Misa
Diaria, Ciclo B
MISA DIARIA DE CAMINANDO CON
JESUS
"La Eucaristía es fuente y culmen de toda
la vida cristiana" (LG 11)
Página de
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
23 años en
Internet, desde 1998
Correo
electrónico: caminandoconjesus@vtr.net
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23.806
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26-06-2021
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Nº MD 8.9454
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LITURGIA
DE LAS HORAS
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ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 27, 8-9
El Señor es la fuerza
de su pueblo, es el baluarte de salvación para su Ungido. Señor, salva a tu
pueblo y bendice tu herencia; apaciéntalo y sé su guía para siempre.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor y
Dios nuestro, vivir siempre en el amor y respeto a tu santo nombre, ya que
en tu providencia nunca abandonas a quienes estableces en el sólido
fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de
los siglos.
LECTURA
Gn 18, 1. 15
Comentario
Abraham no sabía que era
Dios quien lo visitaba, pero obró conforme a las leyes de la hospitalidad,
dando a aquellos peregrinos lo que necesitaban. ¡Cuántas veces Dios llega a
nuestra vida en las personas que se nos acercan! Así como Abraham, que en
aquella siesta de calor fue “despabilado” por estos visitantes, así también
nuestros hermanos, cuando nos muestran sus necesidades, nos sacan de la
modorra y nos despiertan para el servicio.
Lectura del libro del Génesis.
El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de
Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora de
más calor. Alzando los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados
cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la
carpa y se inclinó hasta el suelo, diciendo: “Señor mío, si quieres hacerme
un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu servidor. Yo haré
que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra
del árbol. Mientras tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que ustedes
reparen sus fuerzas antes de seguir adelante. ¡Por algo han pasado junto a
su servidor!”. Ellos respondieron: “Está bien. Puedes hacer lo que
dijiste”. Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le dijo:
“¡Pronto! Toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas
tortas”. Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y
bien cebado, y lo entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a
prepararlo. Luego tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los
sirvió. Mientras comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del
árbol. Ellos le preguntaron: “¿Dónde está Sara, tu mujer?”. “Ahí en la
carpa”, les respondió. Entonces uno de ellos le dijo: “Volveré a verte sin
falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un hijo”.
Mientras tanto, Sara había estado escuchando a la entrada de la carpa, que
estaba justo detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos de edad avanzada, y
los períodos de Sara ya habían cesado. Por eso, ella rió
en su interior, pensando: “Con lo vieja que soy, ¿volveré a experimentar el
placer? Además, ¡mi marido es tan viejo!”. Pero el Señor dijo a Abraham:
“¿Por qué se ha reído Sara, pensando que no podrá dar a luz, siendo tan vieja?
¿Acaso hay algo imposible para el Señor? Cuando yo vuelva a verte para esta
época, en el año entrante, Sara habrá tenido un hijo”. Ella tuvo miedo, y
trató de engañarlo, diciendo: “No, no me he reído”. Pero él le respondió:
“Sí, te has reído”.
Palabra de Dios.
[SALMO] Lc 1, 46-50. 53-55
R.
El Señor se acordó de su misericordia.
Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se
estremece de gozo en Dios, mi Salvador. R.
Porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el
Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡Su Nombre es santo! R.
Su misericordia se extiende de generación en
generación sobre aquéllos que lo temen. Colmó de bienes a los hambrientos y
despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su
misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de
Abraham y de su descendencia para siempre. R.
ALELUYA
Mt 8, 17
Aleluya. Cristo tomó nuestras debilidades y cargó
sobre sí nuestras enfermedades. Aleluya.
EVANGELIO Mt 8, 5-17
Comentario
¡Qué reconfortantes las
palabras del profeta Isaías! ¡Cómo se alivia nuestro dolor cuando sabemos que
Jesús lo toma y lo padece con nosotros! No estamos solos en nuestras
flaquezas y nuestras enfermedades, puesto que Jesús se hace solidario con
nuestro sufrimiento. Las mismas obras que realizaba en muchos enfermos y
atormentados mientras caminaba en esta tierra, las sigue haciendo con
nosotros.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Al entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un
centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de
parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”.
Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa;
basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que
no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están
a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi
sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó
admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a
nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de
Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob,
en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán
arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”.
Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el
sirviente se sanó en ese mismo momento. Cuando Jesús llegó a la casa de
Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre. Le tocó la mano y
se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer,
le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los
espíritus y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo
que había sido anunciado por el profeta Isaías: “Él tomó nuestras debilidades
y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
Palabra del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Señor, este
sacrificio de reconciliación y alabanza, y concédenos que, purificados por
su poder, sea de tu agrado el afecto de nuestro corazón. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 144,
15
Los ojos de todos
esperan en ti, Señor, y tú les das la comida a su tiempo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Renovados con el
sagrado Cuerpo y Sangre de tu Hijo, imploramos, Señor, tu clemencia; haz
que en la plenitud de la redención alcancemos lo que celebramos en cada
eucaristía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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REFLEXIÓN BÍBLICA
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“Les aseguro que no he encontrado a nadie en
Israel que tenga tanta fe.”
San Mateo 8, 5-17:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1.
TENÍA UN ESCLAVO AL QUE AMABA MUCHO Y ESTABA ENFERMO
Este milagro lo
realiza Cristo después del sermón de la Montaña, en Cafarnaúm, donde tenía,
desde hacía ya mucho tiempo, su domicilio (Mt 4:13).
Vivía allí un
centurión, no judío, sino gentil, pero que admiraba la religión judía. “Ama
a nuestro pueblo,” decían los de la ciudad, y prueba de ello es que les
había levantado la sinagoga (Lc). Debía de estar a las órdenes de Herodes
Antipas, que tenía un pequeño ejército compuesto de tropas mercenarias y
extranjeras organizadas al modo romano. Este centurión tenía un esclavo al
que amaba mucho. Estaba enfermo de “parálisis” y “próximo a la muerte”
(Lc). En esta circunstancia llegó Cristo a Cafarnaúm y el centurión acudió
a él con solicitud y urgencia.
2.
"YO MISMO IRÉ A SANARLO".
Se acercó a Jesús un
centurión, rogándole: "Señor, mi sirviente está en casa enfermo de
parálisis y sufre terriblemente". Jesús le dijo: "Yo mismo iré a
sanarlo". Se llama centurión porque tiene a su cargo y manda a cien
hombres, y este ruega por uno de sus siervos. Jesús observa la fe, la
humildad y la prudencia del centurión, así es como le ofreció
inmediatamente que iría y sanaría al siervo. Lo que nunca había hecho Jesús
lo hizo ahora. En todas partes sigue la voluntad de los que suplican, aquí
la excede. No sólo ofreció curarlo, sino también ir a su casa.
Hizo esto para que
conozcamos la virtud del centurión. Además, prometió ir porque se pedía
para un siervo, a fin de enseñarnos que “no debemos complacer a los grandes
y despreciar a los pequeños, sino que igualmente debemos complacer a pobres
y a ricos” (San J. Crisóstomo).
3.
SEÑOR, NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI CASA
San Jerónimo nos
explica: Así como admiramos la fe en el centurión, porque creyó que el
paralítico pudo ser curado por el Salvador, así se manifiesta también su
humildad, en cuanto se considera indigno de que el Señor entre en su casa,
y por ello: "Y respondiendo el centurión, dijo: Señor, no soy digno de
que entres en mi casa".
Sin duda creyó el
centurión que más bien debía ser rechazado por Jesús, esto por ser gentil.
En todo caso él ya estaba lleno de fe y todavía no había recibido para sí
el misterio de seguidor de Jesús..
San Agustín nos
comenta sobre esto “Considerándose como indigno apareció como digno, no de
que entrase el Verbo entre las paredes de su casa, sino en su corazón. Y no
hubiera dicho esto con tanta fe y humildad si no hubiese llevado ya en su
corazón a Aquel de quien temía que entrase en su casa, pues no era una gran
felicidad que Jesús hubiese entrado en su casa y no en su pecho”.
4.
“NO HE ENCONTRADO A NADIE QUE TENGA TANTA FE”.
Jesús, admirándose,
dijo a los que le acompañaban: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en
Israel que tenga tanta fe”. Esta es la fe que Jesús nos pide, esa en la
cual renunciamos a apoyarnos en nosotros mismos, en lo que creemos válidos,
en nuestros pensamientos, esto es en nuestras fuerzas o en nuestro
particular juicio. En efecto, es distinta nuestra fe si la hacemos abandonados
plenamente a ojos cerrados en la Palabra del Señor, esa Palabra que jamás
deja de cumplirse, esa Palabra que es de Vida eterna.
En la lectura de los
Evangelios, observamos que la falta de fe, impidió
en alguna ocasión al Señor hacer alguna de sus maravillosas obras, así nos
dice Mateo 13,58, “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de
fe”. Es así como debemos vivir en gran profundidad la fe, de esa manera
serían aún más visibles las obras de la gracia del Señor.
Tal como este
centurión, que gracias a su fe, obtuvo del Señor
Jesús ese milagro de la curación de uno de sus hombres, no le cerremos a
Él, ese deseo de poner sus manos en nosotros por nuestra falta de fe.
5.
NUESTRO AMOR DE CRISTIANOS DEBE SER DESINTERESADO
El ejemplo de este centurión, es que él era pagano y en ese entonces supero
la fe del pueblo de Dios, ¿y nosotros?, que nos decimos creyentes, ¿nos
damos cuenta que a veces somos superados en la fe por otros hermanos que no
se dicen practicantes o católicos?, la fe exige sacrificio de sí mismo y
aceptación total a Dios.
Otro ejemplo que
destaca este evangelio, el enfermo no era familiar del centurión, era su
sirviente, pero él se preocupa por su salud. La caridad no tiene y no debe
tener límite, debe ser entregada por igual a todos los hombres, sin
importar su condición social, si es rico o pobre, si es joven o anciano, y
cuál es su raza. Es decir que nuestra caridad jamás se debe preguntar quién
es el que sufre. En otras palabras nuestro amor de
cristianos debe ser desinteresado.
No nos consideremos
mejores que los demás, no sintamos superiores que otros, aprendamos de la
natural inclinación que tiene Jesús por la bondad y dulzura por los que
sufren y los más pobres. Es decir, nunca le cerremos nuestro corazón a
ningún necesitado.
6.
LE TOCÓ LA MANO Y SE LE PASÓ LA FIEBRE
Cuando Jesús llegó a
la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre. San
Mateo, introduce la escena, según su frecuente método, diciendo sin más;
Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, la suegra de Pedro yacía “en cama
con fiebre, sólo se describe que tenía una enfermedad febril.
La curación fue
instantánea. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Los gestos de Jesús en
esta curación hacen plásticamente visible su dominio sobre la enfermedad y la
conciencia clara de su poder. No solamente la dejó la fiebre, sino que se
restableció también instantáneamente de su estado anterior de agotamiento
en que deja una fiebre.
El que resucitó, vence
la muerte, las enfermedades y miserias, era el que hacía levantarse a los
pecadores y enfermos.
La
Paz de Cristo
Pedro
Sergio Antonio Donoso Brant
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PARA LA LECTIO DIVINA (3)
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JAMÁS HE ENCONTRADO EN
ISRAEL UNA FE TAN GRANDE
Entrar en contacto con leprosos, paganos y mujeres no era conveniente
para un rabí y, en todo caso, podía producir un estado de impureza legal. A
pesar de todo, Jesús no se sustrae a las peticiones de curación (según
Lucas, también le pidieron que curara a la suegra de Pedro) e infringe los
tabúes que habrían contradicho la lógica misma de la encarnación. Si Dios
asume un cuerpo humano es para comunicarse con el cuerpo del hombre: «El
cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo», dirá Pablo (1 Cor
6,13). Jesús interviene en consideración a la fe del enfermo (el leproso) o
de la comunidad (en el caso de la suegra de Pedro), pero tiene palabras de
elogio sobre todo para la fe que un pagano ha manifestado en su palabra.
Una fe de la que dice Jesús: «Jamás he encontrado en Israel una fe tan
grande», una fe que nadie había sido capaz de igualar hasta entonces.
Hoy no es ya el toque taumatúrgico que el Señor despliega en la
eucaristía lo que pretendo experimentar, sino la «simple» fuerza de su
palabra. Traigo a mi mente las palabras de vida que me ha transmitido el
Señor, y me interrogo sobre el impacto curador que estas han producido y
siguen produciendo todavía en mi persona.
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ORACION (3)
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Tú, oh Señor, nos has enseñado que «se redime
sólo aquello que se asume» (cf. Ad gentes, 3). Por eso «tomaste nuestras
flaquezas y cargaste con nuestras enfermedades», y no buscaste un «chivo
expiatorio» sobre el que cargar el mal que aflige el corazón del hombre,
sino que cargaste tú mismo con él.
Reavivo en mí la certeza de que tú pretendes restituir el género
humano a la condición originaria de belleza y sanidad con que salió de las
manos del Creador. Y, mientras pretendo secundar en mí tu obra
taumatúrgica, acojo las penas y los sufrimientos que la vida me reserva, a
fin de asociarme a tu pasión redentora en favor de la santa Iglesia y de
toda la humanidad (cf. Col 1,24).
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FUENTES DE LA PAGINA
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La Página de la Misa Diaria, está preparada y es
enviada por Pedro S. A. Donoso Brant, desde Santiago de Chile, como un
servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor Jesucristo y por la Iglesia.
Les ruego su oración, para que pueda mantenerse este servicio y subsidio,
dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.
Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo
“Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario
de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o
Biblia de Jerusalén (SBJ),
(3)
Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio
Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de
Santa M. Magdalena ocd,
ESTA PERMITIDO EL RE-ENVIO, LA COPIA Y LA
PUBLICACIÓN DE ESTA PAGINA, SOLO DEBE INDICARSE EL AUTOR Y LAS FUENTES DE
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