Vida monástica en el Monte Carmelo

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

  

En nuestra formación carmelitana, después de un tema introductorio, hemos tenido ocasión de profundizar en los siguientes argumentos:

El Monte Carmelo en la Biblia y en la tradición judeo-cristiana

El profeta Elías en la Biblia y en la tradición judía

El profeta Eliseo en la Biblia y en la tradición judía

Antiguas tradiciones cristianas sobre Elías y Eliseo

Hoy comenzamos a desarrollar algunos temas de historia de los orígenes.

 

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En la foto los profetas Elías, Eliseo y Juan Bautista encabezando la lista de los santos carmelitas en el coro del monasterio Stella Maris de Haifa.

Las «lauras» de Tierra Santa

Como ya hemos dicho, durante los primeros siglos del cristianismo los Santos Padres consideraron a los profetas Elías, Eliseo y Juan Bautista como los «inspiradores» y «modelos» de toda la vida monástica cristiana. Algunos autores se atrevieron a llamarles «fundadores», al principio en sentido figurado, aunque más tarde los autores medievales lo interpretarán como algo histórico. Las fuentes antiguas tienen claro que, en época cristiana, el «iniciador» de la vida religiosa en Egipto fue san Antonio (normalmente conocido en español como san Antón, † 356) y los «iniciadores» del monaquismo en Tierra Santa fueron san Caritón († 350) y san Hilario (normalmente llamado en español san Hilarión, † 371). Por su parte, los grandes «organizadores» que escribieron una Regla fueron san Pacomio († 356) en Egipto, san Basilio († 379) en Oriente y san Agustín († 430) y san Benito († 547) en Occidente. Estas siguen siendo las principales Reglas monásticas en uso hasta el presente.

San Antonio se retiró a vivir en el desierto de Egipto el año 271 y pronto se le unieron muchos discípulos, a los que organizó, dándoles normas de vida. Por su parte san Caritón peregrinó desde Iconio a Jerusalén hacia el 275 y se estableció en el Wadi Fara, donde vivió en penitencia muchos años, reuniendo a su alrededor numerosos discípulos, a los que él mismo organizó en comunidad. Finalmente san Hilario, después de haber conocido el monaquismo egipcio, se retiró a una cabaña cerca de Gaza, hacia el 311, siendo seguido rápidamente por muchos discípulos. Después de ellos, numerosos cristianos piadosos, tanto del lugar como peregrinos provenientes de fuera, establecieron pequeños núcleos monásticos por toda la Tierra Santa, especialmente en torno a Jerusalén, en el valle del Jordán y en el Monte Carmelo.

Hablando con propiedad, no se trataba de verdaderos monasterios en los que sus habitantes profesan una Regla de vida aprobada, sino de «lauras», una estructura intermedia entre el eremitismo puro (la consagración a Dios en solitario) y la vida cenobítica (la consagración en comunidad). Los ermitaños de una laura solo estaban ligados por una sumisión moral y espiritual al prior, aunque conservaban una fuerte independencia en sus decisiones y tenían plena libertad para abandonar la laura y buscar otra que se acomodase mejor a su manera de ser. Su organización era muy sencilla: vivían en cuevas o cabañas en torno a unos espacios comunes. Durante la semana permanecían en la soledad de su celda, cultivando la tierra, cuidando los animales o realizando algún trabajo manual. Periódicamente se reunían para la celebración de la Eucaristía, encuentros de formación y corrección fraterna, intercambio de materiales, etc. Llegaron a ser tantas que, cuando el año 614 los persas invadieron Tierra Santa, saquearon 130 de estas lauras-monasterios, masacrando a sus habitantes. A pesar de todo, algunas se salvaron y otras fueron reconstruidas posteriormente.

