MISA DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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26-03-2022
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Edición Nº 9.250
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LITURGIA DE
LAS HORAS
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SABADO
TERCERA SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 102, 2-3
Bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides
sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias.
ORACIÓN COLECTA
Señor y Dios nuestro, nos alegremos por la
celebración anual de la Cuaresma, te pedimos participando del misterio
pascual, podamos gozar plenamente de sus frutos. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA Os 6, 1-6
Lectura
de la profecía de Oseas.
“Vengan, volvamos al Señor: Él nos ha
desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas.
Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y
viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición
es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia
de primavera que riega la tierra”. ¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré
contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el
rocío que pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los
profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá
como la luz. Porque Yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios
más que holocaustos.
Palabra
de Dios.
COMENTARIO: “Quiero
misericordia y no sacrificios”. Oseas recoge aquí una celebración
penitencial del pueblo. Pero el pueblo no busca la conversión sincera, sino
que el Señor los libre de un peligro inminente de invasión y les solucione
los problemas “en dos días”, para luego volver a “las viejas andanzas”.
Y eso no tiene valor.
El Señor no puede aceptar una oración y unos holocaustos faltos de
contenido interior. No, el Señor no acepta “coimas”. La conversión a la que
el pueblo alude es interesada y se apoya en el mérito de un ejercicio
ritual que no tiene valor, porque le falta la obra de caridad y de justicia
con el prójimo. El Señor no acepta una religión que carece de ética, ya que
él prefiere la misericordia a los sacrificios.
SALMO Sal 50, 3-4. 18-21
R. El Señor
quiere amor y no sacrificios.
¡Ten piedad de mí, Señor,
por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame
totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.
Los sacrificios no te satisfacen; si
ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu
contrito, Tú no desprecias el corazón contrito y humillado. R.
Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad;
reconstruye los muros de Jerusalén. Entonces aceptarás los sacrificios
rituales: las oblaciones y los holocaustos. R.
VERSÍCULO Cf. Sal 94, 8. 7
No endurezcan su corazón, sino escuchen la
voz del Señor.
EVANGELIO Lc 18, 9-14
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos
y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron
al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de
pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese
publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis
entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a
distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un
pecador! Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no
el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla
será elevado.
Palabra
del Señor.
COMENTARIO: “Todo el
que se enaltece será humillado y todo el que se humilla será enaltecido”.
Para alcanzar una genuina relación con el Señor, no podemos equivocar el
punto de partida: todo es obra del amor del Señor. Él es quien nos busca,
nos mueve y nos envuelve hasta estrecharse con nosotros. Por eso, el
fariseo que se cree incontaminado, está tan lleno
de sí mismo, que ya no le cabe nada ni nadie dentro de sí: el Señor y el
prójimo quedan al margen de su vida. En cambio el
publicano, se siente pecador, vacío y necesitado; abre su corazón de par en
par y vuelve repleto del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios nuestro, purificados por tu gracia,
nos acercamos a tus santos misterios, permítenos que al celebrar esta
Eucaristía que nos has dado, podamos rendirte una alabanza perfecta. Por
Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Lc 18, 13
El publicano, manteniéndose a distancia, se
golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mí, que soy un
pecador.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Dios misericordioso, venerar
con sincero respeto la santa Eucaristía, que continuamente nos alimenta y
recibirla siempre con profundo espíritu de fe. Por Jesucristo nuestro
Señor.
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REFLEXIÓN BÍBLICA
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Dos
hombres suben al templo a orar. La
soberbia versus la humildad
Lc
18, 9-14
Autor:
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
PORQUE TODO EL QUE SE ELEVA SERÁ
HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERÁ ELEVADO.
La
finalidad de esta parábola, es enseñar el valor de
la oración, pero con una condición esencial de la misma: la humildad. Es
condición esencial, pues todo el que pide ha de reconocer lo que no tiene.
Jesús, según Lucas, dijo esta parábola “a algunos que se tenían por justos
y despreciaban a los demás.” En la oración, pues, la actitud humilde es lo
que hace a Dios aceptarla, mientras que la actitud soberbia del que pide
con exigencia, más o menos camuflada, Dios no la escucha. Así termina la
parábola con una sentencia, citada varias veces, pero que insertada aquí
comenta el sentido del intento: “Porque todo el que se eleva será
humillado, y el que se humilla será elevado.”
