ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 118,
137.124
Tú eres justo, Señor, y tus juicios
son rectos; trátame conforme a tu bondad
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que nos has
redimido para hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de Padre, para
que cuantos hemos creído en Cristo alcancemos la verdadera libertad y la
herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos.
PRIMERA
LECTURA 1Cor 10, 14-22
La exhortación de Pablo a la comunidad de Corinto es a la mutua
preocupación frente al peligro de la idolatría. La común unión de todos se
fundamenta en el banquete eucarístico compartido, que es presencia del
resucitado, y que los hace fuertes ante la tentación de ir tras el culto a
los dioses de moda.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos
de Corinto.
Queridos míos, eviten
la idolatría. Les hablo como a gente sensata; juzguen ustedes mismos lo que
voy a decirles. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión
con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el
Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos
muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.
Pensemos en Israel según la carne: aquéllos que comen las víctimas, ¿no
están acaso en comunión con el altar? ¿Quiero decir con esto que la carne
sacrificada a los ídolos tiene algún valor, o que el ídolo es algo? No,
afirmo sencillamente que los paganos ofrecen sus sacrificios a los demonios
y no a Dios. Ahora bien, yo no quiero que ustedes entren en comunión con
los demonios. Ustedes no pueden beber de la copa del Señor y de la copa de
los demonios; tampoco pueden sentarse a la mesa del Señor y a la mesa de
los demonios. ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Pretendemos
ser más fuertes que él? Palabra de Dios.
SALMO Sal 115, 12-13. 17-18
R. ¡Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza!
¿Con qué pagaré al
Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré
el Nombre del Señor. R.
Te ofreceré un
sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor. Cumpliré mis votos
al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.
ALELUYA Jn 14, 23
Aleluya. “El que me ama
será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él”, dice el Señor.
Aleluya.
EVANGELIO Lc 6, 43-49
La vida de los creyentes se fundamenta en el Cristo total del
Evangelio. Por eso sirven sólo una fe interior y un culto separado del amor
y de la vida. Cristo se ha hecho presente entre los hombres a través de su
Evangelio, y sólo quien lo vive se apoya sobre la roca.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús decía a sus
discípulos: No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé
frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de
los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien
del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su
maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué ustedes
me llaman: «Señor, Señor», y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién
se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente
y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se
precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla,
porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la
pone en práctica se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra,
sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se
derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.
Palabra del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS
OFRENDAS
Dios nuestro, fuente
del amor sincero y de la paz, concédenos glorificar tu nombre con estas
ofrendas que te presentamos; y por la participación en la eucaristía
ayúdanos a vivir unidos en un solo corazón. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN
Sal 41, 2-3
Como la sierva sedienta
busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma
tiene sed de Dios, del Dios viviente.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Señor nuestro, que
alimentas y vivificas a tus fieles con tu palabra y con los sacramentos del
cielo, concédenos aprovechar de tal manera estos dones de tu Hijo amado que
merezcamos participar siempre de tu vida divina. Él que vive y reina por
los siglos de los siglos.
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“¿Por qué ustedes me llaman: “Señor,
Señor”, y no hacen lo que les digo?”
Lc 6, 43-49
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
NO HAY ÁRBOL BUENO QUE DÉ FRUTOS MALOS, NI ÁRBOL MALO QUE DÉ FRUTOS BUENOS
El
Evangelio de hoy, nos invita a descubrirnos, es decir nos motiva a
reflexionar la diferencia entre un auténtico seguidor de Jesucristo y quién
no lo es. ¿En qué lugar estaremos?
Jesús
decía a sus discípulos: No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol
malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se
recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.”
Jesús
nos invita a confrontar dos cosa que podemos tener a la vista para observar
sus diferencias y sus semejanzas, y de esta relación de semejanza o de
parecido entre dos o más cosas distintas, poder entender quién es el buen
seguidor de sus enseñanzas, y quien no lo es.
Entonces
Jesús, como buen maestro y para que entendamos mejor, hace la comparación
del árbol bueno, que produce frutos buenos, esto representa al que pone en
práctica las palabras de Señor, y el árbol malo, que personifica aquel que
lo invoca, lo menciona, se ampara en él y dice respaldarse en su palabra,
pero no llega a cumplir lo que dice.
2.
¿QUIEN ES UN HOMBRE BUENO?
Con
esto entendemos que para ser buenos cristianos, debemos poner en práctica
nuestra condición de seguidores del Señor, y para eso es necesario
acercarse a Jesús, empaparse de Él, relacionarse muy bien con El, oír con
atención sus palabras, atesorarlas en nuestro corazón, dejar que ellas nos
transformen y hacer de ella nuestra vida. De este modo, lograremos luego
comportarnos como Jesús con todos nuestros semejantes.
“El
hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El
malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su
boca.”
Jesús
dice el hombre bueno. ¿Quién es un hombre bueno? Cierto es, que un hombre
bueno es la persona que tiene cualidades morales que se consideran
positivas, pero aparte de eso se debe ser especial en el trato con los
demás. El hombre bueno, es el que es capaz de tener en su corazón una
inclinación natural a hacer el bien, de sentimientos humanos, caritativos y
misericordiosos. Bueno es el que sin distinción trata a todos afablemente.
Bueno es el que tiene atesorado en sí el carácter de una persona que conoce
la dulzura, la suavidad y la amabilidad, y por esas cualidades, ama a su
prójimo.
