DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS

"La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)

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Página de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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14-09-2021

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La liturgia de las horas:liturgiadelashoras.inf

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EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

La cruz no sólo es instrumento y símbolo del sufrimiento, sino que, a partir de la crucifixión y resurrección de Cristo, la cruz se ha convertido a la vez en símbolo y causa de perdón, salvación, resurrección y gloria eterna. El sufrimiento por sí solo no tiene valor. De hecho Cristo mismo pasó la vida arrancando cruces. Y no concedía el perdón en atención al solo sufrimiento, sino por la fe y el amor, como dijo de una gran pecadora: “Se le ha perdonado mucho, porque ha amado mucho”, y no “porque ha sufrido mucho”. En el Calvario el buen ladrón fue perdonado por su fe y amor a Cristo, mientras que el otro, que sufría el mismo tormento y desafiaba al Salvador, murió en la desesperación. Cristo no nos redimió por el solo sufrimiento, sino por la fidelidad en el amor al Padre y al hombre incluso en el sufrimiento. San Pablo afirma en su himno al amor: “Aunque entregara mi cuerpo a las llamas, si no lo hago por amor, de nada me sirve”. El sufrimiento es fuente de salvación si se acoge y ofrece con amor, asociándolo al de Cristo. Así se convierte en el máximo amor: “Nadie tiene un amor más grande que el de quien da la vida por los que ama”, por su salvación, a imitación del Redentor. La cruz de Cristo, y la del cristiano, no es una maldición, sino una victoria y una bendición. La vida tenemos que entregarla, sea como sea. Ofrezcámosla con amor desde ya en cada Eucaristía, junto con todo sufrimiento inevitable. Y ofrezcamos también las cruces de los demás, de la humanidad, para así compartir con el Redentor la obra de la salvación.

ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Gál 6,14

Debemos gloriarnos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: en Él está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección; por El hemos sido salvados y redimidos.

Se dice Gloria a Dios.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que has querido que tu Hijo unigénito sufriera el tormento de la Cruz para salvar al género humano, concédenos que, después de haber conocido este misterio en la tierra, podamos alcanzar en el cielo el premio de su redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

  PRIMERA LECTURA Núm 21, 4b - 9

Lectura del libro de los Números.

En el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!”. Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: “Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes”. Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: “Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre una asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado”. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre una asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.

Palabra de Dios.

COMENTARIO: La murmuración del pueblo, es semejante a cuando en nuestro corazón decimos: ¡Porqué a mí!, pensamos en el fondo que Dios se ha equivocado. Hacer la voluntad de Dios y heredar sus promesas implica humildemente aceptar el dolor, el desierto. Pero muchas veces nos rebelamos y queremos volver atrás.

SALMO SAL 77, 1-2. 34-38

R. ¡No olviden las proezas del Señor!

O bien: Aleluya.

Pueblo mío, escucha mi enseñanza, presta atención a las palabras de mi boca: yo voy a recitar un poema, a revelar enigmas del pasado. R.

Cuando los hacía morir, lo buscaban y se volvían a Él ansiosamente: recordaban que Dios era su Roca, y el Altísimo, su libertador. R.

Pero lo elogiaban de labios para afuera y mentían con sus lenguas; su corazón no era sincero con él y no eran fieles a su alianza. R.

El Señor, que es compasivo, los perdonaba en lugar de exterminarlos; una y otra vez reprimió su enojo y no dio rienda suelta a su furor. R.

ALELUYA Jn 14, 6. 9

Aleluya. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos, porque por tu cruz has redimido al mundo. Aleluya.

EVENGELIO Jn 3, 13-17

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús dijo: “Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.

Palabra del Señor.

COMENTARIO: ¿Por qué a Mí? ¿Dónde está Dios? Así murmura nuestro corazón. El miedo y el dolor que visitan nuestras vidas nos hacen sentir que Dios no se preocupa de nosotros. Pero esto no es así. Su Hijo al entregarse en la cruz nos reveló una verdad muy profunda: Dios no nos salva del dolor, sino en el dolor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDÁS

Te pedimos, Señor, que este sacrificio, ofrecido sobre la cruz para borrar los pecados del mundo, nos purifique de todas nuestras culpas. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

LA VICTORIA DE L CRUZ GLORIOSA

y. El Señor esté con ustedes.

R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.

R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

R. Es justo y necesario.

En verdad es justó y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderosos y eterno.

Porque estableciste la salvación del género humano en el madero de la cruz, para que donde tuvo origen la muerte, allí resurgiera la vida, el que venció en un árbol fuera en un árbol vencido, por Jesucristo, Señor nuestro

Por él, los ángeles alaban tu grandeza; te adoran las dominaciones, se estremecen las potestades el l cielo te aclaman con alegría las virtudes celestiales y los santos serafines. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza.

Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Jn 12,32

Dice el Señor: cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor Jesucristo, alimentados con tu sagrada eucaristía, te pedimos humildemente que lleves a la gloria de la resurrección a los que redimiste en el madero salvador de la cruz. Que vives y. reinas por los siglos de los siglos. 

  REFLEXIÓN BÍBLICA

 

“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo Único para que todo el que cree en él no muera”

Jn 3, 13-17

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

“Miremos al Traspasado”, para ser salvado y liberado, hay que contemplar a Cristo levantado en la Cruz, esto es, creer con mucha Fe, que él es Hijo de Dios, así, seremos purificado por el agua del costado del traspasado.

El dueño absoluto de la vida, nuestro amado Dios Padre, ha trasmitido su autoridad al hijo, Cristo mismo es la vida, y él la dará a los que creen en él. Dice el Señor: “En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. (Juan 5, 24)

La palabra de Jesús, es la palabra de Padre, y Él nos pide creer en ella, permanecer y atesorarla, esto es guardarla con fidelidad, así seremos fieles apóstoles de nuestro hermano Jesús. Para que todos los que creen en el tengan vida eterna. Así es, Jesús es testimonio de la verdad, y nos da testimonio de nuestro Padre Dios, amando, aceptando, conociendo a Jesús, amamos, aceptamos y conocemos al Padre Dios, nuestra fe en Jesús, y así, nos llevara a la vida que tanto esperamos.

Nuestra fe, consiste en recibir a Jesús, en conocerlo y en El conocer al Padre, en conocer en El al enviado del Padre. Jesús mismo nos dice en este fragmento del evangelio, para que todos los que crean en él tengan vida eterna.

Dios, todo bueno y bondad en El, absolutamente misericordioso, lleno de amor por los hombres, y por el gran amor que nos tiene, sabiendo de nuestras faltas, fue tan bueno que nos trajo a Jesús, y nos ha hecho vivir con Él. Pero no solo hizo eso, además, nos entregó a su propio hijo para que nos salváramos.

Si fuéramos capaces de poder entender bien lo que hizo Dios por nosotros, si pudiéramos sentir de verdad en nuestro corazón todo el amor que Dios nos tiene, sería entonces más sencillo darse cuenta de su amor infinito y su gran ideal de salvarnos. Para eso nos mandó a Jesús, su buen Hijo, no para condenarnos, sino que todo lo contrario, para el que crea en El, no muera.

El evangelio nos está diciendo con mucha claridad, el que desprecia el amor de Dios, se condena a sí mismo, es decir Dios no tiene interés en condenarnos, porque El puro amor, amor total, es tan extremo que llega a entregar a su hijo al mundo por ese amor. Ahora el resto está en nosotros, si aceptamos o no ese amor, o si ante la luz que vino al mundo, preferimos la oscuridad y ocultarnos en ella. Si así fuera, el preferir la oscuridad, es detestar la Luz, esto es no querer recibir el verdadero amor que se nos ofrece, y por este motivo, ya estamos condenados, pero no por Dios, sino que por nosotros mismos.

