CONMEMORACION DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
LA ÚLTIMA PALABRA NO ES LA MUERTE, SINO LA VIDA
En este
día recordamos la muerte de nuestros difuntos, pero celebramos su
nacimiento a la vida eterna. Pues “la muerte no es el final de la vida,
sino el principio de la vida sin final”. La muerte no es muerte, sino
puerta que se abre a la vida eterna para todos los que pasan por la vida
terrena haciendo el bien. El mismo Jesús así lo afirma: Tuve hambre...,
estuve desnudo..., en la cárcel..., enfermo... y ustedes me socorrieron.
Vengan, benditos de mi Padre, a poseer el reino preparado para ustedes
desde el principio del mundo. (Mt 25, 34-36).
Hoy es día de orar por
nuestros difuntos, y recordemos que no hay oración que pueda ayudarles
tanto como la Eucaristía ofrecida por ellos. Pero es también el día de
reflexionar y preparar nuestra partida de este mundo, y decidir trabajar
con ilusión y esperanza por la resurrección para la gloria eterna, sin
dejarnos paralizar por el temor a la muerte, sino abrirnos con gozo a la
esperanza de que Jesús resucitado transformará nuestro pobre cuerpo en un
cuerpo glorioso como el suyo.
ANTÍFONA DE ENTRADA 1Tes 4, 14;
1Cor 15, 22
Así como Jesús murió y
resucitó, de la misma manera Dios llevará con Jesús a los que murieron con
él. Y así como todos mueren en Adán, todos revivirán en Cristo.
ACTO PENITENCIAL
·
Por el
olvido en que dejamos a nuestros difuntos. Señor ten Piedad
·
Por olvidar
que aquí somos peregrinos hacia la casa del Padre. Cristo ten Piedad
·
Por no
sacar de la muerte las lecciones para vivir más cristianamente. Señor ten
Piedad
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, escucha
con bondad nuestros ruegos para que, al aumentar nuestra fe en tu Hijo
resucitado de entre los muertos, se afiance también nuestra esperanza en la
resurrección de tus servidores difuntos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios,
por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
El vidente
Juan describe la gloria de la Jerusalén celeste; la guerra, el hambre, el
sufrimiento y la muerte han pasado; Dios, que es el Dios de la vida, crea
cielos nuevos y una tierra nueva que manifiestan su presencia entre los
hombres.
Lectura
del libro del Apocalipsis 21, 1-5. 6-7
Yo, Juan, vi un cielo
nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva
Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios embellecida como una
novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía
desde el trono: “Ésta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará
con ellos; ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será con ellos su propio
Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni
queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”. Y el que estaba sentado en
el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega,
el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente
de la fuente del agua de la Vida. El vencedor heredará estas cosas y yo
seré su Dios y él será mi hijo”.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: Esta
lectura forma parte de la sección del Apocalipsis donde se describe la total
y definitiva derrota del mal (Apoc 19,11–22,5), representada aquí
simbólicamente por el mar. Como en el tiempo del primer éxodo, el mal
desaparecerá para siempre, delante de la marcha triunfal del nuevo pueblo
de Dios, que será definitivamente liberado de toda tribulación. Para
describir esta alegre y esperanzadora realidad, el autor relee en una nueva
perspectiva las profecías de la renovación mesiánica: habrá “un cielo nuevo
y una tierra nueva” (cf. Is 65,17; 66, 22); será como una “novia preparada para
recibir a su esposo” (cf. Is 61,10; 62, 4-6; Os 2,16); será un habitar con
Dios y ya no habrá más lugar para el dolor, la muerte y las lágrimas.
SALMO
Al Señor
de la vida, que secará todas nuestras lágrimas, y no habrá más muerte, ni
pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó, proclamamos la
antífona del salmo: R. El Señor es mi luz y mi salvación.
Sal
26, 1. 4. 7-9. 13-14 o Sal 129, 1-8
R.
El Señor es mi luz y mi salvación.
O
bien: Contemplaré la bondad del Señor.
El Señor es mi luz y
mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante
quién temblaré? R.
Una sola cosa he
pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la casa del Señor todos
los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su
templo. R.
¡Escucha, Señor, yo te
invoco en alta voz; apiádate de mí y respóndeme! Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí. R.
