Caminando con
Jesús Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
RESUCITÓ 1. CENTRALIDAD DE Aquel Jesús de Nazaret vive
hoy y es el Señor. El da sentido a la historia y revela al hombre su
vocación. Su Espíritu nos hace ser como El, hombres nuevos
capaces de renovar el mundo. Nuestra fe está centrada en
Jesús. El hombre cuya personalidad nos apasiona, cuya vida es
estímulo y horizonte para nosotros, cuya muerte es reveladora y
está en plena coherencia con su vivir. Todo esto es verdad. Pero si
aquí termina la aventura de Jesús de Nazaret, tenemos que
volvernos .a casa como los discípulos de Emaús al tercer
día. Pero no. ¡Cristo ha resucitado! Esto es lo que creyeron y
confesaron los apóstoles, y esto mismo es lo que creemos y confesamos
nosotros. La fe cristiana se juega todo en esta carta: Cristo Resucitado. De
ahí pende nuestra fe en Dios; nuestra forma de existir y de esperar;
el modo de afrontar la realidad de cada día; la aceptación de
nuestra muerte. Ahora bien, si ésta es la cuestión decisiva en
nuestra vida, no podemos contentarnos con repetir una y otra vez "Cristo
ha resucitado", sino que hemos de preguntarnos qué significado
tiene esto en mi existir, en la vida de la comunidad cristiana y en la historia
del mundo para su presente y, sobre todo, para su futuro. Sólo desde
este afrontamiento, abordando el problema en sus repercusión es
existenciales nuestra fe se vuelve significante y con sentido; de lo
contrario, queda reducida a una fórmula vacía. Nuestro punto de partida debe ser
la experiencia de los primeros creyentes. Comenzaremos viendo qué
creyeron los apóstoles; qué supuso para ellos el acontecimiento
de las apariciones; en qué fundaron su decisión y su compromiso
radical. De este modo nos será más fácil descubrir y re expresar
lo que significa para nosotros creer en el Resucitado. 2. EXPLICACIÓNDEL HECHO DE Lo que la ciencia histórica
puede decir acerca del hecho de la resurrección de Jesús, es
que sus discípulos dieron testimonio de ella. El proceso de la
resurrección en cuanto a tal, quedó substraído a toda
mirada humana y escapa a toda verificación científica. Las apariciones de Jesús
después de su muerte fueron únicamente algunos encuentros con
sus amigos y discípulos. La ciencia histórica se ha de detener
por fuerza en estos testigos. Puede sopesar su credibilidad. El cristiano
debe hacerlo. No puede creer "al azar" (1 Cor. 15, 2). Pero el último paso que se
le pide es la fe. a) La piedra angular de la fe. No es la opinión de unos
pocos, que fue imponiéndose poco a poco y vino a ser opinión
común. No; desde el principio esta convicción es el centro y
piedra angular de la predicación de todos; "En conclusión,
sea yo, sean ellos los otros apóstoles, así predicamos y
así habéis creído" (1 Cor. 15, 11) De la resurrección depende
la fe. "Y si Cristo no ha sido resucitado, vacía, por tanto, es
nuestra proclamación; vacía también vuestra
fe...aún estáis en vuestros pecados" (1 Cor.15, 14 - 17) Si no hay resurrección,
prosigue Pablo, los apóstoles somos unos impostores, y vosotros
engañados de la manera más lamentable, somos los más
desgraciados de todos los hombres "si nuestra esperanza en Cristo solo
es para esta vida" (1 Cor. 15, 19). En tal caso, mejor que conformarse
con un Cristo imaginario, prefiere asociarse a los que dicen, entre tristes y
contentos: "Comamos y bebamos, que mañana moriremos" (1 Cor.
