DIOS ES LA VERDAD
Escribe santo Tomás: "Puesto que
únicamente hay ciencia de lo verdadero, tras el estudio de la ciencia de
Dios, debemos tratar de la verdad" (1,16). La verdad está en el
entendimiento en cuanto que conoce las cosas como son. Y está en las cosas,
amoldables al entendimiento. Condiciones que se encuentran en Dios en máximo
grado, pues su ser infinito se adapta a su entendimiento infinito y, además,
su ser es su mismo entender, y su ser es la causa de todos los demás seres.
Por tanto, no sólo en Dios está la verdad, sino que El es la primera y la
suprema verdad. Ha dicho Jesús: "Yo soy el camino, la verdad y la
vida".
PRUEBAS DE LA SAGRADA ESCRITURA
Dios manifiesta en todas sus obras su
fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad. Así lo proclama el Salmo:
"Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad" (Sal 138,2}. Dios
es la Verdad,
porque "Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1,5) (CIC,
214). "El compendio de tu palabra es la verdad, y tus justas normas son
eternas” (Sal 119,160). "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus
palabras son verdad" (2 S 7, 28); por eso las promesas de Dios se realizan
siempre (Dt 7,9).
Dios es la Verdad misma, sus
palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede entregar con toda
confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las
cosas. "La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la
creación y del gobierno del mundo (Sb 13, 1-9). Dios, único Creador del cielo
y de la tierra (Sal 115, 15), es el único que puede dar el conocimiento
verdadero de todas las cosas creadas en su relación con él" (Sb 7,
17-21). Dios es también verdadero cuando se revela: la enseñanza que viene de
Dios es una doctrina de verdad" (Ml 2, 6). En
el Apocalipsis leemos: "Al Angel de Filadelfia escribe así: Esto dice el
santo, el veraz". Y lo mismo al de Laodicea:
"Esto dice el amén, el testigo fiel y veraz" (Ap 3, 7.14)¬
LOS SANTOS HAN VISTO LA VERDAD
Cada una de las verdades del mundo creado
son irradiación y esplendor de la suprema verdad. El hombre, que tiene un
anhelo insaciable de verdad, por el cual tiende hacia ella con todas sus
fuerzas, no puede prescindir del alimento de la verdad, y la busca con todas
sus ansias, como lo reconoce bellamente san Agustín: "Donde he hallado
la verdad allí he hallado a mi Dios, la verdad en persona" (Conf.
24,35).
En el impresionante capítulo 40 de Vida,
Santa Teresa nos refiere que supo que le hablaba la misma Verdad, sin que
ella viera quién le revelaba "una verdad, que es suma de todas las
verdades". "Oí que me decían: No es poco esto que hago por tí;
porque todo el daño del mundo procede por ignorancia de las verdades de la Escritura, conocida
con clara verdad; no dejará de cumplirse ni una de ellas. ¡Ay, hija, qué
pocos me aman de verdad, pues si me amaran, no les encubriría yo mis
secretos! ¿Sabes qué es amar de verdad? Comprender que todo lo que no es agradable
a mi, es mentira… Desde entonces, todo lo que veo que no conduce al reino de
Dios, me parece vanidad y mentira. Y me dan lástima todos los que veo que
están en la oscuridad e ignorancia de esta verdad. Dentro de mí quedó
esculpida una verdad de la divina verdad que se me reveló, que me hace tener
un nuevo respeto a Dios, porque da noticia de su majestad y poder de una
manera que no se puede decir: sé entender que es una gran cosa. Quedóme muy gran gana de no hablar más que de cosas muy
verdaderas, muy superiores a las que se hablan en el mundo, y así comencé a
tener pena de vivir en él. Me dejó gran ternura y regalo y humildad. Cero que
sin entender cómo, me dio el Señor en este momento mucho. Entendí el gran
bien que hay en no hacer caso de ninguna cosa que no nos sirve para
acercarnos más a Dios, y comprendí "qué cosa es andar mi alma en verdad
delante de la misma Verdad"- Esta verdad que digo que se me dio a
entender es verdad en sí misma, y es sin principio ni fin, y todas las demás
verdades dependen de esta verdad, como todos los amores de este amor y todas
las demás grandezas de esta grandeza. ¡Y cómo se
nota el poder de esta majestad, pues en tan poco tiempo deja tan gran
ganancia y tales cosas grabadas en el alma. Sois, Señor, la misma verdad! También acaece así muy de presto revelar Dios en sí
mismo una verdad, que parece que deja oscurecidas todas las verdades que hay
en las criaturas, dando a entender con mucha claridad que él solo es la
verdad y que no puede mentir y que todo hombre es mentiroso (Sal 115, 11). La
humildad es andar en verdad; que lo es muy grande no tener nada bueno de
nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende anda en
mentira. Quien más lo entiende agrada más a la suma verdad, porque anda en
ella (VI Moradas 10,8). ¡Oh, cuán dichoso será el día en que te has de ver
sumergido en aquel mar infinito de la suma verdad, donde ya no serás libre
para pecar, ni lo querrás ser porque estarás seguro de tu miseria,
naturalizado con la misma vida de Dios!” (E 17).
