“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Mt 16, 13-19:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. “¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE ES EL HIJO DEL HOMBRE?”
Al llegar
a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Qué
dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?
Es en este
lugar de Cesárea de Filipo, es el momento cuando Jesús, dirigiéndose a los
discípulos, les hace abiertamente esta pregunta: ¿Quién dice la gente que
soy yo? Jesús no lo ignoraba por su conocimiento sobrenatural, pero también
lo que pensaba la gente de Él lo sabía, como los apóstoles, por el rumor
popular. ¿Por qué les pregunta primeramente a ellos lo que piensan de Él
las gentes?
2. JESÚS, PARA UNOS, ERA JUAN BAUTISTA
El
contacto de los apóstoles con las muchedumbres a causa de la predicación y
milagros de Jesús les había hecho recibir toda clase de impresiones en
torno a esto. Las que recogieron eran éstas: Jesús, para unos, era Juan
Bautista, sin duda resucitado, como sostenía el mismo Antipas. Pues esta
opinión había cobrado cuerpo entre el pueblo, ya que Lc mismo dice que
Antipas estaba preocupado con la presencia de Jesús, puesto que algunos decían
que era Juan, que había resucitado de entre los muertos (Lc 9:7).
3. OTROS, QUE ELÍAS; OTROS, QUE JEREMÍAS
Para
otros, Jesús era Elías. Lc recoge en otro lugar esta creencia popular.
Jesús era, para diversos grupos, Elías, que había aparecido (Lc 9:8). Según
la estimación popular, Elías no había muerto, y debía venir para manifestar
y ungir al Mesías 12.
Otros piensan
que fuese Jeremías (Mt). El profeta Jeremías era considerado como uno de
los grandes protectores del pueblo judío, sobre todo por influjo del libro
II de los Macabeos (2:1-12). Pero no pasaba por un precursor del Mesías.
Mateo ya hizo referencia a él (2:17). Acaso se lo cita por el simple
prestigio que tenía en el judaísmo, y del que se podrían esperar cosas
extraordinarias.
Por
último, sin saber a ciencia cierta quién sea, para muchos era algún profeta
de los antiguos, que ha resucitado (Lc). Era el poder milagroso de Jesús el
que los hacía creer en la resurrección de un muerto (Mt 14:2; Mc 6:14).
4. ¿QUIÉN DICEN QUE SOY?
No deja de
extrañar el que los apóstoles no citen, tomado de la opinión de las gentes,
el que El fuese o pudiese ser el Mesías.
Así fue
como ellos le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas. Y ustedes, les preguntó,
¿quién dicen que soy?
Por eso,
después de oír lo que las gentes pensaban de Él, se dirige a los apóstoles
para preguntarles abiertamente qué es lo que, a estas alturas de su vida y
de su contacto de dos años con El, han captado a través de su doctrina, de
su conducta, de sus milagros. Era un momento sumamente trascendental. Si no
fuera que Jesús tenía un conocimiento de todo por su ciencia sobrenatural,
se diría que esperaba impaciente la respuesta de sus apóstoles.
5. TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO
Los tres
sinópticos no dicen la respuesta que hayan podido tener éstos. Sólo recogen
la respuesta que le dirigió Pedro. Todos los detalles se acumulan en la
narración de Mateo para indicar no sólo la precisión que interesa destacar,
sino con ella acusar la solemnidad del momento y la trascendencia del acto.
Mientras
Mc-Lc presentan sin más a Pedro, Mateo lo precisa ya de antemano como Simón
Pedro. En efecto, Pedro tenía por nombre Simón (Mateo 4:18 y par.). En Juan
se lee que Jesús, al ver por vez primera a Simón, le anunció que será
llamado Pedro (Jn 1:42). Ya desde un principio, Jesús puso en Simón la elección
para Pedro, para ser piedra El conservar aquí los dos nombres es sumamente
oportuno.
La
confesión de Simón Pedro es expresada así: Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo. Aquí se confiesa por Pedro la mesianidad y la divinidad de
Jesús. Al decir que es el Mesías, indica su relación supereminente de
autoridad con Dios — el Padre — que lo envía.
6. FELIZ DE TI, SIMÓN, HIJO DE JUAN
Pedro,
desde su primer encuentro con Jesús, deja al descubierto, por una parte, la
amistad no disimulada del Maestro, y por otra, la entrega sin reservas a su
servicio o compañía, es así como Pedro sabe quién es Jesús, el Mesías, el
Hijo de Dios.
Y Jesús le
dijo: Feliz de ti, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ni
la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
La
respuesta de Jesús tiene dos partes bien marcadas: la primera es una
felicitación a Pedro por la revelación tenida. La felicitación de Jesús a
Simón es porque esta confesión no se la reveló ni la carne ni la sangre,
con la que se expresa el ser humano. Tal era la grandeza de este misterio,
que su revelación se la hizo su Padre celestial. Se trata, pues, de un
misterio desconocido a Pedro, y un misterio que no podía, sin revelación,
ser alcanzado por la carne y sangre — el hombre — Entonces, este
conocimiento no es por su capacidad humana, es un don de Dios. En efecto,
Pedro alcanzó este conocimiento por la fe.
7. TÚ ERES PEDRO, Y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARÉ
MI IGLESIA
Jesús,
volviéndose a Simón, le dice: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia. Y Jesús lo eligió como la roca para construir sobre ella su
Iglesia y le confirió los poderes para llevar a la salvación a todos los
hombres. Pedro es la roca, en el sentido de que la fe y los creyentes no
pueden tener otra fe que la de los apóstoles y profetas, que son los que
enseñan esa verdad, que está construida sobre la piedra angular de Jesús, y
así es, como luego dice; y el poder de la Muerte no prevalecerá contra
ella. Es decir, no podrá vencer a la Iglesia, pues ésta está firme y
estable, porque está construida sobre la roca firme, que es Jesús.
8. YO TE DARÉ LAS LLAVES DEL REINO DE LOS
CIELOS
Dice
Jesús: Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en
la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra,
quedará desatado en el cielo. La promesa es que ese atar y desatar sobre la
tierra tendrá su automática ratificación en el cielo. Todo lo relacionado
con esta misión — cuanto permita o prohíba en el reino, todo eso será
también ratificado en el cielo. Y eso garantizado por Jesús.
Así, Pedro
como Mayordomo de la Casa de Dios, ha recibido el poder para admitir o
excluir, según el Evangelio y de administrar la comunidad, en Pedro
recaerán las responsabilidades de la doctrina y de la moral, el podrá
decidir lo que es bueno y licito para su Iglesia y sus miembros, sentencia
que será ratificada Por Dios en lo alto de los cielos.
9. ACOGER AL SUCESOR DE PEDRO
Así, como
Pedro en épocas de la Iglesia naciente, hoy el Papa Francisco, su sucesor, es
el encargado de animar la fe en nuestra comunidad creyente, él es en nombre
de Jesucristo Pastor y guía de la Iglesia.
También,
como Pedro en los orígenes, ahora le ha correspondido a Francisco, ser
fundamento visible de la unidad y de la caridad de la Iglesia.
A través
del Evangelio, podemos comprender como Jesucristo, nos invita a acoger al
sucesor de Pedro, y a mirarlo con los ojos de la fe.
Este es un
día especial, para rezar por el Papa Francisco, y es una buena ocasión para
apoyar su inmensa obra a favor de la comunidad cristiana y de toda la
humanidad. Dios le Bendiga
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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