MISA DIARIA DE CAMINANDO
CON JESUS
"La Eucaristía es fuente
y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)
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Página de
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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15-03-2020
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Nº MD 7.847
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LITURGIA
DE LAS HORAS
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la CUARESMA
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Domingo
III de Cuaresma Ciclo A
1.
DIÁLOGO DE SALVACIÓN
1.1 “DAME DE BEBER”
Con
sorpresa de los discípulos y de ella misma, Cristo inicia el diálogo con la
samaritana. Él toma la iniciativa. No tiene inconveniente en mendigar de
ella un poco de agua para entrar en diálogo. Cristo desea ardientemente
establecer este diálogo con cada uno de nosotros. El pecado rompe este
diálogo. El pecado no consiste ante todo en hacer el mal, sino en romper
este diálogo, dejar que se enfríe esta amistad. Por eso, el primer fruto de
la Cuaresma debe ser un diálogo renovado con Cristo, una oración más viva,
más consciente y personal, más abundante; un diálogo que impregne toda
nuestra vida.
1.2 “SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS...”
Es
admirable como Jesús va conduciendo el diálogo con esta mujer pecadora,
suscitando en ella el atractivo por lo bello, por lo grande, por lo eterno.
El que ha empezado pidiendo se revela en seguida como el que ofrece y es
capaz de dar lo infinito, lo divino. Poco a poco se va dando a conocer a ella,
para que al final termine aceptándole como “el Salvador del mundo”. El
diálogo con Cristo –también para nosotros – es siempre un diálogo de
salvación, un diálogo que nos dignifica y nos hace descubrir el sentido de
nuestra vida, los horizontes sin fin de una vocación eterna.
1.3 “MUCHOS SAMARITANOS DE ESA CIUDAD
HABÍAN CREÍDO EN ÉL POR LA PALABRA DE LA MUJER, QUE ATESTIGUABA”
Esto
no muestra como Cristo ha entrado en su vida y experimenta el gozo de su
salvación, él mismo hace que continúe para otros este diálogo de salvación.
Es lo que hace la samaritana: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho
todo lo que hice. ¿No será el Mesías?”. Su testimonio suscita en otros el
atractivo por Cristo y hace que entren en la órbita de Cristo. De esa
manera acaban también ellos experimentando la salvación: “Ya no creemos por
lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es
verdaderamente el Salvador del mundo”. ¿Será tan difícil que cada uno de
nosotros dé testimonio de lo que Cristo ha hecho en su vida?
Para ver la Reflexión completa de las Lecturas
de la Liturgia de este domingo (Primera Lectura, Segunda Lectura, Evangelio
y el Salmo) pinchar este link: (Enlace): PALABRA DE DIOS
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ANTÍFONA
DE ENTRADA Sal 24, 15-16
Mis
ojos están siempre fijos en el Señor, porque él sacará mis pies de la
trampa. Mírame, Señor, y ten piedad de mí, porque estoy solo y afligido.
O
bien: Ez 36, 23-26
Cuando
manifieste mi santidad en medio de ustedes, los congregaré de todos los
países de la tierra: derramaré sobre ustedes el agua que purifica, serán
lavados de todas sus manchas y pondré en ustedes un espíritu nuevo, dice el
Señor.
ACTO PENITENCIAL
·
Tú realmente estás entre
nosotros, Señor, ten piedad.
·
Tú nos amaste cuando éramos
pecadores. Cristo, ten piedad.
·
Tú nos ofreces el manantial que
brota hasta la vida eterna. Señor ten piedad.
No se
dice Gloria
ORACIÓN
COLECTA
Dios
de misericordia y origen de todo bien, que en el ayuno, la oración y la
limosna nos muestras el remedio del pecado, mira con agrado el
reconocimiento ce nuestra pequeñez, para que seamos aliviados por tu
misericordia quienes nos humillamos interiormente. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA
LECTURA Éx 17, 1-7
Israel
pasa de la esclavitud de Egipto a la esclavitud del hambre y la sed en el
desierto. ¿Está Dios con su pueblo? Si no estuviera, no habría agua ni
maná. Dios no falla ni abandona.
Lectura del libro del Éxodo.
Toda
la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió
avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en
Refidim, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y
le dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió:
“¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?”. El pueblo, torturado por
la sed, protestó contra Moisés diciendo: “¿Para qué nos hiciste salir de
Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y
nuestro ganado?”. Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: “¿Cómo tengo que
comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?”.
El Señor respondió a Moisés: “Pasa delante del pueblo, acompañado de
algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste
las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca,
en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el
pueblo”. Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel. Aquel
lugar recibió el nombre de Masá –que significa “Provocación”– y de Meribá
–que significa “Querella”– a causa de la acusación de los israelitas, y
porque ellos provocaron al Señor, diciendo: “¿El Señor está realmente entre
nosotros, o no?”.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 94, 1-2. 6-9
R. Cuando escuchen la voz del Señor, no
endurezcan el corazón.
¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos
hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos
creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor: “No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y
provocaron, aunque habían visto mis obras”. R.
SEGUNDA
LECTURA Rom 5, 1-2. 5-8
Por
la fe recobramos la paz con Dios en Cristo Jesús, quien murió por nosotros
cuando éramos todavía enemigos suyos por el pecado, abriéndonos las puertas
a la gloria de Dios.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Roma.
Hermanos:
Justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que
estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de
Dios. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles, Cristo, en el tiempo
señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé
su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un
bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por
nosotros cuando todavía éramos pecadores. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN
Jn 4, 42. 15
Señor,
tú eres verdaderamente el Salvador del mundo; dame agua viva para que no
tenga más sed.
EVANGELIO
Jn 4, 5-42
Jesús
busca y acoge a samaritanos, paganos y pecadores. La Iglesia traiciona a
Cristo cuando se cierra en sus documentos y en sus esplendorosos templos, y
no sale a evangelizar a las gentes.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan.
Jesús
llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob
había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús,
fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del
mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de
beber”. Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La
samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a
mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los
samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te dice: «Dame de beber» tú misma se lo hubieras pedido, y él te
habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el
agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más
grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió,
lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba
de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le
daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá
en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la
mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta
aquí a sacarla”. Jesús le respondió: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí”.
La mujer respondió: “No tengo marido”. Jesús continuó: “Tienes razón al
decir que no tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes
no es tu marido; en eso has dicho la verdad”. La mujer le dijo: “Señor, veo
que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes
dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”. Jesús le respondió:
“Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén
ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros
adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la
hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán
al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere
el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y
en verdad”. La mujer le dijo: “Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe
venir. Cuando él venga, nos anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy yo,
el que habla contigo”. En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron
sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le
preguntó: “¿Qué quieres de ella?” o “¿Por qué hablas con ella?”. La mujer,
dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: “Vengan a
ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?”.
Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los
discípulos le insistían a Jesús, diciendo: “Come, Maestro”. Pero él les
dijo: “Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen”. Los
discípulos se preguntaban entre sí: “¿Alguien le habrá traído de comer?”.
Jesús les respondió: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquel que me envió
y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la
cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están
madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano
para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una
misma alegría. Porque en esto se cumple el proverbio: “Uno siembra y otro
cosecha”. Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros
han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos”. Muchos
samaritanos de esa ciudad habían creído en él por la palabra de la mujer,
que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que hice”. Por eso, cuando los
samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él
permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra.
Y decían a la mujer: “Ya no creernos por lo que tú has dicho; nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del
mundo”.
Palabra del Señor.
O más breve: † Jn 4, 5-15. 19-26. 39. 40-42
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan.
Jesús
llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob
había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús,
fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del
mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de
beber». Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La
samaritana le respondió: “¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a
mí, que soy samaritana?”. Los judíos, en efecto, no se trataban con los
samaritanos. Jesús le respondió: “Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te dice: “Dame de beber” tú misma se lo hubieras pedido, y él te
habría dado agua viva”. “Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el
agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más
grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió,
lo mismo que sus hijos y sus animales?”. Jesús le respondió: “El que beba
de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le
daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá
en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la
mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta
aquí a sacarla”. Después agregó: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros
padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde
se debe adorar”. Jesús le respondió: “Créeme, mujer, llega la hora en que
ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes
adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la
salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en
que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los
que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”. La mujer le dijo: “Yo
sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos
anunciará todo”. Jesús le respondió: “Soy yo, el que habla contigo”. Muchos
samaritanos de esta ciudad habían creído en él. Por eso, cuando los
samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él
permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra.
Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros
mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del
mundo”.
Palabra del Señor.
Se
dice el Credo
ORACIÓN
DE LOS FIELES
A cada intención, pedimos: Danos hambre y sed de
la vida verdadera.
·
Por los misioneros: para que
experimenten la alegría de derramar el amor de Dios en los corazones de los
hombres. Oremos.
·
Por los países ricos: para que
ayuden con generosidad a los países pobres. Oremos.
·
Por los que no conocen el don
de Dios: para que descubran a Jesucristo, manantial de agua viva. Oremos.
·
Por nuestra Iglesia diocesana y
parroquial: para que sea testigo de la esperanza y del amor de Dios.
Oremos.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
por este sacrificio concédenos que así como te pedimos perdón por nuestros
pecados, perdonemos las faltas de nuestros hermanos. Por Jesucristo nuestro
Señor.
