“ESTAMOS BIEN EL REFUGIO LOS 33”

 

LOS 33 MINEROS REGRESAN A LA LUZ, TRIUNFO DE LA CONFIANZA,

LA FE  POR  SOBRE LA INCREDULIDAD

 

La fe en el rescate de los mineros de la Mina San José en el Desierto de Atacama de Chile


 

¿Cuantas cosas pueden hacerse con fe?,  no se cuantas, pero si estoy seguro que son mucho más de las que podemos imaginar. Para mí como creyente, la fe en Dios me hace tener temor de El y me llama a la obediencia incondicional y a la fidelidad a El. Y para mí Dios es todo, en especial por que me es fácil reconocer su amor, entonces le tengo confianza y en El pongo todos mis anhelos y esperanzas y mi oración constante.

La plena confianza en Dios, con los medios humanos que sea necesario poner en cada situación, como los que se utilizaron en el rescate a los mineros Mina San José, nos da a los que tenemos fe en Dios, una especial fortaleza y una personal serenidad ante los acontecimientos y tribulaciones. En efecto, cuando nos encontremos en las situaciones más difíciles y veamos que la felicidad parece que se nos escapa, nuestra fe en Dios, nos traerá la fortaleza para salir adelante y nos entregara la paciencia para esperar y confiar que la alegría estará en nuestros corazones.

No obstante, a Dios hay que tenerle paciencia y nuestra oración debe ser perseverante, como enseña también san Pablo, “orad siempre” o  “no perdáis ánimos”. Y también como recomienda Santa Teresa de Jesús (Libro Fundaciones):”Si tenéis confianza en Él y ánimos animosos, que es muy amigo Su Majestad (El Señor) de esto, no hayáis miedo que os falte nada”. El Señor vela por los suyos, aun cuando parece que duerme.

En consecuencia, la eficacia de la oración esta garantizada por el lado de Dios, pues la súplica se encuentra con un Padre infinitamente amoroso que siempre escucha a sus hijos, atiende a sus necesidades y acude en su socorro. Pero del lado nuestro requiere una fe firme y sencilla, que suplica sin vacilar, convencida de que lo que pide ya está concedido (Mc 11,24). Es esta fe la que hace orar con insistencia –“clamando día y noche”– y con perseverancia –“siempre sin desanimarse”–, aunque a veces parezca que Dios no escucha, con la certeza de que “el auxilio me viene del Señor”.

Que hermoso ha sido conocer la fe de los mineros como de su familia que los esperaba en la superficie. Que preciosidad de fe en todos aquellos que ayudan al rescate en el campamento Esperanza de la Mina San José en el Desierto de Atacama de Chile. La confianza en Dios supera los límites y las objeciones de la razón humana. Pero para que esto sea así, en necesario que existan corazones bien dispuestos y humildes, como lo han demostrado sus familiares y amigos. Humildad como la que tuvo Jesús, que " y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.”  (Filipenses 2,8), sencillez, humildad y confianza como las de María, Madre de Jesús, que es proclamada "dichosa por haber creído que se cumplirían las cosas que había dicho el Señor.

Esta actitud es la que les ha permitido recibir el regalo de la vida que les ha hecho Dios. La adhesión al amor de Dios, sólo es posible a la confianza.

Hermosísima es la Fe, como maravillosa es la confianza en Jesús y la adhesión a él, como el ciego de Jericó que se pone a gritar, a pesar de los regaños de la gente, suplicando piedad al Hijo de David (Mc 10,46); como aquella reflexión secreta de la mujer tímida, pero confiada de que podrá curarse con solo tocar el manto de Jesús (Mc 5,28); como aquella petición de perdón, con sus gestos, de la pecadora poco preocupada del juicio de los presentes y al que Jesús la consuela porque ha mostrado mucho amor a El (Lc 7,37); o como aquella certeza en el poder de Jesús sobre el mal que tenía el oficial romano (Lc 7,7-8), lo mismo que aquel recurso infalible a la fuerza de Dios que es la oración: "Todo lo que pidáis en la oración creed que lo recibiréis, y lo tendréis" (Mc 11,24).

Fructífero diálogo de los hombres a través de la oración, diálogo intimo de amistad con quien nos ama como nos enseña Santa Teresa de Jesús, dialogo íntimo que se establece entre Dios y tú en la oración, como lo que expresa el Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20).

Pero también hubo muchos días de incredulidad, esa tentación continua del hombre que se cree que es más ilustrados que los demás porque reta a los hombres a reflexionar sobre la fuerza de su fe. Frente a los prodigios siempre nuevos del amor de Dios, sustraído a todo control y verificación, el creyente se ve situado todos los días ante el dilema: fiarse únicamente de Dios o caer en la incredulidad, que se convierte en la raíz de toda soberbia. La incredulidad es no tomar a Dios como apoyo, haciéndose díscolo y rebelde. Es lamentable, pero los hay de esos que consideran a Dios incapaz de comprender y de liberar al hombre en sus necesidades. Por cierto creer es un acto libre, es un querer creer, y la incredulidad, más que distinguir en grupos sociales, pasa por dentro de cada persona, está siempre oscilando en sus fronteras, pero siempre tendrá el camino abierto para reconocer los milagros como sucesos de una densidad excepcional, como signos que revelan quien es Dios, quien tiene las legitimas atribuciones de hacer prodigios y maravillas, manifestando una intervención transcendente de Dios, que escondido a los ojos humanos da a conocer su poder y su santidad.

Demos gracias nuevamente a Dios, por traer alegría, alivio y paz a los mineros y sus familias, como también lo ha hecho a Chile mi país, que no ha estado exento de otras tragedias durante este año, pero que tiene una gran confianza en el amor de Dios.

Unidos en la oración

El Señor le Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

www.caminando-con-jesus.org