Caminando con
Jesús Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant |
¿QUÉ
IMPRESIÓN PRODUCE JESÚS? Jesús
visto desde fuera hacia adentro. 1.- ORIGEN HUMANO. Su estirpe queda
relacionada con la antigua progenie de reyes, en indicaciones
genealógicas y en observaciones sueltas (Mat. 1, 1 ss.;
Lc. 3, 23 ss.) ha perdido poder, posesiones e
importancia, de modo que este descendiente tardío vive completamente
inobservado. No crece en la
miseria propiamente dicho., pero en condiciones muy sencillas; en la casa de
un pequeño trabajador, de un carpintero. También da testimonio
de costumbres muy sencillas la restante actitud de Jesús en la vida;
aunque no se ha de olvidar que trata con naturalidad a los pudientes, por
ejemplo, a Simón el fariseo, que le invita, pero no considera
necesario mostrarle amistad, como lo evidencia su proceder (Lc. 7, 44 ss.). En el aspecto
espiritual, no sabemos que tuviera ninguna formación cultural. El
asombro que se manifiesta en diversos lugares sobre de dónde ha sacado
su conocimiento de 2.- MODO DE VIDA. El modo de vida de
Jesús es el del maestro religioso, vagabundo. Va de lugar en lugar,
según o requieren las ocasiones exteriores -tales como una
peregrinación una fiesta o
la necesidad interior, la "hora". A veces se queda más
tiempo en un lugar, para desde allí ir por los alrededores y regresar
luego; así, por ejemplo, al principio de su actuación en
Cafarnaún (Mt. 8, 5; 9, 35), o en los últimos tiempos en
Betania (Mt. 21, 17-18-26-6). Este modo de vida procede del sentido de su
misión, no de una inclinación personal al vagabundeo. Lo podemos
inducir de su respuesta cuando uno quiere ir con El: "Los zorros tienen
madrigueras y los pájaros del cielo tienen nidos, pero el Hijo del
Hombre no tiene donde reclinar la cabeza" (Mt. 8, 20). De entre los que
le escuchan, reúne en torno suyo un grupo de algunos especialmente
receptivos, y los hace entrar más profundamente en su misión.
De entre ellos a su vez, elige un grupo más pequeño, de doce.
La importancia de esta elección queda subrayada por nombrarse a los
elegidos con sus propios nombres (Mc. 3, 14 y ss.);
también se relata que El pasó la noche anterior en
.oración (Lc.6, 12). 3.- SUS COSTUMBRES. Todavía hay
algo que decir sobre sus costumbres de vida. No tiene
ningún lugar fijo para enseñar, algo como un arrimo al Templo o
una escuela de rabino, sino que va de lugar en lugar. También se ha
dicho ya que esta forma de vida no es expresión de un afán
errabundo natural. Las indicaciones que da a sus discípulos enviados
podrían muy bien, con ciertas limitaciones, reflejar la vida que lleva
El mismo, y las experiencias que ha te nido en ella (Mt. 10, 5 y ss.). Enseña n cualquier sitio que sea; en las
sinagogas, donde, en efecto, podía hablar todo mayor de edad (Mt. 4,
23 etc.); en los corredores y patios del Templo (Mt. 21, 12 y ss.; 21, 23-22, 14); en la plaza y en la calle (Mt. 9, 9
y ss.); en casa (Mc. 7, 17); junto al pozo a donde
van las que sacan agua (Jn. 4, 5 y ss.); en la
orilla del mar (Mc. 3, 9); en alturas como aquella que ha dado su nombre al
Sermón de Si se le invita, va a
comer (Jn. 2, 1 y ss.); incluso a casa de los que
no le quieren bien (Lc. 7, 36 y ss.). Cura a los
enfermos donde quiera que le encuentren; incluso va a verles a su casa (Mc.
1, 30 y ss.). Pero luego vuelve a
separarse de la multitud, aún de los discípulos y de los
mejores amigos, se retira a la soledad. La actuación pública
empieza con el largo ayuno en oración en el desierto (Mt. 4, 1 y ss.). Siempre se repite que se va a la soledad para rezar
(Mt. 14, 13; 17, 1). En especial lo hace así antes de acontecimientos
importantes como la elección e los Apóstoles (Lc. 6, 12 y ss.), en En lo que se refiere
a uso y culto, es decir, en lo que se refiere a 4.- ASPECTO EXTERIOR. Preguntar qué
aspecto ha tenido alguien, cómo hablaba y se presentaba, presupone una
imparcialidad en que no aparece la figura de Jesús desde dos mil
años. Pero surge la cuestión, por ejemplo, en las diversas
tradiciones de la verdadera imagen de su rostro, parece, sin embargo, tener
un carácter de segunda fila. Además, la cuestión es
difícil de plantear, porque los relatos, cuyo interés se orienta
hacia algo completamente distinto, no dicen nada directo sobre estas cosas.
