ANTÍFONA DE ENTRADA Cf. Sal 84,
9
El Señor promete
la paz para su pueblo y sus amigos, y para los que se convierten de
corazón.
ORACIÓN COLECTA
Despierta, Padre,
la voluntad de tus fieles para que, buscando con fervor los frutos de la
gracia divina, recibamos con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA Apoc 20, 1-4. 11—21, 2
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, vi que
un Ángel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una
enorme cadena. Él capturó al Dragón, la antigua Serpiente —que es el Diablo
o Satanás— y lo encadenó por mil años. Después lo arrojó al Abismo, lo
cerró con llave y lo selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los
pueblos paganos hasta que se cumplieran los mil años. Transcurridos esos
mil años, será soltado por un breve tiempo. Entonces vi unos tronos, y los
que se sentaron en ellos recibieron autoridad para juzgar.
También vi las
almas de los que habían sido decapitados a causa del testimonio de Jesús y
de la Palabra
de Dios, y a todos los que no habían adorado a la Bestia ni a su imagen,
ni habían recibido su marca en la frente o en la mano. Ellos revivieron y
reinaron con Cristo durante mil años. Después vi un gran trono blanco y al
que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra
desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían muertos, grandes y
pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también
fue abierto el Libro de la
Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo
con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a
los muertos que guardaba: la
Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue
juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al
estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos
en el Libro de la Vida
fueron arrojados al estanque de fuego.
Después vi un
cielo nuevo una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva
Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una
novia preparada para recibir a su esposo.
Palabra de Dios.
COMENTARIO; El juicio final aparece
aquí como un acto de la benevolencia de Dios. En esta sección todo exalta
la iniciativa y la trascendencia divinas. Si un libro registra las acciones
de los hombres, el Libro de la Vida expresa la voluntad de Dios sobre cada
uno de ellos.
Si una ciudad santa reúne a los elegidos, tal ciudad desciende del
cielo del lado de Dios. En cuanto a Dios lo vemos sentado sobre un trono, y
en esta ocasión, totalmente solo. Ningún anciano lo acompaña, incluso el
Cordero está ausente. Nadie más que Él puede tomar la decisión de cumplir
los tiempos.
SALMO Sal 83, 3-6. 8
R. ¡Ésta es la morada de Dios entre los hombres!
Mi alma se
consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman
ansiosos por el Dios viviente. R.
Hasta el gorrión
encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones,
junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios. R.
¡Felices los que
habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! ¡Felices los que encuentran su
fuerza en ti! Ellos avanzan con vigor siempre creciente. R.
ALELUYA Lc 21, 28
Aleluya. Tengan
ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.
Aleluya.
EVANGELIO Lc 21, 29-33
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas.
Jesús, hablando
a sus discípulos acerca de su venida, les hizo esta comparación: Miren lo
que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar
brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también,
cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está
cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo
esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Palabra del Señor.
COMENTARIO; Todo pasa. Sólo Dios
permanece y con Él su palabra y sus promesas. Al anunciar Jesús la
catástrofe final vincula con ella la llegada de la liberación y en la
higuera que empieza a brotar ve un signo de la nueva vida. La imagen de la
higuera frondosa es acogida como un signo de bendición y de felicidad y el
Maestro la ha usado, sin duda, para anunciar los tiempos de la salvación.
Cualquier acontecimiento humano puede ser un signo del lenguaje de
Dios. Llega la hora de la liberación en el momento que se acoge la palabra
de Dios. El hombre se libera de toda dependencia que lo angustia y oprime.
El reverdecer de la higuera anuncia el fin del invierno, la proximidad del
estío y la renovación que éste trae consigo.
El Reinado de Dios se hace visible en la sencillez de los múltiples
detalles que conforman la trama de nuestra existencia. Elías no vio al
Señor ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego. Dios le habló
desde una tenue brisa. (cf. 1Rey 19,11- 12).
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe, Padre
santo, los dones que te presentamos en la memoria de los santos mártires;
concédenos serte fieles en las adversidades de la vida y convertirnos en
una ofrenda agradable a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 116,
1.2
Alaben al Señor,
todas las naciones, porque es inquebrantable su amor por nosotros.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Dios
todopoderoso, que nunca se alejen de ti quienes gozan con la participación
en tus divinos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Parábola de la higuera.
San Lucas 21, 29-33
Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant
1. MIREN LO QUE SUCEDE CON LA HIGUERA
Parábola de la higuera. — La primera indicación está tomada de la
similitud de la higuera, los tres evangelios sinópticos traen esta
parábola. Lucas le da una amplitud mayor a la comparación: “Miren lo que
sucede con la higuera”. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan
cuenta de que se acerca el verano. En la higuera, sus hojas gruesas y
carnosas no empiezan a brotar hasta que el calor penetra en la tierra. Esto
indica en Palestina, donde no se conoce la primavera propiamente dicha, la
proximidad inmediata del verano.” (Comentario Biblia Nácar-Colunga)
2. CUANDO VEAN QUE SUCEDEN TODAS ESTAS
COSAS
Pues así hace la comparación, “cuando vean que suceden todas estas
cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca”, en esta fase triunfal de la
“venida” de Cristo, cumpliendo su justicia y su promesa. “ustedes se dan
cuenta de que se acerca el verano” Posiblemente la parábola de la higuera,
en su sentido primitivo, no apuntaba a los signos destructores, sino al
poblarse de hojas y reverdecer su vida; o también que fuese un signo de la
bendición que viene (Joel 2:22). Aunque acaso esté implícito lo que dice:
“levantad vuestras cabezas, porque vuestra liberación está cerca” (Lc
21:28).
