IMITAR Y SEGUIR A CRISTO

Reflexión

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


Querido amigos y hermanos.

Agradezco a Dios estar nuevamente aquí, agradezco al padre José María por permitirme reflexionar con ustedes, doy a todos ustedes mi agradecimiento por oírme y compartir conmigo ese hermoso deseo de querer imitar a Cristo en nuestras vidas. No es fácil para un laico como yo situarse aquí detrás de este ambón a reflexionar. Algunos me alientan diciéndome que nosotros tenemos algo importante que decir, es cierto, pero todos tenemos algo importante que hacer y eso es imitar a Cristo. Y no imitar a Cristo para darnos el gusto que otros nos tengan como santos, sino para dar testimonio de nuestra experiencia de Dios, que es la que ayuda a que muchos se animen al mismo deseo de imitar y seguir al Señor.

Quiero recordar lo que nos enseña el santo Padre San Juan de la Cruz en el capítulo 13 del primer libro de Subida al Monte Carmelo: “Lo primero, traiga un ordinario (constante) apetito (deseo) de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose (identificándose) con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él.”  Es decir, debe meditar mucho en la vida de Cristo para saber imitarla y hacer todas las cosas como él la haría.

CRISTO ES LIBRE Y PARA IMITARLE DEBEMOS SER IGUALMENTE LIBRES.

Decimos y a veces nos dicen lo importante que es imitar a Cristo, pero para que así sea debemos ser personas libres frente a lo que nos ofrece el mundo, libre y sin que nos obstaculice todo aquello que nos impida anunciar el Evangelio. Nuestra misión, de anunciar la Buena Noticia de Dios, es un distintivo característico nuestro y del cual no necesitamos autorización para llevarlo a cabo y no podemos caer en la desidia de no hacerlo y menos pensar que es una  tarea que pertenece solo a los curas.

Ciertamente, no podemos dejarnos presionar por los amigos, los aspectos religiosos, familiares, económicos, políticos ni por los elementos de presión social, etc. Y eso es lo que hizo Cristo, por tanto si buscamos imitarlo, así debe nuestro rasgo fundamental como seguidores de Él.

Cristo es libre y para imitarle debemos ser igualmente libres. Libres para amar como los hizo Cristo, para compadecerse, para servir, para ayudar y estar al lado de los pobres, los que sufren, los que pecan, los necesitados de la misericordia. Y así como él tuvo la libertad y nada le impidió acercarse a los ciegos, cojos y leprosos (Lc 7,22), a los pecadores, rameras, (Mt 21, 31) y  a todo los que sufren para servirles y liberarlo de toda opresión, así es como debemos ser si queremos imitarle.

Y para que no nos falte fuerza para imitarle, tenemos que seguir sus enseñanzas, y orar como él nos ha dicho, teniendo en cuenta que Cristo halla toda su fuerza en comunión con el Padre y es así como nos enseñó que pongamos toda nuestra confianza de hijos al rezar sin desfallecer el Padrenuestro; “Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro…” (Mt 6,9)

IMITAR A CRISTO ES SER UNA PERSONA ORANTE

Cristo es una persona orante, un seguidor de Él, tiene que ser hombre de oración en todos sus momentos de vida. Así es como Él aparece orando en todos los momentos importantes de su vida, y desde niño, donde el participa en las peregrinaciones con sus padres. En efecto, el evangelio relata que  iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Dice la narración que cuando (Jesús) tuvo doce años, subió como de costumbre a la fiesta” (Lc 2, 41-42).

Observemos algunos otros ejemplos que se relatan en el Evangelio de Lucas sobre el Cristo que siempre ora:

Para el bautismo, relata el Evangelio que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo,  y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: “Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.” (Lc 3, 21-22) Jesús oraba siempre y pasaba noches en oración, pero él se retiraba a los lugares solitarios donde oraba. (Lc 5,16) Y hacia siempre oración antes de tomar una importante decisión, como por ejemplo antes de escoger a los apóstoles. Así fue entonces como sucedió, él subió al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. (Lc 6,12-13). Pero no siempre fue a orar solo, también lo hacía con sus amigos y mientras ora se transfigura. Sucedió que tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. (Lc 9, 28). Jesús con su ejemplo de orante suscita la voluntad de orar, tal es así, que lleva a los apóstoles a pedirle "enséñanos a orar" Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.”  (Lc 11,1). Y cuando era necesario, ora por sus amigos, por ejemplo reza por Pedro diciéndole; “pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca.” (Lc 22, 32). También Jesús ora incesantemente en la agonía, como cuando va a orar al huerto de Getsemaní, donde y puesto de rodillas oraba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; y les dijo: “¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.” (Lc 22, 42-45) En el sufrimiento de la cruz Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.”(Lc 23, 34) En la hora de morir y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y, dicho esto, expiró. (Lc 23, 46)

CRISTO VIVE PARA LOS DEMAS

Cristo es una persona que vive para los demás, se coloca siempre del lado de los excluidos de la sociedad, de los despreciados, de los que son mirados sin cariños. Jesús no huye de los que le necesitan, para él no hay privilegiados ni por religión ni por otro motivo. A los publicanos los pone como ejemplo, como el caso del fariseo que ora con soberbia y el publicano sencillo, que no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!", el Señor dice todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.”  (Lc 18, 9-1) A otro que era jefe de publicanos y rico, un hombre llamado Zaqueo, que observaba a Jesús desde el alto de un árbol, el Señor se hace el invitado a su casa para compartir con él, diciéndole cuando llegó a aquel sitio donde él estaba; “Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa” y allí Jesús dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (Lc 19,1-10);

