ANTÍFONA DE ENTRADA Jer 29, 11-12. 14
Dice el Señor: “Yo tengo designios de paz y no
de aflicción. Invóquenme y los escucharé y pondré fin a su cautiverio”.
ORACIÓN COLECTA
Señor y
Dios nuestro, concédenos vivir siempre con alegría bajo tu mirada, ya que
la felicidad plena y duradera consiste en servirte a ti, fuente y origen de
todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA 1Mac 4, 36-37. 52-59
COMENTARIO: Con
el enemigo derrotado y expulsado de Jerusalén, todas las energías son
puestas en la purificación, reconstrucción y dedicación del Templo, que a
su vez se constituye en el centro de la vida y religión judía.
Lectura
del primer libro de los Macabeos.
Judas Macabeo y sus
hermanos dijeron: “Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a
purificar el Santuario y a celebrar su dedicación”. Entonces se reunió todo
el ejército y subieron al monte Sión. El día veinticinco del noveno mes,
llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar
el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar
de los holocaustos que habían erigido. Este fue dedicado con cantos,
cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en
que los paganos lo habían profanado. Todo el pueblo cayó con el rostro en
tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria.
Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con
alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias.
Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos,
restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas. En todo el
pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido
por los paganos. Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea
de Israel, determinó que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a
contar del veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y
regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
Palabra
de Dios.
SALMO 1Crón 29, 10-12
R. ¡Alabamos tu Nombre
glorioso, Señor! ¡Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde
siempre y para siempre! R.
Tuya, Señor, es la
grandeza, la fuerza, la gloria, el esplendor y la majestad; porque a ti
pertenece todo lo que hay en el cielo y en la tierra. R.
Tuyo, Señor, es el
reino; tú te elevas por encima de todo. De ti proceden la riqueza y la
gloria. R.
Tú lo gobiernas todo,
en tu mano están el poder y la fuerza, y es tu mano la que engrandece y
afianza todas las cosas. R.
ALELUYA Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas
escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO Lc 19,45-48
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús, al entrar al
Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: “Mi
casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva
de ladrones”. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes,
los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo.
Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba
pendiente de sus palabras.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: Jesús
ya ha entrado en Jerusalén. Allí está el Templo, lugar donde el pueblo
acude para ofrecer sacrificios de animales y otras ofrendas a Dios. Allí,
en ese punto estratégico, la actividad del Maestro suscita la reacción de
los poderosos, que quieren hacerlo desaparecer. Pero, a pesar de ser
poderosos, temen al pueblo. Aún en el Templo, lugar de concentración de sus
enemigos, el Maestro no para de comunicar su mensaje.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos, Señor, que está ofrenda sea agradable
a tus ojos, nos otorgue la gracia de servirte con amor, y nos obtenga los
gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN SaI 72,
28
Mi dicha es estar cerca de Dios y poner mi
refugio en el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Después de haber recibido los dones pascuales
te pedimos humildemente, Señor, que la Eucaristía que tu Hijo nos mandó
celebrar en su memoria aumente la caridad en todos nosotros. Él que vive y
reina por los siglos de los siglos.
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“Mi casa será una casa de oración”
Lc 19, 45-48
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. MI CASA ES CASA DE
ORACIÓN
La descripción que
hace Lucas de la expulsión de los mercaderes del templo es la más resumida
de todas. Casi es una alusión, ante la descripción de Mateo y Marcos y,
sobre todo, Juan, que le da un mayor complemento histórico y una expresa
valoración teológica. Casi es una alusión a este pasaje.
Cristo, al purificar
el templo expulsando a unos y otros, dice que “mi casa es casa de oración,
pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones.” La cita es de
Jeremías (7:11). El pasaje de Lucas es demasiado concreto. Pero, a la luz
del relato de San Juan, se ve que fue un acto de tipo mesiánico. No deja de
extrañar que Lucas, que tanto destaca la oración, y la oración de Cristo,
no comente más este tema.
2. IR AL TEMPLO A ORAR
Lo primero que hace
Jesús cuando llega a Jerusalén, es ir al templo a orar, consideremos esta
actitud como en ejemplo, esto es, cuando visitemos un lugar donde haya un
templo, una capilla, dirijamos nuestros pasos allí primero para hacer
oración.
Pero sucedió, que
Jesús “Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y
a los cambistas sentados delante de sus mesas.” (Jn 2,13)
Este templo del que se
habla es el atrio de los gentiles, próximo al santuario, entonces los
rabinos prohibían utilizar su paso como un atajo o en forma menos decorosa,
pero esto era más teoría que practica, sin embargo se decía que no se ha de
subir al templo con bastón o llevando sandalias o la bolsa, ni aun el polvo
de los pies, como también no se debía pasar por el templo como por un atajo
para ahorrar el camino. Pero, a pesar de estas ideales medidas preventivas
de la santidad del templo, éstas no se respetaban, y se llegaba a
verdaderas profanaciones en el recinto sagrado, como lo confirma la escena
de Jesús expulsando a los mercaderes.
3. LA FIESTA DE LA PASCUA
Según la costumbre de
aquel tiempo, en la fiesta de la Pascua (Jn 2,23) se había de ofrecer por
todo israelita un sacrificio, los más ricos los hacía con un buey o una
oveja, y los más pobres con una paloma, aparte de los sacrificios que se
ofrecían en todo tiempo como votos. Además, todo israelita debía pagar
anualmente al templo, llegado a los veinte años medio siclo, pero conforme
a la moneda del templo y no se permitía la moneda romana. De ahí la
necesidad de cambistas.
Todo esto se hacía
para facilitar a los peregrinos adquirir en Jerusalén las materias de los
sacrificios, es decir los bueyes, corderos, palomas, lo mismo que las
materias que ritualmente acompañaban a éstos, electos tales como incienso,
harina, aceite, etc. Para procurar a todos, y especialmente a los judíos de
la diáspora, el cambio de sus monedas locales por la moneda que regía en el
templo, se había permitido por los sacerdotes instalar puestos de venta y
cambio en el mismo recinto del templo, en el “atrio de los gentiles.”
4. EL LUGAR ERA
DEPLORABLE
Así es, como el cuadro
de abusos a que esto dio lugar era deplorable con mucho ruido de balidos de
ovejas, mugidos de bueyes, además estiércol de animales y las infaltables
disputas, regateos y altercados de vendedores.
Los cambistas allí
establecidos realizaban frecuentemente sus cambios cobrando una sobrecarga
o interés que subía del 5 al 10 por cien. Con esto, el recinto del templo,
el “atrio de los gentiles,” había sido transformado en un mercado, en un
gran bazar oriental. Y todo ello con autorización y connivencia de los
sacerdotes. Lo que aprovechaban eran los sacerdotes saduceos, que veían en
ello una buena fuente de ingresos.
5. JESÚS, AL VER AQUEL
ESPECTÁCULO, HIZO DE CUERDAS UN LÁTIGO
Entrando Jesús en el
templo, encontró a “los vendedores de bueyes, de ovejas y de palomas,” con
sus ganados, que serían en cada uno de ellos pequeños rebaños, y, en
conjunto, todo aquello un pequeño parque de ganado. También encontró allí a
los “cambistas sentados.” Tenían delante de ellos sus pequeños puestos,
seguramente al estilo de los pequeños puestos de cambio establecidos en las
calles, tales como los que aparecen hoy en El Cairo y Jerusalén.
Jesús, al ver aquel
espectáculo, hizo de cuerdas un látigo, un flagelo (Jn 2,15). Pero aquí no
es el terrible instrumento del suplicio de la “flagelación.” Aquí el
“flagelo” fue una especie de varios látigos unidos en haz, hecho con
cuerdas que se hallasen tiradas por el suelo, de las usadas para sujetar el
ganado, y que le sirviese para ahuyentar a los profanadores. Era, como algo
que “serviría más como símbolo de autoridad que como estimulante físico”.
6. JESÚS EXPULSÓ TODO
AQUELLO QUE, DE HECHO, VENÍA A SER CAUSA DE PROFANACIÓN
Todos los evangelios
relatan este episodio, con algunos matices algo distinto, Juan relata que
echó a todos los mercaderes del templo, Lucas y Marcos lo ven como una
orden de desalojo y Mateo como la expulsión de todos los comerciantes. Con
ellos fueron arrojados “las ovejas y los bueyes” (Jn). Pero también se dirá
que fueron expulsados “todos los que vendían y compraban” (Mt-Mc). Debe de
querer indicarse con ello que Jesús expulsó todo aquello que, de hecho,
venía a ser causa de profanación. A los “cambistas” no sólo los expulsó del
templo, sino que también “les derribó las mesas” (Mt-Mc-Jn) y les
“desparramó el dinero” (Jn). Este resaltar que “desparramó el dinero y
volcó las mesas” indica bien cómo con su mano tiró las monedas que estaban
sobre los pequeños mostradores, y cómo también, al pasar, les volcaba las
mesitas de sus puestos.
Los evangelistas
destacan también la conducta que tuvo con los vendedores de palomas. ¿Tiene
esto un significado específico y distinto, de consideración con ellos? ¿Es
que acaso vendían a precio justo su mercancía y no profanaban así el
templo? En Jn se dice que les mandó que ellos mismos desalojasen el templo;
Mt y Mc, en cambio, lo ponen en la misma línea de los cambistas: que
derribó los “asientos de los vendedores de palomas” (Mt).
7. JESÚS, EN SU OBRA DE
PURIFICACIÓN DEL TEMPLO
El sentido de esta
escena no está tanto en los abusos comerciales a que se prestaba aquel
comercio cuanto en el hecho mismo de haberse establecido aquí estas ventas.
Por eso, se concibe muy bien el hecho histórico así: Jesús, en su obra de
purificación del templo, no se limita a “desparramar el dinero” de las
mesas de los cambistas y a “derribar” éstas, sino que parece lo más natural
que fuese derribando mesas y monedas de cambistas, y “asientos — puestos —
de vendedores de palomas.”
Y en esta obra de
purificación mediante la expulsión de mercaderes, decía repetidas veces,
que Mc incluso literariamente destaca: “y les enseñaba y decía” que estaba
dicho en la Escritura: “Mi casa es casa de oración,” y aún añade: “para
todas las gentes.” La cita está tomada de Isaías (56:7). En ella Isaías
anuncia el mesianismo universal. Debiendo ser esto el templo, “casa de
oración,” ellos la han convertido en una “cueva de ladrones.” La expresión
está tomada del profeta Jeremías (7:11). En el profeta no tiene un sentido
exclusivo y específico de gentes que roban, aunque en ella se incluye
también esto (Jer 7:6.9), cuanto que es expresión genérica sinónima de
maldad. Por eso, al ingresar en el templo cargados de maldad, lo
transformaban en una cueva de maldad.
Pero en boca de Jesús,
en este momento, la expresión del profeta cobraba un realismo
extraordinario, puesto que aquellos mercaderes debían de ser verdaderos
usureros y explotadores del pueblo y de los peregrinos. El sentido, pues,
de esta obra de Jesús es claro: hacer que se dé al templo, lugar santísimo
de la morada de Dios, la veneración que le corresponde. Es la purificación
de toda profanación en la Casa de Dios.
8. TODO EL PUEBLO LO
ESCUCHABA Y ESTABA PENDIENTE DE SUS PALABRAS
Sabemos bien que, para
Jesús, el templo de Jerusalén no es el único lugar en el que se puede orar;
más aún, en algunas ocasiones ha expresado una valoración crítica con
respecto a una concepción demasiado materialista de las instituciones
religiosas. Ahora bien, sabemos asimismo que el templo, en cuanto casa de
Dios, no puede ser desnaturalizado ni destinado a otras funciones que no
sean las litúrgicas: Está prohibido, por tanto, para cualquier intercambio
comercial, que transformaría la casa de Dios en una “cueva de ladrones”.
La noticia final de
Lucas, “todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras”,
viene a confirmar un hecho bien conocido: los que ejercen el poder siguen
estando ciegos ante Jesús y ante la claridad de sus palabras, mientras que
el pueblo en su sencillez, reconociendo que tiene necesidad de un Salvador
y de un Maestro, está pendiente de sus labios.
El
Señor les Bendiga
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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