SANTA ISABEL DE LA
TRINIDAD Caminando con
Jesús Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant |
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“ALABANZA Y
GLORIA PARA LA ETERNIDAD” Taller preparado para Carmelitas
Descalzas Monasterio Santa Teresa, de Talca,
Chile Autor: Pedro Donoso Brant SANTA ISABEL DE
LA TRINIDAD, UNA COMUNIÓN INCESANTE CON LA TRINIDAD. Autor: Pedro Donoso Brant "OS DEJO MI FE EN LA PRESENCIA DE DIOS." Disertación preparada para el Carmelo Seglar de la
Habana Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant CONTENIDO 1.
SÍNTESIS DE SU VIDA 2.
EN LO PROFUNDO DE SU ALMA, OYÓ SU VOZ 3.
NADA PUEDE DISTRAERLA DE SU CRISTO 4.
TODAS SUS DECISIONES LE PARECÍAN VENIR DE DIOS MISMO 5.
DIOS ENCAMINA LENTAMENTE LAS ALMAS HACIA LO ALTO DEL MONTE 6.
UNA VIDA ESPIRITUAL COMPLETAMENTE BASADA EN LA FE 7.
UNA COMUNIÓN INCESANTE CON LA TRINIDAD 8.
“ALABANZA DE GLORIA POR LA ETERNIDAD” 9.
SOLA CON EL SOLO 10.
“EN EL SILENCIO, ESTARÁ VUESTRA FORTALEZA.” 11.
LA HABITACIÓN DE LA TRINIDAD |
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Oh Dios, rico en misericordia,
que descubriste a |
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Isabel Catez Rolland, hija de Francisco José y de
María, nació en Bourges, Francia, el 18 de Julio de 1880. Desde su más tierna edad se distinguió por su
temperamento apasionado, propenso a arrebatos de cólera y de una sensibilidad
exquisita. Cuando contaba siete años, perdió a su padre, lo
que fue causa de su "conversión" y de su cambio de carácter como
fruto de su vida de asceis y oración. Aunque tomaba parte en las fiestas y participaba
en los compromisos sociales, fue siempre fiel a sus promesas bautismales. A los 14 años hizo voto de virginidad y a los 19
empezó a recibir las primeras gracias místicas. Estaba dotada de gran talento musical y se ofreció
a Dios como víctima por la salvación de Francia. El 2 de enero de Isabel -que en el Carmelo se llamaría Sor Isabel
de la Trinidad- se propuso como lema ser "Alabanza de gloria de la
Santísima Trinidad" y crecer de día en día "en la carrera del amor
a los Tres". Vistió el hábito el 8 de diciembre de 1902 y el 11
de noviembre de 1903 saltaba de gozo al emitir sus votos religiosos en la
Orden del Carmen, a la que amaba con toda su alma. Con su vida y su doctrina -breve pero sólida- ha
ejercido un gran influjo en la espiritualidad de nuestros días, debido, sobre
todo, a su experiencia trinitaria. Preciosas son sus Elevaciones, Retiros, Notas
Espirituales y sus Cartas. Corrió, voló, en el camino de la perfección y el 9
de noviembre de 1906 expiraba a cuasa de una úlcera
de estómago. En el capítulo "El Carmelo escuela de
santidad", recordamos una bella anécdota entre el Cardenal Mercier y la
M. Priora de Dijón, sobre esta veloz carrera hacia la meta de la santidad de
Sor Isabel de la Trinidad. Fue beatificada por el papa Juan Pablo II el
25.11.1984, fiesta de Cristo Rey. Su fiesta se celebra el 8 de noviembre. PENSAMIENTOS Y DOCTRINA
Vivamos con Dios como con un amigo
He hallado mi cielo en la tierra pues el cielo es Dios y Dios está en
mi alma.
El contemplativo es un ser que vive bajo el resplandor de la faz de
Cristo, que penetra en el misterio de Dios impulsado no por la luz que
proyecta el pensamiento humano sino por la claridad que produce la palabra
del Verbo encarnado.
Creo que si El me ha amado tan
apasionadamente y me ha hecho tantos favores es por verme tan débil.
Mi ideal consiste en ser la Alabanza de su gloria.
Qué importa estar en el cielo o en la tierra. Vivamos en el amor para glorificar
al Amor.
Cuanto más cerca se vive de Dios más se ama.