Dos
hombres suben al templo a orar. La escena presenta más bien una oración
privada. Uno fariseo: soberbio, engreído por la práctica material de la
Ley; despreciador de los demás, por considerarlos pecadores. El fariseo se
consideraba siempre “el justo.” El publicano, al servicio de Roma y
predispuesto a negocios ilícitos, era considerado como gente “pecadora,”
odiada y despreciable.
“El
fariseo, de pie,” La oración de pie era normal. No ora: relata sus
necedades, porque sólo lo que refiere, aunque fuese verdad, no evitaba el
orgullo. Además alega obras de supererogación.
Ayuna “dos veces” por semana. No había más obligación que el ayuno anual
del día de Kippur, en el del mes de abril. Pero los fariseos ayunaban los
días segundo y quinto de la semana. Pagaba, además, el diezmo de todo lo
que vendía o adquiría.
"¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!" La oración del publicano,
por su humildad, por reconocer lo que era ante Dios, pecador, sin levantar
los ojos ni las manos al cielo, como era normal, y pedirle misericordia,
era válida y adecuada. En cambio, la exhibición del fariseo, que alegaba
ante Dios sus obras como si fuesen suyas, Infunde soberbia, vanidad y
presunción en su complacencia, no le trajo la “justificación,” que es el
único término que aquí se compara No le justifican sus obras solas.
2.
LA SOBERBIA
La
parábola que expone Jesús, nos presenta dos
posiciones opuestas del hombre frente a Dios, una es simbolizada por el
fariseo, “la soberbia”.
Hablamos
de soberbia y nos referimos a una actitud de arrogancia, y los soberbios se
auto califican en sus hechos de grandiosos, magníficos, o estupendos, y
disfrutan placenteramente en la contemplación de sus cualidades propias,
con menosprecio a los demás.
El
soberbio es orgulloso, se cree superior, por lo que trata de forma
despectiva y desconsiderada a los demás, es decir es altanero, con actitud
despreciativa hacia los demás en palabras, gestos y miradas. Además es vanidoso, aparenta lo que no es, todo lo que
hace es una actuación para quedar bien, a costa de todo incluso de la
verdad.
El
soberbio no trepida y no tiene vergüenza para hacerse dueño de los meritos
que no le corresponden, se apropia del éxito ajeno, y acomoda y adapta las
cosas para sacar provecho de las iniciativas que no le pertenecen. Además pone todo su esfuerzo para vanagloriarse y
presumir llamado la atención y arrogarse ventajas y beneficios, incluso
derechos especiales que no goza todo el mundo.
El
soberbio es aquel que desea imponer su propio juicio y gusto personal. Pero
aún más, él quiere a toda costa que todos aprueben, acepten y apoyen sus
opiniones, sus gustos e iniciativas, pero sin aceptar la de los demás. Además impone su orgullo, con cierta rebeldía, para que
todo se haga como él quiere, y se molesta y muestra enojo si le
contradicen.
El
soberbio mira con malos ojos cualidades y éxitos de otros, entonces es
envidioso y busca desanimar al que va bien, manifiesta su deseo de fracaso
a otro que no es él. Pero además es egoísta, y busca ser el punto central,
interesado solo por sí mismo y sus bienes y cosas.
El
soberbio es desconfiado, sospecha de todo, complica todo lo que puede,
enreda las expresiones de los demás, es burlón e irónico, lastima y
ridiculiza a otros. También su juicio es duro, terco, juzga
despreciativamente al que puede e interpreta siempre mal los actos de las
personas. Además vive cavilando, le da vuelta una
y otra vez a las cosas y complicándola mucho más de lo que es.
El
soberbio es ambicioso, se empeña a toda costa en triunfar, pasa por encima
de cualquiera que se oponga a su éxito, busca todas las formas para
sentirse bien consigo mismo. Es poderoso y mejor que los demás. Es
calculador y para tener beneficios, reflexiona con cuidado y atención si va
a tener perjuicios. Todo lo hace por conveniencia.
