EL CUIDADO Y LA ATENCION ESPIRITUAL

DE LOS ENFERMOS

 

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

 

“Estuve enfermo y fueron a visitarme”

(San Mateo 25,36)”

 

 

VII CONFIANZA EN JESUS, EL CURA MUCHOS MALES

 

Tomado de los Evangelios

Jesús, con su natural inclinación por hacer el bien, El que es todo compasión y bondad, lleno de amor por los hombres empezó a recorrer toda la Galilea; enseñaba en las sinagogas de los judíos, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba en el pueblo todas las dolencias y enfermedades. Su fama se extendió por toda Siria. La gente le traía todos sus enfermos y cuantos estaban aquejados por algún mal: endemoniados, lunáticos y paralíticos, y El los sanaba a todos. (Mt 4:23-24)

Del mismo modo en otra ocasión se le acercó un hombre enfermo de lepra, se arrodilló delante de El y le dijo: «Señor, si tú quieres, puedes limpiarme». Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Al momento quedó limpio de la lepra. (Mt 8:2-3)

Así también en otra oportunidad al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un capitán de la guardia, suplicándole: «Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo iré a sanarlo». Luego Jesús dijo al capitán: «Vete a casa, hágase todo como has creído». Y en ese mismo momento el muchacho quedó sanó. Inmediatamente después, Jesús fue a casa de Pedro; allí encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y comenzó a atenderle. Al atardecer le llevaron muchos endemoniados. El expulsó a los espíritus malos con una sola palabra, y sanó también a todos los enfermos. (Mt 8:5-7,13-16)

De cualquier modo los enfermos buscaban acercarse a Jesus, le llevaron a un paralítico, tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de esos hombres, dijo al paralítico: « ¡Animo, hijo; tus pecados quedan perdonados!» Jesús en esa ocasión dijo: ¿Qué es más fácil decir: “Quedan perdonados tus pecados”, o “Levántate y anda”? Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados». Entonces dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a casa». Y el paralítico se levantó y se fue a su casa. La gente, al ver esto, quedó muy impresionada, y alabó a Dios por haber dado tal poder a los hombres. (Mt 9:2, 5-8)

Mientras Jesús hablaba, llegó un jefe de los judíos, se postró delante de él y le dijo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió junto con sus discípulos. Mientras iba de camino, una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias, se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Pues ella pensaba: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se dio vuelta y, al verla, le dijo: «Animo, hija; tu fe te ha salvado». Y desde aquel momento, la mujer quedó sana. Al llegar Jesús a la casa del jefe, vio a los flautistas y el alboroto de la gente. Entonces les dijo:

«Váyanse, la niña no ha muerto sino que está dormida». Ellos se burlaban de él. Después que echaron a toda la gente, Jesús entró, tomó a la niña por la mano, y la niña se levantó y quedo sana (M 9: 18-25)

Era tan impresionante la presencia del Señor, que en una oportunidad al retirarse Jesús de allí, lo siguieron dos ciegos que gritaban: « ¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!» Cuando Jesús estuvo en casa, los ciegos se le acercaron, y Jesús les preguntó: « ¿Creen que puedo hacer esto?» Contestaron: «Sí, Señor». Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Hágase así, tal como han creído». Y sus ojos vieron. (Mt 9:27 30)

Apenas se fueron los ciegos, le trajeron a uno que tenía un demonio y no podía hablar. Jesús echó al demonio, y el mudo empezó a hablar. La gente quedó maravillada y todos decían: «Jamás se ha visto cosa igual en Israel». Jesús recorría todas las ciudades y pueblos; enseñaba en sus sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba todas las dolencias y enfermedades. (Mt 9:32-35)

Así, buscando la sanidad en Jesus, fue traído a El un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. (Mt 12:22) A cualquier lugar que fuera Jesús, le seguían las gentes, así fue como al bajar Jesús de una barca vio la gran multitud, sintió compasión, profunda lastimas y simpatía por ellos y sanó a los enfermos. Mt14:14

Las gentes ansiaban estar con Jesús, buscaban su ayuda, y una gran multitud se le acercó. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos, y otros muchos enfermos, que pusieron a los pies de Jesús y El los sanó y curó. De modo que la gente estaba asombrada viendo a los mudos hablar, a los mancos hechos completos, los cojos andar, y a los ciegos ver. Y reconocieron y adoraban y glorificaban y dieron gracias al Dios de Israel. Mt 15:30-31

