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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
CURSO DE LITURGIA
CAPITULO
46
ERRORES
MÁS FRECUENTES COMETIDOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Esta es una breve
relación sin ánimo de ser exhaustivos de aquellos errores o costumbres más
comunes cometidos durante la celebración eucarística que no se ajustan a
las normas litúrgicas con el único ánimo de ayudar a corregirlos en lo
posible teniendo presente que lo más importante en la Eucaristía
es, como no puede ser de otro modo, la participación en ella con un corazón
devoto y fraterno y que los errores citados no son de bulto ni anulan por
supuesto la validez del acto sacramental. No obstante no deben menospreciarse
las normas litúrgicas ya que toda la liturgia está llena de símbolos y
significados que si se pierden convertirían la acción litúrgica en pura
escenografía.
A) POR PARTE DE LOS FIELES:
Leer la Monición
inicial (cuando lo hace una persona distinta del presidente especialmente
un laico) antes de entrar el celebrante al presbiterio o durante la
procesión inicial. El momento adecuado de pronunciarla es tras el saludo
inicial del presidente a la
Asamblea.
Acabar las lecturas
diciendo “Es palabra de Dios” en vez de “Palabra de Dios” (también el
sacerdote lo hace a veces).
Los lectores deben
omitir la frase “Primera o Segunda Lectura” y pasar directamente a decir de
quién está tomada la
Lectura sin más. De igual modo no debe decirse “salmo responsorial” sino pasar directamente a la lectura de
los salmos.
Omitir la reverencia o
hacérsela al sacerdote en vez de al altar cuando suben a realizar alguna
lectura o para la
Oración de los fieles.
Permanecer sentados
durante la oración sobre las ofrendas. Es el momento más importante de esa
parte de la Misa
y todas las oraciones de la
Misa se deben oír y responder de pie, que es la actitud
propia del orante y del pueblo en marcha y dispuesto. La costumbre de oír
sentados esta oración está generalizada y es de difícil desarraigo.
Permanecer de pie
durante el momento de la consagración (aunque por razones de edad,
incomodidad del lugar, masificación u otras causas se puede permanecer de
pie). En cualquier caso la
Iglesia nos pide una actitud y postura común como símbolo
de unanimidad.
Recitar junto con el
sacerdote la doxología final que cierra la Plegaria eucarística
(Por Cristo, con Cristo, etc.). El pueblo debe limitarse a responder AMEN
como rúbrica y asentimiento de todo lo anterior. No es un AMEN corriente
sino un AMEN de compromiso, de afirmación, que ratifica por el pueblo lo
sucedido en el altar.
Leer la Oración de los
Fieles desde el Ambón. El Ambón está reservado a la Palabra de Dios y ni
la homilía ni la
Oración de los Fieles es Palabra de Dios. No obstante se
puede hacer desde allí siempre que no haya otro lugar adecuado ya que
aunque no es su sitio preferente tampoco la OGMR lo excluye taxativamente (OGMR 309).
Dar golpes triples con
el incensario ya que siempre deben ser dobles. Esto es extensible al
sacerdote cuando usa el incensario.
Cuando se comulga en la
mano la Sagrada
Forma se ha recibir con la palma de la mano izquierda
abierta y cogerla con la derecha para llevarla a la boca, no tomarla
directamente de manos del sacerdote. El símbolo consiste en que es un don
que se recibe (lo anterior no excluye otras formas como la de tomar cada
fiel su Pan y mojarlo en el Vino o fórmulas parecidas dependiendo del
carácter de la celebración).
Para finalizar diremos
que en la procesión de las ofrendas se deberían llevar al altar sólo
objetos que sean donaciones para el servicio del mismo o regalos para los
pobres (por ejemplo el resultado de la cuestación hecha entre los fieles o
flores) aunque se ha puesto de moda llevar al altar todo tipo de objetos,
lo cual puede justificarse pastoralmente pero sin abusos. Lo primero que
debe llevarse siempre es el Pan y el Vino.
B) POR PARTE DEL SACERDOTE:
Predicar desde el
ambón. Es preferible hacerlo desde otro lugar más adecuado aunque no está
prohibido si no hay otro lugar elegible.
Lavar los vasos
sagrados (ablución) después de la comunión en el altar. Debe hacerse o bien
al acabar la Misa
o discretamente en la credencia. La ablución no tiene ningún valor litúrgico
y por eso se prefiere fuera del altar ni es preciso que la haga el
Presidente, más bien es competencia de diáconos o acólitos. Debe hacerse
sólo con agua.
No mirar hacia el ambón
cuando se está proclamando el Evangelio por el diácono o bien por otro concelebrante diferente del Presidente. Todos los que
permanecen en el altar deben girarse ligeramente y mirar al Ambón mientras
se proclama el Evangelio. El protagonismo está en ese momento en la Palabra.
Disponer el altar lleno
con los objetos precisos para la celebración eucarística para “tenerlo todo
a mano” por comodidad (vinajeras, cáliz, misal, patena, etc.). El altar
debe permanecer lo más escueto posible y colocar sobre él los objetos según
se vayan necesitando, retirándolos cuando dejan de usarse. A veces cuesta
distinguir al sacerdote tras la cantidad de objetos allí depositados, a los
que a veces se suman floreros con ramos de flores y velas en candelabros.
“Inventarse” textos con
las oraciones de la Misa,
especialmente en la
Plegaria eucarística, alegando razones pastorales de
difícil justificación. Además de estar expresamente prohibido no hay mejor
pastoral que una Liturgia bien hecha.
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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