ANTÍ FONA DE ENTR ADA Cf. Est
4, 17
Señor, todo está bajo
tu poder y nada puede resistir a tu voluntad. Tú hiciste el cielo y la
tierra y todo lo que está bajo el firmamento; tú eres el Señor del
universo.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y
eterno, que con amor generoso sobrepasas los méritos y los deseos de los que
te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia perdonando lo que
inquieta nuestra conciencia y concediéndonos aún aquello que no nos
atrevemos a pedir. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos.
LECTURA Jon 3,10; 4, 1-11
COMENTARIO: Luego
del éxito de la misión en Nínive, Jonás sigue sin aprender mucho de su
trabajo misional. Se pone terco, y sin saberlo, lo encontramos discutiendo
con Dios en una “oración cerrada” en sus intereses. No comprende cómo Dios
puede cambiar su ira, por un gesto de misericordia por los ninivitas
convertidos.
Lectura
de la profecía de Jonás.
Cuando Dios vio todo
lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, se arrepintió
de las amenazas que les había hecho y no las cumplió. Jonás se disgustó
mucho y quedó muy enojado. Entonces oró al Señor, diciendo: «Ah, Señor! ¿No
ocurrió acaso lo que yo decía cuando aún estaba en mi país? Por eso traté
de huir a Tarsis lo antes posible. Yo sabía que Tú eres un Dios bondadoso y
compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia, y que te arrepientes
del mal con que amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero
morir antes que seguir viviendo». El Señor le respondió: «Te parece que
tienes razón para enojarte?». Jonás salió de Nínive y se sentó al este de
la ciudad: allí levantó una choza y se sentó a la sombra de ella, para ver
qué iba a suceder en la ciudad. Entonces el Señor hizo crecer allí una
planta de ricino, que se levantó por encima de Jonás para darle sombra y
librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento al ver esa planta. Pero
al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y
éste se secó. Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del
este. El sol golpeó la cabeza de Jonás, y éste se sintió desvanecer.
Entonces se deseó la muerte, diciendo:
«Prefiero morir antes
que seguir viviendo». Dios le dijo a Jonás: «Te parece que tienes razón de
enojarte por ese ricino?» Y él respondió: «Sí, tengo razón para estar
enojado hasta la muerte». El Señor le replicó: «Tú te conmueves por ese
ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer,
que ha brotado en una noche y en una
noche se secó, y Yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad,
donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben
distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de
animales?»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal 85, 3-6. 9-10
R.
¡Tú eres rico en misericordia, Señor!
Tú eres mi Dios: ten
piedad de mí, Señor, porque te invoco todo el día; reconforta el ánimo de
tu servidor, porque a ti, Señor, elevo mi alma. R.
Tú, Señor, eres bueno
e indulgente, rico en misericordia con aquellos que te invocan: ¡atiende,
Señor, a mi plegaria, escucha la voz de mi súplica! R.
Todas las naciones que
has creado vendrán a postrarse delante de ti, y glorificarán tu Nombre,
Señor, porque Tú eres grande, Dios mío, y eres el único que hace
maravillas. R.
ALELUYA Rom 8, 15
Aleluya. Han recibido
el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abbá!, ¡Padre!
Aleluya.
EVANGELIO Lc 11, 1-4
COMENTARIO: Luego
del camino con Jesús, un discípulo le pide que les enseñe a rezar. Luego de
aquello del samaritano y lo de Marta y María (días precedentes), la
pregunta cae de madura sobre cómo deberá ser nuestra oración. La oración
que Jesús nos enseña es “abierta” (disponibilidad) al Padre y a su Reino,
nunca “cerrada” a nuestros intereses.
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un día, Jesús estaba
orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». Él les
dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que
venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros
pecados, porque también nosotros perdonamos a aquéllos que nos ofenden; y
no nos dejes caer en la tentación».
