El difícil Ateísmo

Síntesis y Comentarios al Libro: Un argumento frente al ateísmo del autor: Etienne Gilson. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1979

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

“Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios" (G et S, 19)

Existe Dios, de donde nos viene esta idea? Nos hemos educado en una sociedad donde para nosotros no es extraño oír la palabra Dios, esta nos comienza a llegar primero por nuestra familia, aunque no sea practicante, luego nos llega por la escuela y por la literatura y así nos encontramos que es muy común en nuestro leguaje esa palabra.

No obstante en el mundo nos encontramos con otras sociedades donde esa palabra pareciera prohibida o inexistente, como podría ser en sectores de la sociedad China. También por muchos años en la sociedad Rusa, era un palabra que se utilizaba para ridiculizar a una parte de la sociedad creyente. Entonces cabe una pregunta, ¿es posible no tener una noción sobre Dios? Gilson se plantea una inquietud, “estoy curioso por conocer las razones que otros pueden tener para decir que Dios no existe” y luego se responde que: Para mí es la no-existencia de Dios lo que plantea problema. Deseo, pues, conocer y poner a prueba algunas razones invocadas en favor del ateísmo. Quiero decir del ateísmo dogmático y positivo, es decir, de la doctrina que, después de madura reflexión, concluye como certeza racional que nada que responda a la palabra “dios” existe en realidad. Por nada entiendo “ningún ser”.

En diversas sociedades, incluso en las mas primitivas, el hombre encuentra la noción de un ser y de un poder divino, independiente como le llame, y parece que esto le viene desde el momento en que tiene conciencia de porque vive. Ahora entonces conviene preguntarse como llega el hombre a tener esa noción, aunque sea muy elemental, sobre un ser de poder divino y así luego poder llegar a entender de donde le puede venir la idea al hombre que no existe nada.

Tipos de ateismo. Gilson propone que hay ateísmos de todo tipo, sin embargo no hay ateísmo científico, porque la ciencia no es competente para tratar de la noción de Dios: pero hay un ateísmo propio de los espíritus que se ocupan exclusivamente de problemas científicos tratados por métodos científicos. Se trata de una actitud personal cuya experiencia muestra, por otro lado, que puede variar a lo largo de la vida, pero que no es objeto ni de demostración ni de refutación. No es de este ateísmo positivista, o cientista del que aquí se trata. Existe también un ateísmo práctico, posiblemente la forma de ateísmo mas extendida.

Los que han visto a Dios. Ciertamente en las lecturas bíblicas, algunos personajes aseveran que han visto a Dios, otros que han hablado con Dios cosas que no puede repetir o son más audaces y comentan sus diálogos con Dios, y que Dios estuvo en una zarza o en una nube. Basta recordar los más importantes, Abraham, Moisés. Somos hombres formados en la fe, por tanto no podemos dejar de creerles a los relatos bíblicos, aunque por nuestra experiencia, si alguien nos dice que habla con Dios, nos cuesta aceptar esa idea.

Tenemos noción de todo lo que vemos, no obstante, no de los que no vemos o no hemos conocido, por tanto se nos plantea un primer problema sobre la apariencia de Dios en el pensamiento, o sobre no pecar de ignorancia y conocer de dónde viene, todo esto, porque no lo hemos visto, nadie ha visto a Dios y finalmente no sabemos a qué debiera parecerse o cual es la forma de la persona de Dios. Si esto es así para nosotros los creyentes, ¿Que queda para los que dicen no creer o dicen ser ateos?

“Dios ha muerto”. En todo caso, la forma de ateísmo sobre la que quiere explicarnos Gilson en su obra es la del ateísmo filosófico, ya que la idea de ateísmo común, como en el caso de los países de filosofía Marxistas, pues no es de esencia filosófica ni teológica. De hecho, ni siquiera es de esencia especulativa. Entonces, dice Gilson que sin negar de ningún modo sus otras formas, el analiza en su obra únicamente el ateísmo de los filósofos y de los sabios, a modo de ejemplo la palabra de Nietzsche, quien puso en el tapete la expresión “Dios ha muerto”. No obstante, Gilson expone que el ateismo Nietzsche es de índole moral y como algo singular nos recuerda que ni siquiera Satanás es ateo y además Nietzsche sabe que no se puede uno rebelar contra lo que no existe.

Destaca Gilson el hecho de que tantos hombres crean todavía útil hacer profesión de ateísmo y justificar su increencia mediante argumentos tales, por ejemplo, como la existencia del mal, hace bien patente que la cuestión permanece aún viva. Si la muerte de Dios significa su muerte final y definitiva en los espíritus de los hombres, vitalidad persistente del ateísmo constituye para el propio ateísmo su dificultad más seria. No habrá muerto Dios en los espíritus más que cuando nadie piense en negar su existencia. Mientras se espera que el ateísmo acabe con él, la muerte de Dios es un rumor que aún requiere confirmación.

Difícil de lo que se cree, hallar ateos de buena calidad. Subraya además, que es más difícil de lo que se cree hallar ateos de buena calidad y dignos de la estima de Nietzsche. Los verdaderos ateos se consideran, por otra parte como formando parte de una especie de aristocracia: no forma parte de ella el que quiere. La cuestión queda de todos modos abierta, pues si hubiese pruebas indiscutiblemente concluyentes de la existencia de Dios, como las hay de las verdades geométricas no habría ateos; y si las hubiese que Dios no existe, no habría creyentes. Sin embargo es a quienes afirman a los que incumbe el deber de la prueba: en esa tarea se empeñan con lo mejor de ellos, pero con mucha frecuencia el incrédulo rehúsa escuchar.

Concluyendo esta síntesis para algún argumento que describa un rasgo frente al ateismo, algo que sea significativo, incluso para los más ateos, viene a ser necesario saber: ¿qué es lo que tiene derecho a llamarse Dios? Y este es un milenario pensamiento que vive en los seres humanos, desde los inicios de la vida. Sin embargo la cuestión es saber si Dios existe, pues si es así, la cuestión es saber si, debemos llamar Dios como la fuente de toda la creación.

Para muchos, la idea la existencia de Dios es una ilusión. Nada de nuevo hay en el materialismo. En la antigüedad, se creían incluso en la existencia de muchos dioses, y muchos a igual que San Agustín, primero fueron materialistas, sin embargo su cambió fue trascendente, porque Dios es un ser estrictamente trascendente y podemos llegar incluso a decir que hasta los falsos dioses, se nos ofrecen para dar evidencia del verdadero Dios.

Gilson nos da en su texto algo que nos deja entender que los verdaderos, o mejor dicho los auténticos ateos, son raros o muy escasos, incluso aventura a exponer que no existen, porque un ateísmo verdadero, es decir, con una ausencia completa y final de la noción de Dios en un espíritu, si no existe, es de hecho imposible.

Pero por otra parte, conocemos a diario una inmensa cantidad de gente que buscan a Dios en sus momentos más angustiantes, incluso, buscando hasta falsos dioses. Hay en muchas ocasiones duda, vacilación e indecisión cuando se trata de la búsqueda de Dios, pero ya a partir de esa búsqueda, implica que el problema de la existencia de Dios sigue siendo para cualquier hombre que se llame ateo o cualquier filósofo, algo irresistible.

“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, fue creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador" (GS 19,1).

En uno de sus aforismos, la Beata Carmelita Isabel de la Trinidad nos dice: “Vivamos con Dios como con un amigo, tengamos una fe viva para estar en todo unidos a Dios” (H, 576).

Pedro Sergio A. Donoso Brant ocds

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Noviembre 2010