15, 32). Tal es la actitud de los primeros
testigos. No aparecen para nada como gentes que se refugian en una ilusión,
llevados de la angustia v la fantasía, por no tener valor para mirar
cara a cara la realidad. No. Cualquier cosa antes que construir su vida sobre
un embuste. Pero ellos pueden decir con toda sencillez: "Cristo ha
resucitado de entre los muertos" (1 Cor. 15. 20) El más antiguo testimonio
escrito que poseemos sobre la resurrección es el de Pablo, lo mismo
que respecto de la eucaristía. Y lo mismo que allí, encabeza
aquí sus palabras con la advertencia especial de que también
él ha recibido de otros este testimonio. Estas palabras, son pues,
más antiguas. Y así tropezamos con el estrato más
antiguo, con la piedra roqueña del Antiguo Testamento, y leemos:
"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí;que Cristo murió por nuestros
pecados según las Escrituras que fue sepúltala do y que al
tercer día fue resucitado según las Escrituras que se le
apareció a Cefas, después a los doce;
más tarde se apareció a más de quinientos hermanos
juntos, de los cuales, la mayor parte viven todavía; otros han muerto;
después se le apareció a Santiago, más tarde a todos los
apóstoles; al último de todos, como un aborto, se me
apareció también a mí" (1 Cor.15, 3-8) Este
mensaje, este kerigma coincide con todo lo que sabemos, por los Hechos de los
Apóstoles, sobre la primera predicación de los
apóstoles. Del relato de Pablo se deduce que
Jesús se apareció probablemente a Pedro antes que a nadie. Esta
primera aparición está mentada de paso en Lc. 24,34; pero en
ningún evangelio se describe con detalle. b) La mañana del primor
domingo. Todos los evangelios comienzan por
una narración muy modesta y sencilla; las mujeres que el domingo por
la mañana van a ver el sepulcro. Una palabra clave para entender
plenamente el sentido de esta narración, es la mención del color
"blanco". Junto al sepulcro es visto un "joven" (Mc. un
ángel, Mt.). Joven o ángel lleva vestiduras blancas. Blanco es
el color de la santidad de Dios, el color del fin de los tiempos, cuando Dios
reinará; es el color del "día de Yahveh". Ahora inmediatamente
después del sábado, cuando por vez primera en la historia
universal sale el sol sobre una mañana de domingo, sobre un
"día del Señor" (Apoc. l,
10), unas mujeres son recibidas por alguien vestido de las blancas ropas del
fin de los tiempos. Su reacción es de miedo. En Marcos, esta escena está
penetrada toda por la consternación; en Mateo, la tierra tiembla al
descender el ángel; en Lucas, las mujeres se postran rostro en tierra.
Es la reacción del hombre al entrar Dios en el mundo. Pero toda esto
es mera envoltura de lo que importa, el engarce donde brilla el verdadero
diamante de la narración: "¡Ha resucitado!" He
ahí la palabra tranquilizante y gozosa. Es el mismo mensaje de pascua
que en Pablo: El Señor vive. Los cuatro evangelistas ofrecen el
mensaje de la resurrección de Jesús en forma narrativa. Si se
comparan sus relatos entre sí, observamos que estos difieren entre
sí mucho más que, por ejemplo, las historias de la
pasión. Los distintos autores aducen apariciones distintas, y, cuando
tratan el mismo hecho, difieren en pormenores. De esto deduce
legítimamente la ciencia bíblica que estas narraciones tardaron
másen llegar a una forma narrativa fija, que
la precedente historia de la pasión. Es decir, mientras que el mensaje
pascual es muy antiguo y central, las narraciones del mismo no consiguieron
tan inmediatamente un puesto fijo. La .cosa es comprensible. La pasión
era un acontecimiento único; pero los acontecimientos de pascua fueron
muchos: "También con muchas pruebas se les mostró vivo
después de su pasión" (Act. l, 3). '.i Pablo, ni ninguno
de los evangelistas, tratan de reproducirlos todos. Hacen una
selección, no mayor de lo que se requiere para proclamar debidamente
el mensaje pascual señero. Tal es la razón de que no apareciera
tan rápidamente una forma narrativa fija para describirla
resurrección. Se formaron diversas líneas de tradición y
surgieron diferencias de pormenor. Lo mismo hay que decir del relato
sobre el sepulcro vacío. Marcos y Lucas hablan de tres mujeres junto
al sepulcro (aunque no las mismas) Mateo de dos, Juan de una (aunque
ésta dice en 20, 2"no sabemos..."). En Mateos se dice
también: "No dijeron nada a nadie" (16,8), mientras en Mateo
(28 8) leemos: "Fueron corriendo a contárselo a los
discípulos". En Lucas se echa de menos el mandato de ir a
Galilea. Además, Mateo y Marcos
hablan do la aparición de un solo ángel, Lucas y Juan de dos.
