“El Dios Felicidad”

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

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1.                      Proemio

Raniero Cantalamessa, sacerdote y teólogo Italiano, que ha sido predicador personal del Papa Juan Pablo II y de la Casa Pontificia, escribió un libro de muy agradable lectura espiritual para los buscadores de Dios, “La Subida al Monte Sinaí”, de cuya lectura me he apoyado para este articulo, donde me parece encantador tratar el tema de “El Dios Felicidad”, basándome en el capitulo 3 “Sobre cuando te busco, busco la felicidad”, con la idea de de expresar una perspectiva personal o punto de vista acerca de este tema de “El Dios Felicidad” y que comparto con ustedes.

Muchas veces, cuando leímos algún texto o algún tema sobre espiritualidad, nos hacemos nuestros propios comentarios, o entendemos a nuestro modo lo que se expone, y eso es lo que he tratado de hacer y escribir, siguiendo una costumbre que se ha ido quedando poco a poco en mí frente a un buen texto, tener a mano algo donde escribir lo que me dice, sabiendo que a cada uno, al igual que los evangelios, los contenidos nos hablan de una forma distinta y sería pecar de arrogante decir, “si no entiendes lo que las escrituras te quieren decir, déjame explicarte”. Tal como dice la Santa Madre Teresa de Jesús: “El Señor nos dará a entender” (cf. Prologo de CP).

El tema que  se plantea, es la felicidad, y las despreocupación que debemos tener frente a la duda si Dios es feliz, porque a pesar de muchos cuestionamiento, podemos llegar a la convicción que Dios es felicidad y el quiere nuestra felicidad por encima de todo.

2.                      El Dios que hace feliz.

Dios es amor, pero también Dios es felicidad, es Dios que da amor, pero también es Dios que da felicidad, es Dios que hace amarnos, y también es Dios que hace la felicidad, es el Dios que hace amor y “el Dios feliz que hace feliz”. San Agustín (De Civ Dei IX, 15,2). Ser un Dios feliz y hacer feliz es algo natural en Dios, no puede ser de otra manera, lo propio del agua, es calmar la sed, lo propio de la luz, es brillar, lo propio de una madre, es cuidar a sus hijos, lo propio del padre, es preocuparse del bien de sus hijos y Dios es madre y padre. Talvez ese sea parte del misterio de Dios. Dios es el perfecto en el bien, también entonces es el perfecto en la felicidad. San Francisco exclama es sus alabanzas al Dios Altísimo: “Tú eres alegría y regocijo”.

Escribe el predicador Cantalamessa a la pregunta que le hacen los niños al catequista: ¿Quien es Dios?, y propone que le responda: ¿Dios es el ser felicísimo, creador del Cielo y de la Tierra”. Ciertamente, se puede remplazar esto  a cambio de de decir “perfectísimo”, y porque no, quizá sea así mas fácil de comprender para los niños, pequeños que en su inocencia, son los siempre buscadores de la felicidad.

3.                      Vivir con alegría, la clave es la oración

Hermanos míos, alégresen en el Señor...  (Filip 3, 1)Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres…..El Señor está cerca.  (Filip 4, 4-5), y la clave para estar alegres y felices es la oración: Estén siempre alegres. Oren constantemente.  - I Tes 5,15. La alegría no es solo algo agradable de tener. Es necesaria para avanzar en la vida espiritual. Dice Santo Tomás: “todo el que quiere progresar en la vida espiritual necesita tener alegría” -Comentario a la Carta a los Filipenses, 4, 1.

4.                      ¿Es Dios felicidad?

Podemos asegurar que Dios es felicidad, pero debemos preguntarnos, ¿Pero como sabemos esto?, ¿Cómo podemos conocer que Dios es felicidad? Una respuesta es que Dios es felicidad por el mismo motivo porque el es Trinidad: porque es amor. De hecho, la felicidad, algo que conocemos por nuestra propia experiencia, esta en amar y ser amado. Hay muchas otras cosas que en la vida nos hace feliz, el conocer la verdad, el mismo conocimiento nos hace feliz, pero ambas cosas lo son si la acompañamos por el amor.

5.                      El amor es felicidad

Por otra parte, ¿desde cuando Dios ama?. Lo que sabemos es que el ama desde la misma eternidad y ama con amor infinito, es decir sin límite conocido al Hijo, “Por eso me ama el Padre”, (Jn 10, 18) quien ama al Padre del mismo modo, con igualmente amor infinito hacia el Padre.  “Yo y el Padre somos uno”.  (Jn 10, 30). El Hijo encuentra en el Padre toda su complacencia: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”  (Mc) 1, 11). Cuando dice Dios complacencia, dice su felicidad. Escribe San Agustín (De Trinitae, VI, 10, 10): Este abrazo inefable entre el Padre y su imagen, no es sin gozo, sin amor, sin alegría, y este amor, este disfrute, esta felicidad está en la trinidad, es el Espíritu Santo. El no es generado, sino que es la dulce beatitud del generante y del generado que inunda, con su liberalidad y con su abundancia inmensa, a todas las criaturas según su capacidad.

6.                      Amor de Dios

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.  (Rom 5,5), derrama al mismo tiempo, la felicidad de Dios, que es inseparable de aquél. Por ello uno de los primeros frutos de su venida, produce en el alma una inmensa alegría: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad”,  (Gálatas 5, 22). Desde el instante en que el amor  expande y busca, por naturaleza, a difundirse, he aquí que Dios, como reza la Plegaria Eucarística IV, “ha dado origen al universos para difundir su amor a todas sus criaturas y alegrarlas con el esplendor de su gloria”.

7.                      Dios de mi alegría

Escribe el predicador Cantalamessa, “la felicidad de Dios es como un río desbordante que, con sus arroyuelos, “alegra la ciudad de Dios”, que es el mundo entero. Dios de mi alegría, o más literalmente, “alegría de mi felicidad”, como así lo reza el salmo 43, 4: “Y llegaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría”.

Porque Dios es felicidad, todo lo que hace lo hace con alegría, así como “Dios ama al que da con alegría”.  (2 Corintios 9, 7b). Y todo lo que viene de Dios esta creado con alegría; Crea con alegría, “entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios” (Job 38, 7).

8.                      Dios salva con alegría

"Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido." Les digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión. (Lucas 15, 6-7). Dios salva con alegría, incluso sufre con alegría, (porque en verdad también que Dios “sufre” con el hombre y por el hombre, mientras persita su capacidad de perderse).

9.                      Dios está contento

“Y yo vi – nos dice Juliana de Norwich, (considerada una de las más grandes escritoras místicas de Inglaterra y que es venerada por la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia Católica y habla del amor de Dios en términos de alegría y compasión y no de ley o deber), que Dios está contento de ser nuestro Padre, contento de ser nuestra Madre, contento de ser nuestro esposo y que el alma sea su esposa., ¡Dios está contento, he aquí una afirmación nueva, no estereotipada, sobre Dios, capaz de hacerlo sentir, mejor que cualquier discurso, como Dios vivo.

10.                  Camino hacia la felicidad

El camino hacia el Dios vivo, es también camino hacia la felicidad. Escribió san Agustín: “Cuando te busco, a ti que eres mi Dios, busco la felicidad”, (San Agustín, Confesiones, X, 20). El camino que hemos seguido seguir, no es diferente al que todos los hombres quieren caminar, pero desgraciadamente, caminamos por la senda equivocada. No obstante, todos quieren ser felices. Cuando uno habla de felicidad, los que te oyen, se ponen alerta y te miran las manos para ver si acaso estás en condiciones de ofrecer algo para su sed. Parece que es lo único que tienen en común los hombres, sin excepción, escribe Cantalamessa, sean estos buenos o malos y agrega que de hecho, ninguno sería malo si no esperase ser feliz con ello.

