Misa Diaria, Ciclo B

MISA DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS

"La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)

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Página de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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28-06-2020

MD 7.952

LITURGIA DE LAS HORAS

 

DOMINGO XIII

LA VIDA PARA AMAR A LA MANERA DE JESÚS

Una exigencia para todos los tiempos y personas

Escucharemos a Jesús pronunciar palabras que nos pueden parecer terribles al momento que nos exige por sobre todo preferirlo a él, a dejar todo por seguirlo; a aceptar la cruz cotidiana de la existencia sin rechazarla jamás. Esta exigencia sería insoportable si Jesús no prometiera, a la vez, la bendición y la salvación de sus discípulos.

Jesús reclama a sus discípulos el primer lugar en sus corazones. No solamente pide ser el preferido, sino que exige más todavía: aquel que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. Todo aquello que tenemos como más preciado debe pasar "después" de él. Seguir a Cristo parece de tal manera heroico que pareciera que Jesús se dirigiera solamente a sus apóstoles, y que por lo tanto esas palabras conciernen entonces a los pastores y responsables de la Iglesia, los responsables de nuestras comunidades, sin embargo sabemos que se dirige a todos los que nos denominamos cristianos.

El Bautismo nos posibilita ganar, y no, perder la vida

Lo que nos decía san Pablo en su carta a los romanos: Pero si hemos muerto con Cristo (por el bautismo) creemos que también resucitaremos con él. Encontramos en la carta de Pablo la misma alternativa de muerte y de vida que leemos en el Evangelio: Quien pierda su vida por causa mía, la salvará. Esta manera de pensar tan radical del Evangelios se entiende en la vida de bautizados; si hemos sido sumergidos en la muerte de Cristo, al hacernos cargo de nuestra propia cruz, es para compartir su vida, es para comprometernos en una existencia de resucitados. Perder la propia vida, es en efecto, aceptar que el Señor nos salva de todo lo que nos impide existir. San Pablo escribía estas palabras altamente actual: piensen que ustedes han muerto al pecado, y viven para Dios en Jesucristo. Perder su vida y reencontrarla es reconocer que el Cristo, resucitado, no muere más y que nos acompaña siempre.

Preferencia no excluyente.

La preferencia que Jesús pide a sus discípulos, a los bautizados, no proviene de una frustración o de un sacrificio sobre aquéllos a quienes queremos y amamos (parientes, amigos, bienes), esta "preferencia" implica, más que nada, una transformación de nuestras actitudes, y formas de vivir a diario y sobre todo, en nuestra manera de amar a los demás. Amando a Jesús, que purifica y perfecciona nuestra forma de amar, debemos querer a los demás. Nuestro amor debe pasar por Jesús primero, para que luego amemos de una manera más perfecta a los nuestros. No se trata de preferir amar a Jesús olvidándonos de aquellos con los que hemos vivido. Sería contradecir el amor. Lo que el Señor nos pide es purificar, en él, en su amor, nuestra pobre condición del querer… para que amándolo a él amemos a su manera. El amor verdadero hará posible que soportemos nuestra cruz sin reclamos ni rechazos, con serenidad y calma tales que nos permita incluso ayudar a los demás a soportar la suya. Esta atención y esta disponibilidad son los fundamentos para la caridad que se expresa en acogida. La mujer de Sunám que brindó el abrigo y el alojamiento al profeta Eliseo en su casa, ya actuaba con el amor de Dios en su interior, ella reconoció en el otro un santo hombre de Dios.

 

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 46, 2

Todos los pueblos aplaudan y aclamen al Señor con gritos de alegría.

ORACIÓN COLECTA    

Dios nuestro, que por la gracia de la adopción quisiste hacernos hijos de la luz; concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA    2Rey 4, 8-11. 14-16a

Lectura del segundo libro de los Reyes.

Un día, Eliseo pasó por Sunám. Había allí una mujer pudiente, que le insistió para que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, él iba a comer allí. Ella dijo a su marido: “Mira, me he dado cuenta de que ese que pasa siempre por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Vamos a construirle una pequeña habitación en la terraza; le pondremos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así, cuando él venga, tendrá donde alojarse”. Un día Eliseo llegó por allí, se retiró a la habitación de arriba y se acostó. Entonces llamó a Guejazí, su servidor, y le preguntó: “¿Qué se puede hacer por esta mujer?”. Guejazí respondió: “Lamentablemente, no tiene un hijo y su marido es viejo”. “Llámala”, dijo Eliseo. Cuando la llamó, ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: “El año próximo, para esta misma época, tendrás un hijo en tus brazos”.

Palabra de Dios.

Comentario: La mujer supo reconocer que Eliseo era un hombre de Dios. Por eso, ella no escatimó nada. Por el contrario, tuvo la sabiduría para saber a quién ofrecer sus recursos –habitación y sustento– lo que constituía para ella y su familia una ganancia. Porque cuando Dios pasa por la vida, también en la presencia de sus santos y santas, toda la existencia queda transformada.

Sal 88, 2-3. 16-19

R. Cantaré eternamente el amor del Señor.

Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones. Porque tú has dicho: “Mi amor se mantendrá eternamente, mi fidelidad está afianzada en el cielo”. R.

¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte! Ellos caminarán a la luz de tu rostro; se alegrarán sin cesar en tu Nombre, serán exaltados a causa de tu justicia. R.

Porque tú eres su gloria y su fuerza; con tu favor, acrecientas nuestro poder. Sí, el Señor es nuestro escudo, el Santo de Israel es realmente nuestro rey. R.

SEGUNDA LECTURA    Rom 6, 3-4. 8-11

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

Comentario: San Pablo expone todas las consecuencias que el bautismo tiene en nuestra vida. El bautismo nos hace participar de la Pascua de Jesús: muere el pecado y surge la vida nueva. En esta gracia, se desarrolla nuestra existencia.

ALELUYA        1Ped 2, 9

Aleluya. Ustedes, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz. Aleluya.

EVANGELIO     Mt 10, 37-42

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Dijo Jesús a sus apóstoles: El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.

Palabra del Señor.

Comentario: El seguimiento de Jesús tiene exigencias fuertes. “No anteponer nada al amor de Cristo”, como san Benito dirá en el siglo VI. El seguimiento de Jesús y la opción fundamental por el Reino ordenan todos nuestros amores y hace que pongamos en primer lugar a los pequeños. Así la vida se llena de sentido, así la ganamos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS       

Dios de bondad, que das eficacia a tus misterios, concede que nuestro culto resulte digno de estos sagrados dones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE COMUNIÓN      cf. Sal 102, 1

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo nombre.

O bien:         cf. Jn 17, 20-21

Dice el Señor: “Padre, ruego por ellos, para que todos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Que la víctima divina que hemos ofrecido y recibido nos llene de vida, Señor, para que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

  REFLEXIÓN BÍBLICA

 

RECIBIRÁN PAGA DE PROFETA

EN LA CRUZ BRILLA UN ROSTRO HUMANO

DOMINGO 13 DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

 

1. El libro de los Reyes prepara hoy el mensaje del evangelio. El hijo suscitado por Eliseo a la sunamita generosa, sin hijos y con el marido viejo 2 Reyes 4,8, es la confirmación de las palabras de Cristo: "El que os recibe a vosotros me recibe a mí, el que recibe a un profeta tendrá paga de profeta, el que dé un vaso de agua a uno de estos pobrecillos porque es mi discípulo, no perderá su paga "Mateo 10,37. Esto caracteriza la aceptación que los discípulos de Jesús recibirán de aquellos a quienes van a evangelizar. 

 

2. Evangelizar es elevar, es hacer un bien inmenso, es descubrir un horizonte sin el cual la vida humana se queda corta, pobre y chata, desgraciada, como definieron los filósofos de la sospecha. Jesús ha dicho que “La carne no vale para nada” (Jn 6,64). Los que carecen de la verdad evangélica, viven ciegos, como topos, y por eso se aferran a las únicas realidades que ven, que son las únicas con las que cuentan, las que se pueden apreciar de noche y por los sentidos. “Coronémonos de rosas antes de que se marchiten, que mañana moriremos”. Hay un museo valiosísimo y bellísimo dentro, pero no saben que existe. Por eso anunciarles el evangelio, no es hacer un prosélito, sino promocionar a un hombre para que sea plenamente hombre, mediante la participación en el misterio de Cristo, que culmina en la celebración del sacrificio de la Eucaristía, que rememora y representa la inmolación de la cruz, que nos diviniza. Nada mejor podemos ofrecer. Nada más grande y duradero podemos ofertar y enseñar y predicar. Conociendo por la razón la gran sabiduría de Einstein basada en las dimensiones supranormales de su cerebro, se nos ofrece la posibilidad de pensar: ¿cómo se puede comparar la sabiduría del hombre más sabio del siglo, con la infinita sabiduría de Dios, que la fe nos participa?