3. LES ASEGURO QUE NO PASARÁ ESTA
GENERACIÓN
Sucederá a la generación a quien lo dice, es decir todo esto
sucederá en un período relativamente corto. “no pasará esta generación,
hasta que se cumpla todo esto” Naturalmente, “esta generación” es la de
aquellos a los que se dirige Jesucristo en esta hora. Y, puesto que éstos verán
el cumplimiento de “todas estas cosas,” es que se refiere a la destrucción
de Jerusalén (Mt 16:28).
4. EN CUANTO A ESE DÍA Y A LA HORA, NADIE LOS CONOCE
En el Evangelio de San Marcos 13, 24-32. se nos plantea el absoluto
desconocimiento de esta hora. Pero aún enseña más. El desconocimiento de
“ese día y a la hora” es tal que no lo sabe “nadie,” ni los ángeles “ni el
Hijo, sino sólo el Padre”, aunque probable, es discutido, este “Hijo” que
pone aquí no es el Hijo en cuanto Verbo, sino el “Hijo del hombre”.
Cristo como hombre no puede ignorar nada de lo que le compete de
alguna manera a su misión. Es la doctrina constante enseñada por la Iglesia. Si aquí
puede extrañar esta formulación; es por no valorar suficientemente el uso
del verbo “conocer” en las lenguas semitas. Este no sólo significa un
conocimiento especulativo, sino también práctico. Lo que viene a ser
equivalente a actuar o tomar la iniciativa o manifestación de la obra de
este día. Pero esto, tanto en el plan divino como en los relatos evangélicos,
está reservado al Padre (Mt 20:23; 11:25; Lc 12:32, etc.). Este es el
secreto y la hora del Padre para manifestarlo a los hombres. Cristo mismo
dirá en otras ocasiones que aún no llegó su “hora”, lo que sugiere que,
supuestamente, la sabía.
5. EL CIELO Y LA TIERRA PASARÁN,
PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN.
Por medio de la
Palabra, Dios lo ha creado todo, y la palabra estaba con
Dios antes de la creación misma, comunicando su fuerza a las criaturas.
“Todas las cosas fueron hechas por EL, y sin Él no se hizo nada de cuanto
ha sido hecho”. (Jn 1 1-18). La
Palabra es un instrumento, que en manos de Dios puesta
sobre el mundo, transforma nuestra historia humana en historia de
salvación. Así, la palabra completa y satisface el universo, como fuente
única y maravillosa de todo lo viviente. En esta Palabra, Dios nos llama a
la existencia, a vivir, a movernos y a ser. La Palabra es nuestra
gran y mejor guía, que nos invita a encontrarnos con el autor de todo lo
existe.
Y la Palabra
se hace presente en nosotros en Jesucristo, como fuente de sabiduría, se
hace vida en nosotros, y nos transforma en otro Cristo. La Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros (Jn. 1, 1-18)
6. EN LA PALABRA RECIBIMOS
A CRISTO
Si queremos encontrar a Dios, tenemos que hallarlo en el Hijo. “El
Hijo vino para dar a conocer al Padre (Mt 11, 27), como si queremos acoger la Palabra de Dios, esa
está en las Escrituras y en las Escrituras recibimos al mismo Cristo y en
ella su Testimonio, su cumplimiento y realización.
“Comemos la carne y bebemos la sangre de Cristo en el misterio de la Eucaristía y en la
lectura de las Escrituras”, escribe san Jerónimo, además proclama “Por lo
que a mí respecta, creo que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo” y Juan
Crisóstomo escribe, “debemos acercarnos al Evangelio como a la carne de
Jesucristo”. Y estamos invitados a reconocer a Cristo en las Escrituras, en
el Antiguo y Nuevo Testamento. Toda la Escritura, la Palabra, nos habla de
Cristo y toda Escritura se ha cumplido en EL
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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LA MEDALLA MILAGROSA
Por Jesús Martí Ballester
MARIA, LA ENVIADA.
En la última
cena, expresó Jesús con vehemencia su deseo de que todos los hombres seamos
uno, ya que para esto Él se ha hecho hombre y ha vivido con nosotros. “Que
todos sean uno como tú, Padre y yo somos uno” (Jn 17,20). Ante esta unidad
Sofonías convoca a la alegría a la hija de Sión, a la hija de Jerusalén, a
la que le asegura que: “Tu Dios está en medio de ti” (3,14). Y Lucas pone
en boca del ángel las mismas palabras de alegría dirigidas a María, porque
Dios se va encarnar en sus entrañas (Lc 1,22). Para conseguir la unidad de
todos los hombres con Dios, Jesús envía a su Madre para que nos entregue su
propio signo de unidad y de salvación, protección, recuerdo y amparo: LA MEDALLA MILAGROSA.
