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Obras de caridad, Obras de Caridad Cristiana. 1575. Pieter Aertsen

EL AMOR CRISTIANO

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.” (Jn 13,34)

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.      VENIR A VIVIR VIDA DE AMOR DULCE Y SABROSA CON DIOS.

He tomado como introducción de este artículo, una frase de san Juan de la Cruz: “para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios.” (Noche Oscura 1,1) Ciertamente, al menos a mi parecer, el evangelista que más acento pone en el amor de Dios y el amor a Dios es San Juan, y uno de los santos místicos que más nos habla de amor de Dios y a Dios es San Juan de la Cruz. Ambos autores, nos invitan a reflexionar sobre esta necesidad del amor. Todos podemos venir a vivir una vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y no olvidemos nunca que: “Dios es amor”  (1Jn 4,16) y que nos ha creado por amor y nos ha hecho sus hijos: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!.”  (1Jn 3,1)

Sólo ejerciendo el amor, consigue el alma el fin para lo que fue creada, que es dejarse transformar en Dios y ser esclarecida por él, de tal manera, que el hombre parece el mismo Dios, y tiene lo que tiene Dios. “Ya sólo en amar es mi ejercicio”, dice San Juan de la Cruz en Cantico espiritual. Amar es darse. Amar es sembrarse, dulcemente, no importa en qué tipo de tierra, donde Dios pida, y para que florezca a su gusto. "Donde no hay amor, ponga amor y cosechará amor” escribe San Juan de la Cruz en una carta a una monja  y a otra religiosa de Segovia le escribe: “Ame mucho a los que la contradicen y no la aman, porque en eso se engendra amor en el pecho donde no le hay; como hace Dios con nosotros, que nos ama para que le amemos mediante el amor que nos tiene.”

El cristiano, debe gozarse por regalar amor a los demás, amor que le viene dado por Dios: “¿qué aprovecha y qué vale delante de Dios lo que no es amor de Dios?” (San Juan de la Cruz, 3 Subida al Monte Carmelo, 30,5). Por tanto, tenemos que hacer nuestra vida sin olvidar que la voluntad del Señor, es que nos amemos, pero como él nos amado (Cfr. Jn 15,2), Y si cumplimos su voluntad, Jesús nos hace hermanos y madre: “Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.” (Mc 3.35) Pues en esto consiste el amor a Dios: “en que guardemos sus mandamientos. (1Jn 5,3)

Tomo unas letras de San Juan de la Cruz: “En lo cual se conoce que ninguno merece amor si no es por la virtud que hay en él. Y cuando de esta suerte se ama, es muy según Dios y aun con mucha libertad; y si es con asimiento, es con mayor asimiento (aprehensión) de Dios; porque entonces cuanto más crece este amor, tanto más crece el de Dios, y cuanto más el (de) Dios, tanto más éste del prójimo; porque de lo que es en Dios es una misma razón y una misma la causa.” (3 Subida Monte Carmelo 23,1)

2.    LO QUE OS MANDO ES QUE OS AMÉIS LOS UNOS A LOS OTROS. (Jn 15,17)

Una de las grandes enseñanzas que encontramos en la lectura y contemplación de la Palabra del Señor en el Nuevo Testamento, es como el amor cristiano se enseña como un ideal y como el signo distintivo de los discípulos de Jesús en todo los tiempos, es decir, tanto como en los tiempos que algunos bienaventurados recibieron directamente las enseñanzas del Señor, como ahora a nosotros que nos corresponde enseñarlas y aplicarlas, porque como el mismo Jesús nos ha dicho: “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.” (Jn 13,35). Así fueron, así son y así serán los cristianos sobre la base del amor, porque el que ama al hermano y vive para él demuestra que es un seguidor auténtico de aquel maestro que amó a los suyos hasta el signo supremo de dar su vida por ellos. Por tanto, podemos decir sin temor, que el que no ama a los demás como Él nos ha pedido, no puede ser considerado de ningún modo discípulo de Cristo.