Pero en Juan sucede esto en una segunda visita y los ángeles no dan
recado alguno. En el relato de Mateo, el ángel está sentado
sobre una piedra; según los otros tres evangelistas, en el interior
del sepulcro. Después de la escena del
sepulcro vacío, añade Mateo una aparición a las mujeres,
que probablemente tuvo lugar en otro momento. Se ve, pues, lo poco armonizados
que están los cuatro relatos. Sin embargo, están acordes en los
temas capitales: el sepulcro vacío, las apariciones, y, sobre todo, el
mensaje propiamente dicho: El Señor vive. En sus divergencias nos
permiten tal vez reconocer algo del gozoso azoramiento de aquella mañana,
en que fue anunciada la vida cuando se aguardaba la confirmación de la
muerte. Lo que sin duda ponen de relieve en sus diferencias, es la
certidumbre y honradez de la naciente Iglesia, que no alisó
secretamente estas desigualdades, sino que, con entera libertad de
espíritu, dejó que circularan casi como estaban. Pero lo que
sobre todo aparece claro en estas diferencias, es la unidad y
prevalecía del mensaje de pascua. Esto es lo que importa en las
narraciones. Toda la vida de Jesús
está escrita, como ya hemos visto, para presentarnos un mensaje. Nos hemos detenido algo más
en esta cuestión, porque se trata del mensaje central de nuestra fe,
de la base y fundamento de nuestra certidumbre. Con ello seguimos
también el consejo, ya mentado, de San Pablo de "no creer al
azar". c) Las apariciones. Entre tanto, nada hemos dicho
sobre las apariciones de Jesús. En la narración sobre el
sepulcro vacío, no lo vimos a El mismo. ¿Cómo
aparecerá?¿Cómo una llamarada
de fuego? ¿Entre gritos de triunfo? La alegría que ahora
empieza, no se expresa en formas grandiosas. Dios no quiso ponérnosla
ante los ojos en manifestaciones sobrecogedoras, sino sencillamente, humana y
casi idílicamente. María Magdalena piensa que
es el hortelano. Pero él no tiene más que decir:
"María", para darse a conocer. A las mujeres las saluda
simplemente: "Dios os guarde". En Jerusalén, se presenta en
medio de los apóstoles, sopla sobre ellos, come con ellos pescado y
miel, y les dice: "La paz sea con vosotros". En Galilea aparece sobre
un monte, se acerca a los allí presentes y habla con ellos. Con Pedro
y otros toma su desayuno a orillas del lago. También a Pablo se le
aparece, más aun, se le muestra entre esplendores deslumbrantes, pero
también con palabras tan humanas como éstas: "Yo soy
Jesús, a quien tu persigues". Consuela como un amigo.
Dondequiera tropieza con gentes desalentadas. En estos relatos de apariciones
asoma, entre líneas, pero con claridad meridiana, el contraste entre
lo que hace Dios y lo que hacen los hombres, es decir, las mujeres, los
apóstoles, los testigos que nos representan Tienen miedo, se sienten
impotentes y se arrebujan unos con otros como gentes a quienes se les ha
acabado toda sabiduría y toda confianza. Su esperanza no tiene ya base
alguna. "Habría que poner
cabeza abajo todos los relatos de pascua, si hubiera que cifrarlos en las
palabras de Fausto; "Celebran la resurrección del Señor,
porque ellos mismos han resucitado". No, ellos no han resucitado. Lo que
experimentan primero con temor y angustia y después con alegría
y júbilo es precisamente que ellos, los discípulos,
están señalados por la muerte el día de pascua; en
cambio, el crucificado y sepultado vive". No es posible imaginarse, por
tanto, que la resurrección pueda explicarse por el estado de
espíritu de los apóstoles. No dieron, sin quererlo, forma de
visiones a sus expectaciones. Para asegurar esto habría que comenzar
por poner realmente cabeza abajo los relatos pascuales. Los textos dan a
entender claramente que los apóstoles no abrigaban expectación
alguna. Por lo que atañea las predicciones
de Jesús sobre su propia resurrección, los apóstoles no
las entendieron cuando las hizo, y menos después de su muerte. Despuésde una de esas predicciones leemos
en Lucas: "Sin embargo, ellos nada de esto comprendieron; pues estas
cosas resultaban para ellos ininteligibles, ni captaban el sentido de lo que
les había dicho"(Lc. 18. 34) Otras hipótesis que quieren
explicar la resurrección de Jesús como invención humana,
son todavía más inverosímiles. Un embuste planeado a
ciencia y conciencia por apóstoles y discípulos pugna con su
carácter tal como nos lo pintan los evangelios. Un embuste de otros,
que habrían robado el cadáver y engañado así a
los mismos apóstoles, pugna con el desenvolvimiento de los hechos: a
la postre no los convenció el sepulcro vació, sino las
apariciones. Ha habido también otra
teoría, la de un mito de primavera que se habría creado a base
de la vida renaciente. Esta fantasía puede rechazarse sin más,
pues no tiene nada que ver con La tesis, finalmente, de que
Jesús no murió siquiera, pugna no solo con la historia de la
pasión, sino también con el nuevo modo con que Jesússe presenta entre los suyos. Su modo de
existir es distinto. Se lo ve y súbitamente se lo deja de ver. Las
puertas cerradas no le impiden entrar donde quiere. En conclusión, lo que
comienza a renovar la historia universal no es una obra humana, sino una
acción de Dios. La cabeza humillada de Jesús se levanta para
siempre. El reino de Dios se despliega en un hombre que se ha hecho nuevo. d) Las apariciones visibles,
signos de su presencia invisible. En los relatos de apariciones del
Señor, nos llama la atención el que los discípulos no lo
reconozcan de pronto. Por otra parte, comprueban que es El. Esto tiene un
profundo sentido. Naturalmente, es ante todo una prueba más de que la
imagen del Señor resucitado les viene de la realidad y no es creación
de su fantasía. Necesitan tiempo hasta reconocerlo. Pero esto nos hace
ver algo aún más profundo que atañe al mismo
Jesús, su novedad Jesús no es ya enteramente el mismo. Sus
apariciones no significan que Quiera continuar unas semanas más su
vida terrena, sino que inicia a sus discípulos y a su Iglesia en una
nueva manera de su presencia. El hecho de que súbitamente pueda ser
visto en medio de sus discípulos, no significa sólo que puede
entrar "con las puertas cerradas", sino que está siempre
presente aunque no lo vean. El Señor resucitado es la nueva
creación entre nosotros. Las apariciones son indicios tácitos
de su presencia permanente. A María en el huerto, a los
discípulos en el cenáculo, sobre un monte y a orillas del mar,
se le manifiesta en su palabra. Esto nos llama
señaladamente la atención en el relato de Lucas sobre los
discípulos de Emaús. Se les junta en persona en el camino, pero
esto parece no decirles nada. Sin embargo: "¿Verdad que dentro de
nosotros ardía nuestro corazón cuando nos venía hablando
por el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc. 24,32) En la palabra
encontraron al Señor. Una segunda manera de darse a
conocer es un gesto preciso: la "fracción del pan" en
Emaús. Que Jesús celebrara entonces la eucaristía con
los discípulos de Emaús o no la celebrara, es punto
irrelevante. En ambos casos tenía este gesto el sentido de aludir a la
eucaristía, en que en adelante se daría a conocer.