Escribe Teresa de Jesús: ¿Es posible, Señor, que exista algún alma que haya llegado a que ti le hagas mercedes semejantes y regalos y haya entendido que tu gozas con ella, que te haya vuelto a ofender después de tantos favores y de tan grandes muestras del amor que le tienes, de lo cual no puede dudar, pues las obras se han visto claras? (Libro Vida 14, 11)

En una ocasión, alguien me dijo que conocía algo de Dios, y que oía mucho que Él nos amaba, pero no había creído que fuera para tanto, entonces él no quería acercarse a Dios, porque se reconocía un gran pecador, entonces si se dejaba ver mucho por Dios, pensaba que iba a ser castigado, en otras palabras, sus faltas eran un obstáculo para buscar recibir un poco de amor de Dios, pero luego en una situación de peligro, puso toda su fe en mirar al Señor, y sintió que Dios, no le quitaba su mirada, y que recibió tanta misericordia ante su necesidad, que descubrió que Dios solo sabe perdonar, y que el al alejarse de Dios, sólo se castigaba a sí mismo.

Dios es esperanza. Dios se fía de nosotros, nos espera más que nosotros a Él, nos ama más que nosotros a Él. Todos somos hijos de Dios, se ha hecho uno con nosotros y nos ama lo mismo que El ama a su Hijo Jesucristo. Dios no nos ha pedido que pensemos en El, nos ha dicho que le amemos. El deseo de Dios es engrandecer el alma.

Nosotros debemos agradecer esta fineza del amor de Dios, y una gran forma de dar gracias, es aprovechar todo el cariño que nos ofrece, y amarlo del mismo modo que él nos ama. El por amor nos entregó a su propio hijo, nosotros por amor nos entregamos a Él.

Reza Teresa de Jesús: ¡Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y sabrosamente sabes tratar a quienes te aman! ¡Quién nunca se hubiera entregado a amar a nadie sino a Tí! Parece, Señor, que pruebas con rigor a quien te ama, para que en la mayor intensidad del sufrimiento se manifieste la mayor intensidad de Tú amor (Libro Vida 25, 17).

¡Oh, Jesús y Señor mío! ¡Cuánto nos ayuda aquí Tú amor!, porque éste tiene tomado al nuestro, que no le deja libertad para amar en aquel momento a nadie y nada, más que a Tí! (Libro Vida 14, 2).

Que Cristo Jesús María y José, vivan es sus corazones

     Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

PARA LA LECTIO DIVINA  (3)

 

PARA QUE “TODO EL QUE CREA EN ÉL TENGA LA VIDA ETERNA”.

Los hombres deben dar crédito a Cristo, aunque ninguno de ellos haya subido al cielo para captar los misterios celestiales, ya que sólo él, que ha bajado del cielo, está en condiciones de anunciar la realidad del Espíritu, y es el verdadero puente entre el hombre y Dios. Sólo Jesús es el lugar ideal de la presencia de Dios. Y esta revelación tendrá su cumplimiento en la cruz, cuando Jesús sea ensalzado a la gloria, para que “todo el que crea en él tenga la vida eterna”.

La humanidad podrá comprender el escandaloso y desconcertante acontecimiento de la salvación por medio de la cruz y curar de su mal, como los judíos curaron en el desierto de las picaduras de las serpientes mirando la serpiente de bronce (cf. Núm 21,49). El simbolismo de la serpiente de Moisés afirma la verdad de que la salvación consiste en someternos a Dios y dirigir nuestra mirada al Crucificado, verdadero acto de fe que comunica la vida eterna (cf. In 19,37).

La revelación puesta en marcha antes continúa subiendo en este fragmento y llega hasta la fuente de la vida: es el amor del Padre el que entrega al Hijo para destruir el pecado y la muerte. Entrevemos aquí concadenadas dos categorías joaneas clásicas: el amor y el juicio. Los vv. 16s expresan una idea muy entrañable para Juan: el carácter universal de la obra salvífica de Cristo, que tiene su origen en la iniciativa misteriosa del amor de Dios por los hombres. El envío y la misión del Hijo, fruto del amor del Padre por el mundo, son la manifestación más elevada de un Dios que “es amor” (cf. 1 Jn 4,8-10). Esta es la elección fundamental del hombre: aceptar o rechazar el amor de un Padre que se ha revelado en Cristo. Sin embargo, este amor no juzga al mundo; es más, lo ilumina (v 17).

Con todo, el amor que se revela entre los hombres, los juzga. Los hombres, situados frente a la propuesta de salvación, deben tomar posición manifestando sus libres opciones. Quien cree en la persona de Jesús no es condenado, pero quien lo rechaza y no cree en el nombre del Hijo de Dios hecho hombre ya está condenado (v. 18). Y la causa de la condena es una sola, a saber: la incredulidad, mantener el corazón cerrado y sordo a la Palabra de Jesús.

ORACION (3)

 

Debo convencerme, Señor, de que, cuando tú quieres algo, eres irresistible. Pero no debo inquietarme ni tener miedo, ni deprimirme, ni rendirme. Cuando tu Palabra parece encadenada, cuando tus anunciadores parecen encarcelados en un gueto, no puedo perder la confianza en tu poder, aunque ésta sea quizás la tentación más peligrosa de hoy.

Concédeme la certeza interior de que tú estás con tus anunciadores y los asistes; la certeza interior de que yo debo anunciar; de que me pides el anuncio, no el éxito. Y es que el éxito te lo reservas para ti mismo, cuando quieres abrir las puertas de los corazones, cuando quieres preparar un nuevo público y un nuevo pueblo, cuando decides que tu Palabra debe reemprender la carrera por el mundo, el mundo geográfico y el mundo de los corazones.

Concédeme, Señor, no dudar nunca de tu ilimitado poder, estar convencido de que debo sembrar siempre tu Palabra, sin “adaptarla” demasiado, para que quizás sea mejor aceptada y acogida. Hazme humilde, confiado, fiel dispensador de tu Palabra en todo momento y circunstancia, incluso cuando siembro encerrado en la cárcel de mi aislamiento.

SANTORAL (4)

 

FELIZ FIESTA DE LA SANTA CRUZ (3 de mayo)

El 14 de septiembre del año 337 se consagraron en Jerusalén las basílicas del Gólgota (el Martyrium) y del Santo Sepulcro (la Anástasis). La Beata Egeria, que visitó la Ciudad Santa a finales del s. IV cuenta que las celebraciones en honor de la Santa Cruz eran tan importantes como las de Navidad y Pascua y que ningún cristiano, que no estuviera legítimamente impedido, debería dejar de participar al menos una vez en su vida. Dice así: “Las fiestas duran ocho días, pero desde mucho antes comienzan a llegar turbas de monjes desde Mesopotamia, Siria, Egipto y la Tebaida, donde son muy numerosos. No hay ninguno que no viaje a Jerusalén en esos días, para gozar de tantas alegrías y tan espléndidas jornadas. También los seglares, hombres y mujeres, vienen a Jerusalén desde todas las provincias del Imperio. Los obispos, cuando son pocos, llegan a 40 o 50, y con ellos viajan muchos de sus clérigos”. Como en las solemnes celebraciones se ofrecía a la celebración de los fieles la reliquia de la Santa Cruz, desde el siglo VI, la fiesta se llamó “Exaltación de la Santa Cruz”. Pronto se comenzaron a celebrar fiestas parecidas en todas las Iglesias que tenían el gozo de poseer una reliquia del Santo Madero. En Roma está testimoniada desde mediados del s. VII.