Yo creo que
contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el
Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA (Algunas Conferencias Episcopales omiten
la segunda lectura)
La
resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Momento para
reafirmarla.
1Cor
15, 20-23
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Cristo
resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino
al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la
resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos
revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el
primero de todos, luego, aquéllos que estén unidos a él en el momento de su
Venida.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: El
contexto de este capítulo de Pablo, habla de la resurrección de los
muertos. En los versículos que leemos, el Apóstol resalta el paralelismo entre
el pecado y la muerte que nos trajo Adán, y la salvación y resurrección
traídas por Cristo. Lo mismo que Cristo fue el primero que resucitó, así
resucitarán todos los demás fieles en Cristo al final de los tiempos;
entonces la victoria de Cristo se manifestará de forma definitiva sobre el
mal y la muerte como último enemigo. Pero sólo cuando todos los suyos hayan
participado de la resurrección, Él habrá cumplido perfectamente su obra y
Dios será todo en todos.
ALELUYA Lc 24, 5
Aleluya.
¿Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo? Aleluya.
EVANGELIO
El mensaje
de la resurrección nos llena de alegría, pero también nos compromete a no
permanecer en la muerte del pecado. Que también de nosotros pueda decirse:
¡No está aquí; ha resucitado!
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 1-8
El primer día de la
semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que
habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y
entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban
desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con
vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían
a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: « ¿Por qué buscan
entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden
lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo
del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y
que resucite al tercer día”». Y las mujeres recordaron sus palabras.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: Llegan las mujeres y observando que la tumba
está vacía quedan desconcertadas. No caben aquí los razonamientos humanos.
La respuesta a tal misterio viene de Dios y se deja oír en la voz de dos
hombres: “No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando
aún estaba en Galilea”. Lo que sucede es el contenido y la verdad de lo que
había comenzado en Galilea. El principio del cristianismo no consiste en
discutir sobre una tumba vacía. El gran problema está en la vida de Jesús,
abierta al Padre y donada a los hombres; sobre esa vida se cierne la
victoria de Dios, que ha convertido a Jesús en el Mesías total de nuestra
historia. La tumba es sólo un signo en medio del camino. Por eso, entender
la resurrección implica comprender todo el mensaje de vida del Maestro; y
penetrar en esa vida presupone ver su meta abierta en el misterio de la
pascua.
CREDO
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oramos por todos los
difuntos, que ya gozan de la bienaventuranza eterna.
·
Para que
los cristianos vivamos nuestra fe con ilusión, y dejemos que la gracia nos
transforme. Oremos.
·
Para que
los gobernantes de las naciones, con espíritu de justicia, promuevan la paz
en el nuevo milenio. Oremos.
·
Para que
en nuestra sociedad se reconozca y valore lo sencillo, lo humilde y lo
cotidiano, y se tenga en cuenta a todos los ciudadanos. Oremos.
·
Para que
nuestros hermanos y hermanas, que trabajan por el bien de los pobres y
necesitados, sepan que el Reino ya les pertenece. Oremos.
·
Por los
enfermos para que reciban el alivio en su enfermedad, consolados por el
amor de Dios. Oremos (nombrar)
· Por todos los difuntos
que tanto amamos en su vida terrenal, para que el Señor les de la paz de la
vida eterna. Oremos (nombrar)
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, recibe con
bondad nuestros dones, para que tus servidores difuntos sean recibidos en
la gloria con tu Hijo, a quien nos unimos por este gran sacramento de su
amor. Por Jesucristo nuestro Señor.
PREFACIO DE DIFUNTOS I
No se nos quita la
vida, se nos cambia por otra mejor
El Señor esté con
ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado
hacia el Señor.
Demos gracias al
Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y
necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
En el cual resplandece
la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de
morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Pues, para quienes
creemos en ti, Señor, la vida se transforma, no se acaba; y disuelta
nuestra morada terrenal, se nos prepara una mansión eterna en el cielo.
Por eso, con los
ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin
cesar el himno de tu gloria:
Santo,
Santo, Santo...
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Jn 11,
25-26
Dice el Señor: “Yo soy
la resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo
el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Padre, que
recibas en la morada de la luz y de la paz a tus servidores difuntos, ya
que por ellos hemos celebrado el misterio pascual. Por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
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