DIARIA DE CAMINANDO CON JESUS

"La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG 11)

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Página de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

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05-04-2020

Nº MD 7.868

LITURGIA DE LAS HORAS

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En este link, están disponible recursos para la      SEMANA SANTA

 

Domingo de Ramos

acu6 “Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de israel (Mt 21, 9).

Se abre la Semana Santa con el recuerdo de la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, que se verificó exactamente el domingo antes de la pasión. Jesús, que se había opuesto siempre a toda manifestación pública y que huyó cuando el pueblo quiso proclamarlo rey (Jn 2, 15), hoy se deja llevar en triunfo. Sólo ahora, que está tara ser llevado a la muerte, acepta su aclamación pública como Mesías, precisamente porque muriendo en la cruz será, plenísimamente, el Mesías, el Redentor, el Rey y el Vencedor. Acepta ser reconocido como Rey, pero como un Rey con características inconfundibles: humilde y manso, que entra en la ciudad santa montado en un asno, que proclamará su realeza sólo ante los tribunales y aceptará que se ponga la inscripción de su título de rey solamente en la cruz. La entrada jubilosa en Jerusalén constituye el homenaje espontáneo del pueblo a Jesús, que se encamina, a través de la pasión y de la muerte, a la plena manifestación de su Realeza divina. Aquella muchedumbre que aclama, no podía abarcar todo el alcance de su gesto, pero la comunidad de los fieles que hoy lo repiten sí puede comprender su profundo sentido. “Tú eres el Rey de Israel y el noble hijo de David, tú, que vienes, Rey bendito, en nombre del Señor... Ellos te aclamaban jubilosamente cuando ibas a morir: nosotros celebramos tu gloria, ¡oh Rey eterno!’. La liturgia invita a fijar la mirada en la gloria de Cristo Rey eterno, para que los fieles estén preparados para comprender mejor el valor de su humillante pasión, camino necesario para la exaltación suprema. No se trata, pues, de acompañar a Jesús en el triunfo de una hora, sino de seguirle al Calvario, donde, muriendo en la cruz, triunfará para siempre del pecado y de la muerte. Estos son los sentimientos que la Iglesia expresa cuando, al bendecir los ramos, ora para que el pueblo cristiano complete el rito externo con devoción profunda, triunfando del enemigo y honrando de todo corazón la misericordiosa obra de salvación’ del Señor. No hay un modo más bello de honrar la pasión de Cristo que conformándose a ella para triunfar con Cristo del enemigo, que es el pecado. (Padre Gabriel de Sta. M. Magdalena ocd, Intimidad Divina)

Para ver la Reflexión completa de las Lecturas de la Liturgia de este domingo (Primera Lectura, Segunda Lectura, Evangelio y el Salmo) pinchar este link: (Enlace): PALABRA DE DIOS

 

 

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JERUSALÉN

PROCESIÓN

A una hora adecuada el pueblo se reúne en una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia el cual se ha de dirigir la procesión. Los fieles tienen los ramos en sus manos. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos rojos requeridos para la Misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra congregado. El sacerdote, en lugar de la casulla, puede usar la capa pluvial, que dejará una vez concluida la procesión. Mientras tanto, se canta la siguiente antífona u otro cántico adecuado.

ANTÍFONA Mt 21, 9

¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en las alturas!

El sacerdote saluda al pueblo de la manera acostumbrada; luego hace una breve monición, en la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Después de haber preparado nuestros corazones desde el comienzo de la Cuaresma, por medio de la penitencia y las obras de caridad, hoy nos congregamos para iniciar, con toda la Iglesia, la celebración del misterio pascual de nuestro Señor, que fue consumado por medio de su muerte y resurrección, para lo cual debió entrar en la ciudad de Jerusalén. Por ello, llenos de fe y con gran fervor, recordando esta entrada triunfal, sigamos al Señor, para que, participando de su cruz, lleguemos a tener parte en su resurrección y su vida.

Después de esta monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, teniendo las manos juntas:

Oremos. Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición estos ramos, para que nosotros que seguimos alegremente a Cristo Rey, podamos con su ayuda llegar a la eterna Jerusalén. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

O bien:

Oremos. Señor, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti y escucha nuestras súplicas, para que quienes hoy llevamos estos ramos en honor de Cristo victorioso, unidos a Él, te presentemos el fruto de las buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Y, en silencio, rocía los ramos con agua bendita. Luego se proclama el Evangelio de la entrada del Señor, según uno de los cuatro evangelistas. La lectura la realiza el diácono o, a falta de éste, el mismo sacerdote, en la forma acostumbrada.