Y de un manera semejante a como eligió a María como Madre de su Hijo, para
que nos diera por obra del Espíritu Santo al Redentor, escogió a Catalina Labouré, Religiosa Hija de la Caridad en París, para
corregir el abandono del recurso a Dios para alabarlo, adorarle, darle
gracias, reparar y pedir su ayuda comunicándole la necesidad de la oración,
del diálogo con Dios y del abandono en sus manos, ordenándole hacer acuñar
una medalla con su imagen. El 1830 es un año clave: En París la primera
aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII
llamó la "era de María", una etapa de repetidas visitas de la Madre de Dios, La Salette,
Lourdes, Fátima. Y como en su visita a Santa Isabel, siempre viene para
traernos gracia, para acercarnos a Jesús, el fruto bendito de su vientre.
También para recordarnos el camino de salvación y advertirnos las
consecuencias de optar por otros caminos.
CATALINA LABOURÉ
Catalina nació
el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña (Francia). A los nueve años perdió a
su madre, una señora de la pequeña nobleza de Fain-les-Moutiers. Catalina ahogada en lágrimas, se abrazó a una
imagen de la Virgen
y le dijo, como lo hizo Teresa de Jesús en igual situación: "Ahora,
Tú, serás mi madre". María correspondió a tanto afecto, y se
convirtió, de modo especial, en madre de Catalina
LA INTRIGA DE UN SUEÑO
Soñó Catalina
que un sacerdote desconocido la
miraba profundamente, cuando terminaba de celebrar la misa en la
iglesia de Fain-les-Moutiers.
Catalina quedó muy impresionada. El sacerdote le dijo que se acercara.
Ella, aunque se sentía fascinada por aquella mirada, retrocedió. Fue a
visitar a una enferma, y volvió para encontrar a aquel sacerdote, que le
dijo: "Hija mía, tú ahora huyes de mí, pero un día serás feliz en
venir a mí. Dios tiene designios sobre ti. No lo olvides". Catalina no
entendió. A los dieciocho años, vio
en la sala de visita de las Hijas de la Caridad en Chatillon-sur-Seine, el
retrato de aquel sacerdote, de cuya mirada nunca se había podido olvidar y
supo que era San Vicente de Paúl, fundador de las Hijas de la Caridad. A los 23
años, después de una larga lucha con su padre que no aceptaba su vocación,
entró como postulante, en la casa de las Hijas de la Caridad de Chatillon-sur-Seine, donde
había descubierto quién era aquel sacerdote que había visto en el sueño.
Poco después entró en el noviciado de las Hijas de la Caridad, en la Rue du Bac,
en París, a donde había sido trasladado el cuerpo incorrupto de San Vicente
de Paúl, desde la catedral de Nôtre-Dame.
EL CORAZÓN DE
SAN VICENTE
Los restos de
San Vicente de Paul, fueron trasladados a la iglesia de los Padres Paules a
poca distancia del noviciado. El brazo derecho fue llevado a la capilla del
noviciado. Durante la novena, Catalina vio el corazón de San Vicente en
varios colores. De color blanco,
signo de la unión que debía existir entres las
congregaciones fundadas por él. De color rojo, signo de la propagación de
las mismas. De color rojo oscuro, signo de la tristeza por el sufrimiento
que ella padecería, mientras oía interiormente una voz: "el corazón de
San Vicente está profundamente afligido por los males que van a venir sobre
Francia". "
El corazón de San Vicente está mas
consolado porque ha obtenido de Dios, por la intercesión de la Virgen María,
que ninguna de las dos congregaciones perezca en medio de estas desgracias,
y que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe ".
VISIONES DEL
SEÑOR EN LA EUCARISTÍA
Durante los 9
meses de su noviciado en la
Rue du Bac, sor Catalina veía
al Señor en el Santísimo Sacramento. El domingo de la Santísima Trinidad,
6 de junio de 1830, vio al Señor como un Rey, con una cruz en el pecho. De
pronto, los ornamentos reales de Jesús la cruz cayeron por tierra, como unos despojos inútiles. "Inmediatamente - escribe
sor Catalina - tuve las ideas más negras y terribles: que el Rey de Francia
estaba perdido y sería despojado de sus vestiduras reales. Sí, se acercaban
malos tiempos ". Dios quiere confiarte una
misión; te costará trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la
gloria de Dios. Tu conocerás cuán bueno es Dios.
Tendrás que sufrir hasta que lo digas a tu director. No te faltarán
contradicciones; pero te asistirá la gracia; no temas. Háblale a tu
director con confianza y sencillez; ten fe, no temas. Recibirás
inspiraciones en la oración
CATALINA SUEÑA
CON VER A LA VIRGEN
El domingo 18 de
Julio 1930, víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, la maestra de
novicias les había hablado sobre la devoción a los santos, y en particular
a María Santísima. Sus palabras, impregnadas de fe y de una ardiente
piedad, avivaron en el corazón de Sor Catalina Labouré
el deseo de ver y de contemplar el rostro de la Virgen. Como era
víspera de San Vicente, les habían distribuido a
cada una un pedacito de lienzo de un roquete del santo. Catalina se lo
tragó y se durmió pensando que San Vicente, y su ángel de la guarda, le
obtendrían esa misma noche la gracia de ver a la Virgen como deseaba.
