CONMEMORACIÓN
DE LA ENTRADA DEL
SEÑOR EN JERUSALÉN
PROCESIÓN
A una hora adecuada el pueblo se
reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia
el cual se ha de dirigir la procesión. Los fieles tienen los ramos en sus
manos. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos
requeridos para la Misa,
se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra congregado. El sacerdote,
en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará una vez
concluida la procesión. Mientras tanto, se canta la siguiente antífona u
otro cántico adecuado.
ANTÍFONA Mt 21, 9
¡Hosanna al Hijo
de David! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel.
¡Hosanna en las alturas!
El sacerdote saluda al pueblo de la
manera acostumbrada; luego hace una breve monición, en la que invita a los
fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día.
Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Queridos
hermanos: Después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo
de la Cuaresma,
por medio de la penitencia y las obras de caridad, hoy nos congregamos para
iniciar, con toda la
Iglesia, la celebración del misterio pascual de nuestro
Señor, que fue consumado por medio de su muerte y resurrección, para lo
cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén. Por ello, llenos de fe y con
gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, para que,
participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su
vida.
Después de esta monición, el
sacerdote dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:
Oremos. Dios
todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos, para que
nosotros que seguimos alegremente a Cristo Rey, podamos con su ayuda llegar
a la eterna Jerusalén. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
O bien:
Oremos. Señor,
aumenta la fe de cuantos esperamos en ti y escucha nuestras súplicas, para
que quienes hoy llevamos estos ramos en honor de Cristo victorioso, unidos
a Él, te presentemos el fruto de las buenas obras. Por Jesucristo nuestro
Señor. R. Amén.
Y, en silencio, rocía los ramos con
agua bendita. Luego se proclama el Evangelio de la entrada del Señor, según
uno de los cuatro evangelistas. La lectura la realiza el diácono o, a falta
de éste, el mismo sacerdote, en la forma acostumbrada.
EVANGELIO Mt 21, 1-11
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo.
Cuando se
acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús
envió a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente, e
inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y
tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita
y los va a devolver en seguida”“. Esto sucedió para que se cumpliera lo
anunciado por el Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene
hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de
carga”. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado;
trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos
sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a
extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles
y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo
seguía gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!».
Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban:
“¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret
de Galilea”.
Palabra del Señor.
Después del Evangelio, si se cree
oportuno, puede tenerse una breve homilía. El celebrante u otro ministro
idóneo invita a comenzar la procesión, con estas palabras u otras
semejantes:
Queridos
hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y avancemos
procesionalmente, unidos por el vínculo de la paz.
Y comienza la
procesión hacia la iglesia en la que se celebrará la Misa.
MISA
Después de la
procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la Misa con la oración
colecta.
ORACIÓN COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, tú mostraste a los hombres el ejemplo de humildad de
nuestro Salvador, que se encarnó y murió en la cruz; concédenos recibir las
enseñanzas de su Pasión, para poder participar un día de su gloriosa
resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA Is 50, 4-7
Jesús es el servidor
sufriente, el no violento, que no confía en desplegar poderes humanos, sino
que confía en el poder de Dios. Su no violencia, no es signo de debilidad,
sino es garantía que su única fortaleza está en Dios.
Lectura del libro de Isaías.
El mismo Señor
me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al
fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para
que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí
ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas,
a los que me arrancaban la barba; no retiré mi
rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda:
por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 21, 8-9. 17-18. 19-20.
23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven,
se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en
el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto” R.
Me rodea una
jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y
mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten
entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu
nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los
que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo,
descendientes de Israel”. R.
SEGUNDA LECTURA Flp 2, 6-11
Jesús es el servidor que
se ha despojado de todo poder, incluso de su poder como Dios. Así comparte
la condición de todos los sin-poder, de todos los pobres. En la humildad de
la cruz, lo proclamamos nuestro Señor.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Filipos.
Jesucristo, que
era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que
debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la
condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose
con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y
muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre
todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el
cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de
Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.
Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9
Cristo se
humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de
cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo
nombre.
Para la lectura de la Pasión no se
llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la signación
del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del
mismo sacerdote. Puede también ser encomendada a lectores laicos,
reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo.
Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes de proclamar
la Pasión,
como se hace antes del Evangelio.
EVANGELIO Mt 26, 3-5. 14—27, 66
La muerte de Jesús es la muerte del justo. Toda su
vida fue un vivir en la voluntad de Dios, y lo mismo es su muerte. Jesús no
recurre ni a la violencia de la espada cuando vienen a prenderlo, ni al
poderío de su Padre para callar las burlas de los que le reclaman que baje
de la cruz. Él es el servidor no violento, el que no despliega la venganza.
Jesús vive el dolor, el rechazo y el abandono, como todos los sufrientes,
sin privilegios que lo eximan de pasar por esta experiencia de un modo totalmente
humano.
En los lugares en que pareciera
oportuno, durante la lectura de la Pasión, se pueden incorporar aclamaciones.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
C. Unos días antes
de la fiesta de Pascua, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se
reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron
de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:
S. «No lo
hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el
pueblo».
C. Entonces, uno
de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y
les dijo:
S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?».
C. Y resolvieron
darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una
ocasión favorable para entregarlo.
C. El primer día
de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».
C. Él respondió:
+«Vayan a la
ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca mi
hora, voy a celebrar la
Pascua en tu casa con mis discípulos”».
C. Ellos
hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
C. Al atardecer,
estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:
+«Les aseguro
que uno de ustedes me entregará».
C. Profundamente
apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
S. «¿Seré yo, Señor?».
C. Él respondió:
+«El que acaba
de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre
se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del
hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».
C. Judas, el que
lo iba a entregar, le preguntó:
S. «¿Seré yo, Maestro?».
+ «Tú lo has
dicho».
C. Le respondió
Jesús.
C. Mientras
comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos, diciendo:
+«Tomen y coman,
esto es mi cuerpo».
C. Después tomó
una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:
+«Beban todos de
ella, porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se
derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde
ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con
ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
C. Después del
canto de los salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
C. Entonces
Jesús les dijo:
+«Esta misma
noche, ustedes se van a escandalizar a causa de Mí. Porque dice la Escritura: “Heriré
al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después que Yo resucite,
iré antes que ustedes a Galilea».
C. Pedro,
tomando la palabra, le dijo:
S. «Aunque todos
se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».
C. Jesús le
respondió:
+«Te aseguro que
esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».
C. Pedro le
dijo:
S. «Aunque tenga
que morir contigo, jamás te negaré».
C. Y todos los
discípulos dijeron lo mismo.
C. Cuando Jesús
llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
+«Quédense aquí,
mientras Yo voy allí a orar».
C. Y llevando
con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a
angustiarse. Entonces les dijo:
+«Mi alma siente
una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».
C. Y
adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:
+«Padre mío, si
es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya».
C. Después
volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
+«¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos
conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la
tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
C. Se alejó por
segunda vez y suplicó:
+«Padre mío, si
no puede pasar este cáliz sin que Yo lo beba, que se haga tu voluntad».
C. Al regresar
los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño.
Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas
palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:
+«Ahora pueden
dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el
que me va a entregar».
C. Jesús estaba
hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una
multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:
S. «Es aquél a
quien voy a besar. Deténganlo».
C.
Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
S. «Salud,
Maestro».
C. Y lo besó.
Jesús le dijo:
+«Amigo, ¡cumple
tu cometido!»
C. Entonces se
abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó
su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús le dijo:
+«Guarda tu espada,
porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo
recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce
legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras,
según las cuales debe suceder esto?»
C. Y en ese
momento, Jesús dijo a la multitud:
+ «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con
espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y
ustedes no me detuvieron».
C. Todo esto
sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces
todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
C. Los que
habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás,
donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de
lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los
servidores para ver cómo terminaba todo. Los sumos sacerdotes y todo el
Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a
muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos
testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:
S. «Este hombre
dijo: “Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
C. El Sumo
Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran
contra ti?»
C. Pero Jesús
callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro
por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C. Jesús le
respondió:
+«Tú lo has
dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del
hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del
cielo».
C. Entonces el
Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. «Ha
blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la
blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Ellos
respondieron:
S. «Merece la
muerte».
C. Luego lo
escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres
el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».