Cuando llegaron al gentío, vino a El un hombre que se arrodilló delante de El diciendo: “Señor, ten misericordia de mi hijo, que le dan ataques, pues era epiléptico y el sufre terriblemente; muchas veces cae en el fuego o en el agua”... Y entonces Jesús reprendió al demonio y lo hizo salir del muchacho. Y el muchacho quedó curado y sanado al instante. Mt 17:14, 15,18

Habían dos ciegos que estaba sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: “Señor, Hijo de David, Ten misericordia, ten compasión de nosotros!” Y la gente les reprendió para que se callasen, pero ellos clamaban más, diciendo: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”, y deteniéndose Jesús, los llamó y les preguntó: “,Que quieren que haga por ustedes?” Ellos le contestaron “Señor, que sean abiertos nuestros ojos y recobremos la vista.” Y Jesús compadecido, les tocó los ojos y en seguida recibieron la vista; y le siguieron. Mt 20:30-34

También vinieron a El en los pórticos del templo, ciegos y cojos, y los sanó. Mt 21:14

Cuando llegó la noche luego que el sol se puso le trajeron todos los que tenían enfermedades y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, echó fuera muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios porque le conocían. (Mc 1:32-34)

En otra ocasión, Jesús entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano atrofiada, o sea, seca. Seguramente por el resultado de un accidente o enfermedad y los fariseos espiaban a Jesús para ver si le curaría en el día de sábado. Ellos estaban buscando un pretexto para acusar a Jesús. Y Jesús le dijo al hombre de la mano tullida:”Levántate y ponte enfrente de todos.” Entonces Jesús les preguntó: “,Que es lo que está permitido en día de sábado, hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o quitarla?” Pero ellos permanecían callados. Y El, pasando su mirada con enojo sobre ellos, profundamente apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre:”Estira la mano”; él la estiró y la mano le quedó completamente restaurada. (Mc 3:1-5)

Porque había sanado a tantos, que todos los enfermos se echaban sobre El para tocarlo, todos los que padecían de dolencias graves. Y los espíritus inmundos, al verlo, se postraban delante de El y daban voces gritando “Tú eres el Hijo de Dios.” (MC 3:10-11)

Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas partes enfermos en lechos, a donde oían que El estaba. Y dondequiera que entraba en aldeas, ciudades, o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto, y todos los que le tocaban, quedaban sanos. (Mc 6:55-56)

Y vino a Betsaida, y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea, y poniendo saliva en sus ojos y colocando las manos encima le preguntó si veía algo. Y el hombre, mirando dijo: “ Veo a los hombres (me parece) que andan como árboles. ” Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase otras cosas, recupero su vista y vio de lejos y claramente a todos. (Mc 8:22-25) Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de un demonio inmundo, el cual exclamó a gritando con toda su fuerza: “ Déjanos, ¿que tienes con nosotros? Jesús Nazareno, ¿has venido para destruirnos? Te conocemos quien eres, el Santo de Dios. ” Y Jesús les reprendió diciendo: “ Cállate y sal de él. ” Entonces el demonio, derribando al hombre en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño alguno. (Lc 4:33-35) Cierto día, ya por la tarde, al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversos males se los llevaban a Jesús y él los sanaba imponiéndoles las manos a cada uno. También salieron demonios de varias personas; ellos gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios», pero él no les permitía decir que él era el Mesías, porque lo sabían. (Lc 4:40-41) Jesús bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano. Había allí un grupo impresionante de discípulos suyos y una cantidad de gente procedente de toda Judea y de Jerusalén, y también de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades; también los atormentados por espíritus malos recibían curación. Por eso cada cual trataba de tocarlo, porque de él salía una fuerza que los sanaba a todos. (Lc 6:17-19) Jesús se dirigió poco después a un pueblo llamado Naím, y con él iban sus discípulos y un buen número de personas. Cuando llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron. Dijo Jesús entonces: «Joven, yo te lo mando, levántate». Se incorporó el muerto inmediatamente y se puso a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. (Lc 7:11-15) Unos hombres, al llegar donde Jesús, dijeron: «Juan Bautista nos envía a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» En ese momento Jesús curó a varias personas afligidas de enfermedades, de achaques y de espíritus malignos y devolvió la vista a algunos ciegos. Contestó, pues, a los mensajeros: «Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres. Lc 7:20-22 Jesús iba recorriendo ciudades y aldeas, predicando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres, a las que había curado de espíritus malos o de enfermedades: María, por sobrenombre Magdalena, de la que habían salido siete demonios. (Lc 8:1- 2)