Precisamente, los anteriores favores recibidos en las diversas apariciones
de San Vicente a Sor Catalina alimentaban en su corazón una confianza sin limites hacia su
bienaventurado padre, y su candor y viva esperanza no la engañaron.
"La esperanza tanto alcanza consigue cuanto espera", sentencia
San Juan de la Cruz.
LA DESPIERTA UN ANGEL
Todo era
silencio en la sala donde dormía Sor Catalina y cerca de las 11:30 oyó que
por tres veces la llamaban por su nombre. Se despertó y apartando un poco
las cortinas de su cama miró y vio a un niño vestido de blanco, que parecía
tener como cuatro o cinco años, y el cual le dijo: "Levántate pronto y
ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera". Sor
Catalina vacila; teme ser vista por las otras novicias; pero el niño
responde a su preocupación interior y le dice: "No temas; son las 11;30; todas duermen profundamente. Ven yo te
espero". Se viste con presteza y se pone a disposición de su
misterioso guía, "que permanecía en pie sin separarse de la columna de
su lecho."
CONDUCIDA POR EL
NIÑO
Vestida Sor
Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue caminando a "su
lado izquierdo". Por donde pasaban se encendían las luces. El cuerpo
del niño irradiaba vivos resplandores y a su paso todo quedaba iluminado.
La puerta de la capilla está cerrada; pero el niño toca la puerta con sus
dedos y se abrió la puerta. Dice Catalina: "Mi sorpresa fue mayor
cuando, al entrar a la capilla, vi encendidas todas las velas, lo que me
recordaba la Misa
de media noche". El niño la llevó al presbiterio, junto al sillón del
Padre Director, desde donde predicaba y allí se arrodilló. El niño permaneció de pie. La espera le
pareció muy larga, ya que estaba ansiosa por ver a la Virgen.
MIRA A LA VIRGEN
Miraba con inquietud
hacia la tribuna derecha, por si las hermanas la veían. Por fin el niño le
dijo: "Mira a la
Virgen, mírala aquí" Sor Catalina oyó como un rumor,
como el roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto
al cuadro de San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba
majestuosamente el presbiterio, "fue a sentarse en un sillón sobre las
gradas del altar mayor, al lado del Evangelio". Sor Catalina en el
fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba en presencia de la Reina de los Cielos,
pero el niño le dijo: "Mira a la Virgen". Le era imposible describir lo
que experimentaba en aquel instante, lo que pasó en su interior, y le
parecía que no veía a la
Virgen. El niño le habló, no como niño, sino como el
hombre más enérgico y palabras muy fuertes: -"¿Es que no puede la Reina de los Cielos
aparecerse a una criatura mortal en la forma que mas
le agrade?" "Entonces,
mirando a la Virgen,
me puse en un instante a su lado, me arrodillé con las manos apoyadas en
las rodillas de la Virgen.
"Allí pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible
decir lo que sentí". Ella me dijo cómo debía portarme con mi director,
la manera de comportarme en las penas y acudir al pie del altar y desahogar
allí mi corazón, pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviera
necesidad. Entonces le pregunté que significaban las cosa que yo había
visto, y ella me lo explicó todo Su confesor, el padre Juan María Aladel, no creyó sus visiones y le dijo que las
olvidara. La Virgen
le dijo cómo había de comportarse en las penas, paciencia, mansedumbre,
gozo - Acudir siempre a arrojarse al pie del altar y desahogar su corazón,
pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviese necesidad.
LA VIRGEN CON UN TRAJE BLANCO AURORA
"El día 27
de Noviembre de 1830, vi a la Santísima Virgen. Era de estatura mediana,
estaba de pie, vestida con un traje de seda blanco aurora, con mangas lisas
y un velo blanco que le cubría la cabeza y descendía de cada lado hasta
abajo. Bajo el velo, vi sus cabellos lisos, separados en el medio. El
rostro bastante cubierto, los pies apoyados sobre media esfera, y en las
manos tenía una esfera de oro, que representaba el Globo. Tenía las manos a
la altura de la cintura, de una manera muy natural, y los ojos elevados al
Cielo. Su rostro era magníficamente bello. Yo no sabría describirlo. Y poco
después, vi en sus dedos, anillos con piedras, unas más bellas que las
otras, unas mayores y otras menores, que despedían rayos, a cual más bello.
Partían de las piedras mayores los más bellos rayos, siempre ensanchándose
hacia los extremos, llenando toda la parte de abajo.
LA ESFERA
La Santísima
Virgen bajó los ojos, y me miró
fijamente. Oí una voz que me dijo: -"La esfera que ves representa el
mundo entero, y cada persona en particular. - "Aquí yo no sé expresar
lo que sentí y lo que vi, la belleza y el fulgor, los rayos tan bellos...
"- "Esos rayos son el símbolo de las gracias que derramo sobre
las personas que me las piden". Me hacía así comprender cuán agradable
es rezar a la
Santísima Virgen y cuán generosa es con las personas que
le rezan; cuántas gracias concede a las personas que le ruegan; qué alegría
siente concediéndolas. "En ese momento, se formó un cuadro en torno de
la
Santísima Virgen, un poco ovalado, y en la parte superior
leí estas palabras escritas en letras de oro: "Oh María sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos". Una voz me dijo:
"Haz acuñar una medalla según este modelo". Todas las personas
que la lleven con confianza recibirán grandes gracias. En ese instante, el
cuadro me pareció volverse, y vi el reverso de la medalla. Preocupada por
saber lo que había que poner del lado reverso de la medalla, tras muchas
oraciones, un día, en la meditación, me pareció oír una voz, que me decía: "La M y los dos Corazones dicen
lo suficiente".
PROFECIAS.
Los tiempos son
muy calamitosos. Lloverán desgracias sobre Francia. El trono será
derribado. El mundo entero se verá afligido por calamidades de todas clases
(al decir esto la Virgen
estaba muy triste). Ven a los pies de este altar, donde se prodigarán
gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y pequeños,
ricos y pobres. Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo
ardientemente. Me causa dolor que haya grandes abusos en la observancia,
que no se cumplan las reglas, que haya tanta relajación en ambas
comunidades a pesar de que hay almas grandes en ellas. Díselo al que está
encargado de ti, aunque no sea el superior. Pronto será puesto al frente de
la comunidad. El deberá hacer cuanto pueda para restablecer el vigor de la
regla. Cuando esto suceda otra comunidad se unirá a las de vosotras. Vendrá
un momento en que el peligro será grande; se creerá todo perdido; entonces
yo estaré contigo, ten confianza. Reconocerás mi visita y la protección de
Dios y de San Vicente sobre las dos comunidades..Mas no será lo mismo en otras comunidades, en
ellas habrá víctimas..Lágrimas
en los ojos. El clero de París tendrá muchas víctimas..Morirá el Arzobispo. Hija mía, será despreciada
la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra vez traspasado; correrá la
sangra por las calles (la
Virgen no podía hablar por el dolor, las palabras se
anudaban en su garganta; su semblante era pálido). El mundo entero se entristecerá . Ella piensa: ¿cuando
ocurrirá esto? y una voz interior asegura: cuarenta años y diez y después
la paz. La Virgen,
después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la vista de Sor
Catalina como una sombra que se desvanece. En esta aparición la Virgen le habla de una
misión que Dios le quiere confiar. La prepara con sabios consejos para que
hable con sumisión y confianza a su director. Le anuncia futuros sucesos
para afianzar la fe de los que pudieran dudar de la aparición. Le Regala
una relación familiar de madre-hija: la ve, se acerca a ella, hablan con
familiaridad y sencillez, la toca y la Virgen no solo consiente, sino que se sienta
para que Catalina pueda aproximarse hasta el extremo de apoyar sus brazos y
manos en sus rodillas.Todas las profecías se
cumplieron: La misión de Dios le fue indicada con la revelación de la
medalla milagrosa. Una semana después de esta aparición estalla la
revolución. Los revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos,
asesinatos, y finalmente era destronado Carlos X, sustituido por el
"rey ciudadano" Luis Felipe I, gran maestre de la masonería. El
P. Aladel, su director es nombrado en 1846
Director de las Hijas de la
Caridad, establece la observancia de la regla y hacia la
década del 60 otra comunidad femenina se une a las Hijas de la Caridad. En 1870, a los 40 años,
llegó el momento del gran peligro, con los horrores de la Comuna y el
fusilamiento del Arzobispo Mons. Darboy y otros
muchos sacerdotes. solo queda por cumplir la ultima parte.
SIMBOLOGÍA DEL
ANVERSO DE LA MEDALLA.
En él se lee la
invocación: “¡Oh Maria, sin pecado concebida!», como la exposición de su
Inmaculada Concepción. “Rogad por nosotros que recurrimos a Vos”. Nos
indica: que recurramos a Ella en todas nuestras necesidades, porque Ella es
el refugio de los pecadores y el consuelo de los afligidos. Los rayos,
simbolizan a Maria Mediadora de todas las gracias, como lo confirma la
misma Virgen a Catalina: «Estos rayos son símbolos de las gracias que
derramo sobre los que me las piden». Dice San Bernardo, que «Dios ha puesto
en María la plenitud de todo bien para que todas las gracias de esperanza y
salvación vengan por Ella». Dios y Cristo se sirven de Maria y quieren que
pasen por Ella, como el cuello del Cuerpo Místico, todas las gracias que
nos confieren. Su acción por su medio, se impregna de ternura sin perder su
fuerza divina. Nos comunica a través de nuestra Madre la vida divina.
SIGNIFICADO DE LA ESFERA
Es el globo
terrestre y simboliza la universalidad del reinado de María, que se
extiende en todo el ámbito del reino de Cristo, reino de amor, de bondad y
de bendición, y tierno y delicado como el de una madre, que no tiene
límites ni en el tiempo ni en el espacio. María es Reina del cielo porque
tiene poder y autoridad sobre los ángeles y los santos. Es Reina del
purgatorio porque consuela, socorre y libera a las almas que esperan su
purificación. Es Reina de la tierra porque impide, deshace y destruye las
maquinaciones de los demonios. La esfera inferior representa el mundo y
cada persona. La serpiente es el símbolo más exacto del triunfo de la Madre de Dios sobre el
demonio. La antigüedad pagana representaba al vencido bajo los pies del
vencedor y el Antiguo Testamento hace pasar a los vencedores sobre las
cabezas de los vencidos. Todo ello nos recuerda las palabras del protoevangelio: «Pongo perpetua enemistad entre ti y la
mujer. Y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza» (Gén
3,15). Desde muy antiguo se ha interpretado en este sentido este texto de
María y el Beato Pío IX lo aplica a María en el misterio de su Inmaculada
Concepción.
SIMBOLISMO DEL
REVERSO DE LA MEDALLA.
El monograma de
María y la cruz, indican la corredención de
María. La cruz es símbolo de la redención. La cruz sostenida por una
barrita que atraviesa la letra M indica que María estaba junto a la Cruz (Jn. 19,25). Por
esta comunidad de sentimientos y sufrimientos María conmereció
con justicia proporcional la reparación de todo el género humano caído. Y
de esta manera ha sido constituida la dispensadora de todos los tesoros
adquiridos por su Hijo Jesús. A Ella hemos de recurrir en las tentaciones,
en las caídas, y en cualquier contratiempo y adversidad. Los corazones son
el símbolo del amor que Jesús y María tienen a los hombres. El de Jesús,
coronado de espinas, indica que está herido por los pecados. El de María,
traspasado por una espada, nos recuerda la profecía del anciano Simeón:
«Una espada atravesará tu alma» (Lc 2,34). Hemos de sintetizar el amor que
debemos a Dios, en el amor a los Sagrados Corazones de Jesús y María. El
Corazón de Jesús posee todos los dones y tesoros de la gracia. A María hay
que conocerla en su corazón; cuanto mas
estudiemos su amor más conoceremos a María y la reclamaremos. Las estrellas
de la Medalla
nos recuerdan a la mujer del Apocalipsis, a quien san Juan vio envuelta en
el sol y coronada de doce estrellas (Ap 12,1), que son el símbolo de todas
las gracias y privilegios que Dios concede a Maria y la protección que le
ha dispensado continuamente. La devoción a la Virgen bajo la
advocación de Milagrosa, es eminentemente eficaz y la medalla es escudo
fortísimo contra todas las asechanzas de los enemigos y seguridad en los
peligros de los que la llevan con fe, confianza y coherencia. La Medalla Milagrosa
nos hace presente la mirada de la
Madre de Dios, mirada "cuán santa, cuán serena, cuán
benigna, cuán amena". La mirada celestial y virginal, purísima,
sacratísima, regia, maternal, que nos observa en todos los momentos de
nuestra vida.
La Virgen María aparece sosteniendo un globo de oro, rematado por una pequeña
cruz. De los mismos anillos, adornados con piedras preciosas irradiaba, con
intensidades diversas, la misma luz: "Es imposible expresar lo que
sentí - dice Catalina - y todo cuanto comprendí en el momento en que la Virgen ofrecía el Globo
a Nuestro Señor". Y la voz en el fondo de mi corazón: "Estos
rayos son el símbolo de las gracias que la Santísima Virgen
obtiene para las personas que se las piden". El Padre Aladel, confesor de Santa Catalina, a quien ella le
confiaba todo, se mostraba frío e incrédulo, considerándola soñadora,
visionaria y alucinada. Transcurrieron dos años de tormento: "Nuestra
Señora quiere... Nuestra Señora está descontenta... es necesario acuñar la
medalla", le insiste la
Santa.
APROBACIÓN DEL
ARZOBISPO DE PARÍS
Ante la
insistencia de Catalina, su director espiritual obtuvo del Arzobispo de
París, Mons. de Quélen, el permiso de hacer
grabar la Medalla.
Era el año 1832. El arzobispo pidió que le enviaran las
primeras medallas para utilizarlas en la conversión del arzobispo de
Malinas, uno de los obispos constitucionales. La popularidad de la Medalla se incrementó
con la ruidosa conversión del judío Alfonso de Ratisbona, ocurrida en Roma
en 1842. A
partir de entonces, la «Medalla Milagrosa» adquirió la propagación de las
grandes devociones marianas. La
Iglesia aprobó esta devoción con el decreto de
institución de la fiesta de la Medalla Milagrosa, el 27 de noviembre,
sancionado por el Papa León XIII.