LO DICE EL MAGISTERIO Y LOS TEOLOGOS
Dios es la Verdad. El es el
conocimiento de toda verdad, porque es omnisciente. Dice el
Vaticano I: “Dios ni puede equivocarse ni inducir a error. La verdad no puede
contradecir a la verdad”. Como afirma Garrigou-Lagrange, la inteligencia superior no puede ser como la
humana ordenada para buscar la verdad, pues supondría una ordenación
superior. Luego la
Inteligencia suprema ha de ser la misma Verdad. Pero el
mundo ni conoce ni quiere conocer la Verdad. Cuando
Jesús contesta a Pilato: -“Yo tengo por misión ser testigo de la Verdad, para eso nací yo
y vine al mundo. Todo el que está por la verdad me escucha, Pilatos le dice:
"¿Qué es la verdad?" (Jn 18,38). No le interesaba más verdad que su
conveniencia e interés, su carrera política y su placer. Así está el mundo,
en cuanto regido por el príncipe de este mundo, el padre de la mentira, el
que es mentiroso desde el principio, como dice San Juan.
EN EL MUNDO REINA LA MENTIRA
El comienzo del pecado y de la caída del
hombre fue una mentira del tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios,
de su benevolencia y de su fidelidad. Por eso dice San Pablo: "Dios es
leal y todos los hombres desleales" (Rm 3,4). "Todo hombre es
mentiroso, dice el Salmo. Con razón Ernesto Psicari,
pone en boca de Dios estas palabras: “Pero, ¿cómo me conocerás a Mí que soy
veraz, en medio de tantas mentiras en que aún te complaces?” Ya decía Goebbels, ministro de Propaganda del III Reich, que una mentira repetida mil veces, acaba
creyéndose verdad. No sin fundamento ha escrito Marías: “Es muy escasa la
sensibilidad para la verdad, y esto es increiblemente
peligroso. Habría que poner en esta cuenta una enorme proporción de los males
de nuestro tiempo. Al hombre actual le dicen muchas más cosas que al de
ninguna otra época de la
Historia. Lo bombardean o lo ametrallan con dichos cada
día, con recursos que no habían existido hasta ahora. Lee más que nunca, oye
voces ajenas todo el tiempo, acompañadas de la imagen y el gesto. Se solicita
su atención desde la publicidad, la política, las campañas, las consignas. En
multitud de casos no tiene medio de decidir si lo que se le dice es verdadero
o falso; se siente aturdido por múltiples solicitaciones, no tiene tiempo ni
calma para reaccionar a ellas. La verdad y la falsedad desaparecen del horizonte,
y el hombre queda inerme frente a esta última. Algunos políticos usan la
mentira como instrumento primario, sin el menor escrúpulo y sin demasiadas
consecuencias. Si existiera sensibilidad y respeto para la verdad, la
falsedad sistemática bastaría para descalificar a quien la usase. Se puede
usar la mentira con impunidad. No se plantean bien las cuestiones, se las
toma a medias y no en su raíz. La política es el campo en el que el desprecio
a la verdad es más visible, pero hay otros en que acaso sea más grave: los
que tienen que ver con la vida intelectual. Si el historiador falta a la
verdad, comete un delito intelectual. Lo mismo puede decirse del que extrae
consecuencias falsas de un descubrimiento científico, o da por establecido lo
que no pasa de ser una hipótesis o no se puede justificar. Hay autores que
faltan a la verdad sistemáticamente, y no pasa nada negativo, porque acaso
gozan de éxito y fama. Se puede descubrir la falsedad, muy especialmente en
los jactanciosos, en los que parecen satisfechos de sí mismos; por eso el
descontento acompaña tantas veces al éxito, a la fama, el poder o el
enriquecimiento. Se intenta convencer a los demás de la propia excelencia,
con la esperanza de que lo persuadan a uno, pero esto es dificil,
porque no hay en ello ingenuidad, sino que el que desprecia la verdad sabe
muy bien que lo hace, y por qué.