EVANGELIO Mt 21, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y los va a devolver en seguida”“. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

Palabra del Señor.

Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede tenerse una breve homilía. El celebrante u otro ministro idóneo invita a comenzar la procesión, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos: Imitemos a la muchedumbre que aclamó a Jesús y avancemos procesionalmente, unidos por el vínculo de la paz.

Y comienza la procesión hacia la iglesia en la que se celebrará la Misa.

MISA

Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la Misa con la oración colecta.

ORACIÓN COLECTA

Dios todopoderoso y eterno, tú mostraste a los hombres el ejemplo de humildad de nuestro Salvador, que se encarnó y murió en la cruz; concédenos recibir las enseñanzas de su Pasión, para poder participar un día de su gloriosa resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

PRIMERA LECTURA Is 50, 4-7

Jesús es el servidor sufriente, el no violento, que no confía en desplegar poderes humanos, sino que confía en el poder de Dios. Su no violencia, no es signo de debilidad, sino es garantía que su única fortaleza está en Dios.

Lectura del libro de Isaías.

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.

Palabra de Dios.

SALMO Sal 21, 8-9. 17-18. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: “Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto” R.

Me rodea una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.

Se reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.

Yo anunciaré tu nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: “Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel”. R.

SEGUNDA LECTURA Flp 2, 6-11

Jesús es el servidor que se ha despojado de todo poder, incluso de su poder como Dios. Así comparte la condición de todos los sin-poder, de todos los pobres. En la humildad de la cruz, lo proclamamos nuestro Señor.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos.

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: “Jesucristo es el Señor”.

Palabra de Dios.

ACLAMACIÓN Flp 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.

Para la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Puede también ser encomendada a lectores laicos, reservando al sacerdote, si es posible, la parte correspondiente a Cristo. Solamente los diáconos piden la bendición del celebrante antes de proclamar la Pasión, como se hace antes del Evangelio.

EVANGELIO Mt 26, 3-5. 14—27, 66

La muerte de Jesús es la muerte del justo. Toda su vida fue un vivir en la voluntad de Dios, y lo mismo es su muerte. Jesús no recurre ni a la violencia de la espada cuando vienen a prenderlo, ni al poderío de su Padre para callar las burlas de los que le reclaman que baje de la cruz. Él es el servidor no violento, el que no despliega la venganza. Jesús vive el dolor, el rechazo y el abandono, como todos los sufrientes, sin privilegios que lo eximan de pasar por esta experiencia de un modo totalmente humano.

En los lugares en que pareciera oportuno, durante la lectura de la Pasión, se pueden incorporar aclamaciones.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero decían:

S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo».

C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:

S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?».

C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

C. El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:

S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».

C. Él respondió:

+«Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: “El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.

C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:

+«Les aseguro que uno de ustedes me entregará».

C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:

S. «¿Seré yo, Señor?».

C. Él respondió:

+«El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquél por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».

C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:

S. «¿Seré yo, Maestro?».

+ «Tú lo has dicho».

C. Le respondió Jesús.

C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+«Tomen y coman, esto es mi cuerpo».

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:

+«Beban todos de ella, porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».

C. Después del canto de los salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

C. Entonces Jesús les dijo:

+«Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de Mí. Porque dice la Escritura: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero después que Yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».

C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:

S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».

C. Jesús le respondió:

+«Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».

C. Pedro le dijo:

S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré».

C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo:

+«Quédense aquí, mientras Yo voy allí a orar».

C. Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:

+«Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».

C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así:

+«Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

C. Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:

+«¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

C. Se alejó por segunda vez y suplicó:

+«Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que Yo lo beba, que se haga tu voluntad».

C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo:

+«Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».

C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas; uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta señal:

S. «Es aquél a quien voy a besar. Deténganlo».

C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:

S. «Salud, Maestro».

C. Y lo besó. Jesús le dijo:

+«Amigo, ¡cumple tu cometido!»

C. Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:

+«Guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? Él pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder esto?»

C. Y en ese momento, Jesús dijo a la multitud:

+ «¿Soy acaso un bandido, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y ustedes no me detuvieron».

C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo siguió de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores para ver cómo terminaba todo. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon:

S. «Este hombre dijo: “Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».

C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús:

S. «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»

C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:

S. «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

C. Jesús le respondió:

+«Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».

