Corpus Christi

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

 

 

1. Historia. El origen de esta fiesta está en el movimiento popular de afirmación de la fe en el Santísimo Sacramento que se extendió en el s. XI por Occidente, como respuesta a la herejía de Berengario de Tours, que negaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Fue instituida en 1246 en la ciudad belga de Lieja, por influencia de una visión de la Beata Juliana de Rétine. Urbano IV la extendió a toda la Iglesia latina en 1264, tras el milagro eucarístico de Bolsena, conservado hasta el presente en Orvieto. Los himnos y el oficio del día fueron compuestos por Santo Tomás de Aquino. La procesión adquirió gran importancia a partir del s. XIV, llegando a ser la manifestación religiosa más popular del catolicismo. Hasta el punto de que en muchos sitios esta fiesta sigue siendo llamada, sencillamente, «el día del Señor» o «la fiesta del Señor». Es muy famosa la procesión de Toledo, en la que se engalanan las calles con tapices de los siglos XVI y XVII. Imágenes de la procesión del año pasado, aquí:

http://www.youtube.com/watch?v=Gay_JHynTQQ

También son muy conocidas las de Sevilla y Granada. Pero, posiblemente la procesión más espectacular sea la de Valencia, en la que participan cientos de personas, vestidos con trajes antiguos, representando a los personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. También participan varias carrozas, grupos de danzantes, caballos engalanados, bandas de música, gigantes y cabezudos, etc. en lo que llaman el “desfile popular”, que tiene lugar la tarde anterior y las horas previas a la procesión. En esta dirección podéis ver algunas imágenes:

http://www.youtube.com/watch?v=xgVv75XJPM4

Aquí el baile de la “MOMA”, que representa a la virtud, atacada por los vicios, mientras cae una lluvia de pétalos de rosa:

http://www.youtube.com/watch?v=ic0JOMfepX8&feature=related

En mi pueblo, como en muchos sitios, preparan alfombras de flores y serrín de colores por las calles. Aquí podéis ver algunas fotos y vídeos del año pasado, con la torre de mi catedral andamiada (ya han terminado las obras):

http://www.youtube.com/watch?v=FXfk3vmNbzg

 

2. Liturgia y teología. La reforma litúrgica la denominó solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Las oraciones presentan la Eucaristía como memorial de la pasión del Señor, sacramento que une a los fieles con Cristo y entre sí y pregustación del banquete eterno. Benedicto XVI recuerda que, más allá del contexto histórico en el que nació, el Corpus «constituye una importante cita de fe y de alabanza para toda comunidad cristiana […] Es una fiesta instituida para adorar, alabar y dar públicamente gracias al Señor, que en el Sacramento eucarístico sigue amándonos “hasta el extremo”, hasta el don de su cuerpo y de su sangre»[1]. En sus intervenciones, varias veces ha puesto en relación esta fiesta con el misterio pascual, especialmente, con el Jueves Santo, día de la institución de la Eucaristía: «En la fiesta del Corpus Christi la Iglesia revive el misterio del Jueves Santo a la luz de la Resurrección […] Cruzando el umbral de la muerte, se convierte en Pan vivo, verdadero maná, alimento inagotable a lo largo de los siglos. La carne se convierte en pan de vida»[2]. El día del Corpus, los cristianos nos reunimos en torno al altar del Señor, para celebrar el memorial de su amor en la Eucaristía. Esto lo hacemos cada domingo, e incluso cada día. Pero en el Corpus, después de Misa, caminamos con el Señor por las calles de nuestras poblaciones, en la procesión. Le pedimos que se haga presente en los lugares donde vivimos, trabajamos y realizamos nuestras actividades cotidianas. Le confesamos Señor de nuestras vidas. No sólo de algunos momentos en los que nos reunimos en la Iglesia, sino de todas nuestras actividades. Por eso, nos arrodillamos ante el Señor en adoración, especialmente al recibir la bendición eucarística. Y decimos:

 

Bendito sea Dios.

Bendito sea su santo Nombre.

Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.

Bendito sea el Nombre de Jesús.

Bendito sea su Sacratísimo Corazón.

Bendita sea su Preciosísima Sangre.

Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.

Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.

Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.

Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.

Bendita sea su gloriosa Asunción.

Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.

Bendito sea San José, su castísimo Esposo.

Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

 

Yo rezo muchas veces estas alabanzas a Jesús Sacramentado, por las noches, cuando me despierto. San Juan de la Cruz compuso unas hermosas Coplas del alma que pena por no ver a Dios, en las que dice que adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento le hace crecer el deseo de verle cara a cara, directamente, sin velos, para gozar de su amor en plenitud. Os pongo aquí tres de sus estrofas (el poema es más largo. Os recuerdo que Santa Teresa de Jesús tiene una poesía similar con el estribillo muy parecido):


Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero,
que muero porque no muero.


Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí
pues de suerte persevero
que muero porque no muero.

Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento
háceme más sentimiento
el no te poder gozar
todo es para más penar
y mi mal es tan entero
que muero porque no muero.

Sácame de aquesta muerte
mi Dios y dame la vida
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero
que muero porque no muero.

Por su parte, Santa Teresita de Lisieux gozaba en su infancia, arrojando pétalos al paso de Jesús Sacramentado. Más tarde, deshojará su vida a los pies de Jesús, como una ofrenda de amor. Escribió una poesía que se titula Arrojar flores. Dice así:

 Jesús, Amado mío, al pie de la cruz quiero arrojar mis flores cada tarde,

deshojar mi rosa para ti y enjugar con sus pétalos tu llanto.

 ¡Sólo deseo arrojarte mis flores, ofrecerte sacrificios pequeños,

mis suspiros más leves, mis dolores más hondos, mi dicha y mis penas!

 De tu belleza se ha prendado mi alma. Quiero prodigarte mis flores y perfumes,

por tu amor arrojarlos al viento e inflamar corazones para ti, mi Señor.

Y cuando sufro por salvar pecadores, mis flores son el arma que me da la victoria.

 Mis pétalos te dicen que mi corazón es tuyo.

Tú entiendes el lenguaje de mi rosa deshojada. Me miras y sonríes.

Pronto iré al cielo y te arrojaré flores con los ángeles pequeños.


06-06-2010

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

 


[1] Homilía, 07-06-2007.

[2] Homilía, 26-05-2005.

 

 

Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

www.caminando-con-jesus.org