LOS SANTOS DE LIMA, PERU

Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres

 

Crónica para mis amigos y hermanos

Con cariño

Pedro y Anita

 

 

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Lima es la ciudad capital de la República del Perú. Esta ciudad que se esta modernizando a pasos sobresalientes, se encuentra situada en la costa central del país, a orillas del océano Pacífico, conformando una extensa y populosa área urbana conocida como Lima Metropolitana, flanqueada por el desierto costero y extendida sobre los valles de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. Lima Metropolitana cuenta con más de 8,5 millones de habitantes, el 30% de la población peruana, cifras que la convierten en la ciudad más poblada del país.

Haciendo un poco de historia, el 18 de enero de 1535, se efectuó la fundación española con el nombre de la Ciudad de los Reyes en la región agrícola conocida por los indígenas como Lima, nombre que adquirió con el tiempo. La corona española nombró a Francisco Pizarro gobernador de las tierras que había conquistado. Pizarro decidió fundar la capital en el valle del río Rímac luego del intento fallido de constituirla en Jauja. Consideró que Lima estaba estratégicamente ubicada, próxima a una costa favorable para la construcción de un puerto pero prudencialmente alejada del mismo como para prevenir ataques de piratas y potencias extranjeras, sobre tierras fértiles y con un conveniente clima fresco.

Fue la capital del Virreinato del Perú y la más grande e importante ciudad de América del Sur durante la colonia española. Después de la Independencia pasó a ser la capital de la República.

Hoy, sus habitantes, mayoritariamente de fisonomía típica latinoamericana, resultado de la unión entre los pueblos originarios y los emigrantes europeos, son gente sencilla y de buen carácter, que tratan con mucha educación a los visitantes y los hacen sentir muy bien, por lo que es agradable recorrer la ciudad.

Nosotros, Anita y yo, pasamos por esta encantadora ciudad el día de la Beatificación del Papa Juan Pablo II, participamos de la Misa de la Parroquia de San José de los Padre Carmelitas Descalzos en el barrio de Jesús Maria, luego participamos de una romería por las calles del sector hasta una imagen del Beato Juan Pablo II.

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Misa en la Parroquia de San José, preside el padre Grover Cáceres

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Anita en medio de la Romería hacia la plaza Juan Pablo II

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Foto de la Romería

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Plaza donde se celebró la Beatificación de Juan Pablo II

 

23sanmartindeporres_chavarri_1964SAN MARTIN DE PORRES, MARTIN EL BUENO

Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón…..Y encontrarán su descanso.

San Martín de Porres, es un santo muy querido en su tierra natal y en el mundo, su actitud de vida es la que debemos imitar, nació en 1579 en Lima, capital del Perú, fundada originalmente con el nombre de Ciudad de los Reyes, cuando este País era el Virreinato del Perú, que fue una división administrativa de la Corona de España en América, y al momento de su mayor extensión abarcó casi toda Sudamérica y parte de Centroamérica. (1542-1821). Cuando nació Martín, se hablaba Español, Quechua, Aymará y otras lenguas nativas, era Rey de España Felipe II y Virrey en Perú, Francisco de Toledo.

El Perú como muchos otros países de Ibero América, sabe lo común que es el hecho de tener grandes hijos que nacieron de uniones de miembros de persona que llegaron del viejo mundo en busca de la opulencia y sufridos nativos de estas tierras. Es así como se dio las circunstancias que Martín nació de la unión de súbdito de origen español, Juan de Porres y una mujer de natural de Panamá, Ana Velásquez, hija de Dios con la piel más morena. Así es como el santo fue socialmente un mulato, término utilizado para designar al individuo nacido de la unión interracial entre una persona blanca y una persona negra.

Esta forma de llegar a ser parte de la vida limeña de la época, debe haber sido importante para la educación y vida en general de Martín, el no vivió en un ambiente familiar, se dice que su padre le reconoció, pero que tardó en hacerlo, pero que le dejo siendo niño y viviendo con su madre. Dura debe haber sido su vida, hijo clasificado como ilegitimo, por no ser de nacido dentro de un matrimonio tradicional. Esto nos enseña algo muy importante, Dios no discrimina entre hijos legítimos e ilegítimos y la santidad de un hombre no depende de eso.

Martín fue bautizado en la Iglesia de San Sebastián, en la misma pila bautismal en que siete años más tarde lo sería Santa Rosa de Lima. Lo curioso de su bautismo, es que fue también el mismo Párroco quien lo introdujo en la Iglesia Católica y mayor coincidencia ocurre con la Confirmación de Martín, ya que, al igual que Rosa de Santa María, un santo le imprimió los dones del Espíritu Santo: el Arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, actual patrono del Episcopado Latinoamericano. Un hombre santo, tiene esa cualidad de fijarse en otros proyectos de santo y le contagia de su santidad.

Martín, desde niño debe haber conocido lo que es la generosidad, el pobre sabe de necesidades y es más sensible a compartir, es así como dentro de sus actitudes de vida como hijo de Dios, se le conoció como muy generoso con los pobres, a los que daba parte del dinero cuando iba de compras o lo que ahorraba para ayudarles a mitigar su hambre. Martin compartía lo poco que tenía entre los no tenían nada.