3.
LA HUMILDAD
La
otra posición opuesta, simbolizada por el publicano, es la de una profunda
humildad.
La
humildad, es una actitud derivada del conocimiento de las propias
limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo: La humildad permite reconocer
los propios errores. Así es, como el publicano, que
con esta actitud de profunda humildad, hace un reconocimiento sincero de
sus faltas, él se mira interiormente a sí mismo y lo hace con verdad y
honestidad, entonces se sabe pecador, y por lo mismo, se reconoce
necesitado del perdón de Dios.
El
sentimiento de humildad del publicano, lo hace abrirse a sí mismo, y busca
apoyarse en la infinita misericordia de Dios, así es como dice: "¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!". La suplica es con ahínco.
Somos
humildes, cuando no nos fijamos en los demás y no los juzgamos, sino que
los hacemos a sí mismo.
Finalmente Jesús, pronuncia una sentencia sobre
la actitud de soberbia del fariseo y la humilde del publicano. El fariseo,
llenos de si, se vuelve vacío de Dios, el publicano, vacío de sí mismo y se
ve envuelto por el amor y la misericordia de Dios. Es decir
la oración humilde justifica, es decir, nos hace aceptables a Dios, y la
soberbia nos cierra las puertas de su misericordia.
Mantengámonos
humildes, Dios nos va a enriquecer con los beneficios de su gracia y de su
amor.
El
Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso
Brant
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PARA LA LECTIO DIVINA (3)
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¿QUÉ ES EL HOMBRE SIN DIOS?
Conocer a Dios y
conocerse a sí mismo o, mejor, conocerse a sí mismo en Dios: ése es el comienzo
de la sabiduría y de la verdadera vida. Todos los santos lo han
experimentado. De hecho, ¿qué es el hombre sin Dios? Un soberbio destinado
a la oscura soledad, rodeado de presuntos rivales o de seres juzgados
indignos; en resumidas cuentas, un desesperado pillado en el cepo de su
egoísmo, de su pecado.
¿Qué es el hombre con
Dios?
El Evangelio nos habla del
publicano que se siente pecador, vacío y necesitado; abre su corazón de par
en par y vuelve repleto del Señor.
Sigue siendo un
orgulloso, un pecador. Pero sabe que precisamente la experiencia del pecado
puede convertirse en un lugar en el que Dios —el Misericordioso— revela su
rostro.
Vemos, pues, lo
importante que es dejar caer las caretas con las que pretendemos
ocultarnos, sobre todo a nosotros mismos, la pobreza de nuestro ser, la
mezquindad de nuestro corazón, la dureza de nuestros juicios. Uno sólo
puede curarse si se reconoce enfermo, necesitado de salvación. Dios espera
este momento, incluso hasta lo provoca sabiamente con su pedagogía
inconfundible. Todos somos siempre un poco "fariseos", pero a
todos nos brinda Dios poder hacer la experiencia del publicano de la
parábola, lograr una auténtica humildad, la que reconoce que Dios es mayor
que nuestro corazón y que siempre perdona.
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ORACION (3)
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Oh Dios:
Creador del cielo y la tierra,
el universo entero es lugar de tu presencia, morada de tu santo nombre.
En ti, bajo tu mirada,
vivimos, nos movemos y existimos.
Todas nuestras palabras
y acciones son oración que sube a tu presencia.
La verdad de nosotros
mismos está patente a tus ojos.
El temor nos asalta
porque sabemos que nuestro corazón no es puro, que nuestra vida no es
santa, y tratamos de ocultarnos y de despreciar a los demás para
justificarnos a nosotros mismos; pensamos adornarnos con tantas obras que
son pura apariencia.
Tratamos, en vano, de
buscar una seguridad.
Pedro
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FUENTES DE LA PAGINA
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La
Pagina de
la Misa Diaria,
esta preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant ocds, desde
Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor
Jesucristo y por la
Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse
este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.
Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo
“Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario
de la Palabra,
utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de
Jerusalén (SBJ),
(3)
Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio
Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de
Santa M. Magdalena ocd.
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