11.                  Llevamos el deseo de ser felices

¿Dónde y cuando hemos conocido la felicidad, para desearla tan vivamente desde nuestro nacimiento? ¿En una vida anterior?. Si así fuera, esto se trasladaría simplemente el problema a esa vida anterior, no lo solucionaría. Llevamos entonces, inscrito en todo y cada uno de nosotros el deseo de ser felices por el hecho que Dios nos ha creado “a su imagen y semejanza” y, siendo El Felicidad perfecta, también nos ha hecho a nosotros para esa felicidad. Es decir, estamos amasados con el deseo de felicidad.

12.                  Y somos verdaderamente felices?

Hay una pegunta que surge siempre, ¿entonces, porque tan pocos son verdaderamente felices?, ¿Y porque quienes son felices los son por tan poco tiempo?, Cantalamessa trata de darnos la clave a estas preguntas, diciendo que es así porque elegimos el camino equivocado, o el lado equivocado al subir una cumbre. Y luego también opina que es difícil descubrir de donde viene el error. La revelación nos ha enseñado que “Dios es amor”. El hombre ha creído que puede revertir esta frase y poder decir: “El amor es de Dios”. La revelación también nos ha enseñado que “Dios es felicidad” y el hombre quiere nuevamente revertir esto diciendo “La felicidad es Dios”. ¿Y porque ocurre esto?, es porque el hombre no conoce la felicidad pura, absoluta, eterna y transcendente, como del mismo modo no conoce el amor absoluto. Eso si, conoce algunos fragmentos de felicidad, que cuando pueden, se reduce a pasajeros mareos de los sentidos.

13.                  Quien busca a Dios, encuentra siempre la alegría

Ciertamente, se podría opinar que hay alegrías no alcanzan para todos, y que además esta reservada solo a quien ha tocado en suerte una buena esposa, o conocidos buenos amigos. Pero quien  busca a Dios, encuentra siempre la alegría, no obstante quien busca la alegría no siempre encuentra a Dios. Ahora lo importante es saber que quien busca la felicidad antes que a Dios, fuera de Dios, no encontrara más que su superficial representación. “Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen.” (Jeremías 2, 13). Entonces el hombre se reduce a buscar la felicidad por vía de la cantidad, esto es persiguiendo placeres y emociones cada vez más intensos, o sumando placer a placer.

14.                  Y habrá alegría eterna

Junto a las profecías del Profeta de Adviento, profeta de la confianza, podemos meditar la esperanza que tenemos sobre la alegría: “Los redimidos del Señor volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán! ¡Adiós, penar y suspiros!” (Isaías 35, 10)…. “¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpan los montes en gritos de alegría, pues el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.” (Isaías 49, 13)….”habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán!”  (Isaías 51, 11)… “Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos. Los montes y las colinas romperán ante vosotros en gritos de júbilo, y todos los árboles del campo batirán palmas”. (Isaías 55,12).. “y tendrán ellos alegría eterna.”  (Isaías 61, 7)

15.                  Cantidad o calidad de alegría?

Continuando con el tema, Cantalamessa nos invita a pensar sobre esta pregunta, ¿Cantidad o calidad de alegría?. Y se debe dar un salto de la cantidad a la calidad de la alegría. Solo Dios es feliz y hace feliz. Por esto un salmo no exhorta: “ten tus delicias en el Señor, y te dará lo que pida tu corazón.  (Salmos 37,4). Junto a Dios, en su compañía, hasta las alegrías de la vida presente conservan su dulce sabor y no se transforman en angustias. Y sabemos que solo Dios, ha podido arrancar de los labios de un santo: “¡Basta, Señor, de alegría!, mi corazón no puede contener más”. En Dios se encuentra todo lo que el hombre acostumbra a asociar a la palabra felicidad e infinitamente más, pues “ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (1 Co 2,9).

