Caminando con Jesus

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

DIOS UN MISTERIO

Dios no esta oculto, pero es un secreto y ve en lo más recóndito,   Dios se reserva el derecho a quien descubrirse y desvelar sus misterios. Para todos nos es difícil explicar o comprender con lógica la causa de su misterio. Es así como no se comprende pero se cree por la fe, como por ejemplo el misterio de la Santísima Trinidad. Cada uno de los sucesos relevantes de la vida, de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo es un misterio.

Creemos saber como encontrarnos con Dios, sin embargo si camináramos en la mas absoluta oscuridad nos daría miedo de caernos, peor es si camináramos a oscuras por una montaña, nos atreveríamos a dar ningún paso por miedo a caer en un precipicio, ¿Por qué?, porque nos da pánico que el suelo desaparezca de nuestros pies y no tengamos de donde asirnos. Si nos encontramos en un desierto en una noche estrellada, y queremos encontrarnos con Dios, comenzamos a mirar al cielo, buscándolo, o talvez damos pasos en diferentes sentidos para ver donde esta, y si oímos un ruido extraño, tambaleamos, y si en ese minuto un relámpago alumbra el cielo quedamos estupefactos, pasmados. Entonces parece que seria más cómodo para nuestra tranquilidad saber que esta allí, y cerrar los ojos, y ante el miedo solo suplicar “Señor ten piedad”.

Todo Dios es un misterio y nos produce sentimientos de asombro entenderlo, del mismo modo sentimientos de admiración cuando contemplamos su obra, ¿pero como encontrarnos con El?, ¿cual es el camino?, parece que hay uno solo, el “camino espiritual”

Entonces Dios le dijo a Abraham: "Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gn 12:1) y Abraham se fue obedientemente, acogió la llamada de Dios, deja y se aparta de su entorno familiar y camina hacia lo desconocido, él no sabe bien donde va, pero tiene fe y camina obediente. Si recibiéramos una orden similar, ¿Qué haríamos?

A Moisés, se le Apareció el ángel del Señor en una llama de fuego en medio de una zarza. El Observó y vio que la zarza Ardía en el fuego, pero la zarza no se Consumía. Entonces Moisés Pensó: "Iré, pues, y contemplaré esta gran Visión; por qué la zarza no se consume." Cuando Dios vio que él se acercaba para mirar, lo Llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! Y él Respondió: Aquí estoy (Ex 3; 2-4). Gracias a su fe, obedece. Después, Dios se le revela a través de una luz mezclada con oscuridad: es la “columna de fuego y de nube” que acompañará al pueblo de Israel en el desierto: Dios iba delante de ellos, de Día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que pudieran caminar tanto de Día como de noche. (Ex 13:21). Finalmente, se produce el encuentro con Dios a través de una “no visión”: habla con él en la “nube oscura,” en la cima del Sinaí     Moisés se Acercó a la densa oscuridad donde estaba Dios. Y Dios dijo a Moisés: "Así Dirás a los hijos de Israel: 'Vosotros habéis visto que he hablado desde los cielos con vosotros. (Ex 20:21).

Abraham se pone en camino. Deja una morada familiar por un país desconocido. Moisés avanza de la luz a la incertidumbre. Sucede lo mismo con quien se compromete en los senderos del camino espiritual. Vamos de lo conocido a lo desconocido, de la luz a la noche. No pasamos solamente de las tinieblas de la ignorancia a la luz del conocimiento, sino de la luz del conocimiento parcial hacia un conocimiento más grande y tan profundo que puede definirse como las “tinieblas de la ignorancia.” Parece que, empezamos a darnos cuenta de que comprendemos muy poco. Entonces descubrimos el ser cristiano no consiste en proporcionar respuestas a nuestras preguntas, sino en hacernos tomar conciencia progresiva del misterio. Dios no es tanto el objeto de nuestro conocimiento como la causa de nuestro asombro.

El primer versículo del Salmo 8: “Señor Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” dice san Gregorio de Nisa (siglo IV):  sin embargo no conocemos el nombre de Dios, pero nos asombramos en nombre de Dios,

Reconocemos que Dios es infinitamente más grande que todo lo que se puede decir o pensar sobre él, Para poner de manifiesto este misterio, necesitamos recurrir tanto a declaraciones negativas como afirmativas, necesitamos decir lo que Dios no es, más que lo que es. Sin la posibilidad de servirnos de la negación, nuestros presupuestos sobre Dios pueden ser totalmente erróneos. Todo lo que afirmamos de Dios, por exacto que pueda ser, está muy lejos de la verdad. Si decimos que es bueno o justo, debemos apresurarnos a añadir que su bondad y su justicia no pueden definirse de acuerdo con nuestras medidas humanas. Si decimos que existe, debemos añadir inmediatamente, que no es un objeto que existe entre otros; que en su caso la palabra “existe” reviste un sentido totalmente único. Así, la vía de la afirmación queda equilibrada por la vía de la negación. Ninguna palabra puede contener la plenitud de este Dios de total trascendencia.

Por eso, el camino espiritual resulta ser un camino de arrepentimiento en el sentido radical de la palabra. El “arrepentimiento,” significa literalmente “cambio de espíritu.” Para aproximarnos a Dios, necesitamos cambiar de espíritu, desembarazarnos de nuestra forma habitual de pensar. Debemos convertir, no solamente nuestra voluntad, sino también nuestra inteligencia. Necesitamos invertir nuestra perspectiva interior, mantener la pirámide sobre su punta.

Esta “nube oscura” en la que penetramos siguiendo a Moisés aparece con una resplandeciente oscuridad. Los senderos de “la ignorancia” no nos llevan a un vacío sino a la plenitud. Nuestras negaciones son en realidad afirmaciones mayores. Aparentemente negativa, la aproximación contemplativa, es, a fin de cuentas, afirmativa porque hace que todo nuestro ser tienda hacia una experiencia inmediata del Dios vivo, más allá de todas las declaraciones positivas o negativas, de las palabras y del pensamiento.

Esto queda sobreentendido en la palabra “misterio.” Tomada en su sentido propio y religioso, “misterio” significa no solamente lo que está escondido, sino lo que es desvelado. En los ritos de iniciación de ciertas religiones mistéricas paganas, se le colocaba una cinta en los ojos al candidato antes de conducirlo a través de un laberinto; después, de repente, se le retiraba la cinta y veía desplegados ante él, los emblemas secretos del culto. Es así como, en el contexto cristiano, entendemos por “misterio” no solo lo “sorprendente” o “misterioso,” el enigma o el problema insoluble. Un misterio es, por el contrario, algo revelado a nuestro entendimiento, pero que jamás comprendemos plenamente, porque nos conduce a la profundidad o a la oscuridad de Dios. Los ojos están cerrados, pero también están abiertos.

Por ello, al hablar de Dios como misterio, llegamos a que Dios está escondido pero de igual modo, nos es revelado. Un Dios revelado como persona, un Dios revelado como amor.

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant