo hebraico significa
algo así como el "reinado de Dios" esto es, Dios mismo que
ejerce su poder regio. Jesús fue a Galilea, dice Marcos, anunciando
esta "Buena nueva", que el escritor formuló en una especie
de slogan o lema: "Se ha cumplido el tiempo; el Reino de Dios
está cerca" (Mc. l, 15). Quería decir: Aquí
está Dios en toda su magostad, saliéndonos al paso doquiera que
vivís, ¿qué vais a hacer vosotros a este
propósito? El público Galileo adivinó muy bien que
Jesús traspasaba aquí la esfera de un rabino. "Es un profeta decían
como uno de los demás profetas" (Mc. 6, 15). Jesús estaba efectivamente
en la sucesión directa de los profetas del Antiguo Testamento. Los
profetas se apoyaban en la convicción de que Dios interviene en los
asuntos humanos, y así ellos interpretaban los acontecimientos
dé su tiempo concuna penetración procedente de su trato con el
Estado ¿O. ("oyendo la palabra del
Señor" como ellos expresaban). Análogamente, nosotros
deberíamos entender la proclamación del Reino de Dios por Jesife como interpretación de la situación
contemporánea en términos de su conocimiento de Dios. En toda
apariencia había una situación significativa. Dentro del
judaísmo asoma una crisis que debía resolverse en breve plazo
de una manera o de otra. En el vasto mundo cosas notables acontecían
en las mentes de los hombres, y la vida judíano
podía quedar al margen de ello. Sucedían cosas: ¿pero
qué era lo que sucedía? Cierto que, como siempre se
podían dar diferentes respuestas a la pregunta. Qué respuesta
debería dar uno que creyera en Dios? Los
profetas respondieron para su tiempo en términos del "designio
del Altísimo"... Y así Jesús respondió ala
pregunta planteada por la crisis que él observaba, diciendo: "Ha
llegado el tiempo; el Reino de Dios está cerca". Esta es la
"hora cero", la hora de la decisión. Dios se enfrentaba con
los hombres más inmediatamente, más urgentemente que nunca en
el pasado, y a ellos se les ofrecía una oportunidad sin precedente. 5. EL REINO HA LLEGADO. La afirmación requiere
cierto examen. De Dios, el eterno, el omnipotente, difícilmente puede
decirse que está más cerca o más lejos en este tiempo
que en aquel. Si el rey sobre todas las cosas es rey siempre y en todo lugar.
En este sentido su reino no viene, sino que sencillamente es, existe. Ahora
bien, la experiencia humana acontece dentro de un marco de tiempo y de
espacio. Tiene diversos grados de intensidad. Hay momentos particulares en la
vida de los hombres y en la historia de la humanidad, cuando lo ">'es
permanentemente verdad manifiesta y operante. Tal momento de la historia
está reflejado en los Evangelios. La presencia de Dios entre los
hombres, que es una verdad de todos los tiempos y lugares, vino a ser una
verdad operante. Vino a ser tal debemos concluir debido al impacto que hizo
Jesús; por el hecho de haber sido presentada con excepcional claridad
y de haber operado con una fuerza excepcional en sus palabras y en sus
acciones. Jesús mismo subrayó los efectos de su acción
como signos de la venida del reino: "Si yo arrojo los demonios por el
dedo de Dios es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc. 11,20;
Mt.12, 28 tiene la versión más convencional, "por el
espíritu de Dios") La expresión es, por
supuesto, figurada. En sentido literal, Dios no tiene dedos, y puede que haya
o que no haya eso que se llama malos espíritus; lo que los Evangelios
llaman "arrojar demonios" puede definirse correcta o
incorrectamente en otros términos. Pero la idea esencial no es oscura.
