ANTÍFONA
DE ENTRADA Sal 26, 7. 9
Escucha,
Señor, la voz de mi clamor: no me rechaces ni me abandones, Dios, mi
salvador, porque tú eres mi refugio.
ORACIÓN
COLECTA
Dios,
fuerza de los que en ti esperan, escucha con bondad nuestros ruegos, y ya
que sin ti nada puede la debilidad humana, concédenos siempre la ayuda de
tu gracia para que, cumpliendo tus mandamientos, te agrademos con nuestros
deseos y acciones. Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA Eclo 48, 1-14
Lectura del libro del Eclesiástico.
El profeta
Elías surgió como un fuego, su palabra quemaba como una antorcha. Él atrajo
el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor,
cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto. ¡Qué
glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser
igual a ti? Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los
muertos, por la palabra del Altísimo. Tú precipitaste a reyes en la ruina y
arrojaste de su lecho a hombres insignes; tú escuchaste un reproche en el
Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación; tú ungiste reyes para
ejercer la venganza y profetas para ser tus sucesores; tú fuiste arrebatado
en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego. De ti está
escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer
las tribus de Jacob. ¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el
amor, porque también nosotros poseeremos la vida! Cuando Elías fue llevado en un torbellino,
Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su vida ningún jefe lo hizo
temblar, y nadie pudo someterlo. Nada era demasiado difícil para él y hasta
en la tumba profetizó su cuerpo. En su vida, hizo prodigios y en su muerte,
realizó obras admirables.
Palabra de Dios.
COMENTARIO:
La vida de Elías no sólo se
recuerda en los libros de los Reyes, sino también se ha transformado en
canto y leyenda popular, como un modo de mantener viva la memoria, la
historia y los valores que germinaron en el mismo pueblo.
SALMO Sal
96, 1-7
R. ¡Alégrense, justos, en el Señor!
¡El Señor
reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y
Tinieblas lo rodean, la
Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.
Un fuego
avanza ante él y abrasa a los enemigos a su paso; sus relámpagos iluminan
el mundo; al verlo, la tierra se estremece. R.
Las
montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda
la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan
su gloria. R.
Se
avergüenzan los que sirven a los ídolos, los que se glorían en dioses
falsos; todos los dioses se postran ante él. ¡Alégrense, justos, en el
Señor! R.
ALELUYA Rom 8, 15
Aleluya.
Han recibido el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abbá!, es decir, ¡Padre!
Aleluya.
EVANGELIO
Mt 6, 7-15
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo.
Jesús dijo
a sus discípulos: “Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos:
ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos,
porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace
falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro,
que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que
se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos
han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si
perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los
perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes”.
Palabra del Señor.
COMENTARIO:
La oración del Padrenuestro se
ubica, en el evangelio de Mateo, en el contexto de las enseñanzas sobre la
piedad y sus expresiones tales como la limosna, la oración y el ayuno. Así
Jesús transmite a sus discípulos un modo familiar de relacionarse con Dios,
pero además, presenta una nueva relación entre los que oran: son hermanos
que tienen un Padre común.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que
nutres al hombre con el alimento de estos dones y también lo renuevas con
tu sacramento, concédenos que nunca nos falte el sustento para el alma y el
cuerpo. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE COMUNIÓN Sal 26, 4
Una sola
cosa pido a Dios y por ella suspiro: Habitar en la casa del Señor todos los
días de mi vida.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA
COMUNIÓN
Te pedimos
Padre, que así como la comunión que hemos recibido es signo de la unión de
los creyentes en ti, también se realice la unidad en tu Iglesia. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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“Ustedes oren de esta manera”
Mt 6, 7-15
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
CUANDO OREN, NO HABLEN MUCHO, COMO HACEN LOS
PAGANOS
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen
los paganos: Jesús expuso una censura y una forma correcta al orar y de
orar, a través de esta enseñanza nos expuso cual debe ser el espíritu
cristiano en la oración.
La oración cristiana exige como una condición la sinceridad y
sencillez, dejando que hable el corazón, con actitud humilde, no como el
practicado por los gentiles, que piensan que por mucho hablar serán
escuchados. Lo que estamos aprendiendo, que al orar no hay que utilizar
vanas palabras, no se debe farfullar, es decir hablar muy deprisa y de
manera atropellada o confusa y tampoco decir muchas cosas inútiles. En otra
palabras, no pretender la charlatanería en la oración, sea diciendo cosas
vanas o inútiles, sea pretendiendo recitar unas fórmulas largas o
calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia mágica ante Dios.
