La entrada solemne, pero no la
procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebran con gran
asistencia de fieles.
CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN
PROCESIÓN
A una hora adecuada, el pueblo se
reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo
hacia el cual se ha de dirigir la procesión.
Los fieles tienen los ramos en sus
manos. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos
requeridos para la misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra
congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial,
que dejará una vez concluida la procesión. Mientras tanto, se canta la
siguiente antífona u otro cántico adecuado.
ANTÍFONA Mt 21, 9
¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene
en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en las alturas!
El sacerdote saluda al pueblo de la
manera acostumbrada; luego hace una breve monición, en la que invita a los
fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de
este día. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes.
Queridos hermanos: Después de
haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma, por
medio de la penitencia y las obras de caridad, hoy nos congregamos para
iniciar, con toda la Iglesia, la celebración del misterio pascual de
nuestro Señor, que fue consumado por medio de su muerte y resurrección,
para lo cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén. Por ello, llenos de fe
y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, para
que, participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y
su vida.
Después de esta monición, el sacerdote
dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:
Oremos. Dios todopoderoso y
eterno, santifica con tu bendición ✠ estos
ramos, para que nosotros que seguimos alegremente a Cristo Rey, podamos con
su ayuda llegar a la eterna Jerusalén. Por Jesucristo nuestro
Señor. R. Amén.
O bien:
Oremos.
Señor, aumenta la fe de
cuantos esperamos en ti y escucha nuestras súplicas, para que quienes hoy
llevamos estos ramos en honor de Cristo victorioso, unidos a él, te
presentemos el fruto de las buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
Y, en silencio, rocía los ramos con
agua bendita.
Luego se proclama el Evangelio de la
entrada del Señor, según uno de los cuatro evangelistas. La lectura la
realiza el diácono o, a falta de éste, el mismo sacerdote, en la forma
acostumbrada.
EVANGELIO Mc 11,
1-10
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al
pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de
sus discípulos, diciéndoles:
“Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar,
encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y
tráiganlo; y si alguien les pregunta:
‘¿Qué están haciendo?’, respondan: ‘El Señor lo
necesita y lo va a devolver en seguida’». Ellos fueron y encontraron un
asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los
que estaban allí les preguntaron: “¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?”.
Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces
le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos
extendían sus mantos sobre el camino; otros lo cubrían con ramas que
cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús
gritaban: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito
sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las
alturas!”
Palabra del Señor.
O bien: Jn 12, 12-16
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
La gran multitud que había venido para la
fiesta, se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén. Y, tomando hojas de
palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo: “¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!». Al encontrar
un asno, Jesús montó sobre él, conforme a lo que está escrito: “No temas,
hija de Sión; ya viene tu rey, montado sobre la cría de un asna”. Al
comienzo, sus discípulos no comprendieron esto. Pero cuando Jesús fue
glorificado, recordaron que todo lo que le había sucedido era lo que estaba
escrito acerca de él.
Palabra del Señor.
Después del Evangelio, si se cree
oportuno, puede tenerse una breve homilía. El celebrante u otro ministro
idóneo invita a comenzar la procesión, con estas palabras u otras
semejantes:
Queridos hermanos:
Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y avancemos procesionalmente,
unidos por el vínculo de la paz.
Y comienza la procesión hacia la iglesia en la
que se celebrará la misa.
MISA
Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote
comienza la misa con la oración colecta.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que para dar al
género humano un ejemplo de humildad determinaste que nuestro Salvador se
encarnara y padeciera la cruz, concédenos que seamos dignos del testimonio
de su Pasión y así podamos participar un día de su Resurrección. Por
nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA Is 50,
4-7
Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor me ha dado una lengua de
discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento.
Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me
volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los
que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando
me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no
quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy
bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
“Ofrecí mi
espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me arrancaban la
barba». Estamos ante el resumen del tercer canto del Siervo de Yahvé. Él,
se presenta a sí mismo como el discípulo de Yahvé, que tiene por misión
hablar e instruir con las palabras que el Señor le manda transmitir. Esta
misión le exigirá afrontar múltiples persecuciones, pero una energía
indomable lo sostendrá en su compromiso. El Siervo puede contar con el
Señor que no lo abandona en las dificultades.
SALMO Sal 21, 8-9. 17-18 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca
y mueven la cabeza, diciendo: Confió en el Señor, que él lo libre; que lo
salve, si lo quiere tanto. R.
Me rodea una jauría de perros, me asalta una
banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos
mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi
túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven
pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te
alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”.
R.
SEGUNDA LECTURA Flp 2,
6-11
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de
Filipos.