En el año 635, los persas invadieron la Tierra Santa, robaron sus tesoros y destrozaron todas sus Iglesias, menos la de Belén (porque a la entrada estaban representados los 3 reyes magos vestidos de persas, y la respetaron porque allí se honraba a unos antepasados de su pueblo). Entre los tesoros, se llevaron la reliquia de la Santa Cruz, que estaba adornada con un estuche de oro y piedras preciosas. El emperador de Bizancio, Heraclio Augusto, hizo guerra contra los persas y logró vencerlos, recuperando la Cruz, que llevó en procesión a Jerusalén. Parece ser que llegó el 3 de mayo, por lo que se empezó a hacer una fiesta en honor de la Cruz cada año en esa fecha. Con el tiempo, esta fiesta también se universalizó. En España, era costumbre levantar una Cruz adornada con flores, velas y otros adornos en las plazas y en las puertas de las Iglesias. En algunos lugares, como Granada o Valencia, se conserva la tradición. Caravaca de la Cruz fijó en esta fecha la fiesta en honor de su patrona. Y se sigue celebrando con numerosos ritos (ofrenda floral, procesiones, bendición del agua, de las flores y del vino, carrera de los caballos del vino, desfiles de moros y cristianos…) Os adjunto un pequeño artículo sobre la Cruz, que me pidieron para la revista de las fiestas. Que el amor de Cristo, llevado hasta el extremo en la Cruz, nos guíe y nos guarde. Amén.

P. Eduardo Sanz de Miguel ocd.

Por la Cruz a la luz

El título de mi colaboración es uno de los Dichos de luz y amor de San Juan de la Cruz, que visitó en 7 ocasiones la ciudad de Caravaca y que estaba convencido de que sólo abrazándonos a la Cruz de Cristo podemos llegar a la plenitud de la vida y del amor; ya que, como dice San Juan evangelista, únicamente en la Cruz se revela cuánto nos ama Jesús: “En esto hemos conocido lo que es el amor: en que Él ha dado su vida por nosotros” (1Jn 3,16).

Puestos a citar pensamientos sobre la Cruz, recuerdo que en los comedores de muchos conventos carmelitanos se puede leer la siguiente inscripción: Ad mensam sicut ad Crucem. Ad Crucem sicut ad mensam. Significa que hay que ir “A la mesa como a la Cruz” (con moderación y recogimiento) y “A la Cruz como a la mesa” (con alegría). Es decir, no debemos huir de la Cruz, sino abrazarnos a ella con confianza, porque es el signo del inmenso amor de Cristo, que fue capaz de entregarse a la muerte para salvarnos y nos recuerda que Él nunca nos deja solos en nuestros sufrimientos. Por su parte, a la entrada de los monasterios benedictinos normalmente se puede leer: Stat Crux dum volvitur orbis, que significa: Mientras el mundo gira, la Cruz permanece firme. Es decir, que cambian las costumbres y las personas, pero el amor de Dios a los hombres permanece estable. Un amor que se manifiesta en la Cruz, porque, como dice Santa Teresa de Jesús en una de sus poesías, “Después que se puso en Cruz / el Salvador, / en la Cruz está la vida / y el honor […] y ella sola es el camino / para el cielo”.

Por su parte, el Papa Benedicto XVI recuerda que “la Cruz significa la salvación de Dios, ofrecida como gracia a toda criatura”. Ofrecida, pero no impuesta, porque Dios respeta nuestra libertad. Cristo nos regala la salvación, pero nosotros tenemos que acogerla en nuestras vidas. Ya San Pablo insistía en que la Cruz, cuando es acogida en la fe, nos da la vida eterna. Pero también nos advertía de que puede ser rechazada, e incluso despreciada: “La Cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios [...] Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1Cor 1,18-23). Lo que quiere decir San Pablo es que las personas religiosas de su época (los judíos) buscaban milagros, favores de Dios, pero rechazaban que Dios se hiciera pobre y débil hasta morir por amor. Por su parte, los que se tenían por científicos y sabios (los griegos) buscaban que Dios los iluminara en su camino de conocimiento del mundo, pero les parecía una necedad que Dios se hubiera hecho pequeño, que fuera capaz de sufrir y que se revelara a los ignorantes.

La Cruz está presente en numerosos escudos (como el del Barça) y banderas (como las de Inglaterra, Noruega, Suecia y Suiza), porque forma parte de la historia de Occidente. La encontramos en el remate de las coronas reales, en los cruces de caminos y en la mayoría de nuestros museos (sea en pintura o en escultura). Para algunos de nuestros contemporáneos es sólo un elemento decorativo, que pertenece a la historia, igual que otras realidades, que también forman parte de nuestro patrimonio cultural, independientemente de su significado original. Así todos valoramos las esculturas romanas del museo de Mérida, por ejemplo, aunque no creamos en los dioses a los que representan. También admiramos las torres y murallas de nuestros castillos, aunque ya no cumplan la función defensiva para la que se edificaron.

Para los cristianos, la Cruz es mucho más que un adorno o un elemento cultural. Sigue siendo el signo de la salvación que Dios nos ofrece. Millones de personas, en el mundo entero, encontramos en ella la fuerza para nuestro caminar y el consuelo en nuestros sufrimientos. Tal como he podido comprobar personalmente durante los 6 años que he vivido entre vosotros, esto se da especialmente en los caravaqueños, que vivís a la sombra de su basílica-santuario, que la tenéis por patrona y que disfrutáis en este 2010 de un nuevo año santo jubilar en su honor. Lo mismo podemos decir de los numerosos peregrinos que se desplazan a Caravaca para venerarla. Con sus besos depositan en nuestra bendita Cruz sus dolores y sus esperanzas, sus alegrías y sus sufrimientos, deseando unirse íntimamente con Cristo, que en la Cruz derramó su sangre para darnos el perdón de nuestros pecados y la vida eterna.

Por eso, a los cristianos nos duele el odio que a veces se manifiesta hacia la Cruz y hacia lo que esa representa. Algunos querrían eliminarla totalmente de los espacios públicos, ya que a Cristo no lo quieren ver ni en pintura, ni vivo ni muerto. Es hiriente que, el año pasado, una empleada de las líneas aéreas británicas fuera expulsada de su trabajo por llevar una Cruz al cuello. Como es absurdo que la corte de derechos humanos de Estrasburgo afirmara hace pocos meses que “la presencia de la Cruz en los espacios escolares constituye una violación de la libertad religiosa” que debe ser eliminada.

En la Cruz, Cristo nos conquistó la libertad. En la Cruz murió perdonando y pidiéndonos que perdonemos a nuestros enemigos. En la Cruz nos enseña a amar hasta el sacrificio. Desde la Cruz, finalmente, nos dice que nuestra vida no termina en el sepulcro, porque hemos sido creados para la vida eterna. Estos mensajes, ¿pueden herir alguna sensibilidad? ¿No será que hay otros intereses escondidos en querer eliminar la Cruz? Si, además, tenemos presente que ver una Cruz no obliga a nadie a creer en lo que ella representa, ¿por qué privar del consuelo que ella ofrece a los creyentes?

En España ya se presentó una polémica similar en 1931. Por entonces, en respuesta a la misma, escribió Miguel de Unamuno: “¡La presencia del crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aún al de los racionalistas y ateos. Y el quitarlo ofende al sentimiento popular, hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? ¿O qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa”.

Creo que no hace falta añadir nada a lo que escribió el gran Unamuno. A pesar de que han pasado 79 años, sus palabras siguen siendo actuales. Caravaqueños, que vuestro proverbial amor por la Cruz crezca cada día. Pido a nuestro Señor Jesucristo que os llene de sus bendiciones y que este año jubilar produzca entre vosotros y entre quienes os visitan numerosos frutos espirituales. Afectuosamente.

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

FUENTES DE LA PAGINA

 

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Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo “Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ),

(3) Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd,

(4) Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo.

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