Palabra
del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, la
oblación instituida por ti y, por estos sagrados misterios que celebramos,
danos la gracia de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Lam 3, 25
El Señor es bondadoso
con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso,
sácianos con el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, para que
nos transformemos en aquello que hemos recibido. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
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La oración de Jesús, el “Padre nuestro"
Lc 11, 1-4
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. LA ORACIÓN
DE JESÚS, EL PADRE NUESTRO
En la
Iglesia de los orígenes, y durante mucho tiempo, la oración de Jesús fue el
camino para aprender a orar, y también la mejor síntesis de la causa por la
cual Jesús vivió y dio la vida. Llamar a Dios Papá Bueno, rogar que llegue
ya su Reino, pedir por el pan y el perdón y comprometerse a realizar su
proyecto fue, y debiera ser, la señal de los cristianos.
2. LOS
EVANGELIOS NOS PRESENTAN LA ORACIÓN DEL PADRENUESTRO EN DOS VERSIONES.
En el
evangelio de Mateo, encontramos el Padrenuestro en el capítulo 6, formando
parte del Sermón de la Montaña (capítulos 5 al 7), y más específicamente,
dentro de una serie de enseñanzas sobre la oración. En el capítulo 6, Mateo
reúne varias enseñanzas de Jesús sobre los tres pilares de la piedad de los
judíos: la limosna, la oración y el ayuno. En las palabras dedicadas a la
oración se encuentra el Padrenuestro. Jesús comienza exhortando a no
aparentar en la oración. Convoca a orar en secreto, lejos de la vista de
los demás, pero cerca de los ojos de Dios. Los fariseos acostumbraban a
orar en público para que la gente los viera y reconociera su fervor. Jesús
critica esta disposición a exhibir la oración (Mt. 6, 5-6). Es una práctica
vacía de sentido. También enseña a no excederse en palabras. Lo importante
es confiarse en las manos de Dios (Mt. 6, 7-8). A continuación enseña el
Padrenuestro, como modelo de oración (Mt. 6, 9-13), y termina alentando a
vivir el perdón sincero a los demás. "El perdón -la disposición propia
para perdonar y la súplica de perdón cuando es uno mismo quien ha cometido
una ofensa- es la condición previa por excelencia para la oración por parte
de los discípulos de Jesús." (Teología del Nuevo Testamento, J.
Jeremías, Pág. 227, Ed. Sígueme).
3. JESÚS REZA
Y ENSEÑA EL PADRENUESTRO PORQUE PRIMERO LO VIVE Y LO PRACTICA.
En el
evangelio de Lucas, el Padrenuestro también se encuentra enmarcado en una
catequesis sobre la oración. Las enseñanzas se agrupan en tres temas: el
Padrenuestro (Lc. 11, 1-4), la confianza y seguridad de que Dios escucha
siempre (Lc. 11, 5-8) y la eficacia de la oración al Padre (Lc. 11, 9-13).
En Lucas,
los discípulos reconocen en la práctica de Jesús una nueva forma de orar,
que les impresiona y quieren imitar. Un día, al finalizar su oración, uno
de ellos le pide que les enseñe a orar. La comparación con Juan el Bautista
y sus discípulos es importante. Era común que cada maestro transmitiese a
su grupo de seguidores una oración que los uniera, una especie de credo que
los identificase. Los discípulos le reclaman al Señor que él también les
enseñe una oración que los reúna, que los congregue como comunidad que
intenta vivir como él. El Padrenuestro es una síntesis del mensaje de
Jesús, un resumen de sus motivaciones más profundas. Es importante
descubrir que Jesús, cuando quiere transmitir lo medular de su predicación
y su vida, no utiliza un discurso doctrinal, sino una breve oración que
reúne lo más importante del sentido de su vida. Jesús reza y enseña el
Padrenuestro porque primero lo vive y lo practica.
4. HABÍA QUE
ENSEÑARLES A ORAR.
Ambos
evangelistas sitúan el Padrenuestro en un contexto de enseñanzas sobre la
oración, pero sus destinatarios son diferentes. Conocemos que Mateo
escribió para una comunidad cristiana de origen judío. Son personas que han
aprendido a orar, dentro de la tradición judía, pero deben estar atentos
para que su oración no se desvirtúe. De ahí el contexto de duro ataque a la
forma de orar de los fariseos. No olvidemos también que por la época que Mateo
escribe existe ya una franca separación entre los cristianos y los judíos.
Lucas escribe para una comunidad de cristianos helenistas o de origen
griego. Son paganos, provenientes de un mundo donde la oración se hallaba
en crisis y declinación. Había que enseñarles a orar.