También el pescado y la miel, que Jesús come, alude a ella pues
antiguamente se juntaba a la celebración eucarística dicha
comida. Son indicaciones de su presencia en la eucaristía. Así
pues, al aparecerse visiblemente, ilustró sobre" su presencia
invisible. Por lo mismo soplo también
sobre sus discípulos y les dio el Espíritu Santo, por el que en
lo sucesivo nos uniríamos con El. En las apariciones se habla
igualmente del oficio pastoral de Pedro y del perdón de los pecados.
Esto todo son modos de la presencia de Jesús. 3. SIGNIFICADO DE a) Lo que creen los apóstoles.
Admitir y confesar que Jesús ha resucitado significa reconocer que
Dios ha testificado a favor de Jesús; ha garantizado de un modo roas
definitivo y radical por medio de sus milagros o de su estilo de vida, que
él es el enviado al que tenemos que escuchar (Mt. 3, 16 ss.; 17, 5); en quien está la salvación. Al
resucitarle de entre los muertos Dios hace suyo el escándalo de la
cruz, que se convierte desde entonces en signo de esperanza. Este reconocimiento significa un
cambio radical de su perspectiva en la esperanza de los apóstoles y de
sus contemporáneos que cifraban la expectativa mesiánica en
otros objetivos bien distintos (por ejemplo, un rey que asegura el alimento;
o la liberación política inmediata de la opresión
romana; o el restablecimiento del esplendor pasado, etc.) Se trata, para los
apóstoles, de una verdadera conversión, de un reajuste de sus
criterios y esperanzas. Esto es lo que implica creer y confesar que
Jesús ha resucitado. Ahora se ha manifestado que Dios
nos salva de la muerte, que da sentido al mundo y a la humanidad en
Jesucristo. En él está la esperanza y el futuro, en él
se supera la muerte, el fracaso. Desde las apariciones, y por la
iluminación interior que reciben, los apóstoles creen que
Jesús es Señor, que está ala derecha de Dios, que es el
Hijo de Dios. Esta nueva relación de Jesús con el Padre es lo
que pone de relieve el episodio de Confesar que Jesús vive en
Dios, que ha resucitado, es decir, que ha pasado a existir de una manera que
sólo negativamente podemos explicar, pero que supone la
superación de todas las limitaciones del existir humano. Existe de
otro modo; inmortal; incorruptible; enteramente libre. No está fuera
de la historia; está metido en ella más que cualquiera de
nosotros. Y sin embargo, no está sujeto a sus limitaciones;
traspasando los tiempos y los espacios, se hace presente a todos los hombres.
Si consideramos la sucesión histórica como una circunferencia.
Cristo sería equidistante a todos los momentos y presente en cada uno.
La resurrección es así una nueva forma de estar presente:
"Estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos"
(Mt.28, 20). Se cree en Jesús como el
primogénito, el primero de los muertos, porque lo sucedido en
Jesús es garantía y seguridad de que Dios salva a los hombres
de la muerte (1 Cor.15, 12-22). Significa también que en El
y a. partir de El, se difunde la capacidad de Dios de comunicarnos la vida,
de hacernos partícipes de su amor interpersonal, pues nos da su
Espíritu. El gesto del Resucitado de soplar sobre los
discípulos diciendo; "Recibid el Espíritu Santo",
hace pensar en seguida en la primera página de Por Cristo y desde él se
despliega en el mundo y más concretamente en la comunidad de los
creyentes, la nueva creación, el nuevo estilo de vida en que
Jesús ha alcanzado ya metas definitivas. Si esto es así, por
él hay que apostarlo todo; no hay nombre; no "'Hay otra causa, no
hay otra persona por la que valga la pena vivir y morir, Ellos son los
primeros que exponen su vida por la causa del Evangelio, es decir, por Dios
que ha resucitado a Cristo de entre los muertos y ha orientado de este modo
el destino definitivo del mundo. Esto nos lleva más directamente
a tratar de ver el significado salvífico que la resurrección de
Jesucristo tiene para nosotros. b) El resucitado en la vida de los
primeros creyentes. La resurrección para los apóstoles no es un
hecho que pasa, ni siguiera un suceso que les marca, pero que
pertenecería ya al pasado. Es una realidad presente
dinámicamente en ellos. El Resucitado vive y está entre ellos. - En la comunión con el
resucitado. Los relatos de las apariciones no son únicamente el
testimonio de las experiencias inefables vividas por los apóstoles.
