ANTÍFONA DE ENTRADA
Yo soy el salvador de mi pueblo, dice el Señor.
Lo escucharé cuando me invoque en su angustia y seré su Señor para siempre.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que estableciste el fundamento de
la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos que, cumpliendo lo
que mandas, merezcamos alcanzar la vida eterna. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA Prov
3, 27-34
Lectura del libro de los Proverbios.
No niegues un beneficio
al que lo necesite, siempre que esté en tus manos hacerlo. No digas a tu
prójimo: «Vuelve después, mañana te daré», si tienes con qué ayudarlo. No
trames el mal contra tu prójimo, mientras vive confiado junto a ti. No
litigues con un hombre sin motivo, si no te ha causado ningún mal. No
envidies al hombre violento ni elijas ninguno de sus caminos. Porque el
hombre perverso es abominable para el Señor, y Él reserva su intimidad para
los rectos. La maldición del Señor está en la casa del malvado, pero Él
bendice la morada de los justos. Él se burla de los insolentes y concede su
favor a los humildes.
Palabra de Dios.
Comentario:
En
los proverbios el término prójimo adquiere un sentido más amplio: los
demás. Es el primer paso hacia la ampliación del precepto del amor, que
llegará al precepto evangélico, del amor a los enemigos.
SALMO Sal 14,
2-4. 5
R. ¿Quién habitará en tu Casa, Señor?
El que procede
rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia
con su lengua. R.
El que no hace mal a su
prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y
honra a los que temen al Señor. R.
El que no se retracta
de lo que juró, aunque salga perjudicado; el que no presta su dinero a
usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así nunca
vacilará. R
ALELUYA Mt 5,
16
Aleluya. Así debe
brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, afin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen
al Padre que está en el cielo. Aleluya.
EVANGELIO Lc
8, 16-18
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus
discípulos: No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para
ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para
que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se
descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que
no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.
Palabra del Señor.
Comentario:
El
Mesías se manifiesta como luz que ilumina hasta las más oscuras tinieblas
de la historia. Esa luz aparece en medio de la oscuridad de lo cotidiano.
Sólo la luz de la fe es la que muestra que los contrastes están llenos de
sentido. Es muy importante la transparencia; las maquinaciones ocultas son
peligrosas, y a la larga la verdad sale a luz hasta con mínimos detalles.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta con bondad, Señor, las ofrendas de tu
pueblo, y, por medio de este sacramento celestial, haz que se haga vida en
nosotros cuanto proclamamos por la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 118,4-5
Tú promulgaste tus mandamientos para que se
cumplieran íntegramente. Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de
tus preceptos.
O bien: Cfr. Jn 10, 14
Dice el Señor: Yo soy el buen pastor, conozco a
mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Padre, que acompañes siempre con tu
auxilio a los que alimentas con tus sacramentos, para que en estos
misterios recibamos los frutos de la redención y la conversión de nuestra
vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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“al que tiene, se le dará, pero al que no
tiene, se le quitará hasta lo que cree tener”
Lc 8, 16-18
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
UNA LUZ QUE NO ILUMINA,
NO SIRVE PARA NADA.
Jesús
dijo a sus discípulos: No se enciende una lámpara para cubrirla con un
recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un
candelero, para que los que entren vean la luz. Esta primera expresión del Señor, parece dirigida a aquellos que -por miedo o
porque consideran inútil hacerlo- no se exponen en público. La Palabra es
pública y visible: esconderla es un modo de hacerla morir.
El
evangelio es como una lámpara, que cumple con la función de mostrar con la
luz, lo que no se ve por estar en las tinieblas, a la luz nada puede
permanecer escondido. Para el cristiano, sin embargo, no acaba todo en ver
la luz del evangelio o en que éste sea manifestado a todos. Quienes han
recibido el mensaje-luz del evangelio, tienen que hacerlo producir, o lo
que es igual, hacerlo vida.
Pero
al mismo tiempo tiene que convertirse, a su vez, en luz que ilumine, pues
una luz que no ilumina, no sirve para nada. ‘Te he
destinado a ser luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta el
último rincón de la tierra’”. (Hechos de los Apóstoles 13,14. 43-52)
En
otra oportunidad, Jesús también les dijo a sus discípulos: “Ustedes son la
luz del mundo”. La luz de los discípulos es la misma que la de su Maestro
Jesús. Sin la luz de Cristo, el mundo queda en tinieblas. Y cuando se
camina en la oscuridad, se tropieza y se cae.
Para
la Luz de Cristo, nada queda oculto. “Yo soy la luz del mundo –dice el
Señor–; el que me sigue tendrá la luz de la vida”.
2.
NO HAY NADA OCULTO QUE
NO SE DESCUBRA ALGÚN DÍA
Jesús
nos dice; Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada
secreto que no deba ser conocido y divulgado.
En
ésta segunda expresión, la advertencia va dirigida
a aquellos que se cierran en sí mismos y anuncian la Palabra en secreto,
sólo a los iniciados. Porque la Palabra, en virtud de su naturaleza
misionera, es para todos.
¿Qué
se le puede ocultar a Dios?, ¿Qué se puede tapar, encubrir a la vista o
impedir que se note a los ojos de Dios?, absolutamente nada se le puede
esconder, pero Dios no se conforma con lo exterior, con demostraciones
mediante ritos o ceremonias, porque estas cosas tienen sentido solo cuando
nacen en el interior, y es porque El mira el
corazón, “La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, el hombre mira
las apariencias, pero Dios, mira el corazón” (1 Sam 16,7). En consecuencia,
nuestro corazón debe ser puro, libre de odio, rencor, vanidad, libre de
todo lo que nos impida amar, transparente a la Luz de Cristo.
