Misa Diaria, Ciclo C

 

MISA DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS

"La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)

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Página de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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21-11-2021

Nº MD 9.083

La liturgia de las horas:liturgiadelashoras.i

 

DOMINGO XXXIV

EL SEÑOR REINA    b59  

Es aleccionador que todo el año litúrgico confluya en esta fiesta: al final Cristo lo será todo en todos. Cristo, a quien hemos contemplado humillado, despreciado, sufriente, lo vemos ahora vencedor; el sufrimiento fue pasajero, pero el triunfo y la gloria son definitivos: “Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido”. El mal, la muerte, el pecado han sido destruido por Él de una vez por todas y ya permanece para toda la eternidad no sólo glorificado, sino Dueño y Señor de todo. Nada escapa a su dominio absoluto de Rey del Universo. Y aunque el presente parezca tener fuerza aún el mal, es sólo en la medida en que Él lo permite, pues está bajo su control. “¡Reina el Señor, revestido de majestad!... Su trono está firme desde siempre”. Esta fe inconmovible en el señorío de Cristo es condición necesaria para una vida auténticamente cristiana.

Pero Cristo tiene una manera de reinar muy peculiar. No humilla, no pisotea. Al contrario, al que acoge su reinado le convierte en rey, le hace partícipe de su reinado, hizo de nosotros un Reino”. El que deja que Cristo reina en su vida es él mismo enaltecido, constituido señor sobre el mal y el pecado, sobre la muerte. El que acoge con fe a Cristo Rey no es dominado ni vencido por nada ni por nadie; aunque le quiten la vida del cuerpo, será siempre un vencedor (Ap 2,7).

El reino de Cristo no es de este mundo, sigue otra lógica. A ningún rey de este mundo se le ocurriría dejarse matar para reinar o para vencer. Pero Cristo reina en la cruz y precisamente en cuanto crucificado. Todo su influjo como Señor de la historia y Rey del Universo viene de la cruz. Es su sangre vertida por amor la que ha vencido el mal en todas sus manifestaciones.

Para ver la Reflexión completa de las 3 lecturas y el salmo de la Liturgia de este domingo XXXIV, pinchar este link: (Enlace): PALABRA DE DIOS

 

RITOS INICIALES

ANTÍFONA DE ENTRADA Apoc 5, 12; 1, 6

El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. A él la gloria y el poder para siempre.

ACTO PENITENCIAL

·       Tú que eres testigo fiel del amor del Padre. Señor, ten piedad.

·       Tú que nos amaste y nos purificaste. Cristo, ten piedad.

·       Tú que viniste a dar testimonio de la verdad. Señor, ten piedad.

SE DICE GLORIA A DIOS

Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra suplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Amén.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste restaurar todas las cosas por tu amado Hijo, Rey del universo, te pedimos que la creación entera, liberada de la esclavitud del pecado, te sirva y te alabe eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

II. LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMER LECTURA Dn 7,13-14

Comentario: En la literatura apocalíptica la imagen del Mesías, mediador de salvación se desprende de las realidades históricas (rey, sacerdote, profeta) y se proclama de origen celestial. En su apariencia humana es una revelación del poder salvador del Señor. Por el «hijo del hombre» se anuncia el Reino de Dios, que llena el espacio del tiempo y de la historia y los rebasa. Esa visión del final ilumina el presente de los humildes que esperan.

Lectura de la profecía de Daniel.

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; El avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta El. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

Palabra de Dios.

SALMO Sal 92,1-2. 5

Comentario: Como un eco de este anuncio, el salmo canta la realeza del Señor cuyo adorno es la santidad. Participamos de esta oración, aclamando: R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!

R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!

¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido el poder. R.

El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad. R.

Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos. R.

SEGUNDA LECTURA Apoc. 1, 5-8

Comentario: Resucitado por haber testimoniado hasta la muerte, el designio de su Padre, Cristo ha venido a ser «príncipe de los reyes de la tierra», recibiendo todo el poder para guiar la historia de los hombres. Pero a esta realeza asociará el Resucitado a cuantos él ha liberado del pecado y que profesan su señorío sobre el mundo aceptando las conversiones necesarias para ello. Cristo está allá en la plenitud de la vida y nos estimula y nos espera. Él es el punto Omega, al que converge toda la creación, y en el que esta pobre historia humana encontrará un final digno y glorioso.

Lectura del libro del Apocalipsis.

Jesucristo es el “Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra”. Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. El viene sobre las nubes y todos lo verán, aun aquéllos que lo habían traspasado. Por Él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.

Palabra de Dios.

ALELUYA Mc 11, 9-10

Aleluya. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! Aleluya.

EVANGELIO Jn 18, 33-37

Comentario: El Reino de Dios, proclamado por el Maestro, no está regido por las leyes de nuestro pobre mundo empecatado: «la ambición humana, la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero» (cf. 1 Jn 2,16). Por eso, la Iglesia no deberá jamás aliarse ni identificarse con ningún poder de este mundo, ni mucho menos ofrecerse como alternativa ideal del poder civil. Actualmente, la realeza de Cristo se expresa en el testimonio de los cristianos dispersos entre los demás hombres. Es necesario que el cristiano aparezca apasionado por la verdad del hombre. En su lucha por la dignidad del hombre descubrirá que ha recibido esa pasión de Cristo, al mismo tiempo que éste le hará apasionado del verdadero Dios.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: “a, Eres Tú el rey de los judíos?”. Jesús le respondió: “Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”. Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “Entonces Tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.

Palabra del Señor.

Profesión de fe

EL CREDO

Creo en Dios Padre todopoderoso. Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, y la vida eterna. Amén.

ORACIÓN DE LOS FIELES

(Después de la invitación del celebrante), A cada intención, pedimos: Enséñanos a trabajar por la verdad y la vida.

·       Por el Papa, los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas: para que vivan la alegría de ser testigos fieles del evangelio. Oremos.

·       Por todos los pueblos de la tierra: para que experimenten la alegría de reconocer a Jesucristo, como Rey universal Oremos.

·       Por los que padecen graves necesidades económicas: para que les llegue la alegría de nuestra solidaridad. Oremos.

·       Por todos nosotros: para que descubramos la alegría de trabajar por el Reino de Dios. Oremos.

III. LITURGIA EUCARÍSTICA

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Te ofrecemos, Señor, el sacrificio de la reconciliación de los hombres, y te pedimos humildemente que tu Hijo conceda a todos los pueblos los dones de la unidad y de la paz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

PREFACIO

CRISTO, REY DEL UNIVERSO

VI. El Señor esté con ustedes. R/. Y con tu espíritu.

V/. Levantemos el corazón.

R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Porque consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría para que, ofreciéndose a sí mismo en el altar de la cruz como víctima inmaculada y pacificadora, consumara el misterio de la redención humana; y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu soberana grandeza el reino eterno y universal: reino de la verdad y la vida, reino de la santidad y la gracia, reino de la justicia, del amor y de la paz.

Por eso con los ángeles y los arcángeles, con los tronos y las dominaciones y con toda la milicia del ejército celestial, cantamos un himno a tu gloria diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...

Santo, Santo, Santo.

RITO DE COMUNIÓN

PADRE NUESTRO

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

LA PAZ

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “La paz os dejo, mi paz os doy”. No tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

CORDERO

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 28, 10-11

El Señor reinará eternamente, él bendecirá a su pueblo con la paz.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Después de recibir el alimento de la inmortalidad, te pedimos, Padre, que quienes nos alegramos de obedecer los mandamientos de Jesucristo, Rey del universo, podamos vivir eternamente con él en el Reino de los cielos. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

IV. RITOS DE CONCLUSIÓN

Bendición

Con alegría porque el Señor es nuestra herencia, nos retiramos, cantando.

Canto final

  REFLEXIÓN BÍBLICA

 

¿Eres el Rey de Los Judíos?

Juan 18, 33-37

Domingo de Jesucristo Rey del Universo

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    PILATO LLAMÓ A JESÚS Y LE PREGUNTÓ: “¿A, ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?”.

El relato este fragmento del Evangelio, no cuenta un proceso que es presentado a Pilato sólo bajo el aspecto político de un competidor del Cesar, al hacerse el Rey Mesías.

Los tribunales romanos se abrían muy de mañana: “prima luce”. Podría suponerse el comienzo de este proceso sobre las seis o siete de la mañana. Mateo introduce sin más el proceso, yendo, como es su estilo, a la sustancia de los hechos, preguntándosele si es el “Rey de los judíos.” Esto supone el conocimiento que de esta acusación tenía Pilato, ya que el acusado tenía que haber sido presentado al procurador con una notificación oral o escrita de su acusación.

Este relato también está en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas. En Mateo pone la respuesta afirmativa de Jesús: “Tú lo dices.” La fórmula no era ordinaria, pero su uso revestía solemnidad. Juan destacará bien el sentido teológico de esta interrogación de Pilato y la precisión de la respuesta de Jesús: “a, Eres Tú el rey de los judíos?, Jesús le respondió: “Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”

2.    PERO HUBO OTRAS “ACUSACIONES” DE LOS PRÍNCIPES DE LOS SACERDOTES Y ANCIANOS.

En Lucas, estas acusaciones eran todas convergentes en llevar la acusación al terreno político de su realeza, lo que era una competición contra Roma. Jesús no se presentaba como un “zelote” exigiendo la libertad política, sino como el mismo Rey Mesías profetizado.

Pilato comienza este interrogatorio de Cristo preguntándole, sin que los sanedritas le hayan acusado de nada en concreto, lo mismo que en Mateo (27:11) y Marcos (15:2), sobre si él es “el rey de los judíos.” Es ello una prueba que supone el informe y acusación previa, al menos prenotificada en privado.

Lucas pone, en cambio, al principio del proceso, la acusación terminante que le hacen. Le presentan, malintencionadamente y desnaturalizando los hechos, una versión política de su mesianismo: a) “pervierte a nuestro pueblo”; b) “prohíbe pagar tributo al César”; c) “dice ser El Mesías-Rey” (Lc 23:1-2). Las dos primeras eran, ciertamente falsas, y la tercera estaba desnaturalizada, al dar de ella, en el contexto de lo anterior, una versión política. Marcos lo presenta así: los dirigentes “le acusaban de muchas cosas” (Mc 15:3) insistiendo en esto.

3.    EL DIÁLOGO DE JESÚS CON PILATO, COMO ESTE INTERROGATORIO, ES ALGO MISTERIOSO E INSÓLITO

En todo caso, tanto el diálogo de Jesús con Pilato, como este interrogatorio, es algo misterioso e insólito. Jesús es interrogado si es o no es el Mesías. Y Jesús es el Mesías del Señor, su Ungido, su Consagrado, es el Siervo, enviado al mundo precisamente para esto, para realizar en Sí en su persona y en su vida, todas las palabras dichas por los profetas por la ley y por los salmos de Él. Palabras de persecución, de sufrimiento, de llanto, heridas y sangre, palabras de muerte por Jesús, por el Ungido del Señor, que es nuestro respiro, aquél a la sombra del cual viviremos entre las naciones, como dice el Profeta Jeremías (Lam 4, 20). Palabras que hablan de asechanzas, de insurrecciones, conjuras, (Sal 2,2).

Observamos a Nuestro Señor Jesucristo, herido, como varón de dolores; tan irreconocible, si no es sólo por parte de aquel amor, que como Él, bien conoce el padecer. “¡Sepa pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a Jesús a quien vosotros habéis crucificado!” (Hech 2, 36). Sí, es un rey atado, el mío, un rey entregado, arrojado fuera, despreciado; es un rey ungido para la batalla, pero ungido para perder, para ser sacrificado, para ser crucificado, inmolado como un cordero. Este es el Mesías: el rey que tiene como trono la cruz, como púrpura su sangre derramada, como palacio el corazón de los hombres, pobres como Él, pero hechos ricos y consolados por una continua resurrección. Estos son nuestros tiempos, los tiempos de la consolación por parte del Señor, en los cuales él envía incesantemente al Señor Jesús, al que nos ha destinado como Mesías. (ocarm)

4.    “MI REALEZA NO ES DE ESTE MUNDO.

“Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”

Debe de ser después de estas acusaciones que dicen los sinópticos cuando, maravillado Pilato de que aquel reo es distinto de todos, “entró de nuevo en el pretorio” y, mandando venir a Cristo, le hace un interrogatorio privado, lo que no excluye la presencia de otras personas — asesores, etc. — sobre su realeza.

La pregunta fue sobre si era en verdad El “el rey de los judíos.” Pero Cristo tenía que precisarle bien el sentido de aquella expresión, que podía ser gravemente equívoca.

Si lo decía Pilato por su cuenta, Él no era rey en ese sentido; no era un rey político, no era un competidor del César; El no venía a aprovecharse de Palestina para dársela a los judíos quitándosela al César.

Si se lo habían dicho los dirigentes judíos, en parte era verdad: Él era el Mesías, pero no el Mesías político que ellos esperaban, el rey político que ellos allí le presentaban.

La pregunta de Cristo incomodó a Pilato, que corta por lo sano, preguntándole que responda “qué ha hecho.”

Pilato puede estar tranquilo. Porque el reino de Cristo no es de este mundo. La prueba la tiene él: no tiene soldados, está prisionero, sin que nadie le defienda ni luche por Él.

5.    “¿LUEGO TÚ ERES REY?”

Hasta aquí la respuesta de Cristo había sido negativa. Y no podía ser ajeno a la información de Pilato la entrada “mesiánica” de Cristo el día de Ramos, sus disputas y enseñanzas con los fariseos en los últimos días jerosolimitanos y su confesión en la noche anterior ante el Sanedrín. De ahí la pregunta que le hace con ironía y medio piedad y desprecio. A este momento deben de corresponder las frases de los sinópticos sobre su realeza (Mt 27:11); Cristo lo afirma: “Tú lo dices.” Esta frase es de muy raro uso y supone una cierta solemnidad.

Cristo expresa cómo su reinado es espiritual, por someter los seres humanos a la verdad. Esta es la finalidad de su venida a este mundo. Los autores subrayan, salvando el contenido histórico interpretativo, cómo el estilo de estas palabras está fuertemente sumido en términos Joánicos (Jn 3:11.32; 8:14ss; 1:7.8; Ap 1:5).

6.    YO SOY REY. PARA ESTO HE NACIDO Y HE VENIDO AL MUNDO: PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD.

“El que es de la verdad, escucha mi voz”. Al llegar a este punto y oír hablar de la “verdad”, Pilato pregunta qué cosa sea la “verdad.” Acaso piensa en los filósofos ambulantes que en Roma andaban exponiendo sus sistemas y sus sabidurías. El gesto de Pilato refleja una perfecta situación histórica. ¿La verdad? ¿Quién la iba a discernir entre tantos sistemas? Se acusa bien en él el escepticismo especulativo de un romano y de un político, a quien sólo le interesaba lo práctico. Y, acaso encogiéndose de hombros, pensó que Cristo fuese uno de estos iluminados orientales y no dio más importancia a aquel asunto. Y terminó así el interrogatorio. “Salió” de la parte interior del pretorio al exterior del mismo, para decir a los dirigentes judíos que no encontraba ningún crimen en este hombre para condenarle a muerte. Fue para él un soñador, un filósofo o un oriental iluminado. En todo caso, no había lugar a más proceso.

Se cotejan aquí conceptos muy diferentes de realeza: Pilato tenía el concepto político-militar que se podía hacer un romano, pero aparece también el teocrático y a la vez político de los judíos; sin embargo, la realeza de Jesús pertenece a otra esfera: “no es de este mundo”; más aún, puede dejarse aplastar por éste y resultar, de todos modos, vencedora. Jesús es verdaderamente rey, pero no de aquí abajo. Ha venido a este mundo a traer su Reino sobrenatural sin imponer su absoluta superioridad, asumiendo nuestra condición: “Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”, para iluminarla con la luz de la verdad y hacer al hombre capaz de elegir el Reino de Dios.

La venida de Cristo obra, por consiguiente, una discriminación entre los que acogen su testimonio y los que lo rechazan. Es un testimonio verdadero sobre Dios -cuyo rostro revela Jesús en sí mismo- y, al mismo tiempo, sobre el hombre, tal como es según el designio del Padre, “¡Ecce homo!” (Jn 19,5): acogerlo significa entrar ya desde ahora en su Reino. En cambio, el que lo rechaza se somete al príncipe de este mundo (12,31): no es posible mantenerse en un escepticismo neutral, como intenta hacer Pilato (18,38). Quien reconoce a Jesús como rey no se preocupa de triunfar en este mundo, sino más bien de escuchar la voz de su Señor y de seguirle para extender aquí abajo su Reino de verdad y de amor.

7.    CRISTO ES UN REY CRUCIFICADO

Estamos invitados a vigorizar en nosotros el deseo de que Cristo reine verdaderamente en nuestra vida. Para que esto ocurra, es necesario revivir siempre en nosotros una adhesión plena a él, que nos amó primero y libró por nosotros la gran batalla hasta dejarse herir de muerte para destruir en su cuerpo clavado en la cruz nuestro pecado. Cristo venció así. Su triunfo es el triunfo del amor sobre el odio, sobre el mal, sobre la ingratitud. Su victoria es, en apariencia, una derrota: el modo de vencer del amor es, en efecto, dejarse vencer.

Cristo es un rey crucificado; sin embargo, su poder está precisamente en la entrega de sí mismo hasta el extremo: es un rey coronado de espinas, colgado en la cruz, y sigue como tal para siempre, incluso ahora que está en la presencia del Padre, a donde ha vuelto después de la resurrección. Se trata de una realeza difícil de comprender desde el punto de vista humano, a no ser que emprendamos el camino del amor humilde, de la vida que se hace servicio y entrega. Si emprendemos ese camino, el mismo Espíritu nos hará capaces de configurarnos con el humilde rey de la gloria, de quien todo cristiano está llamado a ser discípulo enamorado. Esto traerá consigo, necesariamente, una sombra de muerte, de muerte a todo un mundo de egoísmos, de pasiones, de vanos deseos y de arrogancias indebidas: una muerte que, sin embargo, se traduce en libertad para nosotros mismos y en crecimiento para los otros, en vida verdadera y en plenitud de alegría.

Nuestro camino en la historia prosigue con sus cansancios, pero nuestro corazón puede saborear de manera anticipada la dulzura de este Reino de luz infinita en el que sólo se entra por la puerta estrecha de la cruz. “Venga a nosotros, Señor, tu Reino de luz”

¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin!... ¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quién supiera ahora representar la majestad que tenéis! (Santa Teresa de Jesús, Vida, capitulo 6)

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

PARA LA LECTIO DIVINA

 

CRISTO ES UN REY CRUCIFICADO

La liturgia de hoy nos invita a reavivar en nosotros el deseo de que Cristo reine verdaderamente en nuestra vida. Para que esto tenga lugar, es menester renovar nuestra adhesión a él, que nos amó primero y libró por nosotros la gran batalla hasta dejarse herir de muerte para destruir en su cuerpo clavado en la cruz nuestro pecado. Cristo venció así. Su triunfo es el triunfo del amor sobre el odio, sobre el mal, sobre la ingratitud. Su victoria es, en apariencia, una derrota: el modo de vencer del amor es, en efecto, dejarse vencer.

Cristo es un rey crucificado; sin embargo, su poder está precisamente en la entrega de sí mismo hasta el extremo: es un rey coronado de espinas, colgado en la cruz, y sigue como tal para siempre, incluso ahora que está en la presencia del Padre, a donde ha vuelto después de la resurrección. Se trata de una realeza difícil de comprender desde el punto de vista humano, a no ser que emprendamos el camino del amor humilde, de la vida que se hace servicio y entrega. Si emprendemos ese camino, el mismo Espíritu nos hará capaces de configurarnos con el humilde rey de la gloria, de quien todo cristiano está llamado a ser discípulo enamorado.

Esto traerá consigo, necesariamente, una sombra de muerte, de muerte a todo un mundo de egoísmos, de pasiones, de vanos deseos y de arrogancias indebidas: una muerte que, sin embargo, se traduce en libertad para nosotros mismos y en crecimiento para los otros, en vida verdadera y en plenitud de alegría. Nuestro camino en la historia prosigue con sus cansancios, pero nuestro corazón puede saborear de manera anticipada la dulzura de este Reino de luz infinita en el que sólo se entra por la puerta estrecha de la cruz. (Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra, Lectio Divina (eds.)

ORACION

 

Señor Jesús, tú te escondiste a los ojos de todos para orar al Padre en secreto, cuando la muchedumbre, maravillada y admirada por los milagros que realizabas, te buscaba para proclamarte rey. Sólo en la hora de la pasión, cuando todos te habían abandonado y ser proclamado rey ya no era motivo de jactancia, sino que se había vuelto para ti causa de condena, sólo entonces declaraste tu señorío universal. Obrando de este modo nos enseñaste con tu misma muerte que reinar es servir amando hasta la entrega total de nosotros mismos.

Concédenos también reconocer tu realeza no de palabra, sino dejando crecer y dilatarse en nosotros tu Reino, para que seamos, en la historia, irradiación de tu presencia de paz y motivo de consuelo y esperanza para todos nuestros hermanos.

FUENTES DE LA PAGINA

 

La Página de la Misa Diaria, está preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant, desde Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor Jesucristo y por la Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.

Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo “Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ),

(3) Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

 

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