Las cuatro semanas
anteriores a la solemnidad de Navidad forman el tiempo de Adviento que es
la preparación para la llegada del Salvador, dando con el primer domingo de
Adviento comienzo un nuevo año litúrgico, que terminó el domingo anterior
con la festividad de Cristo Rey (en el rito oriental-bizantino el año
litúrgico comienza con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de
septiembre).
Las normas litúrgicas
universales dicen que el Adviento "comienza con las primeras Vísperas
del primer domingo de Adviento (el 30 de noviembre o domingo más cercano) y
acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad". Contiene siempre
cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el
16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre. Fue el papa San Gregorio Magno
quien la estructura en cuatro semanas.
El tiempo de Adviento
no se conoce en Roma hasta el S. VI, recogiendo la palabra adventus,
aplicada anteriormente a la llegada de algún personaje importante
(Emperador). Es el tiempo del Marana-tha (ven Señor), de la espera gozosa
del Salvador. El Adviento es también el tiempo mariano por excelencia,
donde la presencia de María en la liturgia es más patente.
Teológicamente es
tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo, es tiempo asimismo del
Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las profecías, tiempo de
conversión y tiempo mariano por excelencia como hemos dicho (diciembre el
mes más particularmente apto para el culto a la Virgen sin que deba ser
considerado como mes de María) con la Inmaculada, la Expectación
al Parto, y ya en tiempo de Navidad con la solemnidad de María Madre de
Dios el 1 de enero.
En los aspectos
litúrgicos el Adviento es tiempo de relativa austeridad en los signos
externos. Así, es aconsejable pastoralmente hacer alguna celebración
comunitaria de la penitencia. Se omite el Gloria los domingos por el
carácter relativamente penitencial del tiempo para que resuene con más
alegría el Gloria de la misa del Gallo. Las vestiduras son moradas (como en
Cuaresma) y el altar debe estar escueto y sin adornos muy festivos. En el
domingo III de Adviento, llamado de Gaudete por la antífona de entrada
-Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte- se puede usar el color
rosa (como ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). La
música instrumental se debe omitir para que contraste más la alegría del
Nacimiento.
También se recomienda
poner en lugar preferente una imagen de María y se está recuperando la
tradición, procedente sobre todo de Centroeuropa y Norteamérica, de poner
la llamada corona de Adviento (cuatro velas de diferentes colores sobre una
corona de ramos verdes que se van encendiendo progresivamente en cada
domingo, marcando el tiempo de la llegada del Señor).
La semana que precede a
la Navidad
tiene un sentido propio y distinto al resto del Adviento pues la llegada
del Señor es inminente. Aquí las memorias de los santos son siempre libres,
se puede cantar diariamente el Aleluya, poner más luces en el altar, usar
vestiduras más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de
bendición de Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.
Las lecturas de Adviento
se nuclean en las ferias en torno al profeta Isaías y las evangélicas en
los pasajes que narran al Precursor y los preparativos del Nacimiento. Los
domingos se leen las epístolas de Pablo, Santiago y Hebreos.
Resumiendo pues diremos
que el Adviento es un tiempo de relativa austeridad, ya que a quien espera
siempre le falta algo. Por eso se emplean algunos signos de austeridad como
las vestiduras moradas o la omisión del Gloria.
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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