Encierran, además, una catequesis riquísima sobre la nueva
presencia del Resucitado. Jesús se acerca mientras
conversa. El resucitado está realmente cercano y presente, aunque no
caigan en la cuenta de que es él. Mateo pondrá en labios de Jesúsesta afirmación: "Donde dos o
tres estén reunidos en mi nombre, allí estaré Yo".
(Mt. 18, 20; 28, 20). Y reunidos en este caso lo podríamos traducir
diciendo: cuando se tome en serio la vida; cuando se comparte lo vivido;
cuando se dialoga, se sufre y se goza juntos. Más concretamente los
discípulos de Emaús reconocen que Jesús está con
ellos cuando se lee y comenta De modo especial le reconocen en
el gesto de partir el pan, alusión clara a la cena en memoria del
Señor (1 Cor.12). Para la comunidad de los discípulos
será una necesidad gozosa el reunirse para partir el pan. El culto de
la nueva comunidad es una epifanía o aparición del
Señor. Pero en la comunidad está
presente el Señor resucitado también como deseo, como anhelo;
es una presencia misteriosa y sencilla; presencia que es ausencia, un inicio
que es deseo de plenitud: ¡Ven, Señor Jesús! La
resurrección de Jesucristo hace que sea más fuerte el deseo de
la cercanía y de la comunicación; un deseo que incluye la
muerte como etapa ("desearía morir, ser transformado y estar con
el Señor" Flp. 1, 23-26); pero es un
deseo y una espera que no se traduce en una evasión intimista. Ellos
saben que de este anhelo fruto de la fe en el Resucitado participa la
creación entera, que gime y sufre oprimida, esperando la
liberación. Ellos saben que es un deseo que madura en el aguante y en
la tarea: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y momentos que el
Padre tiene reservado; sino que 'seréis mis testigos..." (Hch.l, 7 ss.). Este deseo es fuerza para la
misión de hacer discípulos, es decir de invitar a los hombres a
participar de la libertad, de la alegría, de la esperanza que ellos
han comenzado a experimentar. Y esta misión será como la de
Jesús motivo de división y de discernimiento. Este nuevo modo de estar presente
se concreta sobre todo en el Espíritu que nos comunica. Por eso el
significado de El Espíritu es quien nos
hace vivir el misterio de Cristo. Grábelas al Espíritu que nos
comunica, el Señor no está ya simplemente con nosotros, como
estaba con los apóstoles y discípulos antes del viernes santo;
desde Pascua está en ellos. Por eso ahora nuestro vivir es vivir en
Cristo Jesús, gracias a su Espíritu que llena nuestros
corazones. Para Pablo son expresiones sinónimas: "Vivir en
Cristo" y "vivir en el Espíritu". El Espíritu es el don de
Pascua: "Recibid el Espíritu Santo"; fueron llenos del
Espíritu... Es un Espíritu locuaz, manifestativo; se concede
como don; no como posesión exclusiva, sino como fuerza para testificar
las maravillas de Dios, las que obró en Jesús
resucitándole de entre los muertos, y las que obra en nosotros
constantemente haciendo por él y desde el nuevas
todas las cosas. Esto es el Espíritu de la
verdad que ayuda a los apóstoles y a los creyentes de todos los
tiempos a penetrar en el misterio de Jesús, a conocer la verdad, a
descubrir las intimidades de Dios que sólo el Espíritu conoce.
El asegura la permanencia indefectible de la comunidad creyente. Al mismo
tiempo es el Espíritu quien nos hace ser y sentirnos hijos y no
esclavos. Hijos como él, Jesús, el primogénito. -Continuando su tarea y
misión. Los apóstoles y los primeros discípulos tomaron
conciencia de que ellos continuaban la obra de Jesús. A través
de su testimonio de vida y de sus palabras anuncian que en Jesucristo Dios
nos salva de la muerte, nos descubre la vocación del hombre a una
profunda conversión para que la vida nueva del Resucitado se
manifieste en ellos. Lucas, al redactar los Hechos de
los Apóstoles, tiene especial interés en poner de relieve la
continuidad y la semejanza entre la misión histórica de Cristo
y la vida de los primeros creyentes, Señalamos algún ejemplo: -El Reino de Dios se manifiesta en
la persona de Jesús, con sus milagros y acciones (Mc. l, 31; 5, 41;
9,27). Los apóstoles, en nombre de Jesús, realizan milagros y
prodigios que hacen patente la salvación (Hch.3, 1-10). -Jesús es tentado,
perseguido, y, por fin consiguen matarlo. Los creyentes, los apóstoles
son llevados igualmente a los tribunales y procesados por el nombre de
Jesús (Hch. 4, 1-22; 7, 55 ss.). -También en la
narración de Juan sobre la pesca milagrosa, descubramos un profundo
significado. En el tiempo posterior a Pascua, el trabajo y la misión
van a gravitar exclusivamente sobre los discípulos. En ocasiones no
cogerán nada, pero también pescarán hasta que se les
rompan las redes. Esta pesca milagrosa símbolo de la tarea de los
apóstoles y de Así pues, la misión,
la vida y el Espíritu de Jesús están presentes y
actúan en los discípulos. Esto nos lleva a fijarnos más
directamente en la comunidad naciente. La comunidad del Resucitado. Con
la fe pascual nace la comunidad creyente. Los que creen en Cristo Resucitado
se sienten unidos entre sí con un lazo nuevo y profundo. Más
concretamente, la experiencia de la fe en la resurrección no existe al
margen del grupo. Y esto no sólo porque la fe
nos viene de la predicación (Rm. 10, 17) sino, sobre todo, porque
únicamente en el grupo de los creyentes se experimenta que el
Señor vive; se entra en contacto con El (leer de nuevo la
narración de los de Emaús. Le.24). La misma experiencia de
Pablo (caído en Damasco, etc. Hch.9, 1-30) que podía parecer
una excepción, está evidentemente referida al grupo de
creyentes: "Yo soy Jesús a quien tú persigues". Pablo explica esta relación
entre Cristo y la comunidad con la imagen de la cabeza y el cuerpo: Cristo no
solamente es el jefe, el maestro, el modelo, el Señor, sino que
él es, además, principio de vida para los creyentes él les
hace ser fermento, luz y sal del mundo. Lo mismo quiere expresar Juan con la
imagen de, la vid y los sarmientos (Jn. 15). En este grupo, como en un primer
círculo concéntrico, se despliega el nuevo ser, el estilo que
el hombre Jesús encarnó en su vida, y que desde su
resurrección se irradia en el mundo a través de los creyentes: -La especial relación y
absoluta confianza en el Padre, hecha abandono filial Abba que supera toda
servidumbre. -La renovación de la mente
y el corazón; -La apertura a la salvación
definitiva; -Sobre todo, el dinamismo de la
caridad, el amor radical y eficaz "que supera todos los demás
dones. Esta acción de Cristo en la
comunidad de los creyentes es signo, garantía e instrumento de su
acción salvadora en toda la humanidad, en el universo entero. De este
modo la comunidad Cristian" está llamada a. ser la
"avanzadilla" del Reino, fermento inquietante, signo y anticipo de
la trascendencia del mundo. En resumen:" el encuentro con
el Resucitado se realiza siempre en la comunidad; es ahí donde vive y
actúa. Más aún, cada hombre todo hombre pasa a ser
sacramento de Cristo, lugar en donde se juega nuestra aceptación o
rechazo del Resucitado (Mt. 25, 40 ss.). 4. SIGNIFICADO DE Cada época tienen que
hacerse ineludiblemente esta pregunta: ¿qué significa para
nosotros creer en Jesucristo Resucitado? Arriesgamos ahora algunas
formulaciones, pero la verdadera respuesta a esta pregunta tiene que darla
cada creyente desde la vida y con la vida. a) Revelación del hombre.
