Escuchar la Palabra de Dios, Señor, “pero
si tú lo dices, echaré las redes”. Comentarios y meditación desde el Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas, 5, 1-11 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
ocds 1.
APOYARSE CON CONFIANZA EN LA PALABRA DE JESÚS La franqueza, la confianza, y el
compañerismo con Jesús, comienzan en sus íntimos amigos desde el mismo
instante que son llamados a ser sus primeros discípulos. El mismo Jesús se
los aclarará luego cuando les dirá “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo
les mando” y Pedro en este relato deja sus conocimientos y su experiencia a
un lado para apoyarse con confianza en la palabra de Jesús, “si Tú lo dices,
echaré las redes”… la fe en Dios, a través de Jesús, les ha marcado sus
vidas. Es así como Jesús también les dirá luego, “a ustedes les he llamado
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer” (Jn
15,14). 2.
SE LE ACERCABAN
PARA OIR SUS PALABRAS El relato
evangélico de san Lucas, “la multitud se
amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios”, nos indica ya la forma como las gentes se
interesan y se relaciona con Jesús. “La multitud se amontonaba alrededor” de
Jesús, esto
es, muchas personas querían sentir su presencia y, seguirlo, entonces se le acercaban para oír sus
palabras, hasta el punto de que, según se aprecia por el relato, Jesús corre
el riesgo de verse demasiado apretujado por tanta gente alrededor, por esa
razón busca otro lugar para dirigirse a la multitud y desde allí vio dos
barcas junto a la orilla del lago que recientemente habían llegado y sube a
una de ellas, que era de Simón. Podríamos decir que Jesús, lo hace con un
sentido conocedor de cuál es la mejor manera posible para poder hablar a la
gente. 3.
PALABRA ETERNA,
NECESITA “LEVANTAR LA VOZ” ¡Qué misterio! La
Palabra de Dios, el eterno Hijo del Padre, haciéndose carne ha asumido, ha
“tomado” toda nuestra humanidad y la vive por completo, sin ahorrarse nada de
lo que es humano, comprendida la fragilidad propia de nuestra naturaleza: la
Palabra eterna, por medio de la cual el Padre ha creado el mundo, necesita
“levantar la voz” para hacerse oír; necesita quitarse de encima de la
multitud, un gentío al que ama, pues ha venido a la vida terrena a compartir
con ellos, no obstante para evitar ser “apretujado por la multitud, necesita
pedir a Simón Pedro refugio sobre su barca. 4.
NO PODÍAN
APARTAR LA VISTA DE ÉL NI DEJAR DE OIR SU PALABRA Si ponemos atención
a los relatos evangélicos buscando como era percibido Jesús frente a su
pueblo, nos damos cuenta como Jesús aparece siempre, en todo y en todas
partes, como un hombre, con un cuerpo sujeto al cansancio físico, de tal
forma que por agotamiento “él estaba
dormido” en una ocasión sobre la barca, (Mt 8,24), o en otra ocasiones
tenía hambre; “No comió nada en
aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre”, (Lc 4,2), y a la sed:
“Jesús le dice: Dame de beber”, (Jn 4,9), es decir Jesús se le muestra a la
intemperie, como otro hombre cualquiera, sin embargo las gente no deseaban
estar lejos de ese hombre, no podían apartar la vista de Él ni dejar de oír
su palabra. Ni siquiera el hambre –aquella hambre que el Señor sació con la
multiplicación de los panes y los peces (Jn 6, 1ss)- puede distraerlos y
alejarlos del Señor. 5.
LA PALABRA DEL
SEÑOR NOS INVITA A IR MAR ADENTRO El encuentro con
Jesús, es apasionante, y es así, porque nada sucede por casualidad. El busca
un nuevo lugar para dirigir su Palabra y lo hace desde la barca de
Pedro, Él no sube a cualquier barca,
sino a la de Pedro, su amigo de confianza, a quien dirá luego; “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos”
(Mt 16, 18-19. Simón (Pedro) ya había compartido un tiempo con Él, de
manera que a la invitación del Señor de ir mar adentro, en pleno día, el
momento menos favorable para pescar –incluso un inexperto en la pesca lo
sabe- y a la invitación de tirar nuevamente las redes después de una noche
infructuosa, le lleva a exclamar con confianza: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada” 6.
PERO SI TÚ LO DICES, (EN TU NOMBRE, POR TU PALABRA), ECHARÉ LAS
REDES”. Porque Simón hace
caso de la Palabra del Señor?, que pasa en Simón,
que sabiendo que lo que pide Jesús, según su experiencia, no es del todo
lógico? Porque ciertamente parece absurdo, que después de haber trabajado
toda la noche sin ningún fruto, es decir con una jornada de trabajo
completamente inútil, regresar al lago e intentar una nueva pesca en el día,
en especial, porque de acuerdo a la experiencia de pescador, cuando la luz
del día alejaría a todos los peces y el cansancio físico de una noche
agotadora reclamaría descanso. ¡Es irrazonable! Y sin embargo, Simón expresa:
“pero si Tú lo dices, echaré las redes” ¿Por qué? ¿Cómo
puede un pescador experimentado responder decir algo así? Todo se encierra en
ese “pero” inicial: “Pero si tú lo dices...” 7.
IR TOMAMANDO
CONCIENCIA DE LA PALABRA DEL MAESTRO En lo habitual de
la vida, en lo predecible de los sucesos cotidianos, en la rutina del propio
trabajo o en el calor del hogar, de improviso, empezaba a abrirse camino un
“pero”. En la vida de Simón, pocos días antes, había comenzado a abrirse
camino este “pero”, cuando Andrés lo había llevado a conocer a Jesús y,
transcurriendo algún tiempo con Él, volviendo a casa para prepararse, como
todas las tardes, para la pesca nocturna, hablando consigo mismo, había
comenzado lentamente a tomar conciencia de La Palabra de su Maestro y que le
había sucedido algo nuevo, algo que no sabía expresar por completo, pero que
no podía ignorar. 8.
TOMAR EN SERIO
LA PALABRA DEL SEÑOR Es en esa confianza
y cercanía tan familiar con Jesús, creciente, continua, diaria, es donde
crece y se forma en el corazón de Simón Pedro una nueva certeza: Jesús, es un
factor de absoluta novedad, una novedad en la cual, misteriosamente, parece
converger toda la realidad. Esta novedad es Él mismo, su misma persona,
Jesús. Paradójicamente para Simón, delante de Jesús, lo realmente desatinado
no era fiarse de Él contra toda evidencia, sino decir, lo que parecería más
normal: “«Maestro, hemos
trabajado la noche entera y no hemos sacado nada”, para que vamos a perder el tiempo e intentar ahora, y
más encima de día, una nueva pesca.
Delante de cualquier otro hombre habría sido normal pensar que se trataba de
una broma y era mejor seguir arreglando las redes para volver a casa a
descansar. Pero con Jesús, no. Con Él habría sido desatinado no intentarlo,
no tomar en serio su palabra, a pesar de que la experiencia humana parecería
decir otra cosa. 9.
LA PALABRA DE
CRISTO, NO DESILUSIONA JAMÁS. Para Simón comenzó
así una experiencia nueva, que se renovará durante los poco más de 1000 días
que acompaño a Jesús, él pudo constatar, como lo hacemos hoy nosotros, que la
Palabra de Cristo, es una realidad que jamás desencanta, es decir La palabra
de Cristo no desilusiona jamás. Es así, como la
pesca llega de tal modo, que la barca
no es suficiente para recoger todo ese fruto asombroso, las dos barcas
parecen hundirse y Simón se echa a los pies de Jesús y exclama: “Apártate
de mí, Señor, que soy un pecador”. Habría sido lo mismo decir:
“¡Señor, todo lo tuyo me supera; no soy digno, pero no puedo menos que estar
pegado a ti, de arrodillarme delante de ti!” Pidamos igual que a
la Santísima Virgen María, “Señor, que se haga en mí según tu palabra”.
“Señor, pero si Tú lo dices, echaré las redes” El
Señor les Bendiga Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant ocds Publicado
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