 

3. Hay que reconocer que la lectura del evangelio de hoy es estremecedora. Jesús quiere ser el centro de todo, porque es Dios. En caso de conflicto de amores, hay que posponerlos todos. Él ha de ser el amor preferencial. “Y el que no toma su cruz y le sigue, no es digno de él”. La cruz era un tormento terribilísimo romano, importado por ellos cuando invadieron Judea. Los contemporáneos de Cristo estaban acostumbrados a ver hileras de personas clavadas en los caminos en sus propias cruces. Sólo cuando murió Herodes el Grande, el gobernador Varo, ordenó crucificar dos mil judíos para que sus familias lloraran la muerte del rey, que no era la del rey, sino la de sus familiares, la que lloraban. Cuando Mateo escribe el evangelio, sus lectores ya tienen la experiencia vivida o escuchada de Jesús con la cruz a cuestas y clavado en ella hasta morir. Pero también sabían que la cruz no era lo que era materialmente: dos maderos toscos cruzados. En el centro de la cruz, colgado de ella y desangrado, agonizaba y moría el Redentor. Y esa circunstancia sustancial es la que al estremecimiento de la renuncia al padre y a la madre, al hijo y a la hija y al mandato de tomar la cruz, le da alas y facilidad. La doctrina de estas exigencias es una resonancia de las palabras de Jesús: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: Aquí están mi madre y mis hermanos». «El que no pospone a sus padres y hermanos, no puede ser mi discípulo».

 

Jesús ha iniciado la creación de una familia nueva, a imagen de la Trinidad, enraizada en unos lazos especiales, nacidos del Espíritu y no de la carne. Él lo había ido anunciando paso a paso durante su peregrinación con los hombres: En el Templo, a su madre angustiada; en sus correrías de predicador, a la mujer que bendijo a su Madre; ante los discípulos, en el texto citado y, finalmente, a Juan y a la Mujer, en la cruz. Con esta actitud no desprecia los vínculos de la sangre, los eleva, los sublima. Y, de paso, nos advierte que éstos pueden encerrarnos en un círculo excesivamente limitado, cuando hemos recibido una vocación de universalidad.

 

Los consagrados, especialmente, han sido llamados y tienen la misión de vivir esa comunión universal, fundamentada en el espíritu. Esa es la razón de la exigencia de la virginidad y del celibato. Si con esta inmolación no se logra la comunión de eclesialidad, se frustra el fin de tan gran sacrificio impuesto a la humana naturaleza. El ser humano en todas las épocas es el mismo en su raíz, y en el evangelio encontraremos expresiones que no se entenderán bien en nuestro hoy. Por eso, si la familia carnal se integra en la comunidad cristiana, cumple aquélla su finalidad, y entonces nada hay que objetar a la vida cristiana. Un caso paradigmático atrae nuestra atención en los tiempos modernos, sin necesidad de tener que remontarnos a siglos pretéritos: el de la familia de santa Teresa del Niño Jesús, con cuatro hermanas de sangre en el mismo monasterio de Lisieux, hijos de unos padres santos. Pero allí mismo «la pequeña Teresa» encontró un campo de lucha difícil, donde tuvo que combatir para no dejarse arrastrar por las inclinaciones naturales, que tantas y tantas veces reclamaban satisfacciones y efusiones que ella no se permitía porque, decía, «ya no estamos en casa». «Madrecita mía —escribe a su hermana Paulina en el ocaso de su vida—, ¡cuánto sufrí entonces! ¡No podía yo abrirte mi alma y pensé que no me conocías ya! (Historia de un Alma, XII, 225).