PREFACIO
LA
SAMARITANA
V/.
El Señor esté con ustedes.
R/.
Y con tu espíritu.
V/.
Levantemos el corazón.
R/.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/.
Es justo y necesario.
Realmente
es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y
en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por
Jesucristo, Señor nuestro. El cual, al pedir a la samaritana que le diera
de beber, ya le había comunicado el don de la fe, y de tal modo tuvo sed de
esa fe de ella que la abrasó con el fuego del divino amor. Por eso, te
damos gracias y proclamamos tu grandeza cantando con los ángeles:
Santo, santo, santo...
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN Jn 4, 13-14
Dice
el Señor, el que beba del agua que yo le daré, dice el Señor, esa agua se
convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre,
alimentados en la tierra con el pan del cielo, anticipo de la eterna
salvación, te suplicamos que lleves a su plenitud el misterio que se
realiza en nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor.
|
REFLEXIÓN
BÍBLICA
|
“Dame de beber”
Jn 4, 5-42
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. JESÚS,
FATIGADO DEL CAMINO, SE SENTÓ, SIN MÁS JUNTO AL POZO
Jesús retornando a Galilea, al atravesar por
Samaría, llega a una ciudad llamada Sicar, próxima a las tierras que dio
Jacob a José, su hijo, donde estaba el pozo de Jacob. José, antes de morir,
pidió que, cuando Dios liberase a su pueblo de Egipto, llevasen con ellos
sus restos (Gen 50:24-26), lo cual cumplieron los suyos, y sus restos
“fueron enterrados en Siquem” (Jos 24:32). Una tradición que llega a
Eusebio de Cesárea (Escritor y prelado cristiano griego. fue elegido obispo
de Cesárea en el año 313) muestra allí la tumba de José. El evangelista
señala con igual precisión que en estas tierras estaba el “pozo de Jacob.”
La Escritura recuerda varios pozos excavados por este patriarca (Gen
26:18.32). Una fuente o un pozo en Oriente es un tesoro.
Jesús, fatigado del camino, se sentó, sin más
junto al pozo. Una larga caminata bajo el sol palestino debe ser agotadora.
Se dice que en esos lugares, se suele caminar con el alba para defenderse
del excesivo calor. A Juan le gusta
acusar este aspecto humano de Cristo, creo que a nosotros también.
Nuevamente san Juan, por la precisión que hace, parece acusarse como un
testigo presencial, era la hora del medio día.
Fue sobre esta hora del mediodía cuando llega al
pozo “una mujer de Samaría”, ella viene “a sacar agua.” San
Juan justificará poco después que Cristo no tenía con qué sacar agua y los
discípulos habían ido a la ciudad más próxima “a comprar alimentos.
2. JESÚS
LE DICE: DAME DE BEBER.
Estaba, pues, a obsequio de aquella mujer el
calmar de su sed. El evangelista quiere destacar, en la misma narración
literaria, un simbolismo maravilloso que palpita en toda la escena, una
mujer samaritana aparece en este momento como la que puede calmar a Cristo
la sed del cuerpo, ignorando que también Él le calmará a ella su sed del
alma, cuando ella le calme a él su sed de Salvador.
Así es como a la llegada de esta “mujer
de Samaría”, que venía a sacar agua de un pozo, Cristo, Jesús,
verdaderamente sediento de sed física, le pide a aquella mujer que le saque
agua para beber, pues Él no tenía con qué. Es algo que a nadie se niega, no
obstante, por el tono de extrañeza que va a usar con él la Samaritana,
indica la sorpresa de dirigirse un judío diciendo, ¿Cómo tú, siendo judío, me
pides de beber a mí, mujer samaritana?, esto lo explica más
adelante Juan al relatar “porque lo judíos no se tratan con los
samaritanos”. En ese sentido tiene un gran valor la actitud de esta
mujer samaritana, lo mismo que toda la escena de bondad y enseñanza
salvadora que Cristo tiene con ella.
3. EL
“AGUA VIVA” DE LA “FUENTE
Pero Jesús, que no venía tanto a pedir como a
dar, va al objetivo de su misión salvadora, diciéndole: “Si
conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘Dame de beber’ tú misma
se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva”. El “don de
Dios” aquí es el don expresado por el “agua viva,” El “agua viva,” como
imagen, es el agua de la fuente, a diferencia de las aguas estancadas o
quietas de cisternas o pantanos (Jer 2:13). Es agua con nacimiento, con
energía: con “vida.” Ante esta manifestación de Cristo, los papeles se
cambian, y el que pide, pide también ser pedido; y el que suplica agua,
ofrece a su vez “agua viva.”
Ella le dijo: “Señor, no tienes nada para
sacar el agua y el pozo es profundo”. La mujer aquella, demasiado
humana, recibe un primer golpe de sorpresa, no niega el encontrarse ante
algo que, porque ella no lo alcance, no sea verdad. Acaso piensa en algún
tipo de agua mágica, misteriosa, o en un procedimiento, milagroso o mágico,
con que poder sacar de aquel pozo “profundo” el “agua
viva” de la “fuente,” que mana en su fondo. Por eso le dice, extrañada,
que, siendo el pozo profundo y no teniendo él con que sacarla, “¿De
dónde sacas esa agua viva?” Pero, no obstante esto, algo queda en
ella que le deja presentir cosa insólita. “¿Eres acaso más grande que
nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo donde él bebió, lo mismo que
sus hijos y sus animales?” Esta contraposición con Jacob dice bien
de aquel algo de misterioso presentimiento que ve en aquel excepcional
judío que está junto a ella.
Pero Cristo no le responde directamente a su
objeción, en su enseñanza hará ver que Él es superior al poder de los
patriarcas. Porque: “El que beba de esta agua tendrá
nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá
a tener sed. El agua que Yo le daré se convertirá en el manantial que
brotará hasta la Vida eterna”.
4. “VE,
LLAMA A TU MARIDO Y VUELVE AQUÍ”
La Samaritana, al llegar a este punto, debe de
tomar todo aquello como una cosa fantástica. Ni lo comprende, ni le
interesa interrogar más sobre ello, ni sabría seguir por aquel camino y lo
entiende en su sentido material, y, con un tono irónico, le pide que le dé
de esa agua prodigiosa para que no tenga sed ni tenga necesidad de volver a
sacarla de este pozo que les dio Jacob diciéndole: “Señor, le dijo la mujer,
dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a
sacarla”. Aquella mujer estaba derramando aquella “agua
viva” que le estaba ofreciendo el que tenía sed de salvarla. Pero
un golpe certero a su conciencia la haría comprender mejor quién era el que
le hablaba y qué es lo que quería decirle.
Entonces le dice Jesús: “Ve, llama a tu marido y vuelve aquí” La mujer respondió: “No
tengo marido”. No le costó nada a aquella mujer disimular su
situación marital, diciéndole que no tenía marido. Pero el Señor leía en lo
más profundo del alma. Y la pregunta no iba sin intención estratégica. No
es que la hubiese mandado ir por su marido, que ella que lo trajese a su
presencia; ni trataba Cristo de afrentar a la que venía a salvar. Era
evocarle aquel “marido” al juicio de su conciencia, pues ante él iba a
escuchar muy en breve la condena de su vida quizás irregular. Su respuesta:
“No
tengo marido,” era tan verdadera como podía ser hábil, y era
ambigua. Porque podría ser que no lo tuviese por celibato, por viudez o por
repudio.
Jesús, le puso delante, como testimonio de su
lectura del corazón, la vida irregular que llevaba. Porque había tenido
cinco maridos, y el que ahora estaba con ella no era su marido legítimo.
¿Lo habían sido los otros? La contraposición que parecería establecerse
entre este “marido” y los otros, como se verá, no es de gran fuerza. Aunque
podrían algunos haberse muertos y otros haberla repudiada, resulta poco
verosímil, conforme al ambiente, el que una mujer se hubiese desposado,
sucesiva y legítimamente, con cinco maridos.
5. “SEÑOR,
VEO QUE ERES PROFETA
Pero al discernir toda esta serie minuciosa de
maridos, legítimos o ilegítimos, lleva a la Samaritana a ver en Cristo, lo
que él buscaba, un hombre de Dios: “Señor, veo que eres profeta”.
No dice “el Profeta esperado” (Jn 1:21.25; 6:14), y que para el pueblo
venía a ser sinónimo del Mesías, pero sí un “profeta de Dios,” puesto que
sondea su corazón. Más, al llegar a este punto, la samaritana aprovecha
aquella oportunidad, o para plantearle una cuestión religiosa que afectaba
a samaritanos y judíos: “Nuestros padres adoraron en esta montaña, y
ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar”.
Cristo a nada de esto había de responder porque
era El precisamente el profeta en el que se cumplían las profecías. Y,
puesto que la Samaritana recurre a Él como a profeta, la invita a “creer”
en su palabra. Llega la “hora,” y es ésta — la hora mesiánica que El
inaugura —, en la que no se adorará a Dios, al Padre, solo con la
exclusividad de Jerusalén o de este monte diciéndole: “Créeme, mujer llega la hora
en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre”
Y dice el señor: “Ustedes adoran lo que no
conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de
los judíos.” Jesús en un pequeño paréntesis previo advierte que la
dogmática judía es la verdadera, y no la samaritana. Estos “adoran lo que
no conocen.” Los samaritanos, al no aceptar como fuente de revelación nada
más que el Pentateuco y rechazar el resto de los libros santos, mutilaban e
interrumpían la revelación. Los samaritanos negaban incluso una creencia
tan fundamental como es la resurrección de los muertos. En cambio, los
judíos “adoramos lo que conocemos, porque la salud viene de los judíos.” A
ellos fueron hechas las promesas proféticas; ellos tenían la revelación en
el canon de las Escrituras; tenían el legítimo templo y el culto, y de
ellos saldría el Mesías (Rom 9:4-5; cf. 3:1ss).
6. DIOS
ES ESPÍRITU, Y LOS QUE LO ADORAN DEBEN HACERLO EN ESPÍRITU Y EN VERDAD”.
Le añade Jesús a la Samaritana; “Dios
es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.
Es la hora en que hay que adorar al Padre “en espíritu y en verdad.” Esto
hace ver que el sentido de las palabras de Cristo es más profundo. Y la
razón es que “Dios es espíritu.” “Dios es luz” (1 Jn 1:5) o “Dios es
amor” (Jn 4:8), en cuanto expresa que ilumina al hombre en la verdad, o en
cuanto su acción nace del amor e impulsa el amor al hombre. En esta línea, “Dios
es espíritu” en cuanto infunde en el hombre el Espíritu (Rom 8:26).
Por eso, por “ser espíritu,” en el sentido como lo dice aquí San Juan, es
por lo que hay que “adorarlo en espíritu y en verdad.”
¿Cuál es el sentido de esta frase?, es el
espíritu que hace nacer a la vida divina (Jn 3:5). Así, éste será movido y
hecho “en Espíritu,” al ser movido por el Espíritu Santo. Y “en verdad,”
porque es el único que responde a la plena revelación que Dios hace de sí
mismo — el Padre — en Cristo (1 Jn 4:6; 3 Jn 3). Así sería: los verdaderos
adoradores son los que rinden culto al Padre creyendo la revelación de
Cristo y movidos por el Espíritu Santo. “Esos son los adoradores que quiere
el Padre”.
Es la especial providencia de Dios en los días
mesiánicos. No es este adorar a Dios “en espíritu y en verdad” un simple
querer o un simple deseo humano. Estas iniciativas vienen siempre de Dios.
Pues “nadie puede venir a mí si el Padre no lo trae” (Jn 6:44; 15:16; 1 Jn
4:10).
7. “SOY
YO, EL QUE HABLA CONTIGO”.
Lo qué no sospechaba la Samaritana es que hubiese
venido ya el Mesías, ni que estuviese ya enseñando “todas las cosas” que
ellos esperaban saber, entonces ella le dice a Jesús: “Yo sé que el Mesías, llamado
Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo”. Jesús le
respondió: “Soy Yo, el que habla contigo”. Solemne y abiertamente
Cristo se proclama el Mesías ante aquella mujer samaritana.
Algo que llama la atención, en los Evangelios
sinópticos, cuando le aclaman Mesías, les manda callar, e incluso lo
preceptúa (Mc 8:30 par.), y El mismo lo evita (Jn 6:15), y, en cambio, aquí
El mismo se proclama el Mesías. ¿Por qué hizo el Señor esto con ella?
Nuevamente nos queda la profunda convicción, Jesús traspasa con su mirada a
los hombres, el ve en nuestros corazones, Él se da cuenta que la mujer está
preparada para oír eso de Él, y se lo revela con más claridad que al mismo
Nicodemo o a los miembros del Sanedrín. Le está revelando a la samaritana
claramente su mesianidad y veladamente su divinidad.
Dios habla y la samaritana acepta con fe la palabra de Jesús. Cuándo
Él nos habla, ¿Cómo la recibimos nosotros?
8. “VENGAN
A VER A UN HOMBRE QUE ME HA DICHO TODO LO QUE HICE. ¿NO SERÁ EL MESÍAS?”
Sus discípulos y quedaron sorprendidos al verlo
hablar con una mujer. Al llegar a este punto de la conversación, regresaron
los discípulos de comprar provisiones de la ciudad, probablemente Sicar. Al
encontrarse con que Cristo “hablaba con una mujer,” quedaron
sorprendidos, ya que en las costumbres judías rabínicas era un tema muy
repetido la prohibición de hablar en público un hombre con una mujer.
A esta extrañeza profunda, nacida de costumbres y
exageraciones rabínicas, se sobrepuso en los discípulos la majestad de
Cristo. Nadie se atrevió a preguntarle sobre: “Qué quieres de ella?” o
“,Por qué hablas con ella?”, suponiendo que necesitara alguna cosa.
La Samaritana, con el alma fuertemente
conmocionada, “dejó su cántaro” y fue, corriendo sin duda a su ciudad y
dijo a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No
será el Mesías?”. La conmoción que debió llevar la Samaritana fue
tal, que, a pesar de su vida irregular, logró convencer a los suyos y vinieron a ver a Cristo.
9. “YO
TENGO PARA COMER UN ALIMENTO QUE USTEDES NO CONOCEN”.
En el intervalo de la partida de la Samaritana y
la llegada de los samaritanos de Sicar, el evangelista presenta una
conversación de Cristo con sus discípulos. Estos, que estaban guardando un
profundo respeto ante Cristo, intervienen para rogarle reiteradamente que
comiese.
Este intervenir ellos para que coma supone en El una
fuerte emoción, como lo confirmará el resto del relato. Cuando pidió agua
para beber, es que tenía sed verdadera, pues se sentó “fatigado.” Pero
ahora, cuando el cansancio debe ser reparado por la comida, ante la
invitación instante de los discípulos, les dice que no necesita aquel
ofrecimiento que le hacen, pues: “Yo tengo para comer un alimento que
ustedes no conocen”. El evangelista consigna la reacción ingenua de
los discípulos, en la misma línea psicológica de los sinópticos, que lo
creyeron, y se preguntaban entre sí si alguien le había traído de comer. Al
murmullo de esta inquietud de los discípulos, Cristo les dice en qué
consiste esa comida: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquél
que me envió y llevar a cabo su obra.”
El alma humana de Cristo tenía todas las rectas
emociones humanas. Una emoción profunda fácilmente amortigua la necesidad
del alimento corporal. Esto es lo que, probablemente, sucede aquí a Cristo.
Su misión es salvar almas. El contacto misionero dé Cristo con esta alma
produjo tal emoción en la suya, que ésta repercutiendo en su organismo,
amortigua la necesidad de restaurar su “fatiga” por el alimento corporal.
En otras ocasiones narra el Evangelio cómo la atención a cumplir su misión
no le dejaba ni tiempo para atender a su comida (Mc 3:20). La misión de
Cristo, y en cuya ocupación se sumerge su alma, “es hacer la voluntad de
Aquél que me envió y llevar acabo su obra.” Es la “voluntad” salvífica de
los hombres (Jn 3:17; 6:39ss) y la “obra” que el Padre confió al Hijo (Jn
17:4). Este final va a llevar a Cristo a exponer una doctrina maravillosa
sobre la unidad de la obra apostólica y sobre la función de los apóstoles
misioneros. Es la doctrina del Cuerpo místico en el apostolado.
10. LEVANTEN
LOS OJOS Y MIREN LOS CAMPOS
En Señor les manda alzar los ojos y que “vean”
los campos ya “blancos,” maduros para la siega. (En Palestina, por efecto
de la sequía y del excesivo calor, las cosechas tienen un color blanco
–plateado lo que en otros lugares es dorado). Es parte de la pedagogía de
Cristo, como se ve en esta misma conversación con la Samaritana: gusta
elevarse en su enseñanza de los fenómenos de la naturaleza a enseñanzas
religiosas.
“Uno siembra y otro cosecha” le dice el Señor. Entre la siembra y
la siega han de pasar algunos meses. Antes de esto, la mies no madura; y
antes hace falta sembrarla. Sembrador y segador son necesarios para
obtenerla. Jesús les dice: “Yo los envié a cosechar adonde ustedes
no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus
esfuerzos”, para que no se olviden que otros los sembraron y
cultivaron antes. ¿Quién preparó este trabajo del que han de aprovecharse
los apóstoles? Eran Moisés, la Ley, los Profetas, toda la vida religiosa
del A.T. los que habían preparado el campo “sembrado” — lo que ellos ahora
iban a recoger, “segar” —. Recoger, que era también “sembrar” la buena
nueva, pero ya preparado el campo para ella por toda la anterior
preparación paleo testamentaria.
Por eso, esta obra de apostolado no se ha de
valorar por la sola cosecha actual, puesto que ésta no rendiría si antes no
hubiese tenido la preparación de la “siembra.” Y así, el “que
siega recibe su salario y recoge el fruto para la vida eterna.” Por
todo ello, el que “siega” que se alegre. Pero que sepa que “de igual
manera,” “también” se va a alegrar el “sembrador” por su “salario” y por la
parte que le corresponde en este “fruto” que ahora ingresa en el reino. El
apóstol de Cristo no puede olvidarse de esto; será para él una actitud de
modestia, y también de esperanza, cuando a él le toque la vez de ser
sembrador. No hay más que un campo a fructificar, y no hay más que un
esfuerzo único conjunto. El apóstol es miembro de un Cuerpo místico de
apóstoles.
11. SABEMOS
QUE ÉL ES VERDADERAMENTE EL SALVADOR DEL MUNDO
La Samaritana, regenerada, convertida, es tan
sincera que no repara en aducir la penetración de su vida descubierta como
prueba de la grandeza del Mesías que encontró. “¿No será el Mesías?”.
Esta interrogación que hace no es falta de fe. La mejor prueba de que la
Samaritana estaba convencida es que ella supo persuadir. Pues sólo por la
palabra de ella salieron de la ciudad y se acercaron a Jesús.
Relata san Juan que “Muchos samaritanos de esa
ciudad habían creído en Él por la palabra de la mujer, que atestiguaba: “Me
ha dicho todo lo que hice”. Por eso, cuando los samaritanos se
acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y Él permaneció
allí dos días. Muchos más creyeron en Él, a causa de su palabra. Y decían a
la mujer: “Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos
oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo”,
Estos samaritanos reconocen a Cristo como el
verdadero “Salvador del mundo.” Este título de “Salvador” estaba muy
divulgado entre los paganos. No deja de extrañar la universalidad de este
título aquí en boca de los samaritanos. La Samaritana sólo lo anuncia como
el “Mesías.”
Después de pasar “dos días” de apostolado
fructífero entre los samaritanos de Sicar, Jesús continuó su camino para
Galilea.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant
III Domingo de Cuaresma Ciclo “A”
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PARA LA LECTIO DIVINA (3)
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"TENGO SED",
SED DE TI, DE TU SALVACIÓN, DE TU AMOR”.
A lo largo del fatigoso camino de la vida siempre podemos decir:
"En estos días el pueblo padece sed". El hombre, hecho para lo
infinito, es atormentado por la árida grandeza que le rodea y no le sacia,
y percibe, sediento, la necesidad de una agua viva que le hidrate y
regenere, que le vivifique y haga fecundo el sentido de sus días. Jesús,
caminante divino por las rutas de la humanidad, ha querido compartir
nuestra sed para hacernos conscientes de que la sed de un amor eterno e
ilimitado nos asedia y nos inquieta y que de nada vale querer ignorarla o
aplacarla con multitud de amores humanos. Sólo él puede verter en nuestros
corazones la fuente que brota para la vida eterna, el Espíritu Santo,
alegría inagotable de Dios. Pero, antes, Jesús debe cansarse, y mucho, para
desenmascarar nuestra falsa sed, por la que cada día estamos dispuestos a
recorrer tan largo camino llevando sobre nuestras espaldas cántaros
pesados. Desde hace cuántos días y años nuestra pobre humanidad está
sedienta, siempre un poco "samaritana de cinco maridos". Y, sin
embargo, el Señor hace que todo concurra para nuestro bien: llegará
ciertamente a cada uno su inolvidable mediodía de sol, en el que nuestro
tortuoso trayecto se cruzará con el suyo, allí donde siempre nos espera, a
la hora de sexta, pendiente de la cruz de su eterno sitio: "Tengo
sed", sed de ti, de tu salvación, de tu amor.
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ORACION (3)
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Espéranos, Señor, junto al pozo del pacto, en la
hora providencial que a cada uno le toca. Preséntate, inicia tú el diálogo,
tú mendigo rico de la única agua viva. Aléjanos, poco a poco, de tantos
deseos, de tantos amores efímeros que todavía nos distraen. Disipa la indiferencia,
los prejuicios, las dudas y los temores; libera la fe. Ahonda en nosotros
el vacío para que lo llenes de deseo. Ensancha nuestro corazón, inflámalo
de esperanza. Da un nombre a esta sed que nos abrasa interiormente y que no
sabemos llamarla con su verdadero nombre. Haz que nos adentremos en
nosotros mismos, hasta el centro más secreto donde sólo llegas tú.
A través de las duras piedras del orgullo, entre
el fango de los falsos compromisos, por la arena de los rechazos, abre tú
mismo un acceso a tu Santo Espíritu.
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SANTORAL (4)
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SANTA LUISA DE MARILLAC 1591-1660
Santa Luisa, nacida el año 1591, era hija de
una familia noble. Huérfana de madre muy pronto, su padre le proporcionó
una formación extraordinaria en todas las ramas del saber. Era también
sumamente piadosa y ejemplar.
A los quince años quiso entrar en un convento
de capuchinas, pero la disuadieron por su delicada salud. Muere entonces su
padre, y a instancias de sus parientes se casó con el señor Le Gras. Se lee
en el proceso de beatificación: "Fue un dechado de esposa cristiana.
Con su bondad y dulzura logró ablandar a su marido, que era de carácter
poco llevadero, dando el ejemplo de un matrimonio ideal en que todo era
común, hasta la oración".
Tuvieron un hijo al que Luisa le tenía un amor
sin límites. Esta experiencia maternal le serviría mucho para la futura
fundación. Quedó viuda a los treinta y cuatro años. El señor Le Gras murió
santamente en sus brazos. Desde entonces decidió entregarse totalmente a
Dios y a las buenas obras.
Francia estaba enredada en guerras de religión
en el siglo XVI. Pero en el XVII surge con fuerza una pléyade de santos,
que realizan una gran tarea: Francisco de Sales, Juana Francisca, Vicente
de Paúl, Luisa de Marillac.
Luisa se dirigía con Francisco de Sales, que la
encaminó a Vicente de Paúl. Vicente había empezado ya sus ingentes obras de
misericordia, como las Caridades, asociaciones al servicio de los pobres.
Luisa pondrá en ellas el toque maternal y femenino, todo su corazón.
Recorría los pueblos, reanimaba las cofradías, visitaba a los enfermos y
todo quedaba renovado.
Hacían falta más brazos para atender a tantas
necesidades. La miseria imperaba en ciertas regiones, donde, según informe
al Parlamento "los aldeanos se ven obligados a pacer la hierba a
manera de las bestias".
Vicente y Luisa no descansan. Amplían su radio
de acción. Otras muchas jóvenes se unen a Luisa para atender a tantos necesitados.
Después de un tiempo de noviciado, Luisa y sus compañeras pronuncian sus
votos, en la fiesta de la Anunciación de 1634, fecha en que luego renovarán
sus votos en todo el mundo las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
A partir de entonces la bola de nieve se
convierte en alud arrollador. Se multiplican las obras en favor de
"sus señores los pobres", como gusta llamarlos. Visitas a
hospitales. Acogida de niños expósitos. Atención a las regiones en guerra.
Se extienden a Flandes y Polonia, y luego a todo el mundo. Asilos para
pobres. Establecimientos para locos y enfermos mentales. No hay dolencia
sin remedio para Luisa y sus compañeras.
A principios de 1655 quedaba canónicamente
erigida la Congregación de las Hijas de la Caridad. San Vicente les leyó
las Reglas y les dijo: "De hoy en adelante, llevaréis el nombre de
Hijas de la Caridad. Conservad este título, que es el más hermoso que
podéis tener". Contrariamente a lo que ha ocurrido a otras
comunidades, también nacidas para atender a los pobres, las Hijas de la
Caridad han permanecido fieles a su carisma.
La actividad desarrollada por Santa Luisa era
sobrehumana, a pesar de su débil constitución. Cayó agotada en el surco del
trabajo el 15 de marzo de 1660. Vicente, también enfermo, no pudo acompañarla
a la hora de la muerte. Le envió este recado: "Usted va delante,
pronto la volveré a ver en el cielo". Vicente, cargado de buenas
obras, no tardaría en acompañarla.
Los venerables restos de Santa Luisa de
Marillac reposan en París, en la casa madre de la Congregación, en la misma
capilla de las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa a Santa
Catalina Labouré.
El papa Juan XXIII la proclamó en 1960 santa
patrona de los asistentes sociales.
Una de las pocas cosas que preocuparon a Luisa
fue el bienestar espiritual de su único hijo, Miguel. Su biógrafo dice:
«Pese a todas sus ocupaciones, nunca lo olvidó.»
¿Podrían nuestras familias decir lo mismo
respecto a nosotros? Es demasiado fácil olvidarse de los que tenemos más
próximos cuando estamos presionados por el tiempo. Santa Luisa podría haber
tenido razones legítimas para permitir que su hijo adulto se las arreglase
por sí mismo, pero no lo hizo. El permaneció próximo a su corazón, y en su
lecho de muerte, una de las últimas acciones de Luisa fue bendecirlo a él,
a su esposa y a su nieto.
Por atareados que lleguemos a estar, no
olvidemos el ejemplo de Santa Luisa. Aunque trabajemos para traer
bendiciones a otros, recordemos también ser una bendición para nuestra
propia familia.
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FUENTES DE LA PAGINA
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enviada por Pedro S. A. Donoso Brant ocds, desde Santiago de Chile, como un
servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor Jesucristo y por la Iglesia.
Les ruego su oración, para que pueda mantenerse este servicio y subsidio,
dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.
Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo
“Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario
de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o
Biblia de Jerusalén (SBJ),
(3)
Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio
Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de
Santa M. Magdalena ocd,
(4) Santoral preparado por la Parroquia de la
Sagrada Familia de Vigo.
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