Caminando con Jesus Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant DIOS
UN MISTERIO Dios no esta oculto, pero es un
secreto y ve en lo más recóndito, Dios se reserva el derecho a
quien descubrirse y desvelar sus misterios. Para todos nos es difícil
explicar o comprender con lógica la causa de su misterio. Es
así como no se comprende pero se cree por la fe, como por ejemplo el
misterio de Creemos saber como encontrarnos con
Dios, sin embargo si camináramos en la mas absoluta oscuridad nos
daría miedo de caernos, peor es si camináramos a oscuras por
una montaña, nos atreveríamos a dar ningún paso por
miedo a caer en un precipicio, ¿Por qué?, porque nos da
pánico que el suelo desaparezca de nuestros pies y no tengamos de
donde asirnos. Si nos encontramos en un desierto en una noche estrellada, y
queremos encontrarnos con Dios, comenzamos a mirar al cielo,
buscándolo, o talvez damos pasos en diferentes sentidos para ver donde
esta, y si oímos un ruido extraño, tambaleamos, y si en ese
minuto un relámpago alumbra el cielo quedamos estupefactos, pasmados.
Entonces parece que seria más cómodo para nuestra tranquilidad
saber que esta allí, y cerrar los ojos, y ante el miedo solo suplicar
“Señor ten piedad”. Todo Dios es un misterio y nos
produce sentimientos de asombro entenderlo, del mismo modo sentimientos de
admiración cuando contemplamos su obra, ¿pero como encontrarnos
con El?, ¿cual es el camino?, parece que hay uno solo, el “camino
espiritual” Entonces Dios le dijo a Abraham:
"Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la
tierra que te mostraré” (Gn 12:1) y Abraham se fue
obedientemente, acogió la llamada de Dios, deja y se aparta de su
entorno familiar y camina hacia lo desconocido, él no sabe bien donde
va, pero tiene fe y camina obediente. Si recibiéramos una orden
similar, ¿Qué haríamos? A Moisés, se le
Apareció el ángel del Señor en una llama de fuego en
medio de una zarza. El Observó y vio que la zarza Ardía en el
fuego, pero la zarza no se Consumía. Entonces Moisés
Pensó: "Iré, pues, y contemplaré esta gran
Visión; por qué la zarza no se consume." Cuando Dios vio
que él se acercaba para mirar, lo Llamó desde en medio de la
zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! Y él
Respondió: Aquí estoy (Ex 3; 2-4). Gracias a su fe, obedece.
Después, Dios se le revela a través de una luz mezclada con
oscuridad: es la “columna de fuego y de nube” que
acompañará al pueblo de Israel en el desierto: Dios iba delante
de ellos, de Día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y
de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que pudieran
caminar tanto de Día como de noche. (Ex 13:21). Finalmente, se produce
el encuentro con Dios a través de una “no visión”:
habla con él en la “nube oscura,” en la cima del
Sinaí
Moisés se Acercó a la densa oscuridad donde estaba Dios.
Y Dios dijo a Moisés: "Así Dirás a los hijos de Israel:
'Vosotros habéis visto que he hablado desde los cielos con vosotros.
(Ex 20:21). Abraham se pone en camino. Deja una
morada familiar por un país desconocido. Moisés avanza de la
luz a la incertidumbre. Sucede lo mismo con quien se compromete en los
senderos del camino espiritual. Vamos de lo conocido a lo desconocido, de la
luz a la noche. No pasamos solamente de las tinieblas de la ignorancia a la
luz del conocimiento, sino de la luz del conocimiento parcial hacia un
conocimiento más grande y tan profundo que puede definirse como las
“tinieblas de la ignorancia.” Parece que, empezamos a darnos
cuenta de que comprendemos muy poco. Entonces descubrimos el ser cristiano no
consiste en proporcionar respuestas a nuestras preguntas, sino en hacernos
tomar conciencia progresiva del misterio. Dios no es tanto el objeto de
nuestro conocimiento como la causa de nuestro asombro. El primer versículo del Salmo
8: “Señor Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en
toda la tierra!” dice san Gregorio de Nisa
(siglo IV): sin embargo no
conocemos el nombre de Dios, pero nos asombramos en nombre de Dios, Reconocemos que Dios es infinitamente
más grande que todo lo que se puede decir o pensar sobre él,
Para poner de manifiesto este misterio, necesitamos recurrir tanto a
declaraciones negativas como afirmativas, necesitamos decir lo que Dios no
es, más que lo que es. Sin la posibilidad de servirnos de la
negación, nuestros presupuestos sobre Dios pueden ser totalmente
erróneos. Todo lo que afirmamos de Dios, por exacto que pueda ser,
está muy lejos de la verdad. Si decimos que es bueno o justo, debemos
apresurarnos a añadir que su bondad y su justicia no pueden definirse
de acuerdo con nuestras medidas humanas. Si decimos que existe, debemos
añadir inmediatamente, que no es un objeto que existe entre otros; que
en su caso la palabra “existe” reviste un sentido totalmente
único. Así, la vía de la afirmación queda
equilibrada por la vía de la negación. Ninguna palabra puede
contener la plenitud de este Dios de total trascendencia. Por eso, el camino espiritual resulta
ser un camino de arrepentimiento en el sentido radical de la palabra. El
“arrepentimiento,” significa literalmente “cambio de
espíritu.” Para aproximarnos a Dios, necesitamos cambiar de
espíritu, desembarazarnos de nuestra forma habitual de pensar. Debemos
convertir, no solamente nuestra voluntad, sino también nuestra inteligencia.
Necesitamos invertir nuestra perspectiva interior, mantener la
pirámide sobre su punta. Esta “nube oscura” en la
que penetramos siguiendo a Moisés aparece con una resplandeciente
oscuridad. Los senderos de “la ignorancia” no nos llevan a un vacío
sino a la plenitud. Nuestras negaciones son en realidad afirmaciones mayores.
Aparentemente negativa, la aproximación contemplativa, es, a fin de
cuentas, afirmativa porque hace que todo nuestro ser tienda hacia una
experiencia inmediata del Dios vivo, más allá de todas las
declaraciones positivas o negativas, de las palabras y del pensamiento. Esto queda sobreentendido en la
palabra “misterio.” Tomada en su sentido propio y religioso,
“misterio” significa no solamente lo que está escondido,
sino lo que es desvelado. En los ritos de iniciación de ciertas
religiones mistéricas paganas, se le
colocaba una cinta en los ojos al candidato antes de conducirlo a
través de un laberinto; después, de repente, se le retiraba la
cinta y veía desplegados ante él, los emblemas secretos del
culto. Es así como, en el contexto cristiano, entendemos por
“misterio” no solo lo “sorprendente” o
“misterioso,” el enigma o el problema insoluble. Un misterio es,
por el contrario, algo revelado a nuestro entendimiento, pero que jamás
comprendemos plenamente, porque nos conduce a la profundidad o a la oscuridad
de Dios. Los ojos están cerrados, pero también están
abiertos. Por ello, al hablar de Dios como
misterio, llegamos a que Dios está escondido pero de igual modo, nos
es revelado. Un Dios revelado como persona, un Dios revelado como amor. Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |