Santo Tomás, apóstol. (F). Rojo
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 117, 28
Tú eres mi Dios, y yo te doy gracias; Dios mío,
yo te glorifico. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso, alegrarnos en la
fiesta del apóstol santo Tomás, para que siempre nos ayude con su
protección y tengamos vida creyendo en aquél a quien reconoció como el
Señor resucitado, Jesucristo, tu Hijo. Que es Dios y vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
LECTURA Ef 2, 19-22
COMENTARIO: La carta a los Efesios es la carta
magna del ecumenismo cristiano. La venida de Cristo ha supuesto un golpe
mortal para el legalismo. Desde entonces ya no es lícito establecer una
discriminación en la convivencia humana. Ya no somos extranjeros ni
huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
Es la convicción que Pablo quiere sembrar en nuestros corazones. Por tanto,
en el cristianismo no debería haber nunca extranjeros, ni siquiera
residentes. Todos los nacionalismos religiosos y todas las religiones
nacionalistas deberían ser considerados como auténticos sacrilegios, porque
en Cristo Jesús no hay más que “un solo hombre nuevo”.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Éfeso.
Hermanos: Ya no son extranjeros ni huéspedes, sino
conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están
edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos,
mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el
edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el
Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a
ser una morada de Dios en el Espíritu.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 116, 1-2
R. ¡Vayan por el mundo y anuncien el Evangelio!
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos! R.
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre. R.
ALELUYA Jn 20, 29
Aleluya. Dice el Señor: Ahora crees, Tomás,
porque me has visto. ¡Bienaventurados los que creen sin haber visto!
Aleluya.
EVANGELIO Jn 20, 24-29
COMENTARIO: La resurrección es un
acontecimiento estrictamente sobrenatural. Nada tiene de particular que no
todos los discípulos estuvieren convencidos de ella. Mateo nos dice que
“algunos dudaron” (Mt 28,17). En cambio, Juan nos ofrece como ejemplo
concreto, a Tomás, que se convierte en el paradigma del que exige pruebas
evidentes para creer. Modelo de incredulidad y de fe. Es la confesión más
adecuada de la fe que hallamos en el evangelio de Juan: “Señor mío y Dios
mío”. La confesión de fe de Tomás es la auténtica confesión de fe del
creyente. Y los creyentes lo hacen sin la exigencia de pruebas evidentes.
Por eso el Maestro los proclama bienaventurados, porque han creído sin
haber visto.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Juan.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el
Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le
dijeron: “Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de
los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la
mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde estaban de nuevo los
discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo:
“¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí
están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas
incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Bienaventurados los que
creen sin haber visto!”.
Palabra del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, cumplimos con el deber de nuestra
sumisión suplicándote humildemente que conserves en nosotros el fruto de
estos dones que inmolamos en tu honor, en la fiesta de santo Tomás, como
sacrificio de alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Cfr. Jn 20, 27
Acerca tu mano: métela en mi costado. En
adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, en este sacramento hemos recibido
realmente el Cuerpo de tu Hijo único; concédenos a los que como el apóstol
Tomás lo reconocimos por la fe como Dios y Señor nuestro, lo confesemos
también con las obras y con la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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“Felices los que creen sin haber visto”
Jn 20: 24-29:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. LOS DISCÍPULOS SE
ENCONTRABAN CON LAS PUERTAS CERRADAS POR TEMOR A LOS JUDÍOS.
El Evangelio de san Juan, destaca por su gran
importancia, las apariciones de Jesús a los apóstoles. La primera tiene
lugar en la tarde del mismo día de la resurrección. Los once apóstoles
están juntos; acaso hubiese con ellos otras gentes que no se citan, como
tampoco se dice en qué lugar; creíblemente podría ser en el cenáculo (Hech
1:4.13). Los sucesos de aquellos días, siendo ellos los discípulos del
Crucificado, les tenían temerosos. Por eso les hacía ocultarse y cerrar las
puertas, para evitar una intromisión inesperada de sus enemigos. Pero la
entrega de este detalle tiene también por objeto demostrar el estado
glorioso en que se halla Cristo resucitado cuando se presenta ante ellos.
2. “¡LA PAZ ESTÉ CON USTEDES!”
Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de
ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. La paz es un don Dios, la paz
viene de Dios, es allí donde debemos buscarla, y en su morada favorita, en
el corazón de los hombres, en ese lugar debe nacer la buena disposición
para vivir en armonía y tranquilidad. Construir la paz, requiere una gran
dosis de amor por la vida y los hombres. En Dios, la paz tiene su
origen, y nosotros tenemos que contribuir a ella. Nuestro Señor, es Dios de
la paz, y en nuestras oraciones pidamos siempre por ella, oremos a Jesús,
él nos trajo la paz de Dios a los hombres y es el Príncipe de la paz.
En efecto, Cristo es nuestra paz, los
cristianos expresamos nuestro convencimiento de que sólo Cristo es
"nuestra paz" (Ef 2, 14), reafirmando así que Él mismo es un don
de paz como Padre de toda la humanidad.
Por tanto, oremos por la paz, con el
convencimiento de verdaderos cristianos, conscientes de que la justicia y
la paz son dos bienes absolutamente inseparables, producto de los corazones
justos y de conciencia de camino en rectitud.
3. “¡HEMOS VISTO AL SEÑOR!”
En esta aparición del Señor a los apóstoles no
estaba el apóstol Tomás, de sobrenombre el mellizo. Si aparece, por una
parte, el hombre de corazón y de arranque que relata san Juan 11:16. En el
capítulo 14:5 san Juan lo muestra un tanto escéptico. Entonces se diría que
es lo que va a reflejarse aquí. No solamente no creyó en la resurrección
del Señor por el testimonio de los otros diez apóstoles, y no sólo exigió
para ello el verle él mismo, sino el comprobarlo. Es así como el necesitaba
ver las llagas de los clavos en las manos del Señor, y aún más, meter su
dedo en ellas, lo mismo que su mano en la llaga del costado de Cristo, la
que había sido abierta por el golpe de lanza del centurión. Entonces, sólo
a este precio creerá.
4. “TRAE AQUÍ TU DEDO: AQUÍ ESTÁN MIS MANOS.”
Pero a los ocho días se realizó otra vez la visita
del Señor. Estaban los apóstoles juntos, probablemente en el mismo lugar, y
Tomás con ellos. Y vino el Señor otra vez, cerradas las puertas. San Juan
relata esta escena muy sobriamente. Y después de desearles la paz "¡La
paz esté con ustedes!", se dirigió a Tomás y le dijo: Trae aquí tu
dedo: aquí están mis manos y le mandó que cumpliese en su cuerpo la
experiencia que él exigía diciéndole: Acerca tu mano, métela en mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino hombre de fe.
No dice explícitamente el relato si Tomas llegó
a introducir el dedo en las llagas para cerciorarse, al contrario lo
exceptúa al decirle Cristo: Ahora crees, porque me has visto. La evidencia
de la presencia de Cristo había de deshacer la obstinación de Tomás.
5. ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!
Tomas exclamo: ¡Señor mío y Dios mío! Esta
exclamación encierra una riqueza teológica grandiosa y hermosísima. Esta es
un reconocimiento de Cristo, es una afirmación de quién es El. Es, además,
esta enunciación, uno de los pasajes del evangelio de san Juan junto con el
prólogo, en donde explícitamente se proclama la divinidad de Cristo. Dado
el lento proceso de los apóstoles en ir valorando en Cristo su divinidad
hasta la gran clarificación de Pentecostés, sin duda la frase es una
explicitación de san Juan a la hora de la composición de su evangelio. Pero
supone el acto de fe de Tomás.
6. ¡FELICES LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO!
Dice el Señor: ¡Felices los que creen sin haber
visto! La respuesta de Cristo a esta confesión de Tomás acusa el contraste,
se diría un poco irónico, entre la fe de Tomás y la visión de Cristo
resucitado, para proclamar bienaventurados a los que creen sin ver. No es
censura a los motivos racionales de la fe y la credibilidad, como tampoco
lo es a los otros diez apóstoles, que ocho días antes le vieron y creyeron,
pero que no plantearon exigencias ni condiciones para su fe, ya que ellos
no tuvieron la actitud de Tomás, que se negó a creer a los testigos para
admitir la fe si él mismo no veía lo que no sería dable verlo a todos, ni
por razón de la lejanía en el tiempo, ni por haber sido de los elegidos por
Dios para ser testigos de su resurrección (Hech 2:32; 10:40-42). Es la
bienaventuranza de Cristo a los fieles futuros, que aceptan, por tradición
ininterrumpida, la fe de los que fueron elegidos por Dios para ser testigos
oficiales de su resurrección y para transmitirla a los demás. Es lo que
Cristo pidió en la Oración Sacerdotal: No ruego sólo por éstos (por los
apóstoles), sino por cuantos crean en mí por su palabra” (Jn 17:20).
7. “AHORA CREES, PORQUE ME HAS VISTO.”
Tomás fue reprochado, no porque el ver para
creer sea malo, sino por haber rechazado el testimonio de los otros
apóstoles que vieron. Para creer hay que verlo directamente, como los
apóstoles, o indirectamente, como nosotros, que nos apoyamos en el ver y en
la predicación solemne y pública de los apóstoles.
La fe es un don de Dios, pero tiene también sus
bases humanas, como es el estudio y el testimonio de los testigos.
Este Evangelio nos enseña una lección de fe y,
nos invita a no esperar signos visibles para creer. Pero también es
comprensible que Tomás quisiera experimentar por sí mismo, del mismo modo
como nos gusta a nosotros experimentar por nosotros mismos, porque a Cristo
se le debe experimentar en primera persona. Es cierto que la ayuda de los
amigos como los consejos de nuestro director espiritual son válidos, pero
al final solo depende de nosotros mismos dar ese gran paso a la fe, y
entregarnos con toda confianza a los brazos del Señor.
El Señor permite a Tomás esta experiencia, se
aparece a los apóstoles e inmediatamente le habla, me imagino la emoción de
Tomás al verle, tal vez entristecido por haber dudado, pero al mismo tiempo
agradecido por esta actitud de Cristo y, así, él hace ese hermoso reconocimiento
a la divinidad de Jesús con esta hermosa oración de alabanza: “Señor mío y
Dios mío.”
8. ORACIÓN
Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me
aleja de ti. Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti. Señor
mío y Dios mío, despójame de mi mismo para darme todo a ti. (S. Nicolás de
Flüe,).
Aunque no estoy aún dispuesto para verte y
tocarte, ioh Dios mío!, quiero igualmente acercarme a ti y alcanzar con el
deseo lo que ahora no puedo plenamente conseguir. (J. H. NEWMAN, Matunitá
cristiana, pp. 303-304).
Cristo es "nuestra paz" (Ef 2, 14),
la Paz de Cristo Resucitado para todos
Pedro Sergio Antonio
Donoso Brant
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“DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO”.
El suceso acontecido a Tomás
centra por completo nuestra atención, por el
simple motivo de que esta página
evangélica termina con una bienaventuranza
que nos concierne personalmente a todos: “Dichosos los que creen
sin haber visto”.
A buen seguro, hablando humanamente, el
acto de fe, para ser razonable —digo “razonable.,
no “racional”—, necesita algunos signos, y Tomás
está dispuesto a pedirlos explícitamente.
Desde este punto de vista, tal vez la suya no pueda ser
definida como una crisis de fe, sino
más bien como una apasionada y
sufrida búsqueda de un acto de fe que sea, al mismo
tiempo, respetuoso con el hombre y devoto con Dios.
Y cuando al final Tomás accede al acto
de fe, el apóstol se abandona por completo
a Aquel que se ha manifestado claramente.
Por consiguiente, no había en él ningún prejuicio o
incertidumbre: se trataba solo de cerciorarse del hecho
histórico de la resurrección de
Jesús con un método experimental, el único
que está al alcance de todos, incluso de los más
sencillos. Ver para creer
fue la exigencia del apóstol Tomás. Ver, tocar y
palpar fue el itinerario que
recorrió para reconocer la
plena identidad entre el Señor resucitado y
Jesús de Nazaret. Creer sin ver, sin
tocar, sin palpar, es la situación en la que nosotros
nos encontramos, nuestra bienaventuranza.
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