De lo que trata en ellos es de su importancia en el orden de Dios y para la
salvación humana; es lo absoluto que hay en El, ante lo cual retrocede
lo relativo. Por eso la imagen de Jesús ha tenido siempre un
carácter fuertemente estilizado. La nota personal ha procedido
siempre, en cada caso, de la persona concreta que se ocupa de ello; de la
índole especial de su encuentro religioso o del ideal especial de
perfección humana que enlazara con la imagen del Redentor,
según su época; pensemos, por ejemplo, en los artistas
plásticos, o en los intentos de literatura religiosa. Por eso nosotros
tampoco intentamos una solución, sino que sólo señalamos
por dónde podría estar, en cierto modo. 5.- ¿Qué
impresión produce, en conjunto, la presencia de Jesús, cuando
ponemos a su lado a los portadores de Ante todo, la
impresión de una gran calma y suavidad. Ahora bien, 'estas palabras
fácilmente hacen pensar en una cierta debilidad: ¿Es
débil Jesús? ¿Tiene su figura, por ejemplo, la
fragilidad de una hora tardía de Por desgracia, el
arte y la literatura han trabajado a menudo en esa dirección; pero la
verdad no se puede hablar de ello. La impresión
que hizo la presencia de Jesús en sus coetáneos, fue
patentemente la de una fuerza misteriosa. En los relatos, las personas que le
ven quedan subyugadas, más aún, conmocionadas. Sus palabras se
perciben -como llenas de fuerza (Mt. 7, 29; Lc. 4, 36). Sus acciones
manifiestan prescindiendo de su influjo en el individuo una energía de
espíritu que escapa a todas las medidas naturales, de tal modo que,
para señalar su naturaleza se echa mano del concepto ya preparado de
"Profeta" (Mt. 16, 14; Lc. 7, 16). Alguna vez esa energía se
echa de ver poderosamente, como en la escena con Pedro después de la
pesca milagrosa (Lc. 5, 8), en la tempestad en el mar (Mt. 8, 23 y ss.) No se encuentra señal de reflexión
vacilante, de retraimiento frágil, de timidez sensible, ni de dejarse
ir pasivamente más allá de sí mismo. Está lleno
de un podar que sería capaz de toda irrupción y toda violencia;
pero que no sólo está dominado, sino transformado por una
mensura que viene de lo íntimo por una profunda bondad y suavidad, por
una libertad enteramente soberana. Se puede expresar así lo indicado:
en Jesús hay una "Humanidad" milagrosamente pura, pero no a
pesar de su enorme poder de Espíritu, sino precisamente en él. 6. HUMANIDAD DIVINA. La unidad de poder y
humanidad, tomando esta palabra en toda su pureza, es uno de los rasgos
más enérgicos de la figura de Jesús, sobre todo tal como
aparece en los tres primeros Evangelios. La fuerza de voluntad, la conciencia
de la misión, la disposición a sacar todas las consecuencias,
el dominio del Espíritu, todo eso se ha traducido en El en pura
humanidad; tan entera creativamente, que se podría expresar su
significación rectamente diciendo que es capaz de llevar al hombre a
la pura conciencia y a la realización de lo que se llama humanidad;
aunque o precisamente .porque El es más que solamente hombre. Aplicado
todavía de otro modo, podría expresarse lo indicado diciendo
que es parte esencial de la presencia de Jesús el no ser chocante. Hay que compararla
alguna vez con otras presencias bíblicas o extrabíblicas para
ver cómo faltan en ella las palabras gigantescas, las actitudes
violentas, las acciones trastornadas, las situaciones fuera de lo habitual,
etc. Por extraña que pueda parecer la afirmación: aúnen
sus milagros falta el carácter de lo insólito. Ciertamente, son
grandes; algunos como las resurrecciones de muertos, o el dar de comer a
millares, o el caminar sobre el mar, se elevan a lo inaudito. Pero incluso
que casi se diría que se hacen naturales. Vuelve a aparecer esa
"humanidad" de que se hablaba. El comportamiento de
Jesús debe haber sido muy sencillo; por su parte, era de tal manera
que no se observaba necesariamente. Su acción brotaba de la
situación con tranquila necesidad; fidedigna, en el más hondo
sentido. También sus palabras tienen esta falta de carácter
insólito. Si se las compara con las de un Isaías o un San
Pablo, por ejemplo, dan la impresión de una extremada mesura,
más aún, de economía. Puestas junto a las de un Buda,
parecen a menudo mezquinas, casi cotidianas. Claro está que esa impresión
la dan en tanto se las entiende de modo meramente filosófico, o
estético, o religioso contemplativo. Si se las toma con la existencia
y se las toma en serio, entonces se ve que manifiestan una fuerza que va
más allá de la "profundidad" o la
"sabiduría" o la "sublimidad": ponen en movimiento
la existencia misma Bibliografía y fuentes Caminando con Jesús Congregación para el Clero de |
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