 

4. Cuando uno ha encontrado al Amigo, el tesoro, la perla preciosa, tiene ya mucho camino recorrido. Porque ya toda renuncia se le facilita. Todos estamos hambrientos de amor y de caricias afectuosas y necesitados de atenciones. Y sabemos que ningún amor es mayor que el de Cristo, ni más duradero y constante, ni que hay caricias y regalos más auténticos y tiernos que los de sus divinas manos. Ver con los ojos especiales de la fe su caricia constante en el sol que amanece cada día, en la brisa, que orea nuestro sudor, en la belleza de la rosa y de la madreselva, en el pequeño servicio que nos han preparado, en la comida guisada y servida con amor, en la atenta limpieza de la habitación, en la carta que nos han escrito robando tiempo al sueño, en la homilía que estamos escuchando o leyendo en la que palpita el corazón, en la sonrisa del vecino, y también en el dolor de espalda motivado por la postura ante el ordenador, en el malestar de los ojos centrados en la radiación de la pantalla, en el desdén del rechazo de nuestro trabajo y en las molestias de los achaques de las diversas enfermedades. Y, en lo que más cuesta de asumir: en la interpretación maliciosa de nuestras mejores intenciones asumidas con amor, cuando queremos servir a los hermanos de balde y con todo lo nuestro. Todo son caricias de este Hombre-Dios fascinante que nos sorbe el seso, a la vez que nos hace sabios. El verdadero tesoro es haberle encontrado a Él, y en los momentos más amargos, podernos recostar sobre su inmenso corazón palpitante. El amor a Cristo, mueve el sol y las estrellas. Por él se puede renunciar todo lo que se amaba y quemar lo que se adoraba. La experiencia de haber encontrado al mejor amigo del mundo es el mayor gozo del mundo. Es la alegría de haber hallado una vida nueva. Eso es lo que los discípulos de Jesús saben que han encontrado cuando han descubierto a Jesús y al convivir con Él en intimidad esponsal. Han encontrado una perla preciosa, y un tesoro (Mt 13,44). Saben ya que vale la pena venderlo todo para conseguirlos. Desde esta visión positiva del amor a Cristo, que llena por completo el corazón del discípulo, la separación del padre, la madre, el hijo o la hija, se hace posible, aunque, a veces, no deja de ser muy amarga. Sin el amor de Cristo, que no es sólo afecto y sentimiento, sino fortaleza, madurez y robustez del Espíritu, las renuncias exigidas por su seguimiento, no tienen ni explicación, ni consistencia y, por tanto, si ese amor se enfría o se debilita, puede asaltar la tentación de la deserción. Y su realidad. Una prueba de que el seguimiento del Señor es recompensado al ciento por uno, es la generosidad con que es tratado Eliseo, el profeta peregrino del Señor, por la mujer sunamita, que le ofrece con dedicación y cariño, el hospedaje en su casa. Quien, a su vez, va a ser recompensada con un hijo, “no tiene hijos y su marido ya es viejo”, porque Jesús no va a dejar de pagar ningún servicio, aunque sea tan pequeño y humilde, como un vaso de agua fresca ofrecido a sus pobrecillos. Y, a la vez, compensa al profeta las palabras de afecto, las miradas de gratitud, la alegría que le manifiesta la sunamita sensible y agradecida y contenta, al profeta bienhechor, con lo que se siente más entrañada en su corazón y en su misión. El cariño auténtico, firme y leal, también forma parte de la merced de profeta.

 

5. Si a los que han sido llamados a compartir con Jesús su ministerio o la dedicación total y plena a la edificación de su Cuerpo, exige Jesús posponer los vínculos de la sangre, no es menos exigente el Señor con los que, permaneciendo en su hogar, quieren seguirle. También a éstos dice el Señor: "El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí". La cruz, ha de ser entendida aquí como todo aquello que contraría los instintos naturales del hombre, que crecen torcidos por la fuerza de la semilla y la raíz del pecado. Y todo aquello que cuesta esfuerzo, exige autocontrol, y requiere dedicación, dolor, y trabajo. Se ha escrito: "Juan Pablo II es víctima del trabajo". Ha estado a la vista de cualquiera. Pedían su dimisión porque no podía cumplir con su ministerio, y cumplía mejor que todos juntos. Los premios Nobel se han comprado con vida. La vida es consiguiente a la muerte. Así como el placer desordenado es la ola encabritada en la cúspide coronada de espuma brillante, el dolor, el sinsabor, la angustia, la amargura, es el vacío descendente de la ola, que necesita volverse a encaramar, porque no encuentra descanso. Pero la resurrección viene después de la crucifixión. La cruz del deber costoso, produce los efectos de modo inverso, primero el deber crucificante, después, el gozo del hijo que nace. El hedonismo acaba en cruz. La cruz triunfa en victoria. Buscar luchar por encontrar la vida terrena y sus planes intramundanos de éxito y de seguridades, es exponerse a perderlo todo, y, sobre todo, la intimidad con el mejor de los hombres, Dios, que se ofrece como amigo, compañero, esposo, hermano, padre, confidente, precio y premio. Pero no sólo es necesario haber encontrado esa intimidad, sino que hay que cultivarla a pulso, día a día, minuto a minuto. Porque sin oración constante comienza a languidecer y acaba agostándose. Para que las rosas brillen lozanas y esplendorosas, hay que regar y abonar el rosal.

 

6. Es lo que hoy se nos dice a nosotros: Vale la pena perderlo todo, incluso la misma vida, para encontrar esa vida de Dios en Jesús. Jesucristo está a muchos años luz de los políticos que ofrecen todo lo que saben que no van a cumplir, para conseguir votos. La oferta que hoy nos ofrece en el evangelio, no sólo no es atrayente, sino para el que la oiga se eche atrás todo lo más lejos que pueda. Pero nos dice la Verdad. Él es la Verdad. Y sabe que al hablarnos de seguirle con la cruz a cuestas, y perder la vida por él y renunciar a la propia familia cuando se opone a su seguimiento, es la única manera de recibir la vida y de gozarla con Él y con el Padre y el Espíritu, eternamente. No comprender esa inefabilidad es lo que hace a nuestros cristianos vivir en la mediocridad. Se han quedado en la orilla; no han penetrado en el misterio del océano del amor de Cristo, como penetró y experimentó Pablo que afirma que si hemos muerto con Cristo, viviremos con él.

 

7. Por el Bautismo hemos muerto a la vida del pecado, nos hemos incorporado a Cristo, formamos un cuerpo con Él. Por eso hemos de vivir muriendo Romanos 6,3, y ese es el precio que hay que pagar para vivir su vida de resucitado. La muerte cotidiana al pecado, el "Cada día muero" (1 Cor 15,31), ha de ser la contraseña del discípulo del Crucificado. Cuando uno se propone y se dispone a seguir a Cristo, cumpliendo los mandamientos, no mentir, ser limpios de corazón, trabajar por el Reino gratis y con todo lo suyo, no es necesario que busque la cruz, le llegará inaplazablemente y con toda seguridad. “Si nosotros no morimos al mundo, escribe Santa Teresa, el mundo nos matará”. El Beato Hermano Rafael se fue a la Trapa y escribió: “Dejé a los hombres del mundo y me encontré a los hombres en el monasterio”.

 

8. Este misterio de gloria es el que pone en nuestro corazón y en nuestros labios el Salmo 88: "Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades. Y dichoso el pueblo que sabe aclamarte". Y mientras yo te alabo con tu pueblo, respóndeme, Tú, Señor, con la bondad de tu gracia sanante y santificante.

 

9. En el sacrificio de la Eucaristía se hace presente esa vida y ese amor, que nos salva y nos ofrece la ilusión y la dicha de vivir al servicio de tan gran Dios, "que levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes de su pueblo; que a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos" (Sal 112), y nos hace a nosotros también fecundos, como la palabra de Eliseo resucitó el seno de la mujer sunamita, que no tenía hijos y su marido no se los podía suscitar. Mientras la mujer fecunda y dichosa según la carne, queda sin hijos.

   

    Padre Jesús Martí Ballester y Pedro Donoso Brant

DOMINGO 13 DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

 

PARA LA LECTIO DIVINA  (3)

 

En nuestro tiempo, en distintos ámbitos de la vida personal y social, experimentamos las dificultades de acoger «al otro»: al extraño o al vecino; al padre anciano o al hijo concebido; al enfermo crónico o al terminal, a quien sencillamente sus opciones son diferentes a las nuestras. Advertimos que acoger es correr un riesgo, el de renunciar a algo nuestro en favor del otro, y nos asustamos y además, ¿el otro qué hará con la acogida que le ofrezco?

Sin embargo, correr el riesgo puede significar un descubrimiento:        el del amor que crece. El otro no es primariamente un desconocido del que defenderse; es sobre todo un misterio enriquecedor por descubrir. El Señor nos recuerda que en la persona que acogemos se hace visible su presencia. Renunciar a un poco de espacio y a un poco de tiempo, ampliar los círculos de amistad para abrazar nuevas amistades, compartir lo que somos, sabemos y tenemos no es privación, sino potenciación fecunda.