16.                  La alegría del Señor es nuestra fuerza

La Madre Teresa de Calcuta expresaba: “La alegría del Señor es nuestra fuerza. Todos nosotros, si tenemos a Jesús dentro nuestro, debemos llevar la alegría como novedad al mundo”. Hay animarse a ingresar en la alegría de nuestro Dios, “Entra en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 23). Y Tú (mi Dios), has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo. (Salmos 4, 8)….. Vuélveme la alegría de tu salvación, y en espíritu generoso afiánzame; (Salmos 51, 14) …. “Allí, nuestra alegría en él, (Salmos 66,6)…, mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo.  (Salmos 84,3).

17.                  Dios y la palabra felicidad

En Dios se halla todo lo que el hombre ha acostumbrado asociar a la palabra felicidad, e infinitamente más. “¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa del Señor  (Salmos 122, 1)… Tus dictámenes son mi herencia por siempre, ellos son la alegría de mi corazón.  (Salmos 119, 111). Y La meta final que la fe cristiana señala al hombre no es la simple cesación del dolor, la satisfacción de los deseos. Es infinitamente más: es la finalización de todos los deseos. “Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre.  (Salmos 16, 11) .

18.                  La alegría que proviene de Dios

Es hora de comenzar a proclamar con coraje este “alegre mensaje” de que Dios es felicidad, de que la felicidad —no el sufrimiento, las privaciones, la cruz— tendrá la última palabra. “Señor Dios, se revistan de salvación y tus fieles gocen de la felicidad!  (2 Crónicas 41b)… Porque de nuevo se complacerá el Señor en tu felicidad,  (Deuteronomio 30, 9). Que el sufrimiento sirve sólo para eliminar los obstáculos a la alegría, para dilatar el alma, para que pueda recibir la medida más grande posible de alegría. Que la alegría que proviene de Dios es suficiente como para triunfar, incluso mientras estamos en este mundo, en medio de pruebas. Como decía Nehemías a pueblo que lloraba: “La alegría del Señor es vuestra fortaleza” (Nc 8, 10).

19.                  Elegir entre Dios y la felicidad

Termina Cantalamessa esta reflexión “sobre cuando te busco, busco la felicidad”, con un llamado de que sea precisamente ése el grito con el cual debemos vivir en este tiempo nuevo, como la característica necesaria para imprimirle a la nueva evangelización. Ciertamente la humanidad ha terminado por convencerse del deber de elegir entre Dios y la felicidad. Inconscientemente, hemos hecho de Dios el rival, el enemigo de la alegría del hombre.

Elegir entre Dios y la felicidad tiene sentido al preguntarse ¿Dónde está, pues, mi esperanza? y mi felicidad  (Job 17, 15)…cuando esta conciente de que “volverás con felicidad a casa de tu Padre”.  (Tobías 8, 21), porque has vivido amando a un Dios que es verdadera alegría.

20.                  Verán por siempre toda tu alegría

¡Dichosos los que se alegren en tu paz! ¡Dichosos cuantos hombres tuvieron tristeza en todos tus castigos, pues se alegrarán en ti y verán por siempre toda tu alegría! Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey, …..Seré feliz si alguno quedare de mi raza para ver tu Gloria y confesar al Rey del Cielo…… las puertas de Jerusalén entonarán cantos de alegría y todas sus casas cantarán: ¡Aleluya! ¡Bendito sea el Dios de Israel! Y los benditos bendecirán el Santo Nombre por todos los siglos de los siglos. (Tobías (SBJ) 13, 11-17)

ORACION

“Oh Dios, que unes en un solo deseo las mentes de los fieles, concede a tu pueblo amar lo que mandas y desear lo que prometes, para que, entre los sucesos del mundo, nuestros corazones estén donde está la verdadera alegría. “ (Misal Romano, domingo XXI.

El Señor les Bendiga y les haga felices

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

Adviento de 2011, Casa de Retiro San José, La Florida

Diciembre 2011

Fuentes; La Subida al Monte Sinaí, de Raniero Catanlamessa, Editorial Lumen

Biblia de Jerusalén

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