EL MUNDO DIVIDIDO EN DOS CAMPOS
Desde la mentira del tentador, el mundo
está dividido como la Ciudad
de Dios, en dos bandos. El de la
Verdad y el de la mentira. La mentira del incendio de Roma
provocado por Nerón, fue la causa de la persecución de los cristianos, que
sembró de mártires todo el Imperio. El argumento de La ciudad de Dios, la
principal obra de San Agustín, es la opinión de que la caída de Roma en poder
de los godos de Alarico, el año 410, fue la
aceptación del cristianismo y el abandono de los dioses del Imperio, que en
castigo habían dejado a Roma desamparada en manos de los bárbaros. Agustín
combate esta opinión en los cinco primeros libros de los 22, demostrando que
Roma había caído por su egoísmo y por su inmoralidad. Además demuestra que ni
el politeísmo popular ni la filosofía antigua habían sido capaces de
preservar el Imperio y dar la felicidad a sus habitantes. En los otros doce
libros presenta el nacimiento, desarrollo y culminación del enfrentamiento
entre las dos ciudades, la terrena y la celestial, encarnada en la Iglesia de Cristo.
Describe el nacimiento de las dos ciudades y el subdesarrollo en este mundo.
En el libro XIX, San Agustín hace un profundo análisis de las nociones de la
verdad, la justicia y la paz, que define como la tranquilidad del orden, las
leyes, y la felicidad. Era necesario que Dios enviara a su Hijo al mundo,
para "dar testimonio de la
Verdad" (Jn 18,37): "Sabemos que el Hijo ha
venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al Verdadero" (1
Jn 5, 20).
EL VERBO, HIJO DE DIOS NOS REVELA LA VERDAD
Así nos lo enseña Tomás de Kempis: "Bienaventurado aquel a quien la Verdad por sí misma
enseña, no por figuras y voces que se pasan, sino así como es. Nuestra
estimación y nuestro sentimiento a menudo nos engañan y conocen poco. ¿Qué
aprovecha la gran curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues que del
no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es que,
dejadas las cosas útiles y necesarias, entendemos con gusto en las curiosas y
dañosas. Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos. Aquel a quien habla el
Verbo Eterno, de muchas opiniones se desembaraza. De este Verbo salen todas
las cosas, y es el Principio que nos habla (Jn 8.25). Ninguno entiende o
juzga sin él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren una, y las
trajera a uno, y las viera en uno, podrá ser estable y firme de corazón y
permanecer pacífico en Dios. ¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer
uno contigo en caridad perpetua. Callen todos los doctores; callen las
criaturas en tu presencia: háblame Tú solo. Cuanto alguien está más unido
contigo, y es más sencillo de corazón, tanto más y mayores cosas entiende sin
trabajo, porque de arriba recibe la luz de la inteligencia. El espíritu puro,
sencillo y constante no se distrae, aunque entienda en muchas cosas, porque
todo lo hace a honra de Dios; y se esfuerza en estar desocupado de toda
curiosidad. Muchos estudian más para saber que para bien vivir, por eso
yerran muchas veces, y poco o ningún fruto hacen.
OBRAR LA VERDAD DE DIOS EN LA GRACIA Y EN LA CARIDAD
Escribe Santo Tomás en la Suma que "la
perfección que resulta para una sola alma del don de la gracia, supera a todo
el bien esparcido en el universo" bonum gratiae unius maius est quam
totius universi (1-2,
q113, a 9, ad 2). ¿No es esto lo que ha proclamado Jesús? "De nada le
sirve al hombre ganar el mundo, conquistar su estima, si por no tener la
gracia está excluido para siempre de mi reino"(Mt 16,26}. La gracia es
el principio de nuestra verdadera vida, el germen de la gloria futura y de la
felicidad eterna. Pero también dice San Pablo en su Carta a los de Éfeso:
"Realizad la verdad en la caridad" (Ef 4, 15). Se puede estar muy
convencido de la propia verdad, y creyendo que se tiene la verdad caer en el
fanatismo. Todos los fanatismos y aberraciones cometidas en el transcurso de
la historia, se han hecho muchas veces con la seguridad de la propia verdad.