En la presencia de Jesús, las tenebrosas fuerzas interiores que hacen
estragos en las almas y en los cuerpos de los hombres, eran subyugadas y sus
victimas quedaban sanas. Que ello era así es un hecho grabado tan
profundamente en las memorias, que razonablemente no puede ponerse en duda. Y
esto, decía Jesús, era una señal de que Dios estaba
viniendo a su reino. No sería exacto decir que Jesús trajo, o
estableció, el Reino de Dios. Esto fue obra de Dios mismo, cuya
perpetua providencia, activa en cualquier parte de su creación,
había hecho surgir aquel momento trascendental, cuyo rasgo más
significativo era la aparición a los hombres conscientes de ello y los
requirió a responder. Era una "buena nueva" en el sentido de
que implicaba una oportunidad de un nuevo comienzo y un enriquecimiento en
experiencia sin precedente. 6. UN RETO. Pero cuando una persona (o una
sociedad) se ha visto situada ante tal requerimiento y lo ha esquivado, no se
halla ya exactamente allí donde se hallaba anteriormente. Su postura
es la peor para el encuentro. Esto es lo que da fuerza a las tremendas
advertencias que se refiere haber formulado Jesús tocante a las
consecuencias del rechazo. Por eso es por lo que Juan, contemplando desde
atrás la vida de Jesús, como un episodio completo, la vio como
un día del juicio. "Esta es la hora del juicio de este mundo, y
los hombres prefirieron las tinieblas a la luz" (Jn. 3, 19). La luz es
una cosa buena; encontrarse con la realidad que es la presencia de Dios en
este mundo, es en sí algo bueno. Cualquiera que sea la posibilidad de
desastre que esté latente en la elección ofrecida, el hecho
mismo de abordar la elección en la libertad que el Creador otorga a
sus criaturas, eleva ya la vida a mayor grado de intensidad. La venida del
Reino significaba la franca posibilidad de engrandecimiento de la vida;
significaba también elevación de la responsabilidad moral. 7. ¿Qué respuesta al
requerimiento esperaba Jesús de sus oyentes? "El Reino de Dios
está cerca; arrepentíos". Así reza el tema de
Marcos. En nuestra lengua, "arrepentirse significa sentir pesar por los
propios pecados". Esto no es lo que quiere decir el vocablo griego. Este
quiere decir sencillamente "volver a pensar", tener nuevas ideas,
cambiar de pensamiento, de modo de ver. El "arrepentimiento", tal
como lo entienden los Evangelios, es un reajuste de las ideas y de las
emociones, de lo cual surgirá una nueva pauta de vida y de
comportamiento. 8. DIOS ESTA AQUÍ AHORA. El reajuste viene a ser
aceptación de la "buena nueva de Dios". La nueva era, en
primer lugar, que Dios estaba aquí ahora. Una vez que se hubiera comprendido
esto, todo lo que se pudiera decir acerca de Dios tendría una nueva dimensión.
Lo que Jesús tenía que decir acerca de Dios era expresado, como
hemos visto, en un lenguaje imaginativo y emotivo que, más que
definir, sugería. Hemos hecho notar cómo él vivía
en medio de la belleza y de las maravillas de la naturaleza y enlazaba al
hombre con la naturaleza en un orden en el que cada nivel podía ser
iluminado por otro, y en todo había de descubrir a Dios. A todo nivel
se encuentra el hombre con su Creador. Señor del cielo y de la
tierra, de infinita bondad y poder, cuya bondad es una generosidad exuberante
dirigida a todas sus criaturas, y sin embargo centrada en los individuos en
una intimidad inconcebible. "Hasta los cabellos de vuestras cabezas
están todos contados" (Mt* 10, 30; Lc. 12, 7) 9. COMO PASTOR SOLICITO. Es instructivo observar
cómo este modo de pensar acerca de Dios da nuevo colorido a las
imágenes de la divinidad que Jesús tomó de la
tradición de su pueblo. La idea de Dios como pastor de Israel es casi
un lugar común en el Antiguo Testamento. Un verdadero pastor, observaba
Jesús, se interesará profundamente por uña sola oveja
que se haya descarriado: "Va en busca de la que se le ha perdido hasta
que la encuentra " (Lc. 15, 4). Así hace Dios. Y este punto se
inculca porque Jesús era censurado por hacer esto mismo. La parábola
de la oveja perdida era de hecho (así nos dice Lucas) su
réplica tales censuras, La imagen tradicional del pastor divino se
veía reanimada en sus acciones igual que en sus palabras.
Bibliografía y fuentes Caminando con Jesús Congregación para el Clero de la Santa Sede |