3.
¿QUIÉN ES MALO?
Pero
Jesús nos habla también del hombre malo, y ¿Quién es malo? El que aprecia
el rencor, el de sentimientos diabólicos, el que guarda resentimientos, es
decir a aquel que no tiene las cualidades propias de su naturaleza, aquel
que nos es conveniente como amigo, por su carácter perjudicial, nocivo y de
consecuencias negativas, y también aquel que es capaz de hacer hechos que
avergüenzan al hombre ante Dios.
Jesús
nos dice que el modo de actuar revela la realidad interior de cada uno, y
así es como al final no cuentan las palabras, sino las obras y el resultado
de ellas.
El
hombre bueno se rige por los Evangelios, porque es el anuncio del mensaje
de Jesucristo, la buena noticia que es caridad, es amor, es verdad, paz y
justicia, en cambio el hombre malo, se rige más por el egoísmo y como
consecuencia de ello, tenemos una vida de discordia, de odios y envidias,
de injusticia, donde la mayoría tiene tan poco y la minoría mucho.
4.
¿POR QUÉ USTEDES ME LLAMAN: "SEÑOR, SEÑOR", Y NO HACEN LO
QUE LES DIGO?
Jesús,
nos hace un llamado de atención diciéndonos: ¿Por qué ustedes me llaman:
"Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? El Señor nos ha dicho
ámense, ¿Y nos amamos? Jesús nos ha enseñado a orar y nos ha dado ejemplo,
¿Y oramos con frecuencia?, nos ha llamado para que le sigamos, ¿Y de qué forma
hemos respondido a su llamado?
Jesús
no busca admiradores, no necesita que lo sigan porque nos parece una
persona amable, lo que El que quiere son fieles seguidores, capaces de
obrar según su criterio y su voluntad y sin tener en cuenta otras opiniones,
porque solamente Él es la verdad, solo Él tiene palabras de vida eterna.
5. “YO LES DIRÉ A QUIÉN SE PARECE TODO
AQUEL QUE VIENE A MÍ, ESCUCHA MIS PALABRAS Y LAS PRACTICA.”
Jesús
nos dice como somos, y si somos semejantes a Él. Algo que debemos alcanzar con
el esfuerzo diario, es construir en nosotros algo bien fundamentado, con
sólidos principios, esto es con una base apoyada en El. Jesús, nos pide
seriedad y formalidad como persona, buen comportamiento y responsabilidad
en el cumplimiento de lo que se debe hacer y si esto lo hacemos así,
estamos pisamos tierra firme.
Es
así como Jesús no enseña que “el escucha y practica sus palabras, se parece
a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso
los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se
precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla,
porque estaba bien construida, y en lo principal bien fundada.
Pero
para poner en práctica las palabras de Jesús, no basta que oigamos la
Palabra de Dios, no es suficiente aceptarla, es necesario hacerla el
oxígeno de nuestra vida, es asumirla con responsabilidad, tenemos que
vivirla y tendremos un buen apoyo para nuestra vida.
6.
EL QUE ESCUCHA LA PALABRA Y NO LA PONE EN PRÁCTICA
“En
cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece a un
hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas
se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que
sobrevino a esa casa fue grande.”
El
Evangelio hay que oírlo con atención, es Jesús quien nos habla, pero no
solo oírlo, sino que hacer de su mensaje nuestra vida. “En cambio, el que
escucha la Palabra y no la pone en práctica”, es, si no ponemos en práctica
las enseñanzas del Señor, si no hacemos nuestra La Palabra de Dios, es
decir es, si el mensaje nos entra por un oído y nos sale por el otro y si
no lo practicamos como Él nos indica, nuestra vida será poco segura, poco
firme, como pisar en arenas movedizas, donde el hundimiento moral es una
realidad.
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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EL CORAZÓN,
EN EFECTO, ES LA CENTRAL DE LA PERSONA HUMANA
Las palabras de Jesús
que constituyen el centro de la página evangélica que hemos leído hoy
merecen una última profundización. Volvamos a oírlas: “El hombre bueno saca
el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal
de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca”.
Es la motivación lo
que nos importa señalar: el corazón humano conoce una plenitud en cierto
modo incontenible, que desborda del corazón a la boca. Es como decir que la
persona humana es un ser completo y unitario: por mucho que se esfuerce en
separar sus pensamientos de sus palabras, nunca conseguirá descubrir el
juicio de Dios. El corazón, en efecto, es la central de la persona humana:
en él nacen y de él brotan pensamientos buenos y pensamientos malos, proyectos
buenos y proyectos malos, acciones buenas y acciones malas.
La persona que del
tesoro bueno de su propio corazón saca el bien: “Se parece a un hombre que,
queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre
la roca”. El buen corazón que ha recibido como don y que intenta cultivar
con todas sus fuerzas le ofrece continuamente material para construir,
ladrillo a ladrillo, la casa en la que podrá habitar con su Señor, la
tienda en la que podrá buscar y encontrar a su Señor, la morada de la
intimidad.
Por el contrario, la
persona que de su tesoro malo saca el mal es como el que construye sobre
tierra insegura, sin fundamento. El corazón malo que se ha fabricado
sustrayéndose a la escucha de la Palabra y negándose al diálogo con su
Señor no sólo le aleja cada vez más de la intimidad con Dios, sino que le
aparta también de las relaciones fraternas; más aún, les contrapone a todos
aquellos que han sido convocados por Dios en su casa.
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