Machado escribió sus versos célebres: "¿Tu verdad? No. La verdad / y ven
conmigo a buscarla.”… Obrar con verdad es obrar como seres racionales. Decir
la verdad es expresar algo en conformidad con lo que realmente pensamos. Un
objeto es verdadero cuando existe conformidad entre la que debe ser según su
naturaleza y lo que es en realidad; si no es así, el oro es oropel. Una
acción humana será verdadera cuando corresponda a nuestra naturaleza humana,
dotada de razón, voluntad y libertad. Dios recibe gloria de las criaturas,
cuando se conforman con las leyes de su propia naturaleza. Los astros alaban
a Dios en silencio mientras orbitan por el espacio: "Los cielos pregonan
la gloria de Dios" (Sal 18,2); las aguas del mar, conteniéndose "en
los límites que Dios les ha asignado": "Les fijaste unos límites
que no traspasarán" (Ib 103,9); la tierra,
guardando sus leyes: "Creaste la tierra y subsistirá" (Sal 118,90);
los árboles, dando sus flores y frutos; los animales, siguiendo su instinto.
Cada orden de seres tiene sus leyes que constituyen un cántico de alabanza a
su gloria: "Señor, Señor nuestro, cuán admirable es tu nombre en toda la
tierra (Ib 8,1.10). El hombre sólo puede glorificar
a Dios realizando actos conformes a su naturaleza: "Quien dice que
conoce a Dios y no guarda sus mandatos, es mentiroso y en él no está la
verdad" (1 Jn 2,4). Obrar la verdad con caridad. No se puede hacer todo
lo que es verdad aunque se hunda la caridad. Corregir porque es verdad que lo
que se corrige está mal con altivez, con desconocimiento de las reglas
avanzadas de la psicología; corregir atropellando. O hablar insultando; o
divulgar, porque es verdad lo que se divulga, humillando y perjudicando, no
es verdad, porque no se hace con caridad, que debe prevalecer a la verdad.
Mejor dicho, que si no hay caridad ya no hay verdad. Al final de su vida
escribía Santa Teresa: "Ahora todo va con amor". Para las personas
que dirigen o tienen autoridad, vale el principio del Beato Juan XXIII:
"Corregir una sola cosa una vez. Es mejor una caricia, que un
pellizco"- Porque la autoridad se les ha dado para construir, no para
destruir. Para ser relámpago que ilumina en la oscuridad de la noche, no rayo
que destruye y amilana. Hombre sobre el que llorar en el abatimiento. No
reprensión a troche y moche. Cayado para el cansado,
no yugo para el desanimado. San Juan, el discípulo Amado, ya anciano,
repetía: "Amaos, Amaos". Maestro siempre nos dices lo mismo. Es que
es el precepto del Señor, y eso basta.
JESÚS PIDE LA VERDAD PARA SUS
DISCIPULOS
"Padre, dijo Jesús, en la última
Cena, santifícalos en la verdad”. "El Espíritu de la verdad, que procede
del Padre, dará testimonio de mi". El "espíritu de la verdad"
guiará a la Iglesia
"hasta la verdad completa" (Jn 16,13). "Yo le pediré al Padre
que os de otro abogado que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la
verdad. El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre,
os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn
14,26). Así, el "Parádito", el Espíritu
de la verdad, es el verdadero "Consolador" del hombre, el verdadero
Defensor y Abogado, el verdadero Garante del Evangelio en la historia.
LA VERDAD DE DIOS EN LA BELLEZA
El Cardenal Ratzinger,
ha hecho esta afirmación en Rímini el 21 de agosto
2002: Cristo revela la verdad de la belleza y la belleza de la verdad,
prometiendo que los hombres y mujeres de hoy creerán si redescubren la
auténtica belleza. Las imágenes de la publicidad con extraordinaria habilidad
están pensadas para tentar irresistiblemente al hombre a apropiarse de algo y
a buscar la satisfacción del momento. El arte cristiano "debe oponerse
al culto de lo feo, según el cual toda belleza es un engaño, y tiene que
enfrentarse a la belleza mendaz que hace al hombre más pequeño"- Fiódor Dostoievski refiriéndose
a la belleza redentora de Jesucristo, ha dicho: "La belleza nos
salvará". Quien cree en el Dios que se manifestó precisamente en las
imágenes de cristo crucificado, como “amor hasta el fin”, sabe que la belleza
es verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo que sufre aprende
también que la belleza de la verdad comprende la ofensa, el dolor, y el
oscuro misterio de la muerte. 'Tenemos que aprender a verlo, si somos
golpeados por el dardo de su paradójica belleza, entonces le conoceremos
verdaderamente"