Dice el Señor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.” (Jn 13,34). Es la gran invitación de Jesús a los discípulos a una vida de amor de verdad, animoso y determinado, semejante al suyo, por eso nos dice,  “Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros.” Este mandato del amor es llamado "mandamiento nuevo", ya que nunca se había exigido nada semejante antes de la venida de Cristo. Es así como el mismo, en la última cena, hablando con sus íntimos amigos,  les hace a ellos esta gran invitación, para que la hagan realidad ellos y todos nosotros en su ausencia.

En efecto, Jesús le pide a sus discípulos que se amen fuertemente como lo hizo él,  destacándose con su propio ejemplo,  por eso luego les dice: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.” (Jn 15,12-13) Jesús, se centra precisamente en el amor fraterno, en el amor mutuo entre los miembros, como una familia y nuevamente lo vuelve a reiterar. “Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.” (Jn 15,17) y escribe el santo Místico: “guardar la ley de Dios con gran puntualidad y amor” (Carta 15, San Juan de la Cruz)

3.    JUZGADOS SOBRE LA BASE DEL AMOR CONCRETO A LOS HERMANOS

El Evangelista San Juan, escribe reflexionando sobre el mandamiento del amor en su primera carta, haciendo resonancia de las enseñanzas de su maestro: “Pues este es el mensaje que habéis oído desde el principio: “que nos amemos unos a otros.” (1Jn 13,11) y lo reitera luego en su segunda carta: “no es que te escriba un mandamiento nuevo, sino el que tenemos desde el comienzo - que nos amemos unos a otros. Y en esto consiste el amor: en que vivamos conforme a sus mandamientos. Este es el mandamiento, como lo habéis oído desde el comienzo: que viváis en el amor.” (2 Jn 5-6) y esto haciendo hasta el don de la vida, siguiendo el ejemplo del Hijo de Dios: “En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.” (1Jn 3,16).

Esto es lo que debemos hacer los cristianos, amarnos los unos a los otros, especialmente, según el mandamiento del Padre: “que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó.” (1Jn 3,23) y como dice luego san Juan: “Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.” (1Jn 3,24-25). Todo esto, a imitación de Dios, que manifestó su amor inmenso a la humanidad, enviando a la tierra a su Hijo unigénito, los miembros de la Iglesia tienen que amarse los unos a los otros: “Nosotros amemos, porque él nos amó primero. Si alguno dice: « Amo a Dios », y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.” (1Jn 4,19-21). Como nos dice también el apóstol Pablo: “vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.” (Ef 5,2), es decir, lo los cristianos tenemos que iluminar nuestro comportamiento en el amor del Señor Jesús, que llegó a ofrecer su vida por su Iglesia.

San Juan de la Cruz, escribe algunos avisos: "A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición". (Avisos Espirituales 5,60) En efecto, podemos con certeza decir que el último día seremos juzgados sobre la base del amor concreto a los hermanos, es la lección que no deja la enseñanza que nos da el Señor en el Evangelio, sobre el que haya ayudado a los necesitados tomará posesión del reino; pero el que se haya cerrado en su egoísmo será enviado al fuego eterno. (Cfr. Mt 25,31-46).

4.    AMOR SINCERO, CONCRETO Y PROFUNDO, GENEROSO

Amor sincero, concreto, profundo y generoso, como el que nos habla el apóstol Pablo en los primeros escritos cristianos, lo encontramos continuamente en sus cartas como resonancia de las enseñanzas de Jesús. Efectivamente, Pablo en sus cartas invita en diversas ocasiones y en diferentes modos, al amor fraterno; el amor debe ser sincero y cordial, escribe en Romanos: “Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros”; (Rom 12, 9-10) “Y como cooperadores suyos que somos”, (2Cor 6,6). Los cristianos de Tesalónica demuestran que son modelos perfectos de ese amor sincero: “Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.” (1Tes 1,3) “Nos acaba de llegar de ahí Timoteo y nos ha traído buenas noticias de vuestra fe y vuestra caridad; y dice que conserváis siempre buen recuerdo de nosotros y que deseáis vernos, así como nosotros a vosotros.” (1Tes 3,6). Entre los creyentes todo tiene que hacerse en el amor: “manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes. Haced todo con amor.” (1Cor 16,13-14), e incluso en los castigos hay que tomar decisiones conformes con el amor: en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda; en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama; tenidos por impostores, siendo veraces” (2Cor 2,6-8). Efectivamente, lo que cuenta en la vida cristiana es la fe que actúa mediante el amor: “No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.” (Gal 6,9); “por eso hay que servir con amor” (Gal 5,13). En particular, Pablo enseña que por amor para con el hermano débil hay que renunciar incluso a un alimento y a la libertad, si ello fuera ocasión para su caída: “Ahora bien, si por un alimento tu hermano se entristece, tú no procedes ya según la caridad. ¡Que por tu comida no destruyas a aquel por quien murió Cristo!” (Rom 14,15). La generosidad a la hora de ofrecer a los necesitados bienes materiales es signo de amor auténtico: “del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en esta generosidad.” (2Cor 8,7).

