http://4.bp.blogspot.com/-pa2LLVjiao0/UAhPeg2anLI/AAAAAAAAAe0/luw2ztSWXKU/s1600/20120621-comunion_divorciados.jpg

¿PODRÁN LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR COMULGAR EN LA MISA?

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


A LA HORA DE COMULGAR, SON MUCHOS LOS QUE NO SE RESISTEN Y RECIBEN LA COMUNIÓN

Muchos han sido los temas del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, pero uno ellos ha captado el interés principal. ¿Podrán los divorciados vueltos a casar comulgar en la misa?. En mi vida de fiel de la Iglesia Católica, a mis 65 años, este ha sido el aspecto más doloroso que he observado. En efecto, en la fila a la hora de comulgar, son muchos los que no se resisten y reciben la comunión. No he visto hasta ahora, que se les niegue, ni gente que los critique. Aunque a veces en silencio, se castiga con la mirada. Tampoco se puede saber, salvo que se conozca  a la persona, cuál es su situación.

Mateo relata que: “tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: Tomad, comed, éste es mi cuerpo. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: Bebed de ella todos”  (Mateo 26, 26) y San Pablo, le escribe a los Corintios que lo hacían muy mal cuando se reunían en la Cena del Señor; “Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa.”  (1 Corintios 11,27-28)

En una ocasión, la persona que guiaba la Misa, recordaba en el momento de la comunión unos versículos del Evangelio de San Juan; “Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.  (Jn 6,51) El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. (Jn 6, 56). Soy testigo que en esa ocasión, fue un llamado para todos los asistentes, y pareció que ninguna persona se quedó sin comulgar. El Templo estaba lleno de fieles, sentados y muchos de pie.

LA POSICIÓN ACTUAL DE LA IGLESIA

La Iglesia tiene dispuesto que todo fiel, si está debidamente preparado, tiene el derecho –y el deber según lo que dijo Jesús en el discurso sobre el pan de la vida en la sinagoga de Cafarnaúm, (Jn 6, 55)– de recibir la Sagrada Eucaristía, por lo menos una vez al año. Se trata aquí de la expresión mínima de un derecho-deber, que se une al deber de participar cada domingo o fiesta de precepto en la celebración de la Santa Misa y a la recomendación de recibir la Comunión, si el alma está en gracia porque no es consciente de pecado grave.

Se trata de un derecho-deber de todos los bautizados que, sin embargo, ha sido, desde el inicio de la Iglesia, regulado por la Autoridad Apostólica. Es bien sabido cuanto escribe San Pablo a la comunidad cristiana de Corinto a propósito de la digna participación en la Eucaristía. (Ver segundo párrafo)

Pero también la Iglesia nos dice que no se encuentran en situación de pecado grave habitual los fieles divorciados que se han vuelto a casar que, no pudiendo por serias razones –como, por ejemplo, la educación de los hijos– “satisfacer la obligación de la separación, asumen el empeño de vivir en perfecta continencia, es decir, de abstenerse de los actos propios de los cónyuges” (Familiaris consortio, n. 84), y que sobre la base de ese propósito han recibido el sacramento de la Penitencia. Debido a que el hecho de que tales fieles no viven “more uxorio (como marido y mujer) es de por sí oculto, mientras que su condición de divorciados que se han vuelto a casar es de por sí manifiesta, sólo podrán acceder a la Comunión eucarística “remoto scandalo (fuera de escándalo).(LA EUCARISTÍA EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO DE LA IGLESIA, pagina WEB www.vatican.va )

QUE HACER POR AHORA

Cito Ecclesia de Eucharistia; “La Iglesia ha dado normas que se orientan a favorecer la participación frecuente y fructuosa de los fieles en la Mesa eucarística y, al mismo tiempo, a determinar las condiciones objetivas en las que no debe administrar la comunión. El esmero en procurar una fiel observancia de dichas normas se convierte en expresión efectiva de amor hacia la Eucaristía y hacia la Iglesia” (Encíclica Ecclesia de Eucharistia, cit., n. 42.)