El hombre supera infinitamente al hombre. Esta frase de Pascal podría condensar
toda la revelación, toda la buena noticia de la resurrección de
Jesucristo para nosotros. Nuestra voluntad de vivir y de ser es más fuerte
que la muerte; ningún cliché o canon de realización intramundana da la medida del hombre. En definitiva el
hombre es aquel trozo de cosmos y de materia, de historia y de barro en que
Dios se hace intimidad y presencia. El hombre reconoce que lo mejor de
sí mismo y el fundamento de su ser es el Amor Personal, el Dios
viviente, el distinto que no llega a sentirse extraño y que, siendo
intimidad de cada uno, es centro unificador de todos. A la luz del misterio de Cristo
vemos mejor la vocación del hombre. La resurrección nos desvela
el destino de cada uno de nosotros. Pablo dice: si Cristo no ha resucitado,
nuestra fe es algo vacío (1 Co.15, 17), quiere decir que nuestra vida
sin esta clave no tiene sentido. Aceptar a Cristo en cambio es saber, aunque
oscuramente, hacia dónde caminamos. Porque nuestro porvenir es El. Así, la vocación del
hombre, es llegar a ser: -Señor, con Cristo, de toda
la creación, libre del espacio, del tiempo y de las limitaciones; -Heredero con él del
universo; -Y, sobre todo, hijo en él
(expresión de Pablo llena de sentido) Un día llamaremos a Dios
Padre como jamás le habíamos llamado antes. De una vez para
siempre, definitivamente, en un instante de plenitud total. Y advertiremos
que El nos estaba llamando desde siempre "hijo mío" en
Cristo. Desde la opción vital por
Cristo Resucitado comprendemos que el hombre es una vocación al amor,
y que "ser para los demás" hasta la muerte es la mejor forma
de realización personal; que en este desgaste y la •vejez
son únicamente el dolor del alumbramiento al que estábamos
abocados. Por eso el creyente desde la fe puede apostar "aún
más", frente a cualquier humanismo o ideología, para el
hombre y su destino. Llamado a un amor de hermandad, de
servicio mutuo en Cristo, pasado y futuro, más allá de cuanto
él mismo se atrevía a soñar: tal es el destino del
hombre, el futuro hacia el que camina. Desde ese futuro se entiende el
caminar actual y desde éste se prepara aquél. En la medida que cada cual haya
trabajado aquí por construirlo, habrá creado en Cristo, lo sepa
nocionalmente o no. b) Revelación del mundo. El
hombre de hoy está más dispuesto para oír y entender las
dimensiones cósmicas y universales del acontecimiento "Cristo
Resucitado". El universo y la historia toda
está sometida a un proceso de crecimiento, cuyo dinamismo concreto
quizá desconocemos, pero cuya dirección se nos ha revelado en
Cristo. La resurrección de Cristo, en efecto, nos da la seguridad de
que la historia y el mundo tienen sentido; de que todos los pasos que ahora
se den en pro de una auténtica humanización del universo,
preparan de algún modo la plenitud final (Ig.M.39),
aunque desconozcamos el tiempo y el modo en que esto se realizará. El
fruto absoluto del mundo está garantizado. Y así la clave de la
historia se nos desvela en Cristo; a saber; que la humanidad, la historia,
que es un todo por su origen común, lo es mucho más por esta
llamada definitiva a la plenitud de Cristo. Y lo que por la marcha misma de
la historia presentimos: que la humanidad tiene un común destino, lo
vemos con nueva luz desde el dinamismo de Cristo Resucitado. Sabemos también que la ley
suprema de la transformación del universo es el amor. Un amor que es
dinámico; que encuentra oposición y que es asumido en la muerte
y resurrección de Jesucristo. En las manos del hombre
está la construcción del mundo; sobre sus hombros pesa la
responsabilidad de orientar el progreso técnico y social a favor del
hombre, de todos los hombres, en una línea siempre ascendente. Pero
esperando siempre como don gratuito de Dios la salvación definitiva.
El destino individual y comunitario de la humanidad es llegar a ser capaces
de recibir como don libre y personal la comunicación de Dios viviente
que vence la muerte y que libera al mundo, al hombre y a su entorno de las
limitaciones de este espacio y de este tiempo. c) Revelación de Dios. Esto
nos lleva a fijar nuestra atención en Dios mismo y en Cristo que son
en definitiva los grandes protagonistas, el objeto de nuestra fe. Toda la vida e incluso la muerte
de Jesús fue para nosotros manifestación del Dios verdadero,
pero es sobre todo la luz de su resurrección, la que nos revela al
Dios amor más fuerte que la muerte; cuya pasión es hacer que el
hombre crezca. Que considera al hombre interlocutor válido, digno de sí.Que comparte con nosotros su intimidad y
señorío. El es horizonte fundamental y sustrato de nuestro
propio ser. Dios de vivos y no de muertos. . El que hace nuevas todas las
cosas. El futuro Absoluto del hombre y del mundo. Dios que se nos ha revelado hombre
en Cristo para descubrir cuáles nuestro destino y vocación.