Pero
la purificación del corazón es obra del Espíritu Santo, y esto sucede
cuando se abre el corazón al Espíritu, es así como con un corazón abierto,
entregado al Espíritu Santo, poseído por El, nos libera de todo los que no
es agradable a Dios, no deja nada oculto al Señor, entonces surgen rectos y
buenos sentimientos, buenas obras y buenas acciones.
3.
AL QUE TIENE, SE LE
DARÁ, PERO AL QUE NO TIENE, SE LE QUITARÁ HASTA LO QUE CREE TENER
Luego
el Señor nos dice: Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se
le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener
En
ésta tercera expresión, el Señor advierte sobre la
importancia de oír y como se debe oír: “Presten atención y oigan bien”. Sabemos
que algunos no escuchan nada, otros a medias y otros solo lo que quieren
oír. Sin embargo, es importante escuchar bien, porque es precisamente la
escucha lo que enriquece. Quien no escucha o escucha mal se empobrece. No
sólo no crece, sino que pierde también lo que considera tener. La escucha
de la Palabra es, por consiguiente, el camino necesario para el crecimiento
en la fe. Si falta, desaparece la fe.
¿Y
Qué es lo que se debe tener? Algo muy importante en el estado del hombre
ante la gracia, el corazón vacío de todo lo nocivo, pernicioso y
desfavorable, esto es, un corazón limpio. Porque si esta vacío de maldad, se
esta más dispuesto a recibir a Cristo, abierto
ante el don de la vida que el Señor nos brinda, por eso recibirá más,
recogerá la totalidad del reino. Al contrario, el que no tiene, su corazón
dispuesto, especialmente porque no ha dejado que la gracia le penetre, se
le quitará hasta lo que cree tener, y de este modo fracasando
completamente, y enfrentándose al misterio de la perdición definitiva de
aquél que no ha vivido en el plano de la gracia, por mucho que su
existencia fuera estupenda en los planos terrenales.
También,
algo que debemos tener es transparencia, esto es la capacidad de un cuerpo
para dejar pasar la luz, porque los cristianos debemos ser transparente con
el Señor, debemos iluminar nuestro corazón, nuestro interior e iluminar el
ambiente en que vivimos y trabajamos, no se comprende un discípulo del
Señor sin luz, sin la luz de Cristo.
4.
LA LUZ, DEJAR QUE LA
LUZ DE CRISTO ILUMINE NUESTRA VIDA
¿Qué
significa la luz? La luz ilumina el mundo para que el hombre pueda ver y
orientarse. Ilumina los caminos de la vida y pueden por eso ser recorridos,
y sacarnos de las tinieblas, que es la falta luz, es gran ignorancia y
confusión por falta de conocimientos, de visión y fe.
La
luz está en esa lámpara que es el mensaje del Evangelio, y el cristiano
tiene que mostrar con hechos la asimilación del mensaje evangélico. Al que
produce, esto es, al que pone por obra ese mensaje se le dará; al que no,
se le quitará hasta lo que cree tener. No se entiende que el discípulo que
ha conocido la luz, pueda seguir viviendo en
tinieblas.
Es
una invitación del Santo Padre Juan Pablo II, homilía de cuaresma, nos
exhortaba: “dejar que la luz de Cristo ilumine nuestra vida y nos comunique
la fuerza para anunciar y testimoniar el Evangelio a nuestros hermanos”.
Como bien sabemos, es un compromiso que implica a veces muchas dificultades
y sufrimientos. También lo subraya san Pablo, al dirigirse a su fiel
discípulo Timoteo: «Toma parte en los duros trabajos del Evangelio» (2 Tm
1, 8).
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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JESÚS NOS
HABLA DE LA NECESIDAD DE ILUMINAR.
Lc 8, 16-18
Jesús dijo a sus discípulos:
No se enciende una lámpara para cubrirla…se la coloca sobre un candelero,
para que los que entren vean la luz...”
Pero habla también de
la necesidad de encender la lámpara. El discípulo no alumbra con su propia
luz, sino con la única luz que viene de Cristo, el Señor.
Si lo hace de manera
diferente, sentirá la tentación de confundir sus propias ideas, sus propios
gustos y sus propias opciones con las de Cristo, y de proponer así cosas y
realidades que no tienen nada que ver con Cristo.
De ahí la necesidad
de encender cada día, constantemente, nuestra propia lámpara con la luz de
Cristo.
Es la luz de Cristo
la que ilumina el mundo, no mi luz. Esta última puede iluminar sólo si es
reflejo de la luz de Cristo.
Y, llegados aquí, el
problema se vuelve serio, porque la luz de la que habla Jesús no es sólo
doctrina, sino también testimonio, es decir, doctrina que se hace vida, que
transforma la vida: que afecta a mi modo de ser, a mi modo de valorar las
cosas.
Soy luz cuando:
• Difundo la doctrina de Cristo con los
criterios de Cristo, esto es, con humildad y pobreza.
• No hablo, por ejemplo, de humildad
desde una posición de poder.
• No anuncio la pobreza con medios que
hablan de abundancia de bienes.
• Con la luz puesta en el candelero
represento lo más cercano posible el modo de ser, de obrar, de pensar y de
hablar de Jesús.
Es bueno reflexionar
un poco sobre esto, porque en este sector son grandes las ilusiones.
Pensar que iluminamos
sólo porque decimos las palabras de Jesús, sin dejar iluminar nuestra
propia vida con la luz de Jesús:
• Es como poner la lámpara debajo de la
cama.
• Es como afirmar algo sin la prueba de
los hechos.
• Es adoctrinar, no evangelizar.
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