Es así como Jesús dijo: No hagan como ellos. En el judaísmo, en
general, gustaba de prolijas oraciones y, en especial, acumular en ellas
títulos a los nombres divinos. Pero Jesús no enseña que no es ésta la
actitud cristiana en la oración, porque el Padre que está en el cielo sabe
bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Pero no se
excluye la minuciosidad, porque no se estima como requisito semimágico,
cuando viene de la sinceridad del corazón. La oración no es locuacidad,
sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Jesús con esta enseñanza condenar la oración larga. No es
éste el propósito de su enseñanza. La censura va contra la mecanización
formulista o semimágica de la oración. Tampoco Jesús va contra la extensión
de la oración. El mismo, cuando estuvo en Getsemaní, dio ejemplo de oración
larga, al permanecer en la misma una hora de oración (Mt 26:39.42.44,
par.), lo mismo que pasarse, en ocasiones, la noche en oración.
2.
PADRE NUESTRO
Hermosa oración nos enseñó Jesús, El Padre Nuestro, es irremplazable,
es una oración perfecta, en ella está toda una enseñanza; que orar, como
orar y como dirigirse a Dios como Padre.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre.
Comienza esta oración dirigiéndose a Dios con una alabanza que nos hace
grato el orar. Es encantador saber el verdadero sentido de paternidad y
filiación divina que tenemos al ser hijos de Dios, al decir Padre Nuestro,
además nos involucramos todos como hermanos, Dios es Nuestro Padre, uno
solo y nuestro, de todos nosotros.
Decir Padre nuestro es la mejor ocasión para entrar el alma dentro de
sí, y hacer el giro hacia la contemplación perfecta. Apenas se encuentra
santa Teresa con la palabra “Padre nuestro” entre las manos, estalla en un
“oh” de asombro contemplativo. Que Cristo se humille tanto para tratar con
nosotros, que nos dé al Padre: “¡Cómo dais tanto junto a la primera
palabra! Tan amigo de dar, que no se os pone cosa delante” (C 27,2).
Y cuando nos dirigimos al Padre en oración, levantamos los ojos a Él,
nuestro corazón se inflama y se apasiona porque nos dirigimos a quien más
nos ama, y decimos tiernamente “Padre”, porque somos sus hijos, él nos ha
creado, somos de su patrimonio, y con gran convicción, decimos Padre
Nuestro, en plural, de este modo nos involucramos todos porque para El
somos hermanos, y deseamos.
3.
QUE ESTÁS EN EL CIELO
Levantamos los ojos y rezamos “Que estas en los cielos”, porque “los
cielos publican la gloria de Dios"; (Sal 18,2), el cielo es donde ya
no hay culpa y donde no hay ningún temor a la muerte, entonces nos elevamos
a Él y lo separamos de las cosas terrenas. San Agustín decía: Dios, habita
en el corazón de los hombres justos, complementado con la idea del cielo,
es entonces el cielo una idea más allá de todo lo que el hombre puede
imaginar.
4.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Luego rezamos “Santificado sea tu nombre”; Porque Dios es santidad
pura, incorruptible, principio de todo lo bueno, y pedimos que sea
santificado en nosotros su nombre, como auxilio para abstenernos de toda
maldad y para que la santificación pueda venir en nosotros. Por tanto, esta
es una expresión que nos compromete a buscar la santidad, para que Dios
tenga hijos dignos recordando al salmista que dice: “Sea conocida tu
santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de
justos (Sal 32,1)
5.
QUE VENGA TU REINO
Y es hora de pedir y rogamos: “que venga tu reino”; Para que el poder
y la seducción y el reino de este mundo pasajero sean desterrados, sobre
todo, el pecado, que reina en nuestra vida terrenal. De este modo también
pedimos a Dios que nos libre de la corrupción y nos preserve de la muerte.
También queremos decir venga el Espíritu Santo sobre nosotros para que nos
purifique. El Reino de Dios viene cuando alcanzamos gracia; porque El mismo
dice (Lc 17,21): "El reino de Dios está dentro de vosotros". Para
que Dios reine en nuestras vidas, así entonces en todos nuestros
pensamientos, palabras y acciones.
6.
