UNA NUEVA LECTURA DE TEMOR Y
TEMBLOR Crítica y Comentarios al
Panegírico de Abraham de Søren KIERKEGAARD Autor: Pedro Sergio A. Donoso
Brant “Y su corazón se inclina todavía más hacia vosotros al recordar la
obediencia de todos vosotros y cómo le acogisteis con temor y temblor. Me
alegro de poder confiar totalmente en vosotros.” (2 Corintios (SBJ) 7) “Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido
siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy
ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, 13 pues Dios es
quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece.”
(Filipenses (SBJ) 2) 1. PANEGIRICO DE ABRAHAM Si bien es cierto que el autor quiere dar a entender una gran
admiración por la fe de Abraham, no obstante el nos hace ver que: “No puedo
comprender a Abraham”. En su libro, el autor trata de buscar una relación
entre lo hermoso, lo ético y lo religioso, algo que no parece muy claro que
exista. A lo largo de Temor y temblor, expresión que seguramente tomo de san
Pablo, (2 Corintios 7) y (Filipenses 2) el autor experimenta una serie de
interpretaciones de los pasajes bíblicos que relatan la historia de Abraham,
y luego el se ve obligado a desechar cada una de esas interpretaciones. Al
final de todos sus intentos confiesa que no puede comprender al patriarca.
Esto me hace dudar de la capacidad interpretación teológica del autor, porque
me parece que en nuestra fe todos menos él, comprenden bien esta historia de,
del Padre de Para nosotros, al Dios que llama, Abraham responde obedeciendo, al
Dios que promete responde con un acto de fe. Llama profundamente la atención
cómo reacciona ante la llamada de Dios; en Gén. 12,4 dice simplemente:
“Marchó, pues, Abraham, como se lo había dicho Yahvé”; no media ningún
diálogo, no solicita ninguna aclaración, no pone ninguna objeción;
simplemente obedece. Y este acto de obediencia es a la vez un acto de fe. La
carta a los Hebreos comentará, refiriéndose a este hecho: “Por la fe,
Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de
recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11,8). Más adelante se subrayará más explícitamente esta actitud de fe. Ante
la promesa de Dios de una descendencia innumerable, que es humanamente
irrealizable porque él es anciano y su mujer estéril, Abraham hace un nuevo
acto de fe, se fía de Dios y de su palabra (Gén. 15,6). El momento culminante
de esta “educación en la fe” de Abraham por parte de Dios es cuando Dios le
pide que le sacrifique su hijo. Por fin ha nacido el heredero a través del
cual se van a realizar las promesas y sin embargo Dios le pide que se lo
ofrezca en sacrificio (Gén. 22). Dura prueba para este anciano hombre que una
vez más en silencio y sin oponer ninguna resistencia -aun en medio de la más
completa oscuridad- se fía de Yahvé y obedece ciegamente. Sin embargo, Kierkegaard se fija especialmente en el episodio del
sacrificio, porque ahí es donde aparece la fe de Abraham; sin embargo, la
historia no acaba en el. Y, por tanto, es evidente que se trata de un libro
que, a pesar de ser de un autor que no entiende y que no tiene fe, (Tampoco
es un teólogo), sin embargo, es un intento de presentar paradójicamente la
fe, una presentación del absurdo de la fe al modo de la visión que él tiene. El autor intenta una serie de interpretaciones sobre posibles
actitudes psicológicas de Abraham; ¿Quién infundió la fuerza requerida en el
brazo de Abraham? ¿Quién mantuvo su brazo derecho en alto, impidiéndole caer
y quedar pendiendo laxo junto al costado? Hasta un simple espectador de la
escena se habría sentido paralizado. ¿Quien fortaleció el ánimo de Abraham
para que sus ojos no se nublasen hasta el punto de no haber podido ver ni a
Isaac ni al carnero? Ciego se volvería el simple espectador de la escena. El
Autor esta jugando con la razonamiento. ¿Conjeturas?, suposiciones? Según el autor, durante todo este tiempo Abraham creyó; creyó que
Dios no le exigiría a Isaac, pero al mismo tiempo se hallaba dispuesto a
sacrificárselo, si así estaba dispuesto. Creyó en virtud del absurdo, pues no
había lugar para humanas conjeturas, y era absurdo pensar que si Dios le
exigía semejante acto, pudiera, momentos después, volverse atrás. Ascendió
por la montaña, y todavía cuando ya relucía el cuchillo creyó... que Dios no
le exigiría a su hijo. En el mismo instante en que Abraham hizo el movimiento de resignación
infinita (renuncia total), al mismo tiempo hizo el movimiento de fe, creyó en
la promesa de Dios, es decir, creyó que Dios no le exigiría matar a Isaac: y
esto tampoco es comprensible para Johannes de Silentio (seudónimo de
Kierkegaard) cuyo pensamiento decae ante ese razonamiento y recurre a una
idea irracional. Lo irracional o absurdo no es que Abraham creyera que Isaac le sería
restituido; podía recordar la promesa divina anterior y que Dios es fiel. Lo
absurdo es que Abraham ya había dado por perdido a Isaac —la resignación— y
sin embargo creía al mismo tiempo que no le perdería. La conducta de Abraham es un asunto estrictamente despojado, para los
escépticos, extraño y extraño a la norma o la ética. Abraham ha puesto en
suspenso teleologicamente la ética. La acción de Abraham no puede
justificarse moralmente, de ninguna manera; desde el punto de vista moral,
Abraham es un asesino. Desde el punto de vista moral la situación de Abraham
con respecto a Isaac se simplifica diciendo que: “el padre debe amar a su
hijo mas que a si mismo", y tal amor le prohíbe matar a su propio hijo
en virtud de lo absurdo. Kierkegaard no dice que no pueda existir una justificación moral por
la que un padre mate a su propio hijo, sino que dicha justificación no cabe
en el caso de Abraham. Y, por tanto, Abraham es distinguido de lo que llama
Kierkegaard héroes trágicos. Los héroes trágicos son héroes morales. La
diferencia que separa al héroe trágico de Abraham salta a la vista: el
primero continúa todavía en la esfera moral; muy diferente es el acto de
Abraham. Por medio de su acto ha traspasado todo el campo moral. Por eso a
veces no solamente Johannes de Silentio, no sólo se siente perplejo, sino que
se encoleriza con Abraham. Naturalmente esta cólera es ficticia, es un
recurso literario; podemos pensar que Kierkegaard evidentemente no siente
cólera, aunque en el libro pretende vaciar su emociones. La veneración y la gloria de la cual es objeto Abraham como Padre de
la fe, cuyo proceso habría de ser revisado y a quien habría que proscribir
como un posible asesino de su hijo tan querido, desde el punto de vista moral
se cometería un crimen, de manera que todo depende obviamente de la fe de
Abraham. La conclusión es esta: "o bien Abraham fue a cada instante un
posible asesino de su hijo —en todo ese viaje a Moriah—; o bien nos hallamos ante
una paradoja que escapa a todas las interposiciones posibles. En todo caso,
dependiendo de la espiritualidad del que predica sobre el Patriarca, se oye
de todo. Y para Kierkegaard el acto de fe es exactamente esa paradoja; la fe
es un acto individual que no puede explicarse social o psicológicamente. Su
requisito previo es la renuncia total o resignación infinita y su meta el de
establecer una relación incondicional con Dios; la fe es una paradoja capaz
de hacer de un crimen, como en este caso de matar a un hijo, una acción santa
y agradable a Dios. Este hecho, sin embargo, no justifica a Abraham ni moral
ni socialmente. Desde el punto de vista moral, la conducta de Abraham se
expresa diciendo que quiso matar a su hijo; y desde el punto de vista
religioso que quiso “sacrificarlo". Hay unas preguntas importantes de Johannes Silentio, en que se ve su
perplejidad: "y si el Individuo se engaña, que salvación hay para
el?". "y si se engaña sobre la divina voluntad, ¿que salvación le
queda?" Si este hombre tuviera turbado el cerebro —el tema de la locura,
que es recurrente a lo largo del libro y que aparece muchas veces, mi duda no
es si Kierkegaard piensa que Abraham está loco, es no es el problema; el
problema es si su locura es divina o incluso es demoníaca. Pedro Donoso Brant Fuentes: Temor y temblor, Autor: Søren KIERKEGAARD,
Editorial Tecnos, S.A., 1987 Consideraciones en torno a lo Ético y Io religioso en Temor y temblor
de Leonardo Polo, (Filosofo y Académico) |