MISERICORDIA Y
ALEGRIA “Vete y haz tú lo
mismo.” (Lc 10, 37) Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant 1.
HABRÁ MÁS
ALEGRÍA POR UN SOLO PECADOR QUE SE CONVIERTA Los
evangelios acreditan con fuerza el rostro de un Jesús apasionado por los
pobres, los enfermos y los pecadores. Y lo impactante es ver como él no hace
ninguna diferencia entre los hombres, ni de raza ni de nacionalidad. Jesús
distribuye a manos llenas el perdón y abre todo su corazón de modo generoso y
empapado de misericordia. Para los fariseos esta actitud de Jesús, es una
práctica escandalosa, pues a ellos les perturba los criterios religiosos más
indiscutibles de su forma de ser, y está en discrepancia con el pensamiento
más común de Dios que tienen los religiosos de esa época. Sin embargo, para
Jesús esta actitud revela el verdadero rostro de Dios, que no quiere otra
cosa que darse a su pueblo. Con mucha claridad, esto se revela, a modo de
ejemplo, en las parábolas de Lucas narradas en el evangelio de la oveja que
se había perdido, de la mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, enciende
una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra y
del padre misericordioso que espera el regreso de su hijo. Tres relatos de
Lucas 15, donde Jesús muestra la práctica de la misericordia de su corazón y
hace presente la misericordia del Padre. Se pueden
mencionar muchos relatos donde se revela la práctica de la misericordia de
Jesús y en él la del Padre, pero en estos tres relatos que he mencionado, hay
un factor común que me parece importante destacar y es la alegría de Jesús,
la alegría del Padre. La parábola de la oveja perdida pide: "Alegraos
conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido." (Lc 15,
6); la parábola del dracma perdido pide; "Alegraos conmigo, porque he
hallado la dracma que había perdido." (Lc 15,9); la parábola del hijo
que estaba muerto y ha vuelto a la vida; “convenía celebrar una fiesta y
alegrarse” (Lc 15,32.) En estas
tres parábolas, se concluye que la verdadera justicia tiene incluida la misericordia
y la compasión y la falsa justicia el desprecio por los que se equivocan o se
pierden, y como los que se creen justos suelen indignarse con o sin razón por
los pecadores. Es así, como los que acostumbran a mirar por encima del hombro
por la falsa justicia, despreciando a todos los demás, sin tener ninguna
misericordia de los que están en falta y, porque se creen sin pecado, vienen
por lo general a ser más pecadores. Aquí están los fariseos, que censuraban
al Señor porque recibía a los pecadores, dice el relato que los fariseos y
los escribas murmuraban, diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con
ellos.” No conocían ellos al Señor,
por esos amonestaban con un corazón áspero a Jesús, y tampoco lo
conocen los que hoy no son capaces de dar caridad a los que se equivocan y se
olvidan que el Señor nos pide dos cosas importantes, una de ella es el amor
al prójimo como lo da el buen samaritano, es decir, amor misericordioso por
el que esta caído. 2.
