ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 26, 7.
9
Escucha, Señor, la voz
de mi clamor: no me rechaces ni me abandones, Dios, mi salvador, porque tú
eres mi refugio.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, fuerza
de los que esperan en ti, escucha con bondad nuestras súplicas, ya que sin
tu ayuda nada puede la fragilidad humana, y concédenos la gracia de cumplir
tus mandamientos para agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA 2Cor 11, 1-11
COMENTARIO:
Unos predicadores ambulantes llegan a Corinto con un mensaje que contradice
el Evangelio anunciado por Pablo. Con esto intentan desacreditar la misión
y la conducta de Pablo, minando sobre todo el afecto que le unía a sus
corintios. Muchos se dejaron seducir por estos cantos de sirena, como
ocurre también hoy a muchos católicos que se apartan de su fe para ir
detrás de otras corrientes religiosas que ofrecen una vida fácil, segura y
sin sufrimientos. Pablo reacciona con fuerza, diciéndoles que se han portado
como una esposa infiel. ¿No ha dado él la señal por excelencia del
Evangelio de libertad que anunció en Corinto? Lo hizo gratuitamente. ¿Por
qué, pues, lo consideran menos que esos “superapóstoles”? La mente serena
debe discernir quién es el auténtico mensajero de la verdad; quién viene en
nombre del Señor.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: ¡Ojalá quisieran
tolerar un poco de locura de mi parte! De hecho, ya me toleran. Yo estoy
celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único esposo,
Cristo, para presentarlos a él como una virgen pura. Pero temo que, así
como la serpiente, con su astucia, sedujo a Eva, también ustedes se dejen
corromper interiormente, apartándose de la sinceridad debida a Cristo. Si
alguien viniera a predicarles otro Jesucristo, diferente del que nosotros
hemos predicado, o si recibieran un Espíritu distinto del que han recibido,
u otro Evangelio diverso del que han aceptado, ¡ciertamente lo tolerarían!
Yo pienso, sin embargo, que no soy inferior a esos que se consideran
«apóstoles por excelencia”.
Porque, aunque no soy
más que un profano en cuanto a la elocuencia, no lo soy en cuanto al
conocimiento; y esto lo he demostrado en todo y delante de todos.
¿Acaso procedí mal al
anunciarles gratuitamente la Buena Noticia de Dios, humillándome a mí mismo
para elevarlos a ustedes? Yo he despojado a otras Iglesias, aceptando su
ayuda, para poder servirlos a ustedes. Y cuando estaba entre ustedes,
aunque me encontré necesitado, no fui gravoso para nadie, porque los
hermanos que habían venido de Macedonia, me proveyeron de lo que
necesitaba. Siempre evité serles una carga, y así lo haré siempre. Les
aseguro por la verdad de Cristo que reside en mí, que yo no quiero perder
este motivo de orgullo en la región de Acaya. ¿Será acaso porque no los
amo? Dios lo sabe.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal 110, 1-4. 7-8
R.
¡Tus obras son verdad y justicia, Señor!
Doy gracias al Señor
de todo corazón, en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras
del Señor: los que las aman desean comprenderlas. R. Su obra es esplendor y
majestad, su justicia permanece para siempre. Él hizo portentos memorables;
el Señor es bondadoso y compasivo. R.
Las obras de sus manos
son verdad y justicia; todos sus preceptos son indefectibles: están
afianzados para siempre y establecidos con lealtad y rectitud. R.
ALELUYA Rom 8, 15
Aleluya. Han recibido
el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abbá!, es
decir, ¡Padre! Aleluya.
EVANGELIO Mt 6, 7-15
COMENTARIO:
El filósofo judío Martín Buber ha escrito: «La vida humana es diálogo. En
cuanto seres sociales estamos en dependencia del trato con los otros y, si
a veces tenemos la impresión de estar solos, debemos pensar que Dios nos ha
creado para el trato con él. Nuestra vida es diálogo con Dios.
Por eso la
oración es elemento inseparable de la vida cristiana, tal como se ha dicho:
la oración es al alma lo que el oxígeno al cuerpo. Pero, ¿cómo orar? La
respuesta del Maestro es el “Padre nuestro”. La oración no responde a una
necesidad de pura religiosidad. Nace de la certeza interior de que tenemos
un Padre que mora con nosotros y nos escucha en nuestras aflicciones. El
Padre nuestro nos hace tomar conciencia de nuestro origen, destino y del
camino a seguir para alcanzarlo.
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus
discípulos: “Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos
creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el
Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de
que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: “Padre nuestro, que estás en
el cielo, santificado sea tu nombre, que venga tu reino, que se haga tu
voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan
de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que
nos han ofendido.
No nos dejes caer en
la tentación, sino líbranos del mal”. Si perdonan sus faltas a los demás,
el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a
los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Palabra del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que nutres al
hombre con el alimento de estos dones y también lo renuevas con tu
sacramento, concédenos que nunca nos falte el sustento para el alma y el
cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 26, 4
Una sola
cosa pido a Dios y por ella suspiro: habitar en la casa del Señor todos los
días de mi vida.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, te pedimos que
esta comunión, así como es signo de la unión de los creyentes contigo,
realice también la perfecta unidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que nos
alimentas con estos dones, y nos renuevas con tu sacramento, concédenos que
nunca nos falte el sustento para el alma y para el cuerpo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 26, 4
Una sola cosa he
pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la casa del Señor todos
los días de mi vida.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos Padre, que
así como la comunión que hemos recibido es signo de la unión de los creyentes
en ti, también se realice la unidad en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
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“Ustedes oren de esta manera”
Mt 6, 7-15
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. CUANDO OREN, NO HABLEN MUCHO, COMO HACEN LOS
PAGANOS
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen
los paganos: Jesús expuso una censura y una forma correcta al orar y de
orar, a través de esta enseñanza nos expuso cual debe ser el espíritu
cristiano en la oración.
La oración cristiana exige como una condición la sinceridad y
sencillez, dejando que hable el corazón, con actitud humilde, no como el
practicado por los gentiles, que piensan que por mucho hablar serán
escuchados. Lo que estamos aprendiendo, que al orar no hay que utilizar vanas
palabras, no se debe farfullar, es decir hablar muy deprisa y de manera
atropellada o confusa y tampoco decir muchas cosas inútiles. En otra
palabras, no pretender la charlatanería en la oración, sea diciendo cosas
vanas o inútiles, sea pretendiendo recitar unas fórmulas largas o
calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia mágica ante Dios.
Es así como Jesús dijo: No hagan como ellos. En el judaísmo, en
general, gustaba de prolijas oraciones y, en especial, acumular en ellas
títulos a los nombres divinos. Pero Jesús no enseña que no es ésta la
actitud cristiana en la oración, porque el Padre que está en el cielo sabe
bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Pero no se
excluye la minuciosidad, porque no se estima como requisito semimágico,
cuando viene de la sinceridad del corazón. La oración no es locuacidad,
sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Jesús con esta enseñanza condenar la oración larga. No es
éste el propósito de su enseñanza. La censura va contra la mecanización
formulista o semimágica de la oración. Tampoco Jesús va contra la extensión
de la oración. El mismo, cuando estuvo en Getsemaní, dio ejemplo de oración
larga, al permanecer en la misma una hora de oración (Mt 26:39.42.44,
par.), lo mismo que pasarse, en ocasiones, la noche en oración.
2.
PADRE
NUESTRO
Hermosa oración nos enseñó Jesús, El Padre Nuestro, es irremplazable,
es una oración perfecta, en ella está toda una enseñanza; que orar, como
orar y como dirigirse a Dios como Padre.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre.
Comienza esta oración dirigiéndose a Dios con una alabanza que nos hace
grato el orar. Es encantador saber el verdadero sentido de paternidad y
filiación divina que tenemos al ser hijos de Dios, al decir Padre Nuestro,
además nos involucramos todos como hermanos, Dios es Nuestro Padre, uno
solo y nuestro, de todos nosotros.
Decir Padre nuestro es la mejor ocasión para entrar el alma dentro de
sí, y hacer el giro hacia la contemplación perfecta. Apenas se encuentra santa
Teresa con la palabra “Padre nuestro” entre las manos, estalla en un “oh”
de asombro contemplativo. Que Cristo se humille tanto para tratar con
nosotros, que nos dé al Padre: “¡Cómo dais tanto junto a la primera
palabra! Tan amigo de dar, que no se os pone cosa delante” (C 27,2).
Y cuando nos dirigimos al Padre en oración, levantamos los ojos a Él,
nuestro corazón se inflama y se apasiona porque nos dirigimos a quien más
nos ama, y decimos tiernamente “Padre”, porque somos sus hijos, él nos ha
creado, somos de su patrimonio, y con gran convicción, decimos Padre
Nuestro, en plural, de este modo nos involucramos todos porque para El
somos hermanos, y deseamos.
3.
QUE ESTÁS
EN EL CIELO
Levantamos los ojos y rezamos “Que estas en los cielos”, porque “los
cielos publican la gloria de Dios"; (Sal 18,2), el cielo es donde ya
no hay culpa y donde no hay ningún temor a la muerte, entonces nos elevamos
a Él y lo separamos de las cosas terrenas. San Agustín decía: Dios, habita
en el corazón de los hombres justos, complementado con la idea del cielo,
es entonces el cielo una idea más allá de todo lo que el hombre puede
imaginar.
4.
SANTIFICADO
SEA TU NOMBRE
Luego rezamos “Santificado sea tu nombre”; Porque Dios es santidad
pura, incorruptible, principio de todo lo bueno, y pedimos que sea
santificado en nosotros su nombre, como auxilio para abstenernos de toda
maldad y para que la santificación pueda venir en nosotros. Por tanto, esta
es una expresión que nos compromete a buscar la santidad, para que Dios
tenga hijos dignos recordando al salmista que dice: “Sea conocida tu
santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de
justos (Sal 32,1)
5.
QUE VENGA
TU REINO
Y es hora de pedir y rogamos: “que venga tu reino”; Para que el poder
y la seducción y el reino de este mundo pasajero sean desterrados, sobre
todo, el pecado, que reina en nuestra vida terrenal. De este modo también
pedimos a Dios que nos libre de la corrupción y nos preserve de la muerte.
También queremos decir venga el Espíritu Santo sobre nosotros para que nos
purifique. El Reino de Dios viene cuando alcanzamos gracia; porque El mismo
dice (Lc 17,21): "El reino de Dios está dentro de vosotros". Para
que Dios reine en nuestras vidas, así entonces en todos nuestros
pensamientos, palabras y acciones.
6.
QUE SE
HAGA TU VOLUNTAD
Y sin entristecernos por el Plan de Dios en nosotros, le pedimos al
Padre que se hágase su voluntad aquí en la tierra como en el cielo; Es una
súplica para que nos permita imitar la vida del cielo, y porque nosotros
deseamos aceptar lo que Él quiere. Le pedimos de este modo, que nuestra
vida humana sea buena y semejante a la que tendremos después de la
resurrección, por tanto ya queremos disponernos a llevar un modo de vida en
este mundo, que esté conforme con la que esperamos en el otro.
7.
DANOS HOY
NUESTRO PAN DE CADA DÍA.
Suplicamos a continuación “Danos hoy nuestro pan cada día”:
Jesucristo es el Pan de Vida Eterna. El pan de nuestras almas es la virtud
divina, que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que
nace de la tierra conserva la vida temporal. El pan divino que ha venido y
el que ha de venir, le rogamos nos conceda hoy, con todo su sabor. También
concédenos esto haciendo que el Espíritu Santo habite en nosotros,
produciendo una virtud que aventaja a toda virtud humana, como la humildad,
la bondad y el amor.