Es natural que desde muy antiguo, tanto los habitantes de Palestina como los peregrinos piadosos, levantaran capillas y establecieran lauras en los lugares unidos a la memoria de los personajes bíblicos, entre los que destacan Elías y Eliseo. La tradición señala que santa Elena construyó un monasterio en honor de Elías sobre la cima del promontorio del Carmelo (donde hoy está el faro). Algunas columnas del antiguo refectorio del monasterio Stella Maris proceden de aquella construcción, aunque hoy la hipótesis más plausible es que el monasterio fue construido por monjes bizantinos (quizás con algún permiso o privilegio imperial, de ahí que se hiciera responsable de la fundación a la emperatriz santa Elena) y estuvo dedicado primero a Eliseo y más tarde a santa Marina. El monasterio de Elías se situaba un poco más abajo, en la falda de la montaña. Hay que reconocer que las fuentes no son siempre claras a la hora de distinguir la localización exacta de los varios edificios que se fueron superponiendo unos a otros con el pasar del tiempo.

Lugares del Carmelo relacionados con Elías y Eliseo

A partir de la beata Egeria (ilustre peregrina española de finales del siglo IV), son muchos los peregrinos que han dejado escritos sus recuerdos en un diario de viaje. Ella cuenta su visita a un monasterio construido por un anacoreta en el valle del Jordán: «Me dijeron que ese era el valle de Carit, donde vivió san Elías en tiempo del rey Ajab». Más tarde habla de otra iglesia, también levantada en honor del profeta: «Cerca de la iglesia está la cueva donde se escondió Elías, e incluso el altar de piedra que él mismo colocó para ofrecer sus sacrificios a Dios». El Anónimo de Piacenza, un peregrino que visitó Palestina hacia el año 570, describe un monasterio en honor de san Eliseo en el Wadiain es-Siah (donde 600 años después se establecerán los ermitaños latinos), así como el cercano campo de geodas. Todos los peregrinos que desembarcaban en San Juan de Acre y bajaban por la Vía Maris hacia Cesarea para dirigirse a Jerusalén, hablan de su visita y alojamiento en alguno de los lugares santos del Carmelo relacionados con Elías y Eliseo, principalmente cuatro:

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Monasterio Stella Maris

La cima del promontorio del Carmelo, dominando la bahía de Haifa, donde hubo una laura bizantina dedicada al profeta Eliseo y más tarde un importante monasterio greco-ortodoxo dedicado a santa Marina en las fuentes griegas (las fuentes latinas traducen siempre por santa Margarita), además de un castillo de los cruzados en tiempos posteriores. En la cripta de la actual iglesia Stella Maris se encuentra la gruta de Elías, que fue un enterramiento antiguo, algunas veces llamada en las fuentes «tumba de Eliseo». El actual convento con la basílica de la Virgen del Carmen fue construido en 1766, casi totalmente destruido por los musulmanes en 1799 y reconstruido en 1827. Una parte sigue sirviendo para residencia de los religiosos y el resto del edificio se ha adaptado para la acogida de peregrinos. Frente al monasterio se alza el faro, que fue la antigua hospedería carmelitana. A sus pies se conservan las ruinas del convento del P. Próspero del Espíritu Santo, que recuperó el Carmelo para la Orden en 1.631. Cerca se encuentra la capilla de la Sagrada familia, construida sobre un antiguo molino de viento y que la tradición identifica como el lugar de descanso de la Sagrada Familia a su regreso desde Egipto. También en la misma zona se encuentra la capilla de santa Teresa, con el cementerio de la comunidad, y el monasterio de las Carmelitas Descalzas.

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Escuela de los profetas, hoy transformada en sinogoga. A la izquierda "la gruta de la Virgen"

Las fuentes más antiguas llaman «gruta de Elías» a otra distinta, bien descrita en los documentos y que no coincide con la del promontorio. Se afirma que está escavada en la roca y es de forma cuadrada, con un banco de piedra labrado a lo largo del muro y una estancia lateral también escavada en la roca, con un gran nicho al fondo, en el que se abre un pequeño mihrab realizado en 1.635, cuando la cueva fue transformada en mezquita para expulsar de allí al P. Próspero del Espíritu Santo. Las paredes de la cueva están cubiertas con numerosas inscripciones antiguas (150 han sido trascritas y publicadas en estudios). Delante de la gruta todos los autores antiguos hacen referencia a un bosquecillo y a un pequeño eremitorio ortodoxo. También se encuentra en el promontorio, a medio camino entre la base y la cima. Es la gruta que la tradición carmelitana llama «Escuela de los Profetas», los judíos Ma’arat Eliyahu y los musulmanes El-Khader (que significa «el verdeante» y es la manera como ellos llaman a Elías). Alrededor se conservan algunas cisternas y restos de los antiguos monasterios.

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Entrada a la capilla del wadi

El wadiain es-Siah, valle en la ladera del monte que mira al mar, que conserva numerosas grutas, la cueva con dos habitaciones superpuestas (llamada morada de Elías y de Eliseo), los restos de la iglesia y del monasterio, los lagares, la cocina y el horno, así como la famosa fuente de Elías, canalizada al pequeño estanque que recoge sus aguas, que después descendían por el valle al huerto (el Bustán) que producía la alimentación para la comunidad y al molino, cuya piedra era movida por las aguas que bajaban desde la fuente, tal como documentan los textos hasta bien entrado el s. XVII. En 1918, los ingenieros del ejército inglés colocaron una tubería con una bomba para subir el agua de la fuente de Elías hasta su cuartel. En la segunda mitad del s. XX se canalizó el agua para abastecer a las casas de la zona, dejando en el manantial solo un pequeño chorro para las cabras. Las fuentes documentales y la arqueología confirman la presencia de monjes bizantinos desde el siglo IV, más tarde greco-ortodoxos. Allí se establecieron a finales del siglo XII los primeros ermitaños latinos (católico-romanos), destinatarios de la Regla de san Alberto.

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Convento carmelitano del Mu-Hra-Ka

 

El Mu-hra-Ka, lugar del sacrificio de Elías, con el torrente Quijón que corre a sus pies y la presencia de un círculo de grandes piedras quemadas, documentadas hasta mediados del s. XIX. Los peregrinos hablan menos de este lugar, por lo peligroso que era llegar hasta allí, debido a que se encuentra en el interior de la montaña y antiguamente estaba rodeado de bosques muy tupidos y llenos de panteras y otras fieras. Desde el siglo XIX hay allí un convento carmelitano en recuerdo del Profeta, con unas vistas impresionantes desde la terraza.

Fuentes escritas y arqueológicas

Los testimonios escritos hablan de sucesivos monasterios construidos en el promontorio del Carmelo, tanto en la cima (en honor de Eliseo) como junto a la gruta (en honor de Elías) y en el vallecillo lateral (el wadi), varias veces destruidos por invasiones persas, árabes y turcas y siempre reconstruidos de nuevo. Las excavaciones realizadas en el wadiain es-Siah han demostrado la presencia continuada de monjes desde el siglo IV. Las construcciones, restos cerámicos, ungüentarios de vidrio, algunas monedas… así lo indican. Los monjes de estos asentamientos eran de rito oriental y de lengua griega. Los estratos de cenizas y restos carbonizados también dan testimonio de las sucesivas invasiones y destrucciones.

Hacia el año 1.165 visitó el Carmelo el rabino español Benjamín de Tudela, que describe una pequeña capilla cristiana junto a la cueva de Elías. De los demás monasterios o eremitorios no dice nada, porque solo se detiene en las presencias que tienen significación para los judíos: «En uno de los lados de la villa de Haifa está situada la montaña del Carmelo, en cuya cima y al pie de ella se encuentran muchas tumbas israelitas. En la misma montaña se halla la caverna del profeta Elías, de feliz memoria. Junto a ella, algunos edomitas (así llaman muchas veces los judíos a los cristianos) han construido una iglesia llamada de san Elías». Estos antiguos cementerios judíos han sido escavados y estudiados en su totalidad a partir de 1965.