5.    CUANDO EL AMOR FRATERNO SE VIVE ENTRE LOS CRISTIANOS

Avisa San Juan de la Cruz: “el alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”  (Puntos de amor, 18) Efectivamente, el amor cristiano no se agota en el sentimiento, sino que ha de concretarse en la ayuda, en el socorro, en el compartir; por eso el rico que cierra su corazón al pobre no está animado por el amor: “Si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (1Jn 3,17s). En realidad, el que sostiene que ama a un Dios que no ve y no ama al hermano a quien ve es un mentiroso, porque es incapaz de amar verdaderamente a Dios, como afirma el evangelista: “Si alguno dice: « Amo a Dios », y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.” (1Jn 4,20). San Juan de la Cruz, también hace resonancia de este versículo. “Quien a su prójimo no ama, a Dios aborrece” (Avisos Espirituales 6,9).

La prueba del auténtico amor a los hermanos la constituye el amor a Dios: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.” (1Jn 5,2). Del mismo modo, hay que alegrarse y dar gracias a Dios por el mutuo amor, como escribe San Pablo: “Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe está progresando mucho y se acrecienta el muto amor de todos y cada uno de vosotros” (2 Tes 1,3) “Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones” (Ef 1,15) y ruegan además por el amor dentro de las familias: “En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros” ( 1Tes 3,12). Todo ello caminando en el amor a ejemplo de Jesucristo: “y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma.” (Ef 5,2), y como dice el apóstol Pedro: “para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro” (1Pe 1,22)

6.    DIOS VIVE EN EL CORAZÓN DEL QUE AMA

Finalmente, tenemos que tener conciencia de que todos los cristianos tenemos que estar animados por el amor fraterno. Amor que debe incluir el respeto por todos, porque; “Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza.” (1Jn 1,10) “Dios es Luz…..Si decimos que estamos en comunión con él,” (1Jn 1,5) Ciertamente, Dios vive en el corazón del que ama: “Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros.”(Jn 14,17). El amor se identifica realmente con Dios; es una realidad divina, una chispa del corazón del Padre comunicada a sus hijos, ante la cual uno se queda admirado, lleno de asombro. Pablo .exalta hasta tal punto esta virtud del amor que llega a colocarla por encima de la fe y de la esperanza. Por consiguiente, el que ama posee ya la felicidad del reino, puesto que vive en Dios, que es amor. “La salvación eterna depende de la perseverancia en el amor” (1Tm 2,15). Dios, en su justicia, no se olvida del amor de los creyentes, concretado en el servicio (Cfr. He 6,10). Por eso los cristianos animados por el amor aguardan con confianza el juicio de Dios (Cfr. 1Jn 4,17s).

Este amor cristiano, tan concreto y profundo, deriva de la acción del Espíritu Santo en el corazón de los que tiene fe. En efecto, sólo el Espíritu de Dios puede hacer que se obtenga éxito sobre los pensamientos y actitudes materialistas, es decir, sobre el egoísmo; y por tanto sólo él puede hacer que triunfe el amor. “En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre” (Gal 5,22) Efectivamente, "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha dado" (Rom 5,5).

Cierro este comentario con las palabras del místico santo: “Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los juzga como antes solía cuando se veía a sí con mucho fervor y a los otros no.” (Noche oscura, 12,8, San Juan de la Cruz)

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Abril 2016

Bibliografía

Textos Bíblicos, Sagrada Biblia de Jerusalén

Textos teológico, Enciclopedia Teológica Ravasi

San Juan de la Cruz, Obras Completas, Editorial Monte Carmelo


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