LA ALEGRÍA
POR EL PECADOR QUE RECIBE DE DIOS SU MISERICORDIA. Por otra
parte, reconocemos que muchas veces es necesaria una cierta preocupación por
aquellos que se pierden en las faltas e indicar la corrección necesaria, pero
no por ello hay que dejar de lado conservar la dulzura de la caridad que debe
estar siempre en nuestro interior, dando verdadero ánimo a aquellos a quienes
corrigen, sin olvidar la necesidad de mantener la humildad que nos pide el
Señor en esto. Cabe
destacar, como ejemplo de una fuerte misericordia que nace desde el interior
de Jesús, que se personifica en el pastor, que cuando encuentra la oveja, no
la castiga ni la conduce al redil violentamente sino que, colocándola sobre
sus hombros y llevándola con misericordia, la reúne con su rebaño. “Y cuando
la encuentra, la pone contento sobre sus hombros”, es decir la pone sobre sus
hombros gozoso, lleno de alegría. Toda la
misericordia de Dios está regalada en esta expresión, “Y cuando la encuentra,
la pone contento sobre sus hombros”, sobre sus hombros están nuestras
padecimientos, nuestra equivocaciones, sobre sus hombro esta el peso de nuestros dolores, nuestros caminos
perdidos, por esos llegando a casa, lleno de gozo, convoca a los amigos y
vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que
se me había perdido." Dice el
Señor: “habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.” Es decir, mayor
será la alegría por la conversión de los pecadores que por la perseverancia
de los que se creen justos. He aquí
una advertencia que debemos tener en cuenta, la mayor parte de los que se
creen justos y merecedores del cielo, están lejos de las prácticas de las
buenas obras y tienen el cielo por seguro, porque piensan que no tienen a su
haber graves culpas, pero solo el desprecio de dar comprensión, compasión y
misericordia al que lo necesita,
agrava su falta. Sin
embargo, los que cometemos faltas, estamos consciente de ello, afligidos por
el dolor de ir por caminos equivocados, nos alegramos y nos inflamamos en el
amor de Dios por tanta misericordia. Todo esto porque nuestra vida es su
alegría, y por eso dice el Señor, “habrá más alegría en el cielo”, pero aquí
también va implícito el mensaje que el Señor se alegra mucho cuando el que es
justo se llena de alegría por el pecador que recibe de Dios su misericordia. 3.
EN EL
CIELO “SERÁ MAYOR LA ALEGRÍA” Del mismo
modo como en esta bella parábola el pastor busca la oveja perdida, Jesús
busca al pecador, es la prueba clara de que es voluntad de Dios que no se
pierda ninguno de sus hijos. El tema directamente es la misericordia de Dios
sobre el pecador. Esta es tal, que Dios no sólo ofrece el perdón, sino que
tiene sobre él una misericordia dinámica: lo “busca” de mil maneras, “hasta”
que halle a esta oveja perdida. Y se confirma por el “gozo” en el cielo. Luego el
traerla sobre sus hombros es un detalle más del gozo de Dios por el pecador
convertido. El rasgo de convocar a “amigos y vecinos,” para que se “alegren”
con él por el hallazgo, es un rasgo parabólicamente irreal, pero que en su
mismo uso indica una finalidad superior. Y ésta es la solicitud y gozo de
Dios en la busca y conversión del pecador. Como en los grandes éxitos
familiares se convida, para celebrarlos, a la vecindad y los amigos Esta
parábola no solo subraya la idea de buscar, es más profundo, se quiere
destacar la alegría de encontrar. Y aun este gozo por la conversión del
pecador cobra un nuevo rasgo y una nueva perspectiva: su eco en el cielo. La
frase que en el cielo “será mayor la alegría” por un pecador que se convierta
que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión”, es una paradoja.
Sin duda, Dios no ama menos a los justos que al pecador arrepentido; pero a
este pecador Dios lo ha buscado, perseguido con su gracia, como el pastor ha hecho
con su oveja, y el resultado, la conversión, da a Dios una ocasión de alegría
que no le ofrecen los justos. Hasta se diría que, usándose aquí de un
antropomorfismo, la fidelidad de los justos produce una alegría discreta,
completamente íntima; pero la conversión de los pecadores causa una alegría
inmensa. 4.