Poco después, en 1.175, un monje griego de Patmos, llamado Juan Phocas, visitó también la gruta de Elías. A su alrededor se conservaban las ruinas de un gran monasterio antiguo y una pequeña comunidad de monjes ortodoxos en un edificio de reciente construcción. Si también había ya presencia de ermitaños latinos, no dice nada, aunque podemos comprender su desinterés al respecto: «En el extremo de la montaña más cercano al mar está la cueva de Elías, de la cual este hombre maravilloso, después de haber vivido como los ángeles, fue subido al cielo. En este lugar hubo un tiempo un gran monasterio, como testimonian los edificios arruinados que quedan hasta el presente; pero el tiempo, que desgasta todas las cosas, y las invasiones enemigas lo han arruinado totalmente. Sin embargo, hace algún tiempo, un monje-sacerdote de pelo blanco, oriundo de Calabria, a consecuencia de una visión del Profeta, vino a este lugar, donde se instaló en las ruinas del monasterio, construyó una muralla baja, una torre y una pequeña iglesia, y ha reunido a unos diez hermanos que habitan allí hasta hoy».

Como el fundador era del sur de Italia, muchos historiadores posteriores, al leer el texto pensaban que sería católico-latino, pero no podemos olvidar que en la zona había muchos greco-ortodoxos (y los sigue habiendo hasta el presente). A partir de estas fechas se multiplican los testimonios sobre los habitantes del pequeño monasterio griego de san Elías, situado junto a la cueva el-Khader, a los que se nombra como «ermitaños del Carmelo». Convencidos de que era el lugar de nuestros orígenes, el P. Próspero y los primeros Carmelitas que regresaron al Monte Carmelo en el s. XVII se instalaron en las ruinas de este edificio. Tenemos la descripción detallada de los restos que entonces se conservaban y que adaptaron para cocina, capilla, habitaciones... También tenemos la narración de su derrumbe en 1769 y el descubrimiento en 1857 del antiguo altar bajo las ruinas. Además de la cueva (hoy transformada en sinagoga, aunque con algunos derechos de los musulmanes, que conservan un vigilante junto a su puerta, y de los cristianos, que cada año celebramos allí la misa en la fiesta de Eliseo), en los alrededores se conservan las cisternas y otros restos.

Los distintos documentos hablan también de un monasterio más grande y sólido, dedicado a santa Marina o santa Margarita en la cima del promontorio, morada de monjes griegos y sirios, así como del castillo cruzado, atestiguado desde 1.172, y al que se da el mismo nombre. Restos de estos edificios aparecieron en el s. XIX, al hacer obras de reforma en el actual monasterio Stella Maris y en 1.913 bajo el faro actual, y se conservan en el museo del monasterio.

Los moradores del wadiain es-Siah son nombrados «ermitaños latinos» o «hermanos del Carmelo». Al llamarlos «latinos» se les identifica inmediatamente como «católicos romanos», para distinguirlos de los otros, que vivían junto a la cueva el-Khader, de tradición «greco-ortodoxa». Las excavaciones arqueológicas dirigidas por el P. Bellarmino Bagatti, o.f.m. (1958-61), Sor Eugenia Nitowski, o.c.d. (1987-89) y Fray Fausto Spinelli, o.c.d. (1990-91) han sacado a la luz numerosos restos que nos permiten reconstruir con cierta exactitud los edificios originales. En concreto, la celda del prior a la entrada del valle, tal como dice la regla, la iglesia y su torre-campanario en el centro del mismo, la gruta-capilla, cocina, comedor, espacios comunes y una escalera monumental de acceso, así como algunas tumbas y los restos de una amplia estancia abovedada que servía como dormitorio de los peregrinos en su camino hacia Jerusalén.


P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.
Centro Interprovinciale ocd

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P. EDO. SANZ DE MIGUEL, OCD.

 

 

Caminando con Jesús

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

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