Las almas penetran en Dios mediante la fe viva y allí, implificadas y en paz, El las conduce por encima de las
cosas y gustos sensibles hasta la tiniebla sagrada quedando transformadas en
imagen de Dios. Esas almas viven, según la expresión de San Juan, en sociedad
(Jn. 1,3) con las Tres adorables Personas, en comunión de vida. En esto
consiste la vida contemplativa. Es una contemplación que conduce a la
posesión. Ahora bien, esta posesión simple es la vida eterna disfrutada en el
abismo sin fondo. Es allí, donde por encima de la razón, nos espera el
profundo reposo de la inmutabilidad divina.
Las rejas no existirán nunca para nuestros corazones...en el Carmelo el
corazón se dilata y su amor es aún más intenso.
Mirad, en el Carmelo el corazón se dilata y sabe amar mejor.
Para vencer el orgullo: matarlo de hambre. Mira, el orgullo es amor
propio. Pues bien; el amor de Dios debe ser tan fuerte que anule por completo
nuestro amor propio.
¡Oh muerte! Yo misma te llamaría a gritos si no tuviese la esperanza de
sufrir y hacer algún bien en la tierra.
Yo he hallado mi cielo en la tierra en mi querida soledad del Carmelo,
donde vivo a solas con Dios solo. Todo lo hago con El. Por eso realizo las
cosas con alegría divina. Que barra, trabaje o haga oración, todo me resulta
encantador y delicioso porque descubro a mi divino Maestro en todas partes.
No tener noticias es una buena noticia |
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SU ESPIRITUALIDAD Fue más
su vida misma que su doctrina. Esta sólo en parte fue escrita por ella. Sor
Isabel es un alma interior que se transforma de día en día en el Misterio
Trinitario. El
silencio, la soledad, la oración contemplativa son la palestra que la
disponen a ser dócil a la voluntad divina, que cumple siempre y en todo a la
mayor perfección. Enamorada
de Cristo, que es "su libro preferido", se eleva a la Trinidad
hasta que "Isabel desaparece, se pierde y se deja invadir por los
Tres". "La
Trinidad: aquí está nuestra morada, nuestro hogar, la casa paterna de la que
jamás debemos salir... Me parece que he encontrado mi cielo en la tierra,
puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí eso
todo se iluminó para mí." "Creer
que un ser que se llama El Amor habita en nosotros en todo instante del día y
de la noche y que nos pide que vivamos en sociedad con El, he aquí, os lo
confío, lo que ha hecho de mi vida un cielo anticipado" 'Mi
Esposo quiere que yo sea para El una humanidad adicional en la cual El pueda seguir sufriendo para gloria del Padre y para
ayudar a la Iglesia" Amó
profundamente su vocación carmelita y trató de amar y de imitar a la
"Janua coeíi", como llamaba a la Virgen
Purísima. Murmurando
casi como en un canto "Voy a la luz, al amor, a la vida",
expiró." SU MENSAJE Que
corramos por el camino de la santidad, que el Espíritu Santo eleve nuestro
espíritu, que seamos siempre "alabanza de gloria de la Sma.
Trinidad", que seamos dóciles a las mociones del Espíritu.
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ELEVACIÓN A LA
SANTÍSIMA TRINIDAD
“Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a
olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como
si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni
hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en
la hondura de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz de
ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca
te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo
adorante, totalmente entregado a tu acción creadora. Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera
ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria,
quisiera amarte..., hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido
ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya,
sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi
vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como
Reparador y como Salvador. Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi
vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de
Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de
todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu
inmensa luz. Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no
pueda salir de tu esplendor. Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende
sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que
yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que
renueve todo su Misterio. Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura
tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en
quien tienes todas tus complacencias. Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad
infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa.
Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en
vuestra luz el abismo de vuestras grandezas” |
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CARTAS CONFIANZA EN LA DIVINA PROVIDENCIA [Entre el 8 y el 29 de] mayo de 1898 Yo tengo en tu divina Providencia una fe y confianza inquebrantables. Oh Jesús, llévame y tráeme, yo me abandono entera a tu talante. Cuando Tú me dijiste: «Ven a mí», a tu voz respondi, Jesús
Amante. Desde entonces, mi Bien, cuánto he llorado, ¿no recuerdas, Señor, mis ansiedades? ¿No recuerdas, Jesús, mi santo celo por responder a tu llamar constante, por vivir solitaria en el Carmelo y por mi frágil vida consagrarte? Perdona mis momentos de impaciencia. Seguro que he faltado en confiárteme, pero mira, ¡me acucia tal deseo de sufrir, dejar todo y entregarme! Ya nunca sentiré más desaliento, Jesús, te lo prometo, en adelante. Me abandono a tu santa Providencia, mi confianza opongo a todo lance. Jesús, mi Salvador, Bondad suprema, pese a mi ardor extremo en el combate, sólo a cumplir por siempre tus deseos aspiro, mi Hermosura inigualable. Jesús, en quien se funda mi esperanza, si respuesta a tu voz no puedo darle, ¡quién me podrá impedir en este mundo el entregarme a Ti en tantos detalles...! Jesús, divino Esposo, mi Alma y Vida, ¡quién logrará tu amor arrebatarme! Amarte y devolverte ese tu amor, tal fue siempre el buen fin de mi coraje. ¡Cálmate ya, oh impaciencia mía! Alma mía, tus santos ideales abandona en su santa Providencia. En verte así sufrir Dios se complace. En este mundo, en este valle umbroso, Jesús, tú te has dignado reservarme un lote dulce, una porción dichosa que el mundo no podrá jamás quitarme. Por la parte que tú me has destinado, oh mi Buen Dios, del corazón me sale gritarte «muchas gracias» de por vida. Sí, gracias mil, mi Amigo incomparable. Ahora me abandono a ti, Jesús, con una confianza que a Dios sabe. ¡Gloria a ti, oh divina Providencia, gloria al Señor, por siempre confiable! OH MI ADORADO MAESTRO 1 de diciembre de 1898 Maestro a quien adoro y a quien amo, yo te bendigo aun en la misma prueba; puesto que tú decides que así sea, «gracias» te doy desde mi mismo llanto. Oh buen Jesús, que sabes del sufrir, te ofrezco mi dolor y mis suspiros que a mi madre es preciso que yo oculte y por ello resultan más amargos. Lo recuerdo: también tú así lloraste una noche..., mi Amigo..., y tantas veces. Acepta, pues, mis lloros y zozobras, santificando mis quemantes lágrimas. Tú quisiste a tu Madre Virgen tanto y le das, oh mi amado Salvador, sobre tu corazón tan gran poder... Seguro que comprendes mi dolor. Aquí abajo, en esta triste tierra, donde todo es efímero, fugaz, ¿existirá alguien bueno y compasivo como ésta a quien yo llamo mi «mamá»? Es la ternura, el culmen del amor; sin duda es la primera a quien se ama; sólo por ti consiento yo en dejarla, oh mi Esposo, mi Rey, mi Salvador. Todo lo dejaré con alegría, todo para Jesús, hasta mi madre, en respuesta a tu Amor, que a ello me invita para vivir contigo en soledades. Mas me invitas a un nuevo sacrificio: que cargue con mi cruz en este mundo. Oh mi Jesús, mi Fuerza, mi esperanza, yo la quiero llevar siempre contigo. A LA SEÑÓRITA MARGARITA GOLLOT Dijon], Lunes por la mañana, [18 de febrero de
1901] J.M † J.T. Queridísima hermana: Había preparado esta estampita para ti. Pensaba
llevártela el domingo al Carmelo, pero no me ha sido posible. Esta mañana la
hermana Gertrudis me entregó tu querida cartita. ¡Qué pena, hermana, que no
pueda ir a verte2! Al menos mi corazón no se aleja de ti, bien lo sabes ¿no? Jesús quiso, hace un año, que nuestras almas se
encontrasen; Él fue quien nos unió tan íntimamente. ¡Ése es el secreto de
nuestro profundo afecto! Hay algo muy íntimo entre nosotras. El viernes
pasado se lo decía yo a nuestra Madre, hablándole de ti. Querida hermanita, déjate cuidar, no seas
imprudente, ¡hazlo por Él! ¡Qué bueno es nuestro Prometido, sí, qué bueno es!
Y cuando nos prueba, parece, ¿no es cierto?, que está todavía más cerca y que
la unión es más íntima. ¿Sabes?, nosotras somos sus víctimas, Él nos marca
con el sello de la Cruz para que nos parezcamos más a Él. ¡Ah, cómo te ama,
querida Margarita, a ti a quien se complace en ponerte en su Cruz! Hay
trueques de amor que sólo en ella pueden comprenderse... Voy a confiarte una cosa: ¿Sabes?, me parece que
Él es nuestra Águila divina3 y nosotras somos las presas de su amor. Él nos
coge, luego nos pone sobre sus alas y nos lleva muy lejos, muy alto, a esas
regiones en las que al alma y al corazón les gusta perderse... ¡Sí, dejémonos
coger, vayamos adonde Él quiera! Un día, nuestra Águila adorada nos hará
entrar en esa patria por la que suspiran nuestros corazones. ¡Ay, qué
felicidad, hermanita, qué bien estaremos allí! Pero mientras quiera dejarnos
aquí en la tierra, amemos, amemos todo lo que podamos, vivamos de amor,
queridísima hermanita. Es lo que te deseo en el día de tus veinte años,
mandándote un abrazo tan grande como mi amor. M. Isabel de la Trinidad Carmelo de Dijon, 13 [-14] de agosto [de 1901] A SU MADRE MARIA ROLLANT Felicitación en su fiesta onomástica − Su
entusiasmo por la naturaleza − Detalle de su vida carmelitana −
«Los horizontes del Carmelo son ... el Infinito» J.M. † J.T. Mamaíta querida: Te envío todo mi corazón como ramillete para tu
santo. ¿Verdad que no nos hemos separado y que sientes muy bien a tu hijita
muy cerca de su querida mamá? Si vieses cuánto hablo de ti con mi Amado...