SOLICITUD
Y GOZO DE DIOS POR LA CONVERSIÓN DE UN PECADOR En la
segunda parábola de la moneda perdida, dice que será la alegría entre los
ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia. Con la misma finalidad de
la solicitud y gozo de Dios por la conversión de un pecador se expone por
Cristo esta parábola. La descripción es minuciosa, viva. La moneda de plata
perdida es el dracma, que tenía un valor equivalente al denario. La mujer
barre y revuelve todo para encontrarla; en las casas pobres, el suelo era de
tierra pisada. Tal es el gozo de esta pobre mujer por aquella dracma que para
ella le era cosa tan preciada — como para Dios el pecador convertido —, que
convoca a la vecindad para que la feliciten y se alegren con ella. Así habrá
alegría “entre los ángeles de Dios” por un pecador que se convierta. Los
“ángeles de Dios” es una forma sinónima de la “alegría que hay en el cielo”
de la parábola anterior. El pecador convertido pertenece a la familia del
cielo, y hay gozo cuando el pecador vuelve a esta familia. Cristo ha
venido a establecer y a instituir la gracia, él sabe de misericordia, ha
venido a reconciliarnos con el Padre, Jesús perdona de corazón, a todo aquel
que se arrepiente, y como sabemos el solo pide, no pecar más. Pidámosle al
Señor, contagiarnos de esa natural inclinación a la bondad, a la compasión y
a la misericordia que él tiene, y aprendamos de Él, que se sienta a comer con
todos si discriminar a los hombres por su origen o por su faltas, algo que es
tiempo de ejercitarse, y comenzar a practicar sin olvidar que nosotros somos
todos hermanos iguales ante los ojos de Dios y el cielo no tiene sitios
diferenciados ni por raza ni por lo que hayamos hecho en esta vida, es uno
solo para todos y está deseando que lleguen los que han tropezado con las
faltas, por eso dice el Señor: “Del mismo modo, os digo, se produce alegría
ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”, frase que nos
hace pensar, como ya lo he dicho, que el pecador convertido pertenece a la
familia del cielo, y como en toda familia, cuando vemos de regreso a quien se
alejado, nos pone muy alegre de tenerlo nuevamente, por esos, hay gozo cuando
el pecador vuelve a esta familia. Fijémonos
en el interés que pone el Señor, representado en la mujer, enciende una
lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra. Esto
es un llamado a encender una luz para descubrir hasta las cosas ocultas, en
la propia casa, es decir en la búsqueda interior, hasta en la conciencia
misma, hasta la misma miseria humana, y barre, es decir limpia con
prolijidad, es decir tan limpio, como para que no deje de destacarse lo que
se busca y para que resplandezca lo que fue encontrado. Por eso después de
esa minuciosa búsqueda, queda con gozo interior, y llama a participar de su
alegría a los amigos y vecinos, esto es, a las que están más próximos. ¿Cuál
es la idea que nos deja el Señor?, Aquí nos deja una gran tarea, que
manifestemos la misma alegría, entendimiento, la sensibilidad y todos los
afectos que puedan considerarse como propios del alma, que deben alegrarse en
el Señor cuando sabemos que aquel que señalamos como perdido, ha entrado en
el reino del Señor. Como dice Jesús: “Del mismo modo, os digo, se produce alegría
ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.” 5.
LA
MISERICORDIA DE DIOS SOBRE EL PECADOR ARREPENTIDO Es de
común acuerdo, que la parábola del “Padre Bueno” o del “Padre Misericordioso”
es una de las más bellas del Evangelio, algunos dicen que es un “clásico” de
Lucas, porque ha entrado a formar parte de la tradición por su importancia y
por su calidad en los evangelios y, porque expresa más efusivamente la
misericordia de Dios sobre el pecador arrepentido. No hay otra parábola que
muestre tan hermosamente el amor de Dios y al mismo tiempo la ingratitud del
pecador y la indigencia en la que cae por el pecado. Todos los elementos de
su desarrollo están mostrando esta solicitud de Dios por el pecador para
perdonarlo. Los detalles de esta solicitud son acusadísimos, en especial la
alegría del Padre por el retorno de su hijo. Es
evidente que este “Padre” bueno y misericordioso de la parábola es Dios. En
este relato se representa un drama entre el amor del padre y el incidente de
hijo que opta por una vida libertina, pero aun en eso, el padre no deja de
ser padre y finalmente el hijo no deja de ser hijo y aunque haya deshonrado
su dignidad, no deja de ser hijo, por eso el no espera que llegue y sale a su
encuentro. Es seguro
que el “hijo menor” estaba figurativamente por los “publícanos y
pecadores” este se marchó a un país
lejano. Se separó del padre (Dios), no por el lugar, pues Dios está en todas
partes, sino por el afecto; así como huye el pecador de Dios y se pone lejos
de él. Así es,
como esta parábola, nos muestra el modo y la forma que siguen los hombres al
caer en el pecado. También nos hace ver con mucha claridad, la vida miserable
que alcanza el pecador. Pero hay algo muy importante, que debe destacarse,
esto es, el regreso del pecador a Dios, y cuando así sucede, nos encontramos
con la infinita bondad y con la mayor de todas las misericordias, con la que
Dios recibe a los arrepentidos de sus faltas y pecados. El que vuelve a él,
(Dios) en busca del perdón, encontrara lo que busca. El hijo
menor había despreciado a su padre marchándose de su lado y había disipado su
patrimonio; pero cuando hubo pasado tiempo y se vio abrumado por los
trabajos, viéndose convertido en un criado y alimentándose de lo mismo que
los cerdos, volvió castigado a la casa de su padre. Al haberse alejado de su
padre, se encontró consigo mismo, pero con su propio yo vacío y se sometió a
los sufrimientos de la indigencia material y espiritual que lo humilló,
entonces se desesperó y sintió la necesidad del regreso a casa. 6.