CONVERSION DE
RATISBONNE
Un joven
banquero, judío de raza y religión, se convirtió súbitamente en la Iglesia de San Andrea delle Fratte. La Santísima Virgen
se le apareció con las mismas características de la Medalla Milagrosa:
"Ella no dijo nada, pero yo lo comprendí todo", declaró Alfonso
Tobías Ratisbonne, que poco después rompió su
noviazgo y se hizo jesuita, con el nombre de Padre Alfonso María Ratisbonne. Cuatro días antes, a instancias de su amigo
el Barón de Bussíres, había prometido rezar todos
los días el "Acordaos" de San Bernardo, y había aceptado llevar
al cuello la
Medalla Milagrosa. Cuando la Santísima Virgen
se le apareció, tenía la medalla puesta. Alfonso Ratisbone
era abogado y banquero, y tenía 27 años. Odiaba a los católicos porque su
hermano Teodoro se había convertido, y ordenado sacerdote, tenía como
insignia la medalla milagrosa y luchaba por la conversión de los judíos.
Alfonso pensaba casarse con una hija de su hermano mayor, Flora, diez años
menor que él, cuando en enero de 1842, haciendo un viaje de turismo a
Nápoles y Malta, por una equivocación de trenes llegó a Roma, donde visitó
a un amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere,
protestante convertido al catolicismo. El barón le recibió con toda
cordialidad y se ofreció a enseñarle Roma. En una reunión donde Ratisbone hablaba horrores de los católicos, este barón
lo escuchó con mucha paciencia y al final le dijo: "Ya que usted está
tan seguro de si, prométame llevar consigo esta
medalla. Alfonso la rechazó indignado y el barón replicó: "Según sus
ideas, el aceptarla le debía dejar a usted indiferente. En cambio a mi me causaría satisfacción." Se echó a reír y se
la puso comentando que él no era terco y que era un episodio divertido. El
barón se la puso al cuello y le hizo rezar el Acordaos.
ORACION POR
RATISBONE
El barón pidió
oraciones a varias personas entre ellas al conde La Ferronays
quien le dijo: "si le ha puesto la medalla milagrosa y le ha hecho
rezar el Acordaos, seguro que se convierte." El conde murió de repente
dos días después. Fue a la basílica de Sta. María la Mayor a rezar cien
Acordaos por la conversión de Ratisbone. Por la Plaza España
se encuentra el barón con Ratisbone en su último
día en Roma y le invita a pasear. Pero antes tenía que pasar por la Iglesia de San Andrés
a arreglar lo del funeral del conde. Ratisbone le
acompaña a la Iglesia.
He aquí su testimonio de lo que entonces sucedió: "a
los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me sentí dominado por una turbación
inexplicable. Levanté los ojos y me pareció que todo el edificio
desaparecía de mi vista. En una de las capillas se había concentrado toda
la luz, y en medio de aquel esplendor apareció sobre el altar, radiante y
llena de majestad y de dulzura, la Virgen Santísima
tal y como está grabada en la medalla. Una fuerza irresistible me impulsó
hacia la capilla. Entonces la
Virgen me hizo una señal con la mano como indicándome que
me arrodillara... La Virgen
no me habló pero lo he comprendido todo." El barón lo encuentra de rodillas,
llorando y rezando con las manos juntas, besando la medalla. Poco tiempo mas tarde es bautizado en la Iglesia del Gesu en Roma. Por orden del Papa, se inicia un proceso
canónico ssosbre el hecho, y fue declarado
"verdadero milagro". Alfonso Ratisbone
entró en la
Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote, fue destinado a
París donde ayudó a su hermano Teodoro en las catequesis para los judíos.
Después de haber sido 10 años Jesuita, salió de la Congregación
con permiso y fundó en 1848, las religiosas y las misiones de Ntra. Sra. de
Sión. En los diez primeros años Ratisbone
consiguió la conversión de 200 judíos y 32 protestantes. Trabajó lo
indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato,
que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas. También consiguió
que estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió
santamente en 1884 a
los 70 años. Esta conversión conmovió a toda la aristocracia europea y tuvo
repercusión mundial, haciendo aún más conocida, buscada y venerada la Medalla Milagrosa.
CATALINA
LABOURÉ, IGNORADA
Nadie, ni la Superiora de la Rue du Bac,
ni el Papa, sabían quién era la religiosa escogida por Nuestra Señora. Sólo
el Padre Aladel la conocía. Santa Catalina, por
humildad, mantuvo durante toda su vida una absoluta discreción y jamás dejó
traslucir el celeste privilegio. Sólo le importaba la difusión de la medalla:
esa era su misión. Cuando recibió las primeras Medallas, dijo: "Ahora,
es necesario propagarla."
SIMBOLOGÍA DEL
ANVERSO DE LA MEDALLA.
En él se lee la
invocación: “¡Oh Maria, sin pecado concebida!», como la exposición de su
Inmaculada Concepción. “Rogad por nosotros que recurrimos a Vos”. Nos
indica: Que recurramos a Ella en todas nuestras necesidades, porque Ella es
el refugio de los pecadores y el consuelo de los afligidos. Los rayos,
simbolizan a Maria Mediadora de todas las gracias, como lo confirma la
misma Virgen a Catalina: «Estos rayos son símbolos de las gracias que
derramo sobre los que me las piden». Dice San Bernardo, que «Dios ha puesto
en María la plenitud de todo bien para que todas las gracias de esperanza y
salvación vengan por Ella». Dios y Cristo se sirven de Maria y quieren que
pasen por Ella, como el cuello del Cuerpo Místico, todas las gracias que
nos confieren. Su acción por su medio, se impregna de ternura sin perder su
fuerza divina. Nos comunica a través de nuestra Madre la vida divina.