8.
PERDONA
NUESTRAS OFENSAS
Y reconociendo nuestras falta, solicitamos que perdones nuestros
pecados, perdona nuestras ofensas: “Misericordia Señor, nos comprometemos a
no faltarle, sin embargo caemos, pero El, bueno al extremo, nos perdona y
luego volvemos a caer, entonces le suplicamos que suspenda el castigo que
merecemos, y El tan bueno, lo hace. Pero en cuanto vemos que por su
confianza en nosotros El mira para otro hermano, volvemos a caer
nuevamente”. Jesús nos enseñó a tener confianza por nuestras buenas obras,
y nos enseñó a implorar el perdón de nuestros pecados, porque, no existiendo
nadie sin pecados, no nos privemos de la participación de los beneficios
divinos por los pecados humanos. Así pues, al ofrecer, como debemos, a
Cristo, quien hace que el Espíritu Santo habite en nosotros, la santidad
perfecta, habremos de reprendernos si no hemos conservado la pureza de su
templo. Este defecto se enmienda por la bondad de Dios, perdonando a la
humana debilidad el castigo de sus pecados.
9.
PORQUE
TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A AQUÉLLOS QUE NOS OFENDEN.
Y decimos lo enseñado por Jesús, “porque también nosotros perdonamos
a aquéllos que nos ofenden”; Así es Dios, lleno de piedad por los
pecadores, si lo es El con nosotros, tenemos que serlo del mismo modo con
los demás y, si no es así, somos unos hipócritas. Esto los hacemos con toda
justicia por el Dios justo. Cuando nosotros perdonamos a nuestros deudores;
esto es, a los que nos han ofendido y confiesan su ofensa. Conociendo
nosotros esto, debemos dar gracias a nuestros deudores; porque son para
nosotros la oportunidad y la causa de nuestro mayor perdón. Además dando
poco alcanzamos mucho; porque nosotros debemos muchas y grandes deudas a
Dios y estaríamos perdidos si nos pidiésemos una pequeña parte de ellas.
10.
NOS DEJES
CAER EN LA TENTACIÓN.
También nos enseñó el Señor, pedir para que Él no nos dejes caer en
la tentación: Pedimos a Dios que no nos deje caer en el pecado, esto es
fuerza, amor, decisión, voluntad para enfrentar este diarios combate
"entre la carne y el espíritu", capacidad para evitar las
ocasiones de pecar. Si queremos que Dios permanezca en nuestro corazón,
tenemos que protegerlo de la tentación.
En efecto, es imposible no dejarnos tentar, los santos fueron
tentados, muchos sufrieron esta prueba, por eso le pedimos a Dios que no
nos deje caer en la tentación, esto es, que no permita que suframos la
prueba de las tentaciones inclinada a los placeres de los sentidos.
Jesucristo conociendo nuestra debilidad, mandó que orásemos para que no
cayésemos en la tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que
pida a Dios la virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que
dice San Mateo (10,22): "El que persevera hasta el fin, se
salvará".
11.
LIBRANOS
DEL MAL
Por este motivo, rogamos que nos libre del mal, del “maléfico”, y sus
sinónimos, la mentira, el crimen, el robo, la xenofobia, la discriminación,
la desidia, la irreverencia, el egoísmo, la envidia, la pereza, la maldad,
la dureza de corazón, la incomprensión, irresponsabilidad, el inventar
cosas falsas de los demás y tantas más que son el deleite de Satanás.
San Agustín nos dice que cada uno pide ser librado del mal (esto es,
del demonio y del pecado); pero el que confía en Dios, no teme al pecado.
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8,31).
Cristo
Jesús viva en sus corazones
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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