Lógica absurda, desde las exigencias urgentes de una rígida contabilidad de dar/tener. Lógica de un amor que ha dado la propia vida para hacer vivir a todos: el amor del Señor, Jesucristo. Es la lógica que cada bautizado hace suya. ¿Cuál es la mía?

ORACION (3)

 

Perdóname, Señor: he cerrado la puerta de mi corazón y la puerta de mi casa; a veces por miedo, otras por pereza. Perdóname, Señor. También tengo que decir: perdóname, hermano; perdóname, hermana, porque  no has encontrado en mí lugar donde descansar, estar a gusto, sentirte «en casa». Sí, perdóname. Sé que es posible vivir de otra manera, desplegar el amor y ayudar a otros y todavía te suplico, mi Dios: haz que camine contigo en la vida nueva, sin temores infundados, sin sospechar de nadie, sin levantar barricadas.

Que haga de la confianza y del compartir no la cantinela de buenos propósitos o eslóganes espirituales momentáneos, sino la repetida experiencia de todos los días.

Que corra por mis venas tu vida resucitada y florezca en expresiones de verdadero amor.

SANTORAL (4)

 

HISTORIA DEL SAGRADADO CORAZÓN DE JESUS

Los Santos Padres muchas veces hablaron del Corazón de Cristo como símbolo de su amor, tomándolo de la Escritura: "Hemos de beber el agua que brotaría de su Corazón... cuando salió sangre y agua" (Jn 7,37; 19,35).

En la Edad Media comenzaron a considerarle como modelo de nuestro amor, paciente por nuestros pecados, a quien debemos reparar entregándole nuestro corazón (santas Lutgarda, Matilde, Gertrudis la Grande, Margarita de Cortona, Angela de Foligno, San Buenaventura, etc.).

En el siglo XVII estaba muy extendida esta devoción. San Juan Eudes, ya en 1670, introdujo la primera fiesta pública del Sagrado Corazón.

En 1673, Santa Margarita María de Alocoque comenzó a tener una serie de revelaciones que le llevaron a la santidad y la impulsaron a formar un equipo de apóstoles de esta devoción. Con su celo consiguieron un enorme impacto en la Iglesia.

Se divulgaron innumerables libros e imágenes. Las asociaciones del Sagrado Corazón subieron en un siglo, desde mediados del XVIII, de 1.000 a 100.000. Unas 200 congregaciones religiosas y varios institutos seculares se han fundado para extender su culto de mil formas.

El Apostolado de la Oración, que pretende conseguir nuestra santificación personal y la salvación del mundo mediante esta devoción, contaba ya en 1917 con 20 millones de asociados. Y en 1960 llegaba al doble en todo el mundo, pasando en España del millón; sus 200 revistas tenían 15 millones de suscriptores. La mayor asociación de todo el mundo.

La Oposición a este culto siempre ha sido grande, sobre todo en el siglo XVIII por parte de los jansenistas, y recibió un fuerte golpe con la supresión de la Compañía de Jesús (1773).

En España se prohibieron los libros sobre el Sagrado Corazón. El emperador de Austria dio orden que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias y capillas. En los seminarios se enseñaba: "la fiesta del Sagrado Corazón ha echado una grave mancha sobre la religión."

La Europa oficial rechazó el Corazón de Cristo y en seguida fue asolada por los horrores de la Revolución francesa y de las guerras napoleónicas. Pero después de la purificación, resurgió de nuevo con más fuerza que nunca.

En 1856 Pío IX extendió su fiesta a toda la Iglesia. En 1899 León XIII consagró el mundo al Sagrado Corazón de Jesús (Ecuador se había consagrado en 1874).

Y España en 1919, el 30 de mayo, también se consagró públicamente al Sagrado Corazón en el Cerro de los Angeles. Donde se grabó, debajo de la estatua de Cristo, aquella promesa que hizo al padre Bernardo de Hoyos, S.J., el 14 de mayo de 1733, mostrándole su Corazón, en Valladolid (Santuario de la Gran Promesa), y diciéndole: "Reinaré en España con más Veneración que en otras muchas partes" (entonces también América era España).

 

FUENTES DE LA PAGINA

 

La Página de la Misa Diaria, está preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant, desde Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor Jesucristo y por la Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.

Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo “Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ),

(3) Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd,

(4) Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo.

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