QUE SE HAGA TU VOLUNTAD
Y sin entristecernos por el Plan de Dios en nosotros, le pedimos al
Padre que se hágase su voluntad aquí en la tierra como en el cielo; Es una
súplica para que nos permita imitar la vida del cielo, y porque nosotros
deseamos aceptar lo que Él quiere. Le pedimos de este modo, que nuestra
vida humana sea buena y semejante a la que tendremos después de la
resurrección, por tanto ya queremos disponernos a llevar un modo de vida en
este mundo, que esté conforme con la que esperamos en el otro.
7.
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA.
Suplicamos a continuación “Danos hoy nuestro pan cada día”:
Jesucristo es el Pan de Vida Eterna. El pan de nuestras almas es la virtud
divina, que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que
nace de la tierra conserva la vida temporal. El pan divino que ha venido y
el que ha de venir, le rogamos nos conceda hoy, con todo su sabor. También
concédenos esto haciendo que el Espíritu Santo habite en nosotros,
produciendo una virtud que aventaja a toda virtud humana, como la humildad,
la bondad y el amor.
8.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS
Y reconociendo nuestras falta, solicitamos que perdones nuestros
pecados, perdona nuestras ofensas: “Misericordia Señor, nos comprometemos a
no faltarle, sin embargo caemos, pero El, bueno al extremo, nos perdona y
luego volvemos a caer, entonces le suplicamos que suspenda el castigo que
merecemos, y El tan bueno, lo hace. Pero en cuanto vemos que por su
confianza en nosotros El mira para otro hermano, volvemos a caer
nuevamente”. Jesús nos enseñó a tener confianza por nuestras buenas obras,
y nos enseñó a implorar el perdón de nuestros pecados, porque, no
existiendo nadie sin pecados, no nos privemos de la participación de los
beneficios divinos por los pecados humanos. Así pues, al ofrecer, como
debemos, a Cristo, quien hace que el Espíritu Santo habite en nosotros, la
santidad perfecta, habremos de reprendernos si no hemos conservado la
pureza de su templo. Este defecto se enmienda por la bondad de Dios,
perdonando a la humana debilidad el castigo de sus pecados.
9.
PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A AQUÉLLOS QUE
NOS OFENDEN.
Y decimos lo enseñado por Jesús, “porque también nosotros perdonamos
a aquéllos que nos ofenden”; Así es Dios, lleno de piedad por los
pecadores, si lo es El con nosotros, tenemos que serlo del mismo modo con
los demás y, si no es así, somos unos hipócritas. Esto los hacemos con toda
justicia por el Dios justo. Cuando nosotros perdonamos a nuestros deudores;
esto es, a los que nos han ofendido y confiesan su ofensa. Conociendo
nosotros esto, debemos dar gracias a nuestros deudores; porque son para
nosotros la oportunidad y la causa de nuestro mayor perdón. Además dando
poco alcanzamos mucho; porque nosotros debemos muchas y grandes deudas a
Dios y estaríamos perdidos si nos pidiésemos una pequeña parte de ellas.
10.
NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN.
También nos enseñó el Señor, pedir para que Él no nos dejes caer en
la tentación: Pedimos a Dios que no nos deje caer en el pecado, esto es
fuerza, amor, decisión, voluntad para enfrentar este diarios combate
"entre la carne y el espíritu", capacidad para evitar las ocasiones
de pecar. Si queremos que Dios permanezca en nuestro corazón, tenemos que
protegerlo de la tentación.
En efecto, es imposible no dejarnos tentar, los santos fueron
tentados, muchos sufrieron esta prueba, por eso le pedimos a Dios que no
nos deje caer en la tentación, esto es, que no permita que suframos la
prueba de las tentaciones inclinada a los placeres de los sentidos.
Jesucristo conociendo nuestra debilidad, mandó que orásemos para que no
cayésemos en la tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que
pida a Dios la virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que
dice San Mateo (10,22): "El que persevera hasta el fin, se
salvará".
11.
LIBRANOS DEL MAL
Por este motivo, rogamos que nos libre del mal, del “maléfico”, y sus
sinónimos, la mentira, el crimen, el robo, la xenofobia, la discriminación,
la desidia, la irreverencia, el egoísmo, la envidia, la pereza, la maldad,
la dureza de corazón, la incomprensión, irresponsabilidad, el inventar
cosas falsas de los demás y tantas más que son el deleite de Satanás.
San Agustín nos dice que cada uno pide ser librado del mal (esto es,
del demonio y del pecado); pero el que confía en Dios, no teme al pecado.
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8,31).
Cristo Jesús viva en sus corazones
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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