La norma es clara en la determinación de los tres requisitos para que el ministro del Sacramento niegue la Comunión: que se trate de pecado grave, que sea pecado manifiesto en el fuero externo –no oculto– y que el fiel persevere obstinadamente en ese estado. Entre los que se encuentran en esta situación irregular están incluidos son las llamadas “uniones libres”; los que contraen sólo matrimonio civil y los divorciados que se vuelven a casar civilmente. Razón, por la cual estos últimos debe acudir a la Iglesia, como a los tribunales eclesiástico a fin de consultar si pueden regularizar su situación matrimonial y declararlo nulo, lo que le permitirá volver a casarse por la Iglesia. Recordemos que el Papa pidió agilizar los procesos de nulidad matrimonial por justicia con la gente que espera y además recomienda estudiar que los juicios sean gratuitos, según propuestas hechas en el Sínodo de la Familia.

LOS OBISPOS HA DADO SU OPINIÓN

Durante el Sínodo y una vez concluido, muchos Obispos han dado su opinión. No todos opinan lo mismo, y al no haber una sola voz, nos provoca inquietud, porque es necesario saber qué hacer. Me imagino que el Papa luego dirá la última palabra y habrá talvez algunos disidentes y otros a favor.

Se lee en diarios digitales y prensa escrita. “Los divorciados que han vuelto a contraer matrimonio civil "no están fuera de la Iglesia, no están excomulgados, forman parte de la comunidad cristiana porque "la misericordia de Dios no tiene fin". En ese recorrido, se irá viendo hasta donde se puede llegar. Ha puntualizado que "nunca se trata de soluciones generales sino concretas muy personalizadas". Así lo ha declarado el presidente de la CEE, Monseñor Ricardo Blázquez y luego ha añadido: ha recordado mucho al Concilio Vaticano Segundo. "La Iglesia se acerca a las personas, no para condenar, sino para escuchar y transmitir la misericordia de Dios". Por otra parte, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ha asegurado que el Sínodo de los Obispos sobre la Familia, que se clausuró el pasado sábado, no abre la puerta a que los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil puedan comulgar porque esto es "imposible". Y añade luego: "Algunos pensaban que iba a venir el Sínodo e iba a decir que los divorciados vueltos a casar pueden comulgar. Eso no ha sido y es imposible porque es contradecir la fe de la Iglesia. Si para comulgar hay que estar en gracia de Dios y el divorcio y las nuevas nupcias es adulterio, ¿nosotros quienes somos para rectificar la palabra de Jesucristo?. Es imposible que el Sínodo pudiera decirlo y que el Papa pueda decirlo porque no tenemos autoridad sobre la palabra de Dios", ha subrayado. (Ambos artículos en la página web de Religión Digital)

HACER EXEGESIS DE LOS EVANGELIOS, NO ES NI PECAR NI ESTAR EN CONTRA DE LA IGLESIA.

Uno de los argumentos que se señalan para no hacer modificaciones, es lo que indica el Evangelio de Marcos: “Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Jesús les dijo: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.” (Marcos 10, 10-12) Se llama adulterio el vivir con una mujer distinta que la propia, no siendo de este hombre la que toma después de dejar a la primera, por lo que comete adulterio con ella, esto es, con la segunda que toma, sucediendo lo mismo de parte de la mujer y no puede unirse a otro hombre como a su propio marido, si abandona a éste. San Mateo es más explícito sobre este punto. "Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no por fornicación - y se case con otra, comete adulterio (Mt 19,9) Por tanto sólo la fornicación es la razón carnal de abandonar a la mujer propia, y no hay otra espiritual para ello que el temor de Dios, como sabemos que les ha sucedido a muchos por causa de religión.

No soy un erudito para decir que hacer ni para opinar si el contexto del relato es distinto hoy. Además es difícil dar una opinión sin meditarla. Me viene a la memoria el Evangelio de Juan, donde los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio” y pretenden hacer caer en una trampa a Jesús. Sigue el relato diciendo que Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. (¿Meditando?), y luego de retirarse los fariseos avergonzados y sin condenar a la mujer que ellos mismos trajeron, Jesús la mira con misericordia y le dice; “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.”  (Juan 8,4). El Señor, no la condena por la acusación de adulterio, pero le pide, no siga con esa vida. ¿Eso debemos hacer?. También quiero hacer notar, que Jesús a la samaritana le pide; “Dame de beber” y luego él le increpa a la mujer: “has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo”,  (Juan 4, 1-25). Es decir, Jesús, se da el tiempo para hablar con ella y aconsejarla. ¿Eso debemos hacer?