Los extranjeros son acogidos, atendidos y por ningún motivo Jesús hace la vista gorda o busca escusas para no atenderles, como el caso del centurión romano, hombre que dejo a Jesús admirado, de tal modo que exclamó a una muchedumbre que lo seguía; “Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.” (Lc 7, 2-10), Los samaritanos son presentados como modelo a los judíos y lo explica con una parábola sobre el amor al prójimo. En esta misma parábola critica a los sacerdotes que no se detienen para atender a un hombre herido y a un levita (legista), porque al igual que el sacerdote hace lo mismo. (Lc 10, 33) También pone a otro samaritano como ejemplo de gratitud, cuando este regresa para agradecer al Señor por su sanación. (Lc 17,16). Otro caso es el de la cananea y su insistencia. A ella Jesús le hace una especial atención cuando le grito; “¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada”, ante la insistencia para que el Señor la atendiese, Jesús le respondió: “Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.” (Mt 15, 22).

TODOS SOMOS IMPORTANTE PARA JESÚS, NO HAY PRIVILEGIADOS

Cristo se rodea de todo tipo de hombres, no hay que ser un santo especial para oírle o para ser su amigo y para recibir sus enseñanzas. El mismo nos demuestra con su actitud y decisión de llamar a hombre simples, pecadores, casados, hombres de trabajo para que sean sus discípulos, es así como bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres.  Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él. (Mc 1,16-20). Como observamos, en este grupo de íntimos amigos, que serán sus apóstoles, no hay ningún religioso formado, ni doctor ni escriba. Son éstos: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. (Mt 10, 4), Un caso que se destaca es que llama a Mateo, (Leví) que era publicano.

Jesús es un hombre acogedor y mira con misericordia a su pueblo, como cuando en una ocasión al desembarcar vio mucha gente y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, entonces se puso a enseñarles muchas cosas. (Mc 6, 34) Y haciendo su tarea de amor recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando todos enfermedad y toda dolencia. (Mt.9, 36)

CRISTO SE COMPADECE, PERDONA Y NO DESCUIDA A NADIE.

Los hambrientos son acogidos, como en el relato de la multiplicación de los panes donde Jesús manda a recostar a la gente en el pasto. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000 Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron (Jn 6, 5-11) en ese mismo relato el llama a la solidaridad de compartir (Jn 6,9). Los leprosos son acogidos y sanados, como cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: “Señor, si quieres puedes limpiarme.” El extendió la mano, le tocó y dijo: “Quiero, quedas limpio.” Y al instante quedó limpio de su lepra. (Mt 8, 2-3). Enfermos son curados en día sábado (Mc 3,1-5), enseñando que a los necesitados se les atiende a cualquier hora o días, y no porque es sábado, lunes u otro día de descanso no hago nada por el otro.

Amigos, hermanos, Cristo se compadece de los que sufren y devuelve la vista a los ciegos (Mc 8, 22-26; Jn 8, 6-7), mientras que los fariseos son declarados ciegos. (Mt 23,16). La curación del paralitico que le hicieron llegar a través del techo, es señal de que Jesús puede perdonar pecados a todo el que le busca. (Mc 2,1-12). Cristo no descuida a nadie y atiende a los poseídos como señal de que llegó el Reino de Dios (Lc 11, 14-20). La mujer adúltera es acogida y defendida contra la ley y contra la tradición. (Jn 8, 2-11) Y las prostitutas son invitadas a la conversión. (Mt 21, 31-32; Lc 7, 37-50). Jesús tiene predilección por la gente sencilla y humilde, y el mismo afirma que éstos entienden el misterio del Reino mejor que muchos sabios y entendidos. En una ocasión, tomando la palabra, dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños.” (Mt 11, 25-26).

NO TENGAMOS TEMOR DE REGALAR LA MISMA CARIDAD QUE NOS DA CRISTO.

Sé y estoy consciente que no es fácil hacer de nuestra vida un seguimiento de Jesús imitando su forma de ser con los hombres, pero su ejemplo está en el corazón de Dios. Cristo, sin temor acoge a esos que nosotros livianamente reprochamos como inmorales como las prostitutas y pecadores, a los que marginamos por ser pobres o con poca educación, a los que están con una enfermedad dura como el sida, a los que denominamos como herejes como lo hacían con los samaritanos y paganos, a los servidores públicos como a los publicanos, a los débiles y pobres que no tienen poder ni saber. No tengamos temor de regalar la misma caridad que nos da Cristo. Es tiempo de tomar una decisión importante, como la que tomaron los discípulos que le oyeron hablar y le siguieron. Nosotros hemos oído mucho hablar de él, y al imitarle y seguirle, veremos cosas mayores aún. (Jn 1, 35-50)

El santo Padre San Juan de la Cruz en Subida al Monte Carmelo nos recomienda: “Procure siempre inclinarse; no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido;  no a lo más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto;  no a lo que es descanso, sino a lo trabajoso;  no a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo; no a lo más, sino a lo menos;  no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado; no a lo que es querer algo, sino a no querer nada; no andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo.” (1S 13, 6)

Que Cristo sea el centro de nuestra vida, en El todo lo tenemos y para concluir esta reflexión, la hago con una estrofa de la “oración de una alma enamorada” de San Juan de la Cruz: "míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mi"

El Señor nos Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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