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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
CURSO DE LITURGIA
CAPITULO
9
LA PARTICIPACIÓN DE
LOS LAICOS EN LA LITÚRGIA
Hablar de creatividad y
participación litúrgica es un tema que puede malinterpretarse. La liturgia
es ejercicio del sacerdocio de Cristo, que se hace visible en la Iglesia. Toda
celebración litúrgica es acción de Cristo. En este sentido, la liturgia es
de la Iglesia,
no de nadie en particular, por lo cual sus ministros no pueden adueñarse de
ella. "A nadie le está permitido, ni siquiera al sacerdote, ni a grupo
alguno, añadir, quitar o cambiar algo por propia iniciativa" (SC 22 y
también CDC 846). Para mejor ilustrar esta cuestión valgan unas líneas
tomadas de un libro del actual papa Benedicto XVI titulado “El espíritu de la Liturgia. Una
introducción”. La cita, larga pero obligada, dice así:
“La «creatividad» no puede ser una categoría
auténtica en la realidad litúrgica. Por lo demás, este término ha crecido
en el ámbito de la cosmovisión marxista. «Creatividad» significa que, en un
mundo privado de sentido, al que se ha llegado por una evolución ciega, el
hombre crea finalmente un mundo nuevo y mejor, partiendo de sus propias
fuerzas. En las modernas teorías del arte se alude con ello a una forma
nihilista de creación: el arte no debe imitar nada; la creatividad
artística es el libre gobierno del hombre, que no se ata a ninguna norma ni
a finalidad alguna, y que tampoco puede someterse a ninguna pregunta por el
sentido. Puede que en estas visiones se perciba un clamor de libertad que,
en un mundo dominado por la técnica, se convierte en un grito de socorro.
El arte, así concebido, aparece como el último reducto de la libertad. El
arte tiene que ver con la libertad, eso es cierto. Pero la libertad así
concebida está vacía: no libera, sino que deja que aparezca la
desesperación como la última palabra de la existencia humana. Este tipo de
creatividad no puede tener cabida en la liturgia. La liturgia no vive de
las «genialidades» de cualquier individuo o de cualquier comisión”
Pese a lo anterior no
debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los ministros deben
limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos, oraciones y
rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez aunque no admite la
arbitrariedad. Precisamente la no arbitrariedad es una de las
características de la liturgia: se sustrae a la intervención del individuo
ya que en la liturgia y mediante ella se entra en contacto con algo
superior (Revelación) y se crea una comunión universal que supera las
iglesias locales. El Misal es sumamente rico y variado en oraciones,
prefacios, misas, como para que pueda decirse que no hay una gran variedad
de textos para escoger, dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y
otras circunstancias. En este aspecto es donde hay que encajar la
creatividad litúrgica, escogiendo dentro de la variedad y no inventando lo
que no existe. La mejor pastoral que puede hacerse consiste en una buena
liturgia, no debe existir esa excusa tan recurrida de lo pastoral para
justificar una liturgia mal hecha.
"La participación
es un término que viene del latín participatio (partem-capere=tomar parte) y
es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia". En efecto, hoy día
la palabra es usada frecuentemente y todo el mundo pide, en cualquier
ámbito de la vida, participar. Para los cristianos, el fundamento de la
participación está en el Bautismo, ya que todo bautizado está revestido de
la dignidad sacerdotal. Se ha interpretado la participación pensando en que
consiste en la intervención del mayor número de personas posibles durante
el mayor tiempo posible. ¡Craso error¡ No se trata
de multiplicar vana y artificialmente las acciones a realizar pensando que
con eso se aumenta la participación ya que la auténtica participación
consiste el dar paso a la acción de Dios.
En la liturgia no podía
ser menos y es uno de los conceptos claves de la reforma litúrgica. Tiene
sus antecedentes más cercanos en el motu propio Tra le sollecitudini de san
Pío X y más próximos al Vaticano II en la encíclica Mediator Dei de Pío XII (20-XI-1947). Pero es en la SC cuando este principio de
participación toma cuerpo como algo esencial. Es toda la asamblea litúrgica
la que está implicada en la acción litúrgica, pero cada uno de sus miembros
intervienen de modo distinto "según la diversidad de órdenes,
funciones y participación actual" (SC 26). La diferencia entre la
participación de los ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado
sino también esencial.
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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