Dios presente en Jesucristo al que, por ser futuro y promesa, experimentamos
ya presente. El hombre Jesús orienta y sostiene nuestro vivir. 5. COMO VIVIR EN EL MUNDO DE HOY
EL TESTIMONIO DE Dice el Concilio: Cada seglar cada cristiano debe
ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida de nuestro
Señor Jesucristo, y señal del Dios verdadero. Todos en conjunto
como cuerpo de Cristo y cada uno en particular, deben alimentar al mundo con
frutos espirituales (Ga.5, 22), e infundirle el
espíritu del que estánanimados
aquellos pobres, mansos y pacíficos a quienes el Señor en el
Evangelio proclamó bienaventurados. En una palabra, lo que es el alma
en el cuerpo es decir: la libertad, la responsabilidad, el amor, el
último sentido esto han de ser los cristianos en el mundo (Ig.38). a) Testigos de Esto significa que Cristo es
sentido como un contemporáneo: como alguien que murió, pero
está vivo y actuando, y su paso por la tierra es el paso decisivo de
la historia. Su actuación consiste en
que, en virtud de un pasado definitivo, nos proyecta, nos lanza hoy a un
Futuro Absoluto. Necesitamos, por tanto, tener
presente, experimentar en nosotros el hecho de la resurrección y su
significado actual. Sin comprender este significado aquel hecho pierde
interés, se convierte en un dato arqueológico. Y el significado actual radica en
esto; el Espíritu de Cristo Resucitado actúa en nosotros como
un dinamismo, una fuerza personal, que empuja a cada hombre y a la totalidad
de la historia a ver y aceptar el Amor del Padre, a sentirse hijo, y por
tanto libre en Cristo, y a trabajar por el amor y
la fraternidad, como El mismo. Los creyentes cada uno a su estilo
estamos llamados a ser la avanzadilla de este dinamismo histórico. b) Testigos activos de Bajo el influjo de Cristo y de su
don personal ya no puede el hombre "buscar su propio
interés" (Rm.15, 3), sino "los intereses de los
demás" (Flp.2.4). Pero esto supone que el creyente
ha sido invadido, como por una savia, por Cristo resucitado, fuente de vida,
"espíritu vivificante", quien por su Espíritu le
comunica la caridad de Dios, infundiéndola en su corazón. Esta experiencia la vivimos en Ser testigo activo es entonces ser
colaborador en el dinamismo de la resurrección de Cristo, Uno vive a
Cristo Resucitado, lo experimenta en sí dentro de la comunidad, de Ser testigo: • Alimentar al mundo con
frutos "espirituales" de plenitud en el Espíritu, porque se
tiene fe en que la ley suprema del desarrollo es el mandamiento nuevo del
amor aprendido en Cristo (Ig. M.38). • Vivir el trabajo, las
iniciativas, los encuentros, el descanso, como la resurrección de
Cristo que está sucediendo hoy, en cada uno de nosotros, en la
historia. • Atentos a los riesgos de
la libertad, pero libres, porque donde está el Espíritu del
Señor, está.la libertad (2 Cor.3,
17). • Totalmente comprometidos
en el compromiso de Cristo. • Y alegres, incluso con el
desgaste; porque la actitud fundamental del cristiano les la de un humilde
agradecimiento. • Con actitud filial,
incluso cuando no sentimos a Dios. Actitud como la de Cristo: Padre,
¿por qué me has abandonado?...Pero enseguida: Padre, me echo en
tus brazos. • Todo el mundo, como campo
de nuestra responsabilidad, de nuestra tarea de colaboración. • Y cada hecho concreto,
pequeño o grande, cada trabajo, cada dolor, cada compromiso, como un
momento resurreccional, en esta marcha hacia la
plenitud universal que ya ha comenzado, que tendrá fracasos parciales
y aparentes, pero que no vuelve atrás.(Ig.M.48) c) DOS 'TAREAS QUE ES NECESARIO
SUBRAYAR. Para los ya creyentes es preciso
reconocer al Señor, como los de Emaús, no sólo en los
signos eclesiales, sino allí donde adviertan que comienzan a hacerse
nuevas todas las cosas; donde alguien se decide a vivir y morir por los otros;
donde ha y .un compromiso en la liberación de los oprimidos donde hay
un amor silencioso y doliente. Expresan vigorosamente este
mensaje las estrofas de José Antonio Olivar (música de M.
Manzano). "Con vosotros esta y no le
conocéis;" con vosotros está su nombre es El Señor..." "Su nombre es el Señor
y está en la cárcel, está en la soledad de cada
preso y nadie lo visita y hasta dicen: tal vez ése no era de los nuestros. Su nombre es el Señor, el
que sed tiene, él pide por la boca del
hambriento, está preso, está
enfermo, está desnudo, pero El nos va a Juzgar por todo eso. "Cuando sufre un hombre y
logra su consuelo, cuando espera y no se cansa de
esperar, cuando amamos aunque el odio nos
rodee, va Dios mismo en nuestro mismo caminar". * Y junto con ésta, la
tarea ineludible (porque ningún otro puede hacerla) de
"nombrarle", de descubrirle, de revelarle, ¡Sólo en la
comunidad cristiana el Resucitado tiene nombre y rostro! ¡Sólo
ahí se le puede reconocer como María, y como Tomás hasta
llegar a decir: Maestro mío! Lo cual, más que un privilegio, es
un problema; más que una meta ya asegurada es un reto y un quehacer
permanente. Las comunidades cristianas
cumplirán esta misión de revelar, de hacer presente en ellos al
Resucitado, de contagiar a todo hombre y a toda cultura la alegría de Pero al mismo tiempo este
testimonio olvidarlo sería ingenuo, esta vida nueva, aparecerá
en la cobertura pobre del hortelano, del caminante es decir, en medio del
pecado, la torpeza, el miedo y las limitaciones de este tiempo. Sigue siendo
necesario "estar dispuesto", tener el nuevo sentido de la fe para
reconocer y confesar qué en este cuerpo, en este pueblo está
presente el Señor; que la comunidad cristiana, especialmente
congregada en Bibliografía y fuentes Caminando con Jesús Congregación para el Clero de la Santa Sede |