Es
importante observar que en ambas comunidades de los orígenes cristianos, el
Padrenuestro formaba parte esencial de la enseñanza de la oración. Este
lugar privilegiado también lo encontramos en la Didajé (Catequesis de
enseñanza cristiana destinada a los catecúmenos, del siglo I d.C.), en
donde, tras enseñar la doctrina de los dos caminos y el bautismo, seguía
una instrucción sobre el ayuno y el padrenuestro.
5. ALGUNAS
DIFERENCIAS EN EL TEXTO DE LA ORACIÓN
Los textos
evangélicos, que reflejan la vida de las comunidades que les dieron origen,
nos transmiten que se enseña a orar con el Padrenuestro.
Los
evangelistas recogen algunas diferencias en el texto de la oración. Lucas
incluye cinco peticiones, y Mateo, en una versión más larga, siete. La
pregunta de rigor ¿Cuál de las dos versiones es más antigua (o refleja
mejor el pensamiento de Jesús) es compleja de contestar? Teniendo en cuenta
la extensión de ambos textos, la versión de Lucas, más breve, se halla
contenida totalmente en el texto de Mateo.
Esto hace
pensar que el texto de Lucas es el más primitivo. Mateo, más extenso,
incluye peticiones colocadas en lugares determinados (al final de la
invocación inicial, al final de las peticiones en singular y al final de
las peticiones en plural) que ayudan a obtener un estilo literario más
cuidado.
LUCAS
Padre,
santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan
cotidiano y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos
a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación.
MATEO
Padre
nuestro que estás en los cielos santificado sea tu Nombre; venga tu Reino;
hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano
dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas así como nosotros hemos perdonado
a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del
mal.
6. LOS
ELEMENTOS COMUNES DE AMBOS TEXTOS
Sin
embargo al considerar los elementos comunes de ambos textos es el texto de
Mateo el que parece ser más antiguo. Mateo incluye la expresión aramea
"deuda", al referirse a los pecados, en la petición de perdón;
mientras que Lucas utiliza un término griego, más adaptado a sus
interlocutores. El uso de los tiempos verbales también fortalece al texto
de Mateo.
La
estructura más primitiva del Padrenuestro sería, entonces, la siguiente:
- Una
invocación.
- Dos
peticiones (o deseos) en singular, en paralelo.
- Dos
peticiones en plural, en paralelo.
- El
pedido final.
7. ABBA,
PADRE BUENO.
La
invocación de la divinidad como Padre se puede rastrear en varias culturas
y civilizaciones del Antiguo Oriente, y en el mismo pueblo judío. Sin
constituir la forma más común de referirse a Dios podemos encontrar varios
ejemplos en el Antiguo Testamento. Sin embargo las palabras de Jesús
encierran una novedad radical, que desconcierta a sus contemporáneos. Para
hablar con Dios Jesús utiliza el término arameo Abba, que usaban los niños
pequeños para llamar a su Padre. Con esta forma de comunicarse Jesús revela
un rostro desconocido de Dios. El Dios lejano, que está en los cielos, se hace
cercano y compañero, en la figura del Padre bondadoso que espera, acompaña,
protege y busca el bienestar de sus hijo (Lc. 15, 11 ss)
Jesús
recurre al lenguaje común del pueblo, para hablar de Dios. El hebreo estaba
reservado para el culto y el arameo lo hablaba el pueblo. De esta manera
nos enseña que no lo encontramos al margen de la vida, sino en medio de
ella, a nuestro lado, como un Padre que sufre y se desvela por sus hijos.
Jesús, que
llama a Dios, Papá, nos invita a repetir con él sus palabras. También
nosotros estamos llamados a ser sus hijos, y a demostrarlo con nuestras
vidas y obras, como lo hizo Jesús.