NO HAY NINGUNA CAUSA PRESCRITA QUE AUTORICE A UNIRSE A OTRA MUJER DESPUÉS DE ABANDONADA LA LEGÍTIMA

Si bien es cierto que en la ley de Dios no hay ninguna causa prescrita que autorice a unirse a otra mujer después de abandonada la legítima, hay casos que deben analizarse detenidamente con sabiduría. No dejemos a los que están en desgracia en el camino. No olvidemos que Jesús nos pone un buen ejemplo para que no hagamos como que no vemos cuando nos encontramos con un hombre que ha caído en infortunios, me refiero en el que un hombre camino de Jerusalén a Jericó cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. Pero luego un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión y acercando curo sus heridas. (Lucas 10,33)

Entonces, consecuente con el espíritu de párrafo anterior, y con el espíritu de no dejar en el camino a los que están en desgracia, quiero apoyarme en un ejemplo que escribo de un caso real de alguien que conozco: Un hombre joven casado es abandonado por su mujer, esta pide el divorcio y la ley se lo otorga, ¿Está condenado este hombre a vivir solo o soltero el resto de su vida?, ¿A consecuencia de este abandono de su mujer, está condenado a no volverse a casar y tener hijos? ¿Si este hombre es fiel devoto de la fe, no puede aspirar a vivirla plenamente? ¿Tenemos alguna atribución de condenarle? Dejo en claro que no tengo el propósito de decir que es lo que se debe hacer, a mí no me corresponde, lo debe hacer mi Iglesia y confío en mi Iglesia, que encontrara la sabiduría para dar una opinión y solución que a todos nos deje en paz. Monseñor Ricardo Blázquez ha dicho que “En ese recorrido, se irá viendo hasta donde se puede llegar.”

"LA MISERICORDIA DE DIOS NO TIENE FIN".

Monseñor Ricardo Blázquez también ha dicho que "la misericordia de Dios no tiene fin". Siendo esta expresión muy cierta, creo que puedo opinar tratando de ser consecuente con lo que me pide mi fe. El Maestro nos pide: “Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9,13) y más adelante agrega: “Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio, no condenaríais a los que no tienen culpa.”  (Mt 12,7) y por esa razón, estoy de acuerdo con analizar antes de condenar. El Concilio Vaticano Segundo ha dejado en claro: "La Iglesia se acerca a las personas, no para condenar, sino para escuchar y transmitir la misericordia de Dios".

Jesús es la manifestación perfecta de la caridad divina del Padre; en realidad él amó de forma profunda y concreta, como solamente un hombre de corazón puro y un verdadero Dios podía amar. Jesús amó sinceramente a todos los hombres, a los justos y a los pecadores. Jesús quiso sincera y profundamente a sus amigos y es el salvador de todos los hombres (Jn 4,42); por consiguiente, no excluye a nadie de su corazón; más aún, los pobres y los pecadores son el objeto privilegiado de su caridad divina. Y nosotros los hombres, tenemos que aprender a analizar con caridad cada caso en particular, y no abandonar a los que injustamente pasan por situaciones impensadas.

Los evangelista están de acuerdo en señalar la familiaridad Jesús con los publicanos y los pecadores; en la descripción de la vocación de Leví se mostró vivamente este comportamiento de Jesús, que para los escribas y fariseos en esos tiempos y de hoy se convierte en motivo de escándalo y ocasión de reproche, Ya que Jesús compartió su mesa y comió con los pecadores, personas aborrecibles para los se creían justos, busquemos nosotros el modo de compartir también con ellos y hagamos en cada caso particular un verdadero análisis, que abra las esperanzas de los que sufren por no vivir en plenitud su fe.

Mi padre, frente al dolor y los infortunios, nos pedía siempre, hijo, deja esto en la manos de Dios, y aprendí dar gracias por lo que dice el sabio de las Escrituras: “Y por suerte; “Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal su misericordia.” (Eclesiástico 2,7).

PEDRO DONOSO BRANT

www.caminando-con-jesus.org