MISA DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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20-3-2023
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Edición Nº 9.550
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LITURGIA DE LAS HORA
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San José
DIOS
NO NECESITA NUESTRAS OBRAS SINO NUESTRO AMOR
San
José nos enseña que lo importante no es realizar grandes cosas, sino hacer
bien la tarea que corresponde a cada uno. "Dios no necesita nuestras
obras, sino nuestro amor" (Santa Teresa del Niño Jesús), la grandeza
de san José reside en la sencillez de su vida: la vida de un obrero manual
de una pequeña aldea de galilea que gana el sustento para sí y los suyos
con el esfuerzo de cada día; la vida de un hombre que, con su ejemplaridad
y su amor abnegado, presidió una familia en la que el Mesías crecía en edad,
en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres (Lc 2,52). No consta que
san José hiciera nada extraordinario, pero sí sabemos que fue un eslabón
fundamental en la historia de la salvación de la humanidad la realización
del plan divino de salvación discurre por el cauce de la historia humana a
través, a veces, de figuras señeras como Abraham, Moisés, David, Isaías,
pablo; o de hombres sencillos como el humilde carpintero de Nazaret. Lo que
importa ante Dios es la fe y el amor con que cada cual teje el tapiz de su
vida en la urdimbre de sus ocupaciones normales y corrientes. Dios no nos
preguntará si hicimos grandes obras, sino si hicimos bien y con amor la
tarea que debíamos hacer el evangelio apenas si nos dice nada de san José,
poquísimo nos dice de su vida, y nada de su muerte, que debió de ocurrir en
Nazaret poco antes de la vida pública de Jesús; sólo Mateo escribe de José
una lacónica frase que resume su santidad: era un hombre justo
acostumbrados a tantos superlativos, esta palabra tan corta nos dice muy
poco a nosotros, tan estrambóticos. Pero a un israelita decía mucho la
palabra "justo” que en lenguaje
bíblico, designa al hombre bueno en quien Dios se complace el salmo 91,13
dice que “el justo florece como la palmera” la esbelta y elegante palmera,
tan común en oriente, es una bella imagen de la misión de san José así como
la palmera ofrece al beduino su sombra protectora y sus dátiles, así se
alza san José en la santa casa de Nazaret ofreciendo amparo y sustento a
sus dos amores: Jesús y María.
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ANTÍFONA DE ENTRADA Lc 12, 42
Este es el administrador fiel
y previsor puesto por el Señor al frente de su familia. Se dice Gloria a
Dios
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, que
confiaste a la fiel custodia de san José las primicias del misterio de la
salvación humana, te pedimos, por su intercesión, que tu Iglesia lo
conserve siempre hasta que se realice plenamente. Por nuestro Señor
Jesucristo.
PRIMERA LECTURA 2Sam 7, 4-5. 12-14.
16
Lectura
del segundo libro de Samuel.
En aquellos días, la palabra del
Señor llegó a Natán en estos términos: “Ve a decirle a mi servidor David:
Así habla el Señor: «Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a
descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus
descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. Él
edificará una casa para mi nombre, y yo afianzaré para siempre su trono
real. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Tu casa y tu reino
durarán eternamente delante de mí, y tu trono será estable para siempre»”.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: La
palabra del profeta Natán legitima una dinastía y enraíza en ella un
símbolo mesiánico. El Señor no estuvo sólo con David para salvar a su
pueblo, sino también con su sucesor y todos sus descendientes.
La profecía de Natán
halla su cumplimiento en la persona del Mesías. El rol de José fue el de
asegurar el eslabón de la descendencia, por pertenecer a la casa de David.
SALMO Sal 88, 2-3. 4-5. 27. 29
R. Su descendencia
permanecerá para siempre.
Cantaré eternamente el amor
del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque tú
has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada
en el cielo”. R.
Yo sellé una alianza con mi
elegido, hice este juramento a David, mi servidor: “Estableceré tu
descendencia para siempre, mantendré tu trono por todas las generaciones”.
R.
Él me dirá: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi roca salvadora”. Le aseguraré mi amor eternamente, y mi alianza
será estable para él. R.
SEGUNDA LECTURA Rom 4, 13. 16-18.
22
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Hermanos: La promesa de
recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue
concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe.
Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa
herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los
descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los
que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común, como dice la
Escritura: “Te he constituido padre de muchas naciones”.
Abraham es nuestro padre a los
ojos de aquél en quien creyó: el Dios que da la vida a los muertos y llama
a la existencia a las cosas que no existen. Esperando contra toda
esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le
había anunciado: “Así será tu descendencia”. Por eso, la fe le fue tenida
en cuenta para su justificación.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: La
promesa hecha a Abraham de una paternidad universal y próspera, se ve
cumplida a lo largo de las generaciones y de tantos que se han visto
justificados a causa de su fe. José está entre aquellos que han visto
colmadas sus esperanzas.
VERSÍCULO Sal 83, 5
¡Felices
los que habitan en tu casa, Señor, y te alaban sin cesar!
EVANGELIO Mt 1, 16. 18-21. 24
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jacob fue padre de José, el esposo
de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Jesucristo fue
engendrado así: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando
todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla
públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el
Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David,
no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en
ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a
quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de todos
sus pecados”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había
ordenado.
Palabra
del Señor.
O bien:
Lc 2, 41-51
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Los padres de Jesús iban todos
los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce
años, subieron como de costumbre y, acabada la fiesta, María y José
regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran
cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después
comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo
encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo
hallaron en el templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y
haciéndoles preguntas.
Y todos los que lo oían
estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron
maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?
Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió:
“¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi
Padre?”. Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a
Nazaret y vivía sujeto a ellos.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: José
aceptó el misterio de la Encarnación, movido por su profunda fe en el
cumplimiento de las promesas del Señor. Así, superando sus temores y dudas,
es capaz hacerse parte en el plan de Dios y asumir la misión encomendada.
Se dice
el Credo
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, te pedimos que así como
san José sirvió con amor y entrega a tu Hijo único, nacido de la Virgen María,
también nosotros podamos servirte en tu altar con un corazón puro. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PREFACIO DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA
VIRGEN MARÍA
LA MISIÓN DE SAN JOSÉ
V/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia
el Señor.
V/. Demos gracias al Señor,
nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
Realmente es justo y
necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y
proclamar tu gloria en la Solemnidad de san José.
Él es el varón justo que diste
como esposo a la Virgen Madre de Dios, y el servidor fiel y prudente que
pusiste al frente de tu familia, para que haciendo las veces de padre,
cuidara a tu único Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo,
Señor nuestro.
Por él, todos los ángeles
celebran tu grandeza, la adoran las dominaciones, se estremecen las
potestades; los cielos y las virtudes celestiales unidos a los gloriosos
serafines la celebran en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus
voces, cantando humildemente tu alabanza: Santo, santo, santo...
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 25, 21
Bien, servidor bueno y fiel,
entra a participar en el gozo de tu Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, protege siempre a tu
familia que hoy se alegra en la solemnidad de san José, y, después de
haberla saciado n el sacramento del
altar, conserva bondadosamente en ella tus dones. Por Jesucristo nuestro
Señor.
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REFLEXIÓN BÍBLICA
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“Jacob
fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es
llamado Cristo”
Mt
1, 16.18-21.24a
Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1º EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO
En un comienzo San Mateo con su Evangelio busca
una finalidad de demostrar el origen humano de Jesucristo y luego a través
todo el Evangelio, probará con las profecías y milagros realizados por
Jesús, su naturaleza divina, pero era preciso previo demostrar también su
parentesco con los hombres a los que vino salvar. Así también, el interés
de San Mateo, al presentarnos a Jesús como hijo de María, es el Cristo, el
Mesías, profetizado en el Antiguo Testamento, venido al mundo para librar a
los hombres de los pecados, es así como él dice “Jesucristo, hijo de
David”, que es una expresión para denominar al Mesías
Cuando en versículo dice; “Jacob fue padre de
José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo”,
nos demuestra la generación virginal de Jesús y el papel de padre adoptivo
que le compete a José, ya que dé él se desprende que es el esposo de María
y que no tiene parte alguna en la concepción de Jesús, pero sí que tiene
una responsabilidad legal y jurídica sobre el hijo de su esposa.
Éste fue el origen de Jesucristo: María, su madre,
estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos,
concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el
Señor había anunciado por el Profeta: "La Virgen concebirá y dará a
luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel", que traducido
significa: "Dios con nosotros".
Se debe destacar, a fin de entender de mejor
forma este fragmento del evangelio, que la celebración del matrimonio entre
los Judíos se hace en dos etapas, o dos actos esponsales o desposorios,
estos suponen de antemano un compromiso real, de tal forma que al prometido
desde ese momento ya lo llamaban esposo y no era factible quedar libre de
este compromiso si no era por repudio.
Es así, como decimos que San José es un hombre Justo,
él está convencido de la virtud de María, aunque al principio se turbo
porque no concia el misterio de la Encarnación, entonces entre el
convencimiento de la santidad de María, se encuentra frente a un misterio
que no le es fácil de comprender, y entre eso en un momento decide dejar a
María.
No siempre, los Planes de Dios son fáciles de
entender y nos pone duras pruebas y grande tribulaciones, esto es, dificultad
o situación adversa o desfavorable causando en nosotros preocupación,
disgusto, pena o sufrimiento moral, pero venidos de Dios, es un medio para
nuestra santificación y nos acercan más a Él, ya que nunca Dios no enviaría
una situación difícil o de dolor sin resultar finalmente o terminar siendo
beneficioso para nosotros sus hijos.
San José no conocía el misterio obrado en María,
pero Ella si lo conocía, y dejo que Dios mismo saliera en defensa de su
virtud y de esta forma luego sucedió.
San José fue un hombre justo con la justicia de
Dios, y esta es la santidad, el confió en Dios, el canto el Salmo 34, 9,
“Dichoso el hombre que se refugia en el Señor”, canto el Salmo 84, 13,
“Señor de universos, feliz el hombre que confía en Ti”
2º EL SECRETO DE JOSÉ
José era el esposo legítimo de María, y ella
esperaba un hijo que no era como consecuencia de la relación conyugal con
su esposa. El matrimonio de José con María, tenía una misión importante,
ser padre del hijo de María, José es un "justo" elegido por Dios
para esta misión
“El origen de Jesús como Cristo fue así: estando
desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló
encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, siendo justo y no
queriendo denunciarla (o revelarlo), resolvió separarse secretamente (Mt
1,18-19).”
María no le dice a José lo ocurrido en ella, no
interfiere en los planes de Dios para con José y así espera que Dios envíe
un ángel para revelarle su designio sobre ella, y sobre él.
Sin embargo José, en silencio sufre las dudas,
pero aguarda la intervención de Dios, sabiendo que el embarazo de María se
debe a la acción del Espíritu Santo, José decide "apartarse ante el
misterio". José, comprendiendo que Dios está actuando, decide no
interferir en el designio de Dios con María. Por ello decide apartarse de
María en secreto.
José, es justo, pero no ante la ley de su pueblo,
es ante Dios, aceptando totalmente su voluntad, es así como le lleva
alejarse de María en secreto, el no revela el misterio de la concepción
virginal del Hijo de Dios en María.
El secreto de José, lo guarda en su corazón, es
algo maravilloso, es algo precioso, no se pregunta en ningún caso si María
es culpable de algo, ¿pero porque tiene dudas? Porque José necesita saber
cómo actuar frente a este misión, su esposa esta en cinta por obra del
Espíritu Santo.
En el secreto ve la salida José, esto es
separarse de ella secretamente, él se da cuenta que Dios puso la mano en su
esposa, y tiene respeto por la santidad de María.
Tal vez José, se consideraba indigno estar junto
a María, cuya maravillosa y superior dignidad admiraba, y temió ante la
profundidad del misterio, y quiso dejarla secretamente.
Sin embargo, José, con gran respeto hacia María,
en quien el Espíritu Santo ha obrado grandes cosas, deja todo en las manos
de Dios. Así fue que en el momento decisivo, se le apareció en sueños un
ángel del Señor y le dijo: No temas recibir en tu casa a María, tu
esposa" (Mt 1,20). José, es un hombre sencillo, y siente temor ante la
presencia y acción de Dios en María, es por eso que el ángel le dice:
"No temas recibir en tu casa a María, tu esposa; pues, ciertamente, lo
concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le
pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados"
(v20-21).
José no es el padre carnal del hijo de María, él
recibe la misión de hacer de padre a Jesús. José, acogiendo la voluntad de
Dios, actúa como esposo de María y como padre legal de Jesús.
En José, encontramos un hombre sencillo, de gran
respeto, humilde, que supo acoger en secreto este misterio de la acción de
Dios en María y así fue que el hizo lo que el ángel del Señor le había
mandado, recibir a su esposa, respetarla, cuidarla, acompañarla siempre,
participar del nacimiento del Hijo, a quien “puso por nombre Jesús"
(Mt 1,24-25).
Escribió Santa Teresa de Jesús: “Y tomé por
abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro
que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el
alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No
me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido”
(Vida 6,6).
San
Jose viva en sus corazones
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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PARA LA LECTIO DIVINA
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JOSE, HOMBRE JUSTO
Los fragmentos de la Escritura nos ofrecen un marco histórico y
profético, es decir, nos hablan de una historia verdadera, en la que, sin
embargo, ha subintrado la acción de Dios según un designio que recorre todo
el mensaje bíblico.
En el fondo de la primera lectura y en el centro del evangelio
aparece la figura de José, llamado «hombre justo» (Mt 1,19). Esta justicia
debe verse, como sugiere la segunda lectura, en la acogida con ánimo
agradecido y conmovido del don de la fe, en la rectitud interior y en el
respeto a Dios y a los hombres, a la Ley y a los acontecimientos.
A José le resulta difícil aceptar esa paternidad que no es suya y,
después, la enorme responsabilidad que supone ser el maestro y el guía de
quien habría de ser un día el Pastor de Israel. Respeto, obediencia y
humildad figuran en la base de la «justicia» de José, y esta actitud
interior suya —junto a su misión, única y maravillosa— le han situado en la
cima de la santidad cristiana, junto a María, su esposa.
José brilla sobre todo por estas actitudes radicalmente bíblicas,
propias de los grandes hombres elegidos por Dios para misiones importantes,
que siempre se consideraban indignos e incapaces de las tareas que Dios les
había confiado (baste con pensar en Abrahán, Moisés, Isaías, Jeremías...).
Dios sale, después, al encuentro de estos amigos suyos otorgándoles
fortaleza y fidelidad.
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ORACION
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«San José, mi predilecto,
ven a mi casa, que te espero.
Ven y mira, tú sabes qué falta,
ven y fíjate, trae lo que falta.
Y si algo no es para mi casa,
ven y llévatelo...’>
«San José, maestro de la vida interior,
enséñame a orar, aguantar y a callar>’
(Oraciones populares a san José).
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SANTORAL
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La Figura Evangélica de
San José
S.S. Juan Pablo II, 19
de marzo de 1980:
"Dedicamos
nuestro encuentro de hoy, 19 de marzo, a aquel a quien la Iglesia, en este
día, según una tradición antiquísima, rodeó con la veneración debida a los
más grandes santos.
El 19 de marzo es la
solemnidad de San José, el esposo de María Santísima, Madre de Cristo. Ya
en el siglo X encontramos señalada esta festividad en varios calendarios.
El Papa Sixto IV la puso en el calendario de la Iglesia de Roma a partir
del año 1479. En 1621 se inserta en el calendario de la Iglesia universal.
Interrumpiendo, pues,
la serie de nuestras meditaciones, que estamos desarrollando desde hace
tiempo, fijémonos hoy en esta figura tan querida y cercana al corazón de la
Iglesia, a cada uno y a todos los que tratan de conocer los caminos de la
salvación, y de caminar por ellos en su vida terrena. La meditación de hoy
nos prepara a la oración, a fin de que, reconociendo las grandes obras de
Dios en aquel a quien confió sus misterios, busquemos en nuestra vida
personal el reflejo vivo de estas obras para cumplirlas con la fidelidad,
la humanidad y la nobleza de corazón que fueron propias de San José.
«José, hijo de David,
no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella
es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús, porque salvará al pueblo de sus pecados» (Mt 1,20_21).
Encontramos estas
palabras en el capítulo primero del Evangelio de San Mateo. Ellas _sobre
todo en la segunda parte_ son muy semejantes a las que escuchó Miriam, esto
es, María, en el momento de la Anunciación. Dentro de unos días _el 25 de
marzo_ recordaremos en la liturgia de la Iglesia el momento en que esas
palabras fueron dichas en Nazaret «a una virgen desposada con un varón de
nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (Lc
1,27).
La descripción de la
Anunciación se encuentra en el Evangelio de San Lucas. Seguidamente, Mateo
hace notar de nuevo que, después de las nupcias de María con José, «antes de
que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo» (Mt
1,18).
Así, pues, se realizó
en María el misterio que había tenido su comienzo en el momento de la
Anunciación, en el momento en que la Virgen respondió a las palabras de
Gabriel: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc
1,38). A medida que el misterio de la maternidad de María se revelaba a la
conciencia de José, él, «siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió
repudiarla en secreto» (Mt 1,19), así dice la descripción de Mateo. Y
precisamente entonces, José, esposo de María y ya su marido ante la ley,
recibe su «Anunciación» personal.
Oye durante la noche
las palabras que hemos citado antes, las palabras, que son explicación y al
mismo tiempo invitación de parte de Dios: «no temas recibir en tu casa a
María» (Mt 1,20).
Al mismo tiempo, Dios
confía a José el misterio, cuyo cumplimiento habían esperado desde hacía
muchas generaciones la estirpe de David y toda la «casa de Israel», y a la
vez le confía todo aquello de lo que depende la realización de este
misterio en la historia del Pueblo de Dios. Desde el momento en que estas
palabras llegaron a su conciencia, José se convierte en el hombre de la
elección divina: el hombre de una particular confianza. Se define su puesto
en la historia de la salvación. José entra en este puesto con la sencillez
y humildad, en las que se manifiesta la profundidad espiritual del hombre;
y él lo llena completamente con su vida. «Al despertar José de su sueño
_leemos en Mateo_, hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mt
1,24). En estas pocas palabras está todo. Toda la decisión de la vida de
José y la plena característica de su santidad. «Hizo». José, al que
conocemos por el Evangelio, es hombre de acción. Es hombre de trabajo. El
Evangelio no ha conservado ninguna palabra suya. En cambio, ha descrito sus
acciones: acciones sencillas, cotidianas, que tienen a la vez el
significado límpido para la realización de la promesa divina en la historia
del hombre; obras llenas de la profundidad espiritual y de la sencillez
madura.
Así es la actividad
de José, así son sus obras, antes de que le fuese revelado el misterio de la
Encarnación del Hijo de Dios, que el Espíritu Santo había obrado en su
Esposa. Así es también la obra ulterior de José cuando _sabiendo ya el
misterio de la maternidad virginal de María_ permanece junto a Ella en el
período precedente al nacimiento de Jesús, y sobre todo en las
circunstancias de la Navidad.
Luego vemos a José en
el momento de la presentación en el templo y de la llegada de los Reyes
Magos de Oriente. Poco después comienza el drama de los recién nacidos en
Belén. José es llamado de nuevo e instruido por la voz de lo Alto sobre
cómo debe comportarse.
Emprende la huida a Egipto con la Madre y el
Niño.
Después de un breve
tiempo, el retorno a la Nazaret natal. Finalmente, allí encuentra su casa y
su taller, adonde hubiera vuelto antes si no se lo hubiesen impedido las
atrocidades de Herodes. Cuando Jesús tiene doce años, va con él y con María
a Jerusalén.
En el templo de
Jerusalén, después que los dos encontraron a Jesús perdido, José oye estas
misteriosas palabras: «¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas
de mi Padre?» (Lc 2,49).
Así hablaba el niño
de doce años, y José, lo mismo que María, saben bien de Quién habla.
No obstante, en la
casa de Nazaret, Jesús les estaba sumiso (cf. Lc 2,51): a los dos, a José y
a María, tal como un hijo está sumiso a sus padres. Pasan los años de la
vida oculta de la Sagrada Familia de Nazaret. El Hijo de Dios _enviado por
el Padre_ está oculto para el mundo, oculto para todos los hombres, incluso
para los más cercanos. Sólo María y José conocen su misterio. Viven en su
círculo. Viven este misterio cada día. El Hijo del Eterno Padre pasa, ante
los hombres, por hijo de ellos; por «el hijo del carpintero» (Mt 13,55). Al
comenzar el tiempo de su misión pública, Jesús recordará, en la sinagoga de
Nazaret, las palabras de Isaías que en aquel momento se cumplían en Él, y
los vecinos y los paisanos dirán: «¿No es el hijo de José?» (cf. Lc
4,16_22).
El Hijo de Dios, el Verbo
Encarnado, durante los treinta años de la vida terrena permaneció oculto:
se ocultó a la sombra de José. Al mismo tiempo, María y José permanecieron
escondidos en Cristo, en su misterio y en su misión. Particularmente José,
que _como se puede deducir del Evangelio_ dejó el mundo antes de que Jesús
se revelase a Israel como Cristo, y permaneció oculto en el misterio de
aquel a quien el padre celestial le había confiado cuando todavía estaba en
el seno de la Virgen, cuando le había dicho por medio del ángel: «No temas
recibir en tu casa a María, tu esposa» (Mt 1,20).
Eran necesarias almas
profundas _como Santa Teresa de Jesús_ y los ojos penetrantes de la
contemplación para que pudiesen ser revelados los espléndidos rasgos de
José de Nazaret: aquel de quien el Padre celestial quiso hacer, en la
tierra, el hombre de su confianza.
Sin embargo, la
Iglesia ha sido siempre consciente, y lo es hoy especialmente, de cuán
fundamental ha sido la vocación de ese hombre: del esposo de María, de
aquel que, ante los hombres, pasaba por el padre deJesús y que fue, según
el espíritu, una encarnación perfecta de la paternidad en la familia humana
y al mismo tiempo sagrada. Bajo esta luz, los pensamientos y el corazón de
la Iglesia, su oración y su culto, se dirigen a José de Nazaret. Bajo esta
luz, el apostolado y la pastoral encuentran en él un apoyo para ese amplio
y simultáneamente fundamental campo que es la vocación matrimonial y de los
padres, toda la vida en familia, llena de la solicitud sencilla y servicial
del marido por la mujer, del padre y de la madre por los hijos _la vida en
la familia_, en esa «Iglesia más pequeña» sobre la cual se construye cada
una de las Iglesias.
Y puesto que en el
corriente año nos preparamos para el Sínodo de los Obispos, cuyo tema es De
muneribus familiae christianae, sentimos tanto más la necesidad de la
intercesión de San José y de su ayuda en nuestros trabajos.
La Iglesia, que, como
sociedad del Pueblo de Dios, se llama a sí misma también la Familia de
Dios, ve igualmente el puesto singular de San José en relación con esta
gran Familia, y lo reconoce como su Patrono particular. Esta meditación
despierta en nosotros la necesidad de la oración por intercesión de aquel
en quien el Padre celestial ha expresado, sobre la tierra, toda la dignidad
espiritual de la paternidad. La meditación sobre su vida y las obras, tan
profundamente ocultas en el misterio de Cristo y, a la vez, tan sencillas y
límpidas, ayude a todos a encontrar el justo valor y la belleza de la
vocación, de la que cada una de las familias humanas saca su fuerza
espiritual y su santidad."
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FUENTES DE LA PAGINA
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La
Pagina de
la Misa Diaria,
esta preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant ocds, desde
Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor
Jesucristo y por la
Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse
este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.
Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo
“Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario
de la Palabra,
utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de
Jerusalén (SBJ),
(3)
Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio
Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de
Santa M. Magdalena ocd.
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