LA
PROVIDENCIA MISERICORDIOSA DE DIOS Dice
Jesús; “cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente;
corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó”, sale su padre, y, lo
compadecido, corrió a él, llenándole de cariño, es un símbolo de la
providencia misericordiosa de Dios. El beso es signo de perdón. La
misericordia de Dios, no solamente no castiga al pecador, sino que lo espera,
le ofrece el perdón. Cuando vuelve al padre, este, lo recibe brazos abiertos
y no le pregunta nada, no le echa en cara su mala conducta anterior, no le
recuerda que fue ingrato, al contrario, siente compasión y lo hace antes del
arrepentimiento de su hijo. Sigue el
Evangelio; "el padre dijo a sus servidores: "traigan enseguida la
mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los
pies.” Me imagino esta escena donde el padre lo pide todo emocionado de alegría.
El mandar ponerle el vestido, el anillo y las sandalias, expresa,
probablemente y globalmente, su restitución al estado de hijo en la casa,
pero con atuendo festivo y de honor. 7.
TUVO
ENVIDIA DE SU HERMANO El hijo
mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los
coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le
preguntó qué significaba eso. Él le respondió: "tu hermano ha regresado,
y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y
salvo". Él se enojó y no quiso entrar. Tuvo envidia de su hermano.
Curiosamente, el debió alegrarse junto con el padre, junto con los “amigos y
vecinos,” que vienen a la fiesta encargada por su padre para que se “alegren”
por el regreso de su hermano a casa. Pero su
padre salió para rogarle que entrara, pero este hermano mayor le hace ver que
su hermano menor, después de haber vivido una vida licenciosa, gastado los
bienes de su padre con mujeres, no considera justo que le premie preparándole
una fiesta. Pero el
padre le dijo: "hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es
tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y
ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado". 8.
LA BONDAD
DE DIOS, CON LOS PECADORES ES INMENSA La bondad
de Dios, con los pecadores es inmensa, sin distinción de gravedades, tiene
sobre sí el perdón de Dios, “su padre.” Así como el tema central es el buen
padre y misericordioso, y el hijo que regresa a la casa del padre. Es también
el permanente perdón de Dios. Siempre que nos alejemos de Dios, nos estamos
alejando de la felicidad, de la fuente del amor, entonces luego caemos. Cuantas
veces Dios, nuestro padre, nos ha recibido como el hijo menor de esta
parábola, sin cuestionarnos lo que hayamos hecho, con los brazos abiertos a
la reconciliación, al perdón, a la paz y a su bondad. En verdad, no podemos
hacer esperar más tiempo a Dios, dejemos abrazarnos por sus brazos, pidamos
perdón con sencillez, humildad y confianza. Jesús no
da el brazo a torcer, decididamente la superioridad del amor y del perdón
sobre todas las ofrendas y sacrificios prescritos por la ley, remitiendo a la
autoridad de las palabras que el profeta (Os 6,6) hacía pronunciar Al Señor:
"Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a
justos, sino a pecadores.” Para regalar su misericordia. Y se alegra de
encontrarse con ellos. Y se alegra con los misericordiosos, es así como en el
sermón de la montaña proclama: "Dichosos los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia" (Mt 5,7). 9.
“SED MISERICORDIOSO COMO VUESTRO PADRE ES
MISERICORDIOSO” Pide el
Señor: “amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a
cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque
él es bueno con los ingratos y los perversos. “Sed compasivos, como vuestro
Padre es compasivo.”, (Lc 6.35-36) “Sed piadosos, como vuestro Padre es
piadoso.”, “Sed tiernos, como vuestro Padre es tierno.”, “Sed misericordioso como vuestro Padre es
misericordioso”, No es
posible abrirse a la misericordia, si no incluimos los conceptos de
humanidad, indulgencia, comprensión y ternura, pero también hay que agregar
la alegría que produce al que practica estos conceptos desde su corazón.
Alegría porque haber oído al Señor y seguir su ejemplo, y haberlos puesto en
práctica, y de este modo hacer nuestra esta promesa: "Por haber
escuchado estos mandamientos, haberlos guardado y puesto en práctica, el
Señor, tu Dios, mantendrá contigo la alianza y la misericordia que juró a tus
padres. Te amará y te bendecirá.” (Dt 7,12) El
prójimo, que debemos amar como a nosotros mismo, es a quien el Señor nos pide
ayudar, curar, en especial, si caen en
manos de los salteadores. El que ayuda es el que practica la misericordia, y
Jesús nos dice: “Vete y haz tú lo mismo.” (Lc 10, 37) Lo
novedoso o extraordinario del mensaje de Jesús no es que Dios sea compasivo,
piadoso, tierno, misericordioso, lo
importante es que nosotros podemos ser compasivo, piadosos tiernos, misericordiosos, tal como los es el Señor.
“Sed misericordioso como vuestro Padre es misericordioso” Jesús, no nos pide
nada que no podamos hacer. Por eso dice el “Vete y haz tú lo mismo.” (Lc 10,
37). Podemos hacerlo juntos, haciéndonos espaldas, apoyándonos, cuidándonos mutuamente.
Solo es necesario abrimos nuestros
corazones a la misericordia. “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia.” Salmo 117 10. APROVÉCHATE DEL TIEMPO EN QUE TU DIOS ES
DIOS DE MISERICORDIA ¿Alguno ha
sentido necesidad de hacer penitencia,
llorar los pecados que ha tenido y comprometerse por no volver a cometerlos?,
es posible que sí, y después de sentir que el Señor nos ha regalado el perdón
y la misericordia, acaso no se nos dilata el corazón de gozo? ¡Cuán
consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad!
¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a echarte a sus plantas, y
quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo? Ven aquí, y hallarás un
amigo que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado? Aquí es donde
vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer a tu enemigo.
¿Temes el juicio formidable que a tantos santos ha hecho temblar? Aprovéchate
del tiempo en que tu Dios es Dios de misericordia y en qué tan fácil es
conseguir el perdón. ¿Estás oprimido por la pobreza? Ven aquí, donde hallarás
a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos [. .
. ] (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el Corpus Christi). Canta el
poeta agradecido de la misericordia de Dios en el salmo 136 en cada uno de
sus 26 versos lo bueno que es y la razón que da es; “porque es bueno, porque
es eterno su amor”. En efecto, todo lo que hace Dios brota de su
"misericordia", él hace que exista lo creado y el hombre. Todo lo
que hace Dios, es regalarle al hombre sus dones e introducirlo en la comunión
con El. Hemos sido creados "a imagen" de Dios (Gn 1,27), es decir,
como seres abiertos y capaces de encuentro y comunión con Dios. Pues bien,
esta actitud divina de amor fiel y misericordioso se expresa mediante la
gracia, el amor, la misericordia y la indulgencia. El Señor, por labios del
profeta Oseas, le promete a su esposa unirla consigo para siempre en la
justicia, en la santidad, en el amor o benevolencia y en la misericordia
cariñosa: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en
justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré conmigo en
fidelidad, y tú conocerás al Señor”. (Os 2, 21-22) La alegría de ser hijos de Dios, viva en
nuestro corazón Pedro Sergio Antonio Donoso Brant Textos Bíblicos,
Sagrada Biblia de Jerusalén Pascua
2016,año de la Misericordia |