8. LLAMAR A
DIOS "PAPÁ"
Ser hijo
(y poder llamar a Dios "Papá") es un gran honor y una seria y
gran responsabilidad. La Iglesia desde sus orígenes entendió así esta
enseñanza de Jesús y se cuidó mucho de no "banalizar" el sentido
del Padrenuestro. Esta era la oración de los cristianos, de los hijos, de
los que seguían a Jesús, participando y construyendo el Reino. La oración
de quienes se habían convertido mediante el Bautismo y habían optado por la
vida de Dios. Este trato reverencial, que, lejos de ser solemne,
garantizaba que se tomase "en serio" la proclamación y oración
del Padrenuestro, dejó sus huellas en las fórmulas de introducción al
mismo, que todavía hoy, utilizamos en nuestras celebraciones de la
Eucaristía. El sacerdote introduce el Padrenuestro con las palabras
"...y siguiendo sus divinas enseñanzas, nos atrevemos a
decir...". Al enseñar el Padrenuestro, Jesús nos invita a participar
de su filiación y nos muestra que Dios es un Padre Bueno, y que para
seguirlo hay que hacerse como un niño y aprender a decir Abba.
9. SANTIFICADO
SEA TU NOMBRE Y VENGA TU REINO.
Las dos
peticiones en singular se dirigen al Padre Bueno para pedirle con confianza
que su Voluntad y su Proyecto se cumplan en la historia.
Ambas
peticiones, en paralelo, apuntan a lo mismo. Pedimos que el nombre de Dios
sea santificado, que llegue a nosotros su Reino de justicia. Nos confiamos
en sus manos para que este mundo, de pecado, injusticia y opresión, donde
muchos conocen la muerte temprana de la enfermedad, la desnutrición, la
desocupación, la falta de vivienda y educación, la ausencia de
oportunidades para vivir, cambie y brille "un cielo y una tierra nuevas".
Pedimos que su nombre sea santo, que se realice su voluntad, que Dios, que
es un Dios de Vida y Justicia, sea reconocido, tenga su lugar acá en la
tierra. Pedimos para que su nombre no se tome en vano, para que no se
justifique en el nombre de Dios una sociedad y un sistema que genera
exclusión y desigualdad. Pedimos que su Reinado se haga efectivo. Que
llegue a nosotros. Que irrumpa en la historia y la haga nueva. Pedimos
porque confiamos, contra todo desaliento y angustia existencial, que el
buen Dios va a reinar, e instaurar su Justicia, "así en la tierra como
en el cielo". En todas partes, en toda la creación.
10. NUESTRO PAN COTIDIANO
DÁNOSLE HOY
Nuestro
pan cotidiano dánosle hoy; Luego de invocar a Dios, Padre nuestro, y de
suplicar al cielo "que venga tu Reino", volvemos los ojos a la
vida cotidiana. Nos encontramos que, en este mundo, para construir el
Reino, todos debemos alcanzar lo necesario para vivir, el pan nuestro,
compartido, de hoy y de mañana. El pan que simboliza todo lo que es imprescindible
para la vida: el pan material y el pan espiritual. El pan de la Vida,
representado por Jesús, que supo dar de comer a las multitudes hambrientas,
compartir su mesa con pecadores y marginados, y permanecer entre nosotros
bajo la Eucaristía, como pan compartido, alimento de nuestra fe y nuestra
esperanza en el Reino del Padre.
11. Y PERDÓNANOS NUESTRAS
DEUDAS (PERDONA NUESTRAS OFENSAS)
Perdónanos
nuestras deudas así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
(perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden)
La segunda
de las peticiones en plural nos recuerda la importancia de las relaciones
humanas. La fragilidad de las mismas y la necesidad de la reconciliación
para reestablecerlas. Pedimos perdón al Padre por nuestras faltas, por las
ofensas que cometemos, por las deudas que contraemos al no comprometernos
eficazmente en la justicia y la construcción del Reino. Pedimos perdón por
nuestras omisiones, por nuestro cristianismo cómodo que evita el conflicto
y las opciones. Pedimos perdón, y nos comprometemos también a perdonar a
los demás. Manifestamos con claridad nuestra intención de promover
relaciones nuevas entre las personas, a partir de nuestro gesto concreto.
Nos presentamos ante Dios para decirle que estamos dispuestos a perdonar,
que nos animamos a ser transmisores de su perdón, porque reconocemos el
perdón que Dios nos concede y la nueva oportunidad que nos brinda.
Las cuatro
peticiones se entrelazan, pedimos que venga el Reino y que se manifieste
concreto en el pan compartido para todos (la igualdad de oportunidades y la
dignidad para todos) y una nueva manera de relacionarse, basado en el
perdón y la justicia de Dios.