¡Creo que tienes que notarlo! Me alegra mucho que comulgues con más
frecuencia. Ahí, mamaíta, encontrarás fuerzas. ¡Es tan hermoso pensar que
después de la comunión tenemos a todo el cielo en nuestra alma, excepto por
la visión beatífica! Tu carta, o mejor vuestras cartas, me han hecho
tan feliz... Quizás me haya alegrado demasiado, pero Dios, que tiene un
corazón tan tierno, me entiende perfectamente y creo que no está en absoluto
enfadado conmigo. Todos vuestros detalles me interesan, pero casi
voy a montar en cólera contra ese buen Koffman que
os tiene confinadas en ese chalet... Disfrutad mucho de ese hermoso país, que
la naturaleza nos lleva a Dios. ¡Cómo me gustaban esas montañas! Me hablaban
de Él. Pero, mirad, queridas mías, los horizontes del Carmelo son aún mucho
más hermosos: ¡son el Infinito...! En Dios, yo tengo todos los valles, todos
los lagos, todos los paisajes. Dadle gracias a diario en mi nombre: mi
porción es demasiado hermosa y mi corazón se derrite de gratitud y de amor.
No tengáis celos, os quiero tanto... Le pido que se adueñe de vosotras como
se ha adueñado de mí. Tengo tantas cosas que contarte, que no sé por
dónde empezar. El lunes por la noche, durante la recreación, llegó sin avisar
Nuestra Madre3, ¡imagínate qué sorpresa! Yo la vi sólo un momento, pues
volvió a marcharse al día siguiente a las 2, llevando consigo a dos de nuestras
hermanas. Volverá el lunes. La encontrarás a tu regreso. Vino solamente para
dar ayer el velo a una de las hermanas. Y mira qué celillos: me alegré mucho
de que no fuera la Madre supriora4 quien hiciera la ceremonia, pues quiero
ser yo la primera [a quien se lo dé]. Es muy buena y la quiero mucho.
Hablamos juntas de vosotras. Puedes estar tranquila, pues te aseguro que me
cuida. Esta mañana, día de mi primer ayuno5, me han hecho
tomar algo, cosa que con toda seguridad no habría hecho si no hubiese estado
aquí. Esta mañana, mi Madrecita me ha dejado ir a la oración. Así que me
desperté al primer toque, a las 5 menos cuarto; tenía miedo de no estar lista
en un cuarto de hora, así que imagínate lo contenta que me puse cuando, al
llegar al coro, ¡vi que era yo la primera...! Soy la camarerita de Jesús: todas las mañanas,
antes de la misa, arreglo el coro. Hoy he adornado un altarcito de la Virgen
que hay en el antecoro. Mientras ponía unas flores a los pies de nuestra
Madre del cielo, le he hablado de ti: le he pedido que cogiera todas esas
flores, que hiciera con ellas un precioso ramo y que te lo llevara de parte
de tu Sabel. Como prueba terrible, hubo que componer unas
coplas para la toma de velo, y anoche tuve que cantarlas en la recreación.
Temblaba..., lo cual es bien ridículo pues las hermanas son tan caritativas
que mi obra les ha parecido todo un éxito. María Luisa, a la que tanto le
gusta ver cómo me pongo colorada, habría tenido una buena ocasión de ver mi
timidez puesta a prueba. La Madre supriora me da permiso para enviarte esas
coplas, ¡te divertirán! Adiós, mamá querida, me imagino que estarás
contenta con esta carta tan larga. Para concluir, duermo como un lirón, tengo
un apetito excelente, la comida es muy refrescante y apropiada para mi temperamento.
¡Qué feliz soy, mamaíta! Gracias una vez más por haberme entregado a Dios. Te
estrecho contra mi corazón y te abrazo junto a Jesús, que sonríe al vernos. Tu Sabel. |
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VISITA A DIJON, CRIPTA DE ISABEL DE
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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds |
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