SIGNIFICADO DE LA ESFERA
Es el globo
terrestre y simboliza la universalidad del reinado de María, que se
extiende en todo el ámbito del reino de Cristo, reino de verdad y de vida,
de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, y tierno y delicado
como el de una madre, que no tiene límites ni en el tiempo ni en el
espacio. María es Reina del cielo porque tiene poder y autoridad sobre los
ángeles y los santos. Es Reina del purgatorio porque consuela, socorre y
libera a las almas que esperan su purificación. Es Reina de la tierra
porque impide, deshace y destruye las maquinaciones de los demonios. La
esfera inferior representa el mundo y cada persona. La serpiente es el
símbolo más exacto del triunfo de la Madre de Dios sobre el demonio. La antigüedad
pagana representaba al vencido bajo los pies del vencedor y el Antiguo
Testamento hace pasar a los vencedores sobre las cabezas de los vencidos.
Todo ello nos recuerda las palabras del protoevangelio:
«Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer. Y entre tu linaje y el suyo;
éste te aplastará la cabeza» (Gén 3,15). Desde muy antiguo se ha
interpretado en este sentido este texto de María y el Beato Pío IX lo
aplica a María en el misterio de su Inmaculada Concepción.
SIMBOLISMO DEL
REVERSO DE LA MEDALLA.
El monograma de
María y la cruz, indican la corredención de
María. La cruz es símbolo de la redención. La cruz sostenida por una
barrita que atraviesa la letra M indica que María estaba junto a la Cruz (Jn. 19,25). Por
esta comunidad de sentimientos y sufrimientos María conmereció
con justicia proporcional la reparación de todo el género humano caído. Y
de esta manera ha sido constituida la dispensadora de todos los tesoros
adquiridos por su Hijo Jesús. A Ella hemos de recurrir en las tentaciones,
en las caídas, y en cualquier contratiempo y adversidad. Los corazones son
el símbolo del amor que Jesús y María tienen a los hombres. El de Jesús,
coronado de espinas, indica que está herido por los pecados. El de María,
traspasado por una espada, nos recuerda la profecía del anciano Simeón:
«Una espada atravesará tu alma» (Lc 2,34). Hemos de sintetizar el amor que
debemos a Dios, en el amor a los Sagrados Corazones de Jesús y María. El
Corazón de Jesús posee todos los dones y tesoros de la gracia. A María hay
que conocerla en su corazón; cuanto mas
estudiemos su amor más conoceremos a María y la reclamaremos. Las estrellas
de la Medalla
nos recuerdan a la mujer del Apocalipsis, a quien san Juan vio envuelta en
el sol y coronada de doce estrellas (Ap 12,1), que son el símbolo de todas
las gracias y privilegios que Dios concede a Maria y la protección que le
ha dispensado continuamente. La devoción a la Virgen bajo la
advocación de Milagrosa, es eminentemente eficaz y la medalla es escudo
fortísimo contra todas las asechanzas de los enemigos y seguridad en los
peligros de los que la llevan con fe, confianza y coherencia. La Medalla Milagrosa
nos hace presente la mirada de la
Madre de Dios, mirada "cuán santa, cuán serena, cuán
benigna, cuán amena". La mirada celestial y virginal, purísima,
sacratísima, regia, maternal, que nos observa en todos los momentos de
nuestra vida.
EL ROSARIO
El Papa Juan
Pablo II, en una de sus intuiciones geniales, tan clarividentes desde la fe
profunda de su espiritualidad, en su Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", declaró un Año del Rosario. Era una
invitación a orar, que ya había anticipado en la Tertio
Adveniente Millenio,
proclamando que la Iglesia
insista en la oración y que las comunidades cristianas se conviertan en
escuelas de oración. No es otra la intención de la Virgen al entregarnos LA MEDALLA MILAGROSA,
que una invitación, un mandato sugestivo de orar y de una manera
sencillísima y sin complicaciones, con una jaculatoria popular y al alcance
de todos: ¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos
a Vos! Añadiendo el resplandor de las gracias y dones que, como Madre, se
goza en conceder con abundancia, a quienes se las piden. "Esos rayos
son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las
piden". Me hacía así comprender -refiere Santa Catalina Labouré - cuán agradable es rezar a la Santísima Virgen
y cuán generosa es, cuántas gracias concede a las personas que le ruegan; y
cuánta alegría siente cuando las concede. La Virgen nos invita a
orar. Siempre lo ha hecho: En Lourdes, en Fátima, siempre. Algo debe de
tener la oración cuando tanto y con tanta insistencia nos la pide, en un
mundo cada vez más secularizado y lejos de Dios, que en medio de tantas
catástrofes, y por lo tanto, más necesitado de Dios, se olvida y se
prescinde de lo que puede ser su remedio, como decía Tertuliano: "Solutio totius difficultatis, Cristus".
JESUS MARTI
BALLESTER
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