Jesucristo, que era de condición divina, no
consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y
haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se
humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso,
Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al
nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es
el Señor”.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
Se rebajó a
sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo. La asunción de nuestra
condición humana, no ha sido para el Hijo de Dios un paréntesis o un
accidente. Jesucristo ha elegido servir, ya que el servicio es el mejor
medio para manifestar quién es Dios. El misterio del Dios de los cristianos
es el de revelarse mejor en el servicio y la humildad que en la
omnipotencia y en el juicio. Este camino de obediencia hasta la muerte, y
muerte de cruz, ha llevado al Mesías a revelar su identidad más honda, la
de Señor.
ACLAMACIÓN Flp 2,
8-9
Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por
obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el
Nombre que está sobre todo nombre.
Para la lectura de la Pasión no se
llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de
un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Puede también ser
encomendada a lectores laicos, reservando al sacerdote, si es posible, la
parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del
celebrante antes de proclamar la Pasión, como se hace antes del Evangelio.
EVANGELIO Mc 14,
1—15, 47
En los lugares en que pareciere oportuno,
durante la lectura de la Pasión, se pueden incorporar aclamaciones.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Buscaban la manera de arrestar a Jesús
con astucia, para darle muerte.
C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua
y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban
la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque
decían:
S. No lo hagamos durante la fiesta, para que no se
produzca un tumulto en el pueblo.
Ungió mi cuerpo anticipadamente para
la sepultura
C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en
casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso
perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la
cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y
comentaban entre sí:
S. ¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera
podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre
los pobres.
C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:
✠ Déjenla, ¿por
qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tienen
siempre con ustedes y pueden hacerles el bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán
siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la
sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo
el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo.
Prometieron a Judas Iscariote darle
dinero.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a
los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron
y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para
entregarlo.
¿Dónde está mi sala, en la que voy a
comer el cordero pascual con mis discípulos?
C. El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando
se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:
S.¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida
pascual?.
C. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:
✠ Vayan a
la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.
Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice:
¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el
cordero pascual con mis discípulos? Él les mostrará en el piso alto una pieza
grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo
necesario.
C. Los discípulos partieron y, al llegar a la
ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Uno de ustedes me entregará, uno que
come conmigo.
C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y
mientras estaban comiendo, dijo:
✠ Les
aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo.
C. Ellos se entristecieron y comenzaron a
preguntarle, uno tras otro:
S. ¿Seré yo?.
C. Él les respondió:
✠ Es uno de
los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se
va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre
será entregado: más le valdría no haber nacido!.
Esto es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre,
la Sangre de la alianza.
C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
✠ Tomen,
esto es mi Cuerpo.
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la
entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:
✠ Ésta es
mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro
que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino
nuevo en el Reino de Dios.
Antes que cante el gallo por segunda
vez, me habrás negado tres veces.
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia
el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:
✠ Todos
ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y
se dispersarán las ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que
ustedes a Galilea.
C. Pedro le dijo:
✠ Aunque
todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.
C. Jesús le respondió:
✠ Te
aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda
vez, me habrás negado tres veces.
C. Pero él insistía:
✠ Aunque tenga
que morir contigo, jamás te negaré.
C. Y todos decían lo mismo. Comenzó a sentir temor
y a angustiarse.
C.
Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
✠ Quédense
aquí, mientras yo voy a orar.
C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y
comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:
✠ Mi alma
siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando.
C.
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible,
no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:
✠ Abbá –Padre– todo te es posible: aleja de mí este
cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Después volvió y encontró a sus discípulos
dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:
✠ Simón,
¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el
espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las
mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus
ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera
vez y les dijo:
✠ Ahora
pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense!
¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar. Deténganlo y llévenlo bien
custodiado.
C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se
presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y
palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado esta señal:
S. Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo y
llévenlo bien custodiado.
C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:
S. Maestro.
C. Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y
lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al
servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:
✠ Como si
fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los
días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero
esto sucede para que se cumplan las Escrituras.
C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo
seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero
él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?
C.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los
sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de
lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con
los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el
Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a
muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas
acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
S. Nosotros lo hemos oído decir: ‘Yo destruiré este
Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir
otro que no será hecho por la mano del hombre’.
C. Pero tampoco en esto concordaban sus
declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea,
interrogó a Jesús:
S.
¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan contra ti?.
C. Él permanecía en silencio y no respondía nada.
El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:
S.
¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?.
C. Jesús respondió:
✠ Sí, yo lo
soy: y ustedes verán ‘al Hijo del hombre sentarse a la derecha del
Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo’.
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras
y exclamó:
S. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes
acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?.
C.
Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a
escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:
S. ¡Profetiza!.
C. Y también los servidores le daban bofetadas. Se
puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban
hablando.
C.
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del
Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le
dijo:
S. Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.
C. Él lo negó, diciendo:
S. No sé nada; no entiendo de qué estás hablando.
C. Luego salió al vestíbulo y en ese momento cantó
el gallo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. Éste es uno de ellos.
C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde,
los que estaban allí dijeron a Pedro:
S. Seguro que eres uno de ellos, porque tú también
eres galileo.
C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no
conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo
por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho:
Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me
habrás negado tres veces. Y se puso a llorar.
¿Quieren que les ponga
en libertad al rey de los judíos?
C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se
reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y
después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste lo
interrogó:
S.¿Eres tú el rey de los judíos?.
C. Jesús le respondió:
✠ Tú lo
dices.
C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las
acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente:
S. ¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te
acusan!.
C. Pero
Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un
preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás,
arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la
sedición.
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto
acostumbrado. Pilato les dijo:
S.
¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?.
C.
Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por
envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la
libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:
S. ¿Qué quieren que haga, entonces, con el que
ustedes llaman rey de los judíos?.
C. Ellos gritaron de nuevo:
S.¡Crucifícalo!.
C. Pilato les dijo:
S. ¿Qué mal ha hecho?.
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S.
¡Crucifícalo!.
C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso
en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo
entregó para que fuera crucificado.
Hicieron una corona de espinas y se la
colocaron.
C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al
pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de
púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a
saludarlo:
S. ¡Salud, rey de los judíos!.
C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le
escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse
burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus
vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Condujeron a Jesús a un lugar llamado
Gólgota y lo crucificaron.
C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de
Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz
de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa:
“lugar del Cráneo”. Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo
tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras,
sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando
lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía:
“El rey de los judíos”. Con él crucificaron a
dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Ha salvado a otros y no puede salvarse
a sí mismo.
C. Los
que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:
S. ¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días
lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!.
C.
De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y
decían entre sí:
S. ¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí
mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que
veamos y creamos!.
C.
También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
Jesús dando un gran grito, expiró.
C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra
hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:
✠ Eloi, Eloi, lemá sabactaní.
C. Que significa:
✠ Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
C. Algunos de los que se encontraban allí, al
oírlo, dijeron:
S. Está llamando a Elías.
C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y,
poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:
S. Vamos a ver si Elías viene a bajarlo.
C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
Aquí todos se arrodillan, y se hace un
breve silencio de adoración.
C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba
abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:
S.¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!.
C. Había también allí algunas mujeres que miraban
de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el
menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando
estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
José hizo rodar una piedra a la
entrada del sepulcro.
C. Era día de Preparación, es decir, vísperas de
sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea –miembro notable del
Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de presentarse ante
Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera
muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había
muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Éste compró
una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en
un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada
del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José,
miraban dónde lo habían puesto.
Palabra del Señor.
COMENTARIO
Marcos
resalta la dignidad mesiánica de Jesús poniendo en primer plano su
aislamiento en el secreto y el silencio en medio de los más escandalosos
ultrajes y de la ceguera de la multitud. El pesado silencio en que Jesús se
encierra expresa una fidelidad total a su misión. Pero, apenas acabada esta
gran soledad en una muerte ignominiosa, una profesión de fe anula las
burlas de la turba: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”.
La liturgia
de estos días será una llamada a ese final de victoria y triunfo. Por eso,
Isaías hablaba de “una palabra de aliento” y de “no quedar confundido,
porque el Señor me ayudaba”. Por eso, san Pablo hablaba de “hasta la muerte
de cruz” y de “por eso, Dios lo levantó sobre todo”. Y por eso, ahora la
pasión proclamada continúa con la celebración de la Pascua de Jesucristo en
la eucaristía y nos dirá: “Este es el misterio de la fe”. Y responderemos:
“Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección”.
Según las circunstancias, después del
relato de la Pasión, puede tenerse una breve homilía.
Se dice Credo.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, te pedimos que por la Pasión de tu Hijo
experimentemos tu perdón y, aunque no lo merecemos por nuestras obras, haz
que gracias a este sacrificio único, lo recibamos por tu misericordia. Por
Jesucristo nuestro Señor.
PREFACIO
V/. El Señor esté con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario, es nuestro deber
y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Jesucristo, Señor nuestro.
El cual, siendo inocente, quiso padecer por los
culpables y ser condenado injustamente para salvar a los pecadores; su
Muerte lavó nuestros pecados y su Resurrección nos adquirió la santidad.
Por eso te aclamamos con todos los ángeles
celebrando tu gloria con gozosa alabanza: Santo, santo, santo...
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 26, 42
Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que
yo lo beba, que se haga tu voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, alimentados con tus sagrados dones, te
pedimos que así como por la Muerte de tu Hijo nos hiciste esperar lo que
creemos por la fe, por su Resurrección nos permitas llegar al Cielo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
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