12. Y NO NOS DEJES CAER EN
LA TENTACIÓN.
La última
petición sorprende. Es la única que se realiza en negativo. Implica un
corte abrupto y un final tajante. Después de elevar nuestra voz al Padre,
sentimos el peso de nuestras propias limitaciones. Con los pies bien
puestos sobre la tierra reconocemos que es duro y difícil ser consecuente
con lo que hemos pedido. Seguir a Jesús, pidiendo por el Reino, y buscando
su concreción en este mundo, puede ser muchas veces un trago amargo.
Sentimos la tentación de bajar los brazos, de escatimar esfuerzos, de
convencernos con justificaciones, de crearnos un dios menos exigente, o
simplemente, de cerrar los ojos y los oídos, y seguir nuestro propio
camino. La tentación existe, Jesús es testigo de su permanente actualidad.
A lo largo de su vida conoció la tentación, de decir no la voluntad del
Padre. De dar vuelta la cara a su proyecto. A fuerza de oración, entrega y
fe, salió adelante y marcó el camino. No pedimos no tener tentaciones. Son
parte de la vida. Pedimos fuerza, coraje y perseverancia, para no dejarnos
arrastrar por ellas y olvidar la causa del Padre: el Reino.
13. REZAR EL PADRENUESTRO
HOY
Rezar hoy
el Padrenuestro, es dar una mirada a Nuestro Padre, es una explosión de
amor. Que gran cosa nos enseñó Jesús, hablar con Dios como con su propio
Padre, dirigirse a Dios familiarmente, como dice San Juan Casiano, “es una
ternura de piedad en verdad entrañable”
Padre
nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto
en la oración,.. Y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir,
dice San Agustín: “¿Qué puede El, en efecto, negar a la oración de sus
hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?”
Dos sabios
consejos: Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre nuestro',
de que debemos comportarnos como hijos de Dios (San Cipriano, Dom. orat.
11) y Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e
impregnar de ella nuestra alma (San Gregorio de Nisa, or. dom. 2).
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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QUERIDO JONÁS
Luego de leer la carta
de Jonás, he decido escribirle una carta:
Querido Jonás, ¡cómo
te comprendo! También yo, en algunas ocasiones, quisiera escapar lejos de
la lógica, para mí incomprensible, de Dios.
Tantas fatigas pasadas
por él, por su Reino, para serle fiel, para darle a conocer, y después todo
parece acabar de manera gloriosa, incluso para aquellos que ni siquiera se
han dignado dirigirme una mirada.
Tanto si trabajo como
si me quedo mano sobre mano, al final todo parece continuar como siempre:
buena parte de la gente sigue viviendo como si él no existiera, y él
perdona a todos a la menor señal de arrepentimiento.
¿No resulta esto
desalentador?
Sin embargo, son
demasiados los momentos que se nos escapan.
Él, por ejemplo,
quiere que le oremos como Padre, quiere que le pidamos perdón y ayuda en
los momentos de la prueba, quiere que no nos cansemos de recordar a todos
que es misericordioso y está dispuesto al perdón.
En suma, parece
preocupado por hacernos comprender que entiende nuestra debilidad, que
desea ser más amado que temido y que comprendamos que siempre está
disponible para echarnos una mano todas las veces que hagamos ademán de
volver a él.
Querido Jonás, este
Dios tan incomprensible no pide otra cosa que podernos amar, y no pierde
ocasión de invitamos a dejamos poseer por su misterio de amor,
verdaderamente misterioso.
A partir de ti y de
mí, testigos impacientes de un amor dotado de unos perfiles demasiado
humanos, demasiado limitados, demasiado controlables, alejado años luz del
amor de un verdadero Padre, cuyo amor no conoce límites de este tipo.
¿Y si, en vez de
angustiamos e interrogarnos, nos pusiéramos a decir poco a poco, mirando al
firmamento: “Padre”?
Tal vez, también
nuestro corazón sería capaz de comprender su lógica.
A buen seguro,
saldríamos de nuestra mezquindad para respirar el aire salubre de la
inmensa compasión del Padre por todos sus hijos desgraciados.
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