Martín por el día, trabajaba y por la noche, se dedicaba a la oración, casi al igual que Santa Rosa de Lima. La oración hizo descender el Espíritu sobre su corazón. “El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón” (Lc 6, 43-49). Para ser buenos cristianos, lo más importante es acercarse a Jesús, relacionarse muy bien con El, oír con atención sus palabras, y hacer de ella nuestra vida, y así luego comportarnos como Cristo Jesús con todos nuestros semejantes.

Se dice que Martín era inteligente, y fue tal su amor por los hermanos que no tardó en aprender para poderlos servir mejor. Desde niño sentía predilección por los enfermos y los pobres en quienes reconocía sin duda el rostro sufriente de su Señor. “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11:25-30)

Pronto la virtud de Martín dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. A los quince años la gracia recibida y el ardor por vivir más cerca de Dios en servicio completo a sus hermanos humanos lo impulsó a pedir ser admitido en el convento de los dominicos que había en Lima.

Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando a Martín a su Reconciliador. En 1594, entró en la Orden de Santo Domingo de Guzmán bajo la categoría de "donado" al ser hijo ilegítimo, en el convento de Nuestra Señora del Rosario de Lima. En 1603 le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad. Hombre de gran caridad, unía a su incesante oración las penitencias más duras. Era mucho el amor, eran poco el sueño y la comida, lo sostenía la oración, la infinita misericordia de Dios. Es muy probable que haya conocido a Santa Rosa de Lima. El Señor tiene sus caminos, y los tuvo de dolor y alegría para nuestro santo conocedor de la humildad.

Convirtió el convento en un hospital. Recogía enfermos y heridos por las calles y los llevaba al convento. Algunos religiosos protestaron, pues infringía la clausura y la paz.

"La caridad está por encima de la clausura", contestaba Martín siempre que sus colegas le requintaban. También fundó el Asilo de Santa Cruz para cuidar ahí de niñas y niños.

La virtud del santo, su intensa vida espiritual, sostenían su entrega, pero sin duda alguna, aquello que más recuerda el pueblo de Lima son sus numerosos milagros. A veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. Otros lo vieron en dos lugares distintos a un mismo tiempo. Todos, grandes señores y hombres sencillos, no tardaban en recurrir al socorro del santo mulato: "yo te curo, Dios te sana" decía Martín con grande conciencia del inmenso amor del Señor que ha gustado siempre de tocar el corazón de los hombres con manos humanas.

Enfermero y hortelano herbolario, Fray Martín cultivaba las plantas medicinales que aliviaban a sus enfermos. Su amor humilde y generoso lo abarcaba todo: su amabilidad con los animales era fruto de su inmenso amor por el Creador de todas las cosas. El pueblo de Lima venera hoy su dulce y sencilla imagen, con su escoba en la mano dando de comer, de un mismo plato, a perro, ratón y gato.

A la edad de sesenta años, Fray Martín de Porres, cae enfermo sabiendo que ya era hora de encontrarse con el Señor. La noticia se expandió rápido por toda la Ciudad de los Reyes con lo que todo el pueblo estuvo conmovido y todos en la calle lloraban. Tal era la veneración hacia este buen hijo de Dios, conocido como el mulato, que el mismísimo Virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, Conde de Chinchón, fue a besarle la mano cuando se encontraba en su lecho de muerte. Sufrió ataques del demonio, pero sintió el consuelo y compañía de la Virgen quien según él, estaba a su lado mientras agonizaba.

El 3 de noviembre de 1639 fallece en la Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato del Perú. Su muerte causó aún más conmoción en la ciudad. Gregorio XVI lo declaró Beato el 1837.

El santo de la escoba fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 6 de Mayo de 1962 con las siguientes palabras del Santo Padre:

"Martín excusaba las faltas de otro. Perdonó las más amargas injurias, convencido de que el merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudo a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llama ‘Martín, el bueno’."

Sus restos descansan en la Capilla de Santa Rosa de Lima, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima.

Pío IX, y canonizado en 1888 por León XIII. Su fiesta se celebra el 9 de septiembre.

Algunas fotografías de la visita al santuario de San Martín de Porres en Lima

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Patio al Interior del Convento donde vivo san Martín de Porres

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El padre Dominico, que tuvo la amabilidad de narrarme la vida de san Martín de Porres

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Sepultura de San Martín de Porres

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Una sala del convento, junto a Santo Domingo y San Martín de Porres

 

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Sentado frente a la Cripta donde reposan los restos del Santo, meditando sobre su vida-

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Imagen de San Martín de Porres, con su escoba

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Basílica de Santo Domingo en Lima

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Vitral

 

rosa_de_limaSanta Rosa de Lima, nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.

Santa Rosa de Lima, es la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.

Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.

Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.

Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.

El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.

Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro. El Papa Clemente X la canonizó en 1671.

 

Algunas fotografías de la visita al santuario de Santa Rosa de Lima

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Altar de la Basílica

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Pinturas de sobre Santa Rosa de Lima, expuestas en la Catedral de Lima

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Pinturas de sobre Santa Rosa de Lima, expuestas en la Catedral de Lima

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Pinturas de sobre Santa Rosa de Lima, expuestas en la Catedral de Lima

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Pinturas de sobre Santa Rosa de Lima, expuestas en la Catedral de Lima

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Patio del Convento

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Cripta donde está sepultada Santa Rosa de Lima

 

El Señor les bendiga

Pedro y Anita

Lima, Perú, Abril de 2011

 

 

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant