MISA DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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13-03-2021
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Edición N.º MD
8.194
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LITURGIA DE LAS HORAS
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SABADO
TERCERA SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 102, 2-3
Bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides
sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias.
ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, nos alegremos por la
celebración anual de la Cuaresma, te pedimos participando del misterio
pascual, podamos gozar plenamente de sus frutos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA Os 6, 1-6
Lectura
de la profecía de Oseas.
“Vengan, volvamos al Señor: Él nos ha
desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas.
Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y
viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición
es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia
de primavera que riega la tierra”. ¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré
contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el
rocío que pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los
profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá
como la luz. Porque Yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios
más que holocaustos.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: “Quiero
misericordia y no sacrificios”. Oseas recoge aquí una celebración
penitencial del pueblo. Pero el pueblo no busca la conversión sincera, sino
que el Señor los libre de un peligro inminente de invasión y les solucione
los problemas “en dos días”, para luego volver a “las viejas andanzas”.
Y eso no tiene valor.
El Señor no puede aceptar una oración y unos holocaustos faltos de
contenido interior. No, el Señor no acepta “coimas”. La conversión a la que
el pueblo alude es interesada y se apoya en el mérito de un ejercicio
ritual que no tiene valor, porque le falta la obra de caridad y de justicia
con el prójimo. El Señor no acepta una religión que carece de ética, ya que
él prefiere la misericordia a los sacrificios.
SALMO Sal 50, 3-4. 18-21
R. El
Señor quiere amor y no sacrificios.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por
tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y
purifícame de mi pecado! R.
Los sacrificios no te satisfacen; si
ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu
contrito, Tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás los sacrificios
rituales: las oblaciones y los holocaustos. R.
VERSÍCULO Cf. Sal 94, 8. 7
No endurezcan su corazón, sino escuchen la
voz del Señor.
EVANGELIO Lc 18, 9-14
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Refiriéndose a algunos que se tenían por
justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres
subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El
fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como
los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como
ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas
mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se
animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el
pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador! Les
aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero.
Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será
elevado.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: “Todo el
que se enaltece será humillado y todo el que se humilla será enaltecido”.
Para alcanzar una genuina relación con el Señor, no podemos equivocar el
punto de partida: todo es obra del amor del Señor. Él es quien nos busca,
nos mueve y nos envuelve hasta estrecharse con nosotros. Por eso, el
fariseo que se cree incontaminado, está tan lleno de sí mismo, que ya no le
cabe nada ni nadie dentro de sí: el Señor y el prójimo quedan al margen de
su vida. En cambio el publicano, se siente pecador, vacío y necesitado;
abre su corazón de par en par y vuelve repleto del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios nuestro, purificados por tu gracia,
nos acercamos a tus santos misterios, permítenos que al celebrar esta
Eucaristía que nos has dado, podamos rendirte una alabanza perfecta. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Lc 18, 13
El publicano, manteniéndose a distancia, se
golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mí, que soy un
pecador.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Dios misericordioso, venerar
con sincero respeto la santa Eucaristía, que continuamente nos alimenta y
recibirla siempre con profundo espíritu de fe. Por Jesucristo nuestro
Señor.
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REFLEXIÓN BÍBLICA
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Dos
hombres suben al templo a orar. La
soberbia versus la humildad
Lc
18, 9-14
Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
PORQUE TODO EL QUE SE ELEVA SERÁ
HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ELEVADO.
La
finalidad de esta parábola, es enseñar el valor de la oración, pero con una
condición esencial de la misma: la humildad. Es condición esencial, pues
todo el que pide ha de reconocer lo que no tiene. Jesús, según Lucas, dijo
esta parábola “a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los
demás.” En la oración, pues, la actitud humilde es lo que hace a Dios
aceptarla, mientras que la actitud soberbia del que pide con exigencia, más
o menos camuflada, Dios no la escucha. Así termina la parábola con una
sentencia, citada varias veces, pero que insertada aquí comenta el sentido
del intento: “Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se
humilla será elevado.”
Dos
hombres suben al templo a orar. La escena presenta más bien una oración
privada. Uno fariseo: soberbio, engreído por la práctica material de la
Ley; despreciador de los demás, por considerarlos pecadores. El fariseo se
consideraba siempre “el justo.” El publicano, al servicio de Roma y
predispuesto a negocios ilícitos, era considerado como gente “pecadora,”
odiada y despreciable.
“El
fariseo, de pie,” La oración de pie era normal. No ora: relata sus
necedades, porque sólo lo que refiere, aunque fuese verdad, no evitaba el
orgullo. Además alega obras de supererogación. Ayuna “dos veces” por
semana. No había más obligación que el ayuno anual del día de Kippur, en el
del mes de abril. Pero los fariseos ayunaban los días segundo y quinto de
la semana. Pagaba, además, el diezmo de todo lo que vendía o adquiría.
"¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!" La oración del publicano,
por su humildad, por reconocer lo que era ante Dios, pecador, sin levantar
los ojos ni las manos al cielo, como era normal, y pedirle misericordia,
era válida y adecuada. En cambio, la exhibición del fariseo, que alegaba
ante Dios sus obras como si fuesen suyas, Infunde soberbia, vanidad y
presunción en su complacencia, no le trajo la “justificación,” que es el
único término que aquí se compara No le justifican sus obras solas.
2.
LA SOBERBIA
La
parábola que expone Jesús, nos presenta dos posiciones opuestas del hombre
frente a Dios, una es simbolizada por el fariseo, “la soberbia”.
Hablamos
de soberbia y nos referimos a una actitud de arrogancia, y los soberbios se
auto califican en sus hechos de grandiosos, magníficos, o estupendos, y
disfrutan placenteramente en la contemplación de sus cualidades propias,
con menosprecio a los demás.
El
soberbio es orgulloso, se cree superior, por lo que trata de forma
despectiva y desconsiderada a los demás, es decir es altanero, con actitud
despreciativa hacia los demás en palabras, gestos y miradas. Además es
vanidoso, aparenta lo que no es, todo lo que hace es una actuación para
quedar bien, a costa de todo incluso de la verdad.
El
soberbio no trepida y no tiene vergüenza para hacerse dueño de los meritos
que no le corresponden, se apropia del éxito ajeno, y acomoda y adapta las
cosas para sacar provecho de las iniciativas que no le pertenecen. Además
pone todo su esfuerzo para vanagloriarse y presumir llamado la atención y arrogarse
ventajas y beneficios, incluso derechos especiales que no goza todo el
mundo.
El
soberbio es aquel que desea imponer su propio juicio y gusto personal. Pero
aún más, él quiere a toda costa que todos aprueben, acepten y apoyen sus
opiniones, sus gustos e iniciativas, pero sin aceptar la de los demás.
Además impone su orgullo, con cierta rebeldía, para que todo se haga como
él quiere, y se molesta y muestra enojo si le contradicen.
El
soberbio mira con malos ojos cualidades y éxitos de otros, entonces es
envidioso y busca desanimar al que va bien, manifiesta su deseo de fracaso
a otro que no es él. Pero además es egoísta, y busca ser el punto central,
interesado solo por sí mismo y sus bienes y cosas.
El
soberbio es desconfiado, sospecha de todo, complica todo lo que puede,
enreda las expresiones de los demás, es burlón e irónico, lastima y
ridiculiza a otros. También su juicio es duro, terco, juzga
despreciativamente al que puede e interpreta siempre mal los actos de las
personas. Además vive cavilando, le da vuelta una y otra vez a las cosas y
complicándola mucho más de lo que es.
El
soberbio es ambicioso, se empeña a toda costa en triunfar, pasa por encima
de cualquiera que se oponga a su éxito, busca todas las formas para
sentirse bien consigo mismo. Es poderoso y mejor que los demás. Es
calculador y para tener beneficios, reflexiona con cuidado y atención si va
a tener perjuicios. Todo lo hace por conveniencia.
3.
LA HUMILDAD
La
otra posición opuesta, simbolizada por el publicano, es la de una profunda
humildad.
La
humildad, es una actitud derivada del conocimiento de las propias
limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo: La humildad permite reconocer
los propios errores. Así es, como el publicano, que con esta actitud de
profunda humildad, hace un reconocimiento sincero de sus faltas, él se mira
interiormente a sí mismo y lo hace con verdad y honestidad, entonces se
sabe pecador, y por lo mismo, se reconoce necesitado del perdón de Dios.
El
sentimiento de humildad del publicano, lo hace abrirse a sí mismo, y busca
apoyarse en la infinita misericordia de Dios, así es como dice: "¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". La suplica es con ahínco.
Somos
humildes, cuando no nos fijamos en los demás y no los juzgamos, sino que
los hacemos a sí mismo.
Finalmente
Jesús, pronuncia una sentencia sobre la actitud de soberbia del fariseo y
la humilde del publicano. El fariseo, llenos de si, se vuelve vacío de
Dios, el publicano, vacío de sí mismo y se ve envuelto por el amor y la
misericordia de Dios. Es decir la oración humilde justifica, es decir, nos
hace aceptables a Dios, y la soberbia nos cierra las puertas de su
misericordia.
Mantengámonos
humildes, Dios nos va a enriquecer con los beneficios de su gracia y de su
amor.
El
Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant
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PARA LA LECTIO DIVINA (3)
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¿QUÉ ES EL HOMBRE SIN DIOS?
Conocer a Dios y
conocerse a sí mismo o, mejor, conocerse a sí mismo en Dios: ése es el
comienzo de la sabiduría y de la verdadera vida. Todos los santos lo han
experimentado. De hecho, ¿qué es el hombre sin Dios? Un soberbio destinado
a la oscura soledad, rodeado de presuntos rivales o de seres juzgados
indignos; en resumidas cuentas, un desesperado pillado en el cepo de su
egoísmo, de su pecado. ¿Qué es el hombre con Dios?
Sigue siendo un
orgulloso, un pecador. Pero sabe que precisamente la experiencia del pecado
puede convertirse en un lugar en el que Dios —el Misericordioso— revela su
rostro.
Vemos, pues, lo
importante que es dejar caer las caretas con las que pretendemos
ocultarnos, sobre todo a nosotros mismos, la pobreza de nuestro ser, la
mezquindad de nuestro corazón, la dureza de nuestros juicios. Uno sólo
puede curarse si se reconoce enfermo, necesitado de salvación. Dios espera
este momento, incluso hasta lo provoca sabiamente con su pedagogía
inconfundible. Todos somos siempre un poco "fariseos", pero a
todos nos brinda Dios poder hacer la experiencia del publicano de la
parábola, lograr una auténtica humildad, la que reconoce que Dios es mayor
que nuestro corazón y que siempre perdona.
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ORACION (3)
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Oh Dios, creador del
cielo y la tierra, el universo entero es lugar de tu presencia, morada de
tu santo nombre. En ti, bajo tu mirada, vivimos, nos movemos y existimos.
Todas nuestras palabras y acciones son oración que sube a tu presencia. La
verdad de nosotros mismos está patente a tus ojos. El temor nos asalta
porque sabemos que nuestro corazón no es puro, que nuestra vida no es
santa, y tratamos de ocultarnos y de despreciar a los demás para
justificarnos a nosotros mismos; pensamos adornarnos con tantas obras que
son pura apariencia. Tratamos, en vano, de buscar una seguridad.
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SANTORAL (4)
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SANTA EUFRASIA 382-412
Santa Eufrasia, más ilustre por su virtud que
por su nobleza, nació en Constantinopla, hacia el 380, en tiempos del
emperador Teodosio el Grande, con quien estaba emparentada. Sus
padres, Antígono y Eufrasia, eran dechado de virtudes en la
corte.
Todo el esmero de la virtuosa madre fue la
educación cristiana de su hija. Le hablaba del amor a Jesucristo, de la
salvación eterna, del horror al pecado, del santo temor de Dios. La niña
Eufrasia aprendió tan bien la lección que a la tierna edad de cinco años
era la admiración de todos.
Perdió a los cinco años a su
padre. Madre e hija marcharon a Egipto buscando un
retiro para dedicarse a Dios el resto de su vida.
Allí encontraron un convento de religiosas de
perpetua clausura de vida muy santa y de mucha austeridad, según el
espíritu eliano. Al convento acudían con
frecuencia madre e hija para aprovecharse del ejemplo de sus virtudes y
para cantar con ellas gozosamente las alabanzas del Señor.
La deliciosa niña, con una inteligencia
superior a su edad, pues apenas tenía diez años, como inspirada por Dios,
decidió quedarse en aquel convento para siempre. Se hincó de rodillas ante
un Crucifijo, lo abrazó tiernamente, y exclamó: "Yo me consagro a Vos
para siempre, dulce Jesús mío. No saldré de este convento, porque no quiero
otro esposo que a Vos".
La madre, deshecha en lágrimas de alegría, al
ver la precoz generosidad de su hija, la abrazó con ternura, y ella misma
ofreció también a Dios aquella inocente víctima. Poco después, la madre,
debilitada por sus muchas austeridades, se durmió en el Señor. Ella y su
esposo están canonizados.
Su hija la lloró con lágrimas de consuelo y
esperanza. Y unida ya con más estrechos lazos al cielo que a la tierra,
redobló sus fervores, aumentó sus penitencias y buscaba los oficios más
humildes.
Para probar su virtud, permitió el Señor que
fuera acosada por la envidia y celos de alguna religiosa, sobre todo por
una que se llamaba Germania, que la trató de hipócrita y ambiciosa. La
respuesta de nuestra dulce Eufrasia fue arrojarse a sus pies, y con la
mayor humildad le pidió perdón, a la vez que le suplicaba por amor de Dios
que rogase por ella.
El Señor se había prendado de su fiel esposa, y
hacia el año 410, ocupando la silla de San Pedro el papa Inocencio I,
cuando Eufrasia frisaba los treinta años de edad, coronó su vida santa con
una preciosa muerte. Todo el mundo decía que había sido un ángel desterrado
del cielo.
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FUENTES DE LA PAGINA
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La
Pagina de
la Misa Diaria,
esta preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant ocds, desde
Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor
Jesucristo y por la
Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse
este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.
Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo
“Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario
de la Palabra,
utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de
Jerusalén (SBJ),
(3)
Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio
Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de
Santa M. Magdalena ocd,
(4) Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia
de Vigo.
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