MISA DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS

"La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)

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Página de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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23-10-2022

Edición  9.412

LITURGIA DE   LAS HORAS

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XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

 

EL ENCUENTRO CON DIOS EN LA ORACIÓN

 

He aquí uno de esos temas que aparecen continuamente en el evangelio, de diversas formas. La actitud adecuada del hombre en su relación con Dios sólo puede ser la de reconocer que Dios “es el que es” y “el que hace ser” (Ex 3,14), mientras que el hombre es el que no es nada por sí mismo, el que lo recibe todo de Dios. La auténtica relación del hombre con Dios sólo puede basarse en la verdad de lo que es Dios y en la verdad de lo que es el hombre. Por eso, enorgullecerse delante de Dios no es sólo algo que esté moralmente mal, sino que es vivir en la mentira radical: “¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte como si no lo hubieras recibido?” (1 Cor 4,7).

Ello es válido sobre todo para el encuentro con Dios en la oración. Además de la fe que nos recordaba el evangelio del domingo pasado, es radicalmente necesaria la humildad que nos recuerda el de hoy. La única actitud justa delante de Dios es la de acercarnos a Él mendigando su gracia, como el pobre que sabe que no tiene derecho a exigir nada y que pide confiado sólo en la bondad del que escucha. Por eso, nada hay más contrario a la verdadera oración que la actitud del fariseo, que se presenta ante Dios exigiendo derechos, pasando la cuenta.

Más aún: no sólo no tenemos derecho, sino que somos positivamente indignos de estar en presencia de Dios por haber rechazado tantas invitaciones suyas a lo largo de nuestra vida. Nuestra realidad de pecadores es un motivo más para la humildad, que, como al publicano, nos debe hacer sentirnos avergonzados, sin atrevernos a levantar los ojos: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”

Para ver la Reflexión completa de las 3 lecturas y el salmo de la Liturgia de este domingo pinchar este link: (Enlace): PALABRA DE DIOS

 

ANTÍFONA DE ENTRADA Cf. Sal 104, 3-4

Que la alegría llene el corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y serán fuertes, busquen siempre su rostro.

ACTO PENITENCIAL

·        Defensor de los pobres. Cuando nos sentimos libres de pecado y superiores a los demás. Señor, ten piedad.

·        Refugio de los débiles. Cuando nos conformamos con practicar una religión formalista y rutinaria. Cristo, ten piedad.

·        Esperanza de los pecadores. Cuando dudamos de tu bondad y tu perdón. Señor, ten piedad.

SE DICE GLORIA

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y para conseguir lo que nos prometes, ayúdanos a amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA Ecli 35, 12-14. 16-18

Comentario: El Señor atiende la oración del pobre, del oprimido, el huérfano y la viuda. Todos ellos representan la masa excluida por los sistemas opresores, y mientras no sean escuchados por los poderosos, Dios interviene en su auxilio, y les hace justicia. Ésa es la gran esperanza del pobre.

Lectura del libro del Eclesiástico.

El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.

Palabra de Dios.

SALMO Sal 33- 2-3. 17-19. 23

R. El pobre invocó al Señor, y Él lo escuchó.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. R.

El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en Él no serán castigados. R.

SEGUNDA LECTURA 2 Tim 4, 6-8. 16-18

Comentario: El autor de esta carta presenta su vida como un combate, en el cual está en juego su fe. Y es el mismo autor que, sin pudores, reconoce que ya está preparada para él la corona del triunfo, debido a la fidelidad con que ha concluido su carrera por alcanzar el Reino.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Palabra de Dios.

ALELUYA 2 Cor 5, 19

Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO Lc 18, 9-14

Comentario: A través de esta parábola Jesús intenta que pongamos la atención en las consecuencias de un espíritu autosuficiente que se tiene por justo y desprecia a los demás. No basta entonces con no pecar para ser justificados por Dios, sino que también es necesario contar con un espíritu humilde que sea capaz de acoger a todos los hombres.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!” Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

Palabra del Señor.

SE DICE EL CREDO

ORACIÓN DE LOS FIELES

A cada intención, pedimos: Señor, ayúdanos a amar lo que nos mandas.

·        Por la Iglesia santa, formada por pecadores: para que, sin desmayo, siga ofreciendo al mundo el perdón y la misericordia de Dios. Oremos.

·        Por cuantos trabajan a favor de los pobres y marginados para que lo hagan con humildad y alegría de corazón. Oremos.

·        Por los orgullosos, los soberbios, los que desprecian a los demás: para que descubran la alegría de la humildad y la fraternidad. Oremos.

·        Por todos nosotros: para que el humilde reconocimiento de nuestra debilidad nos abra a la gracia de Dios. Oremos

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Mira, Padre, las ofrendas que te presentamos, y que la celebración de estos misterios sean para tu gloria y alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUN IÓN Cf. Sal 19, 6

Aclamemos tu victoria y alcemos los estandartes en nombre de nuestro Dios.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Señor y Dios nuestro, te pedimos que lleves a su plenitud en nosotros lo que significan estos sacramentos, para que poseamos plenamente lo que ahora celebramos en esta liturgia. Por Jesucristo, nuestro Señor   

 

  REFLEXIÓN BÍBLICA

 

"¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!"