C. Mientras
tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y
le dijo:
S. «Tú también
estabas con Jesús, el Galileo».
C. Pero él lo
negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé lo que
quieres decir».
C. Al retirarse
hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
S. «Este es uno
de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».
C. Y nuevamente
Pedro negó con juramento:
S. «Yo no
conozco a ese hombre».
C. Un poco más
tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú
también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».
C. Entonces
Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida
cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes
que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.
C. Cuando
amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron
sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo
llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
C. Judas, el que
lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento,
devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los
ancianos, diciendo:
S. «He pecado,
entregando sangre inocente».
C. Ellos
respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».
C. Entonces él,
arrojando las monedas en el templo, salió y se ahorcó. Los sumos
sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está
permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».
C. Después de
deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar
a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de
sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «Y ellos
recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a
quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el “Campo del
alfarero”, como el Señor me lo había ordenado».
C. Jesús
compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+«Tú lo dices».
C. Al ser
acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato
le dijo:
S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
C. Jesús no
respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al
gobernador. En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad
a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús
Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús
Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»
C. Él sabía bien
que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el
tribunal, su mujer le mandó decir:
S. «No te
mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño
que me hizo sufrir mucho».
C. Mientras
tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que
pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la
palabra, el gobernador les preguntó:
S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos
respondieron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato
continuó:
S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Todos
respondieron:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Él insistió:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos
gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Que sea crucificado!».
C. Al ver que no
se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y
se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:
S. «Yo soy
inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».
C. Y todo el
pueblo respondió:
S.«Que su sangre caiga sobre nosotros y
sobre nuestros hijos».
C. Entonces,
Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho
azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
C. Los soldados
del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia
alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.
Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza;
pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él,
se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey
de los judíos».
C. Y
escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.
Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de
nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
C. Al salir, se
encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar
la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del
Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso
tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y
se las repartieron»; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo.
Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena:
«Éste es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados
con Él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
C. Los que
pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que
destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti
mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»
C. De la misma
manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se
burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es
rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. «Ha confiado en
Dios; que él lo libre ahora si lo ama», ya que Él dijo: “Yo soy Hijo de
Dios”».
C. También lo
insultaban los bandidos crucificados con Él.
C. Desde el
mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la
región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
+«Elí, Elí, lemá sabactaní».
C. Que
significa:
+«Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?».
C. Algunos de
los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está
llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la
empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.
Pero los otros le decían:
S. «Espera,
veamos si Elías viene a salvarlo».
C. Entonces
Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan,
y se hace un breve silencio de adoración.
C.
Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, la
tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas
después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se
aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a
Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y
dijeron:
S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!».
C. Había allí
muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a
Jesús desde Galilea para servirlo.
Entre ellas
estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre
de los hijos de Zebedeo.
C. Al atardecer,
llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho
discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se
había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la
entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban
sentadas frente al sepulcro.
C. A la mañana
siguiente, es decir, después del día de la Preparación,
los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante
Pilato, diciéndole:
S. «Señor,
nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: “A
los tres días resucitaré”. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el
tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al
pueblo: “¡Ha resucitado!”. Este último engaño sería peor que el primero».
C. Pilato les
respondió:
S. «Ahí tienen
la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».
C. Ellos fueron
y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí
la guardia.
Palabra del Señor.
Según las
circunstancias, después de la historia de la Pasión, puede
tenerse una breve homilía.
SE DICE EL CREDO
ORACION DE LOS FIELES
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Por la Pasión de
tu Hijo unigénito danos, Señor, tu perdón y aunque no lo merecen nuestras
obras, haz que lo recibamos de tu misericordia por este único sacrificio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO DE LA PASIÓN DEL
SEÑOR
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 26, 42
Padre mío, si no
puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad. Padre
mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu
voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Alimentados con
tus sagrados dones, te pedimos, Padre, que así como por la muerte de tu
Hijo nos haces esperar lo que creemos, por su resurrección lleguemos a la
gloria que anhelamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE EL PUEBLO
Padre, dirige tu mirada sobre esta
familia tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a
las manos de los verdugos y sufrir el suplicio de la cruz. Él que vive y
reina por los siglos de los siglos.
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