El Sagrado Corazón de Jesús

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

 

 

Este año, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús coincide con la clausura del Año Santo Sacerdotal, convocado por Benedicto XVI. Con este motivo, Roma está llena de sacerdotes católicos, llegados de todos los rincones del mundo, para participar en diversos actos: conferencias, momentos de oración, retiros… Quiera el Señor, en su misericordia, darnos sacerdotes santos, según su Corazón. No los merecemos, pero los necesitamos. Él tenga piedad de los que han realizado actos contrarios a su vocación y les conceda la conversión, para que puedan reparar el daño que han causado y encontrar la paz.

En la Biblia, cuando se habla del corazón, se indica la voluntad, el amor. Ya en el Antiguo Testamento se dice que el corazón de Dios se estremece de compasión. Pero es en el Nuevo Testamento donde se manifiesta hasta el fondo lo que significa el amor de Dios, que no se echa atrás ante la ingratitud ni ante el rechazo de los hombres. Al contrario, envía a su Hijo al mundo como salvador. El Hijo, lleno de amor como el Padre (es decir, lleno del Espíritu Santo), entrega su vida por salvar a los hombres. Su costado atravesado por una lanza es la manifestación de un amor más fuerte que la muerte. 

Se conservan numerosos testimonios de devoción al corazón de Jesús en autores medievales, como San Bernardo de Claraval († 1153) y Santa Gertrudis de Helfta († 1302), pero sin repercusiones litúrgicas. La fiesta surgió por obra de San Juan Eudes († 1680), que compuso misa y oficio propios, y por las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque († 1690). Clemente XIII la autorizó en 1765 y Pío IX la hizo obligatoria para toda la Iglesia latina en 1856. Su colocación en el viernes posterior a la semana del Corpus, establece una relación directa con el Viernes Santo, similar a la que se da entre la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo con el Jueves Santo. En torno a la fiesta han surgido algunas devociones muy arraigadas (consagración, letanías, acto de reparación, nueve primeros viernes). Algunos textos litúrgicos hablan del deseo de «reparar» las ofensas que los hombres causamos al Sagrado Corazón («Dios nuestro, que has depositado infinitos tesoros de misericordia en el corazón de tu amado Hijo, herido por nuestros pecados, concédenos que, al rendirle nuestro homenaje de amor, logremos también tributarle una debida reparación»)[1]. Otros – la mayoría – contemplan con agradecimiento el amor redentor de Cristo («Al celebrarse hoy la solemnidad del Corazón de Jesús, en la que recordamos el inmenso amor de tu Hijo hacia nosotros, te suplicamos, Padre todopoderoso, que nos concedas alcanzar de esa fuente inagotable la abundancia de tu gracia»[2]; «Cristo, con inmenso amor, se entregó por nosotros en la cruz e hizo salir sangre y agua de su costado herido, de donde habrían de brotar los sacramentos de la Iglesia, para que todos, atraídos hacia el corazón abierto del salvador, pudieran beber siempre, con gozo, de la fuente de la salvación»[3]).

Santa Teresita compuso una preciosa poesía al Sagrado Corazón de Jesús, para cantar con una melodía popular. La presento en prosa, porque aquí sólo nos interesan las ideas que en ella expresa:

Junto al sepulcro santo, María Magdalena, deshecha en lágrimas, se arrodilló en el suelo, buscando a Jesús. Los ángeles vinieron a consolarla, pero no lo consiguieron. No era vuestro brillo, luminosos arcángeles, lo que esta alma ardiente buscaba, sino al Señor de los ángeles, al que amaba más que a sí misma. El viernes, ella se quedó la última junto al sepulcro. Y el domingo marchó al sepulcro la primera. Su Amado se hizo presente. No pudo ella vencerle en la lid del amor... Cuando la llamó por su nombre, devolvió a María la alegría y la paz.

Como la Magdalena, yo busco un corazón que arda en llamas de ternura, que me preste su apoyo sin reserva, que me ame como soy, pequeña y débil, que ame todo en mí y que no me abandone de noche ni de día. No he podido encontrar ninguna criatura capaz de amar todo en mí y por siempre. Tú me escuchaste, mi amado Esposo. Por cautivar mi corazón, te hiciste pequeño como yo y derramaste tu sangre por mí. Por si fuera poco, sigues viviendo en el altar por mí.

¡Corazón de Jesús, tesoro de ternura, tú eres mi dicha, mi única esperanza! Tú que supiste hechizar mi tierna juventud, quédate junto a mí hasta que llegue la última tarde de mi día en la tierra. Mi Señor, te entrego mi vida entera. Tú ya conoces todos mis deseos. Quiero perderme en tu tierna bondad, Corazón de Jesús.

Sé que todos nuestros méritos y nuestras obras buenas carecen de valor a tus divinos ojos. Para darles un precio, quiero echar todos mis sacrificios en tu inefable corazón. ¡Oh corazón sagrado, yo me escondo en tu seno y no tengo miedo a nada, porque mi virtud eres tú! Para poder un día contemplarte en tu gloria, hay que pasar antes por el fuego. En cuanto a mí me toca, escojo por purgatorio tu amor consumidor, corazón amado. Al dejar esta vida, quisiera hacer un acto de purísimo amor y luego, dirigiendo mi vuelo hacia la patria, ¡entrar para siempre en tu corazón...!

Para escuchar una preciosa canción (tanto la letra como la música) en honor del Sagrado Corazón, basta con hacer click en esta dirección:

   http://www.youtube.com/watch?v=tXxhKlUUsaA&feature=related

Y aquí otra ¡impresionante! cantada por niños en inglés y latín, con subtítulos en español (No importa donde vaya, tú siempre estás conmigo, a mi lado).

   http://www.youtube.com/watch?v=hKDoCatFlzk&feature=related

 

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

   11-06-2010.


[1] Oración colecta opcional.

[2] Primera propuesta de oración colecta.

[3] Prefacio.

 

 

Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

www.caminando-con-jesus.org

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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