Lc 18, 19-14

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.     LA PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO

Este relato del evangelio de Lucas, se conoce mucho como la parábola del fariseo y el publicano, donde el Señor en forma admirable nos ofrece una enseñanza sobre las condiciones interiores de la oración.

El fariseo de esta relato, son de aquellos que se habían arrogado la tarea de simbolizar, con la observancia estricta de los mandamientos y la multiplicación de las obras, al verdadero Israel, a la comunidad del tiempo de la salvación. Por cierto, todo lo que reza el fariseo: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano”, es verdadero, sin embargo esta rectitud es lo que le hace ser impuro ante Dios. En efecto, él se considera autorizado a calificar a los demás y aún peor, creerse superior a ellos.

El publicano es un odiado recaudador de los impuestos, que trabajaba para el Imperio romano, esta labor, hace que él se halle antes los judíos en una situación de imperfección. Esto actitud de pecador es palpable, pues como leemos en el relato, él no se atreve a acercarse al templo y se mantiene a distancia, ni siquiera se anima a levantar los ojos al cielo. Sin embargo, el publicano se golpea el pecho mostrando de este modo una señal que visible en su conciencia del mal que se esconde en el corazón humano.

2.     PORQUE TODO EL QUE SE ELEVA SERÁ HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ELEVADO.

La finalidad de esta parábola, es enseñar el valor de la oración, pero con una condición esencial de la misma: la humildad. Es condición esencial, pues todo el que pide ha de reconocer lo que no tiene. Jesús, según Lucas, dijo esta parábola “a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás.” En la oración, pues, la actitud humilde es lo que hace a Dios aceptarla, mientras que la actitud soberbia del que pide con exigencia, más o menos camuflada, Dios no la escucha. Así termina la parábola con una sentencia, citada varias veces, pero que insertada aquí comenta el sentido del intento: “Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.”

Es así como en esta parábola la oración de cada uno, tanto la del fariseo como las del publicano, hablan de su vida, por una parte la autosuficiencia de una pretendida justicia que hace al que así reza superior a los otros y se expresa a través de un extenso elenco de virtudes propias, y por otra parte el pecado que nos hace pequeños ante Dios, y donde no hay más palabras que la invocación: “Dios mío, ten piedad de mí”, con lo que entendemos quién fue grato a Dios y quién es afectuoso a su corazón.

3.     LA ORACION DEL SOBERBIO Y DEL HUMILDE.

La circunstancia presenta más bien una oración privada. En el caso del fariseo, encontramos al soberbio, al engreído por la práctica material de la Ley; despreciador de los demás, por considerarlos pecadores. El fariseo se consideraba siempre “el justo.” El publicano, al servicio de Roma y predispuesto a negocios ilícitos, era considerado como gente “pecadora,” odiada y despreciable.

El relato describe “El fariseo, de pie”, la oración de pie era algo normal. Si analizamos lo que reza, vemos que no ora, sino que relata sus necedades, porque sólo lo que refiere, aunque fuese verdad, no evitaba el orgullo. Además alega obras de supererogación. Ayuna “dos veces” por semana. No había más obligación que el ayuno anual del día de Kippur, en el del mes de abril. Pero los fariseos ayunaban los días segundo y quinto de la semana. Pagaba, además, el diezmo de todo lo que vendía o adquiría.

En cambio el publicano reza:"¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!" La oración del publicano, por su humildad, por reconocer lo que era ante Dios, pecador, sin levantar los ojos ni las manos al cielo, como era normal, y pedirle misericordia, era válida y adecuada. En cambio, la exhibición del fariseo, que alegaba ante Dios sus obras como si fuesen suyas, infunde soberbia, vanidad y presunción en su complacencia, no le trajo la “justificación,” que es el único término que aquí se compara No le justifican sus obras solas. 

4.     EL ALMA SOBERBIA SE ATORMENTA POR SÍ MISMA.

La parábola que expone Jesús, nos presenta dos posiciones opuestas del hombre frente a Dios, una es simbolizada por el fariseo, “la soberbia”.

Hablamos de soberbia y nos referimos a una actitud de arrogancia, y los soberbios se auto califican en sus hechos de grandiosos, magníficos, o estupendos, y disfrutan placenteramente en la contemplación de sus cualidades propias, con menosprecio a los demás.