Un sábado Jesús estaba enseñando en una sinagoga. Había allí una mujer que desde hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que la tenía enferma, y estaba tan encorvada que no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús la vio y la llamó. Luego le dijo: «Mujer, quedas libre de tu mal». Y le impuso las manos. Al instante se enderezó y se puso a alabar a Dios. (Lc

13:10-1 3)

De camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos. Se detuvieron a cierta distancia y gritaban: «Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros». Jesús les dijo: «Vayan y preséntense a los sacerdotes». Mientras iban quedaron sanos. (Lc 17:12-15)

Jesús volvió a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real en Cafarnaún que tenía un hijo enfermo. Al saber que Jesús había vuelto de Judea a Galilea, salió a su encuentro para pedirle que fuera a sanar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dio esta respuesta: «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen». El funcionario le dijo: «Señor, ten la bondad de venir antes de que muera mi hijo». Jesús le contestó:

«Puedes volver, tu hijo está vivo». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Al llegar a la bajada de los cerros, se topó con sus sirvientes que venían a decirle que su hijo estaba sano. (Jn 4:46-51)

Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, una piscina llamada en hebreo Betesda. Tiene ésta cinco pórticos, y bajo los pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, tullidos (y paralíticos. Todos esperaban que el agua se agitara, porque un ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua; y el primero que se metía después de agitarse el agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.) Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Jesús lo vio tendido, y cuando se enteró del mucho tiempo que estaba allí, le dijo: « ¿Quieres sanar?» El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, y mientras yo trato de ir, ya se ha metido otro». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». Al instante el hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. (Jn 5:1-9)

Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento... Jesús hizo un poco de lodo con tierra y saliva, untó con él los ojos del ciego y le dijo: «Vete y lávate en la piscina de Siloé (que quiere decir el Enviado)». El ciego fue, se lavó y, cuando volvió, veía claramente. (Jn 9; 1, 6-7)

Como podemos ver por todo estos relatos, Jesús se intereso siempre por todo lo que le sucedía a los hombres, El siempre estuvo preocupado del espíritu, el alma y cuerpo, para todos ellos, El quería la sanación. Recordemos algunos sucesos, La mujer enferma de hemorragias primero creyó en El y luego recibió la curación física (Marcos 5, 25-34); el ciego sanó físicamente y luego conoció a Jesús como su Señor (Juan 9, 1-38), y muchos empezaron a creer en El por las curaciones milagrosas que presenciaron.

Jesús, vino a curar a los enfermos, librar a los oprimidos por los espíritus impuros, El nos trajo la buena noticia, El nos enseño lo mucho que nos ama nuestro Padre Bueno, pero una de las cosas más importante que hizo por nosotros, es enseñarnos a orar y darnos ejemplo de cómo orar, El, los hacia en un lugar tranquilo, apartado y siempre antes de algo importante, se retiraba a orar. Con la oración, podemos acercar la sanación de muchos males, solo debemos poner toda nuestra confianza, con toda nuestra fe, creyendo incondicionalmente en El. Jesús, puesto en pie, exclamó con voz potente: «El que tenga sed, que venga a mí, y que beba el que cree en mí. Lo dice la Escritura: De él saldrán ríos de agua viva». (Jn 7; 37-38)

Queridos amigos y hermanos, es innegable, Dios tiene el poder de curar a los enfermos y lo puede hacer a través de sus hijos, nosotros mismos, con nuestra oración. Cuando un amigo nuestro, un familiar este enfermo, oremos por él y con él. Los milagros del Señor son sorprendentes, solo se necesita amor y fe. En efecto, por amor a nuestros hermanos y al Señor, con mucha esperanza y confianza dirijamos nuestras plegarias por aquellos que necesitan curarse de algún mal, y si nos flaquean las fuerzas por que dudamos, pidamos al Señor, que nos de más fe y que nos conceda un espíritu de confianza.

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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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