El orgulloso no conoce el amor de Dios y se encuentra alejado de Él. Se ensoberbece porque es rico, sabio o famoso, pero ignora la profundidad de su pobreza y de su ruina, porque no ha conocido a Dios. En cambio, el Señor viene en ayuda de quien combate contra la soberbia, a fin de que triunfe sobre esta pasión. El alma soberbia se atormenta por sí misma. Para que puedas ser salvado, es necesario que te vuelvas humilde, puesto que, aunque se trasladara por la fuerza un hombre soberbio al paraíso, tampoco allí encontraría paz ni se sentiría satisfecho, y diría: “¿Por qué no estoy en el primer puesto?”.

5.     EL ALMA HUMILDE TIENE UNA GRAN PAZ

La otra posición opuesta, simbolizada por el publicano, es la de una profunda humildad. La humildad, es una actitud derivada del conocimiento de las propias limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo: La humildad permite reconocer los propios errores. Así es, como el publicano, que con esta actitud de profunda humildad, hace un reconocimiento sincero de sus faltas, él se mira interiormente a sí mismo y lo hace con verdad y honestidad, entonces se sabe pecador, y por lo mismo, se reconoce necesitado del perdón de Dios.

El sentimiento de humildad del publicano, lo hace abrirse a sí mismo, y busca apoyarse en la infinita misericordia de Dios, así es como dice: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". La suplica es con ahínco.

Somos humildes, cuando no nos fijamos en los demás y no los juzgamos, sino que los hacemos a sí mismo.

Finalmente Jesús, pronuncia una sentencia sobre la actitud de soberbia del fariseo y la humilde del publicano. El fariseo, llenos de si, se vuelve vacío de Dios, el publicano, vacío de sí mismo y se ve envuelto por el amor y la misericordia de Dios. Es decir la oración humilde justifica, es decir, nos hace aceptables a Dios, y la soberbia nos cierra las puertas de su misericordia.

Mantengámonos humildes, Dios nos va a enriquecer con los beneficios de su gracia y de su amor.

“¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”

  El Señor les Bendiga

  Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

PARA LA LECTIO DIVINA  (3)

 

NI FARISEO NI PUBLICANO

Domingo XXX

Lc 18, 9-14

Nos relata el Evangelio de este domingo que “Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano…”

Tengo la sensación de que nos sentimos siempre un tanto incómodos ante esta parábola del fariseo y del publicano.

¿Pero por qué?

En la parábola hay sólo dos protagonistas y nos demanda identificarnos con uno de ellos. O nosotros caemos en la cuenta de que somos como uno de ellos.

Pero, también puede ocurrir que no nos sentimos identificados con el fariseo, tan antipático en su actitud de persona de bien que mira a todos los otros de arriba abajo, incluso a Dios, si fuera posible. Y tampoco nos identificamos con el publicano, porque es difícil reconocerse tan odiosamente pecador, aunque al final quisiéramos ser justificados como él.

Entonces descubrimos que hay un tercer personaje, presente en el relato, aunque invisible y ese puede ser que sea yo.

Soy yo, el que ahora lee la parábola.

En mi corazón no está ni sólo el fariseo ni sólo el publicano, sino sucesivamente uno y otro, o bien ambos al mismo tiempo.

Ciertamente tengo el deseo de ser una persona agradable a Dios.

Pero también es cierto que a veces soy una persona que de vez en cuando se cree superior a los otros, quizás mas apegado a la fe que otros.

Entonces esta interpelación que nos presenta la parábola de hoy, que mejor sea para nosotros el momento en los que, por gracia, se me concede advertir qué lejos ando de los sentimientos de Cristo, y, entonces, ya ni siquiera me atrevo a levantar los ojos al cielo.

La vida cristiana es, por tanto, como dice Pablo en la primera lectura, carta a Timoteo, una lucha, un combate, una carrera para conservar la fe. Pablo nos enseña con una imploración incesante, llegar a ser dóciles y humildes, llegar a tener en nosotros “los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Filp 2, 5) el cual no vino a aplastarnos con su superioridad, sino a hacerse pobre, pequeño, “manso y humilde corazón”, para que nosotros pudiéramos ser reconocidos y salvados.

ORACION (3)

 

Señor Jesús:

Tu mandamiento de amarnos como tú mismo nos amaste, me clava el corazón.

Tu enseñanza de hoy me hace descubrir lo lejos que estoy de haberme revestido de tus sentimientos de misericordia y de humildad.

Perdóname por mis dificultades de reconocerme pecador cuando me dirijo al Padre en oración.

Ten piedad de mí.

Dame tu Espíritu bueno.

Enséñame a ponerme a la escucha de tu palabra.

Enséñame a orar con honestidad.

Enséñame a orar con humildad.

Enséñame a volcar mi oración con el corazón.

Pedro

FUENTES DE LA PAGINA

ESTA PERMITIDO EL RE-ENVIO, LA COPIA Y LA PUBLICACIÓN DE ESTA PAGINA, SOLO NO OLVIDE DE INDICAR EL AUTOR Y LAS FUENTES DE ORIGEN

 

La Página de la Misa Diaria, está preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant, desde Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor Jesucristo y por la Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.

Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo “Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ),

(3) Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

 

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