C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:

S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»

C. Ellos respondieron:

S. «Merece la muerte».

C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole:

S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».

C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:

S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».

C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:

S. «No sé lo que quieres decir».

C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:

S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».

C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:

S. «Yo no conozco a ese hombre».

C. Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:

S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».

C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.

C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.

C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo:

S. «He pecado, entregando sangre inocente».

C. Ellos respondieron:

S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».

C. Entonces él, arrojando las monedas en el templo, salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:

S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».

C. Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: «Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se compró el “Campo del alfarero”, como el Señor me lo había ordenado».

C. Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:

S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Él respondió:

+«Tú lo dices».

C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:

S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»

C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Jesús Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:

S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Jesús Barrabás o a Jesús llamado el Mesías?»

C. Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:

S. «No te mezcles en el asunto de ese justo porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».

C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:

S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»

C. Ellos respondieron:

S. «A Barrabás».

C. Pilato continuó:

S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»

C. Todos respondieron:

S. «¡Que sea crucificado!»

C. Él insistió:

S. «¿Qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. «¡Que sea crucificado!».

C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo:

S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».

C. Y todo el pueblo respondió:

S.«Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».

C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de Él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza; pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de Él, se burlaban, diciendo:

S. «Salud, rey de los judíos».

C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de Él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, «los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron»; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con Él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:

S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!»

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:

S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. «Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama», ya que Él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”».

C. También lo insultaban los bandidos crucificados con Él.

C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:

+«Elí, Elí, lemá sabactaní».

C. Que significa:

+«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:

S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».

C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.

C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:

S. «¡Verdaderamente, éste era Hijo de Dios!».

C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.

Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo.

C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.

C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole:

S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré”. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: “¡Ha resucitado!”. Este último engaño sería peor que el primero».

C. Pilato les respondió:

S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».

C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.

Palabra del Señor.

Según las circunstancias, después de la historia de la Pasión, puede tenerse una breve homilía.

SE DICE EL CREDO

ORACION DE LOS FIELES

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por la Pasión de tu Hijo unigénito danos, Señor, tu perdón y aunque no lo merecen nuestras obras, haz que lo recibamos de tu misericordia por este único sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

ANTÍFONA DE COMUNIÓN Mt 26, 42

Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad. Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Alimentados con tus sagrados dones, te pedimos, Padre, que así como por la muerte de tu Hijo nos haces esperar lo que creemos, por su resurrección lleguemos a la gloria que anhelamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO

Padre, dirige tu mirada sobre esta familia tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a las manos de los verdugos y sufrir el suplicio de la cruz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

 

  REFLEXIÓN BÍBLICA

 

“¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

Mt 21, 1-11

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1   CRISTO CON SUS DISCÍPULOS SUBE CAMINO DE JERUSALÉN

Esta entrada mesiánica de Cristo en Jerusalén es relatada por los cuatro evangelistas. El que rechazó tantas veces honores porque aún no era su hora, consciente de que ésta ha llegado, va triunfalmente a la cruz y a la resurrección. No nos olvidemos sus tres “predicciones.”

Cristo con sus discípulos sube camino de Jerusalén en plan de “peregrinación” pascual, numerosa muchedumbre había llegado para la fiesta,  (Jn 2:12). Llegó en este viaje a Betania “Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro” (Jn 12:1). De aquí se va a dirigir, no se dice que el mismo día, a Jerusalén. En su caminar se acercaron a Betania y luego llegaron a Betfagé, cerca del monte de los Olivos. El nombre de Betfagé significa “casa de higos verdes.”

2   VAYAN AL PUEBLO QUE ESTÁ ENFRENTE

Y así fue, como Jesús con sus discípulos se dirige de Betania a Jerusalén y pasando por Betfagé,  manda a dos de sus discípulos, cuyos nombres no se dan, que vayan al pueblo: “Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos”. Se trata de asna atada y a su hijo, “un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre”  (Lc 19, 29) para indicar el honor de llevar al Mesías. En el A.T. en algunos sacrificios sólo se podía ofrecer víctimas que no hubiesen llevado yugo; “sin defecto, que no tenga manchas, y que no haya llevado yugo.  (Núm 19, 2). Jesús pide que los desaten sin más y se los traigan. Y que, si alguno les dijese algo, le respondan sencillamente que “el Señor” los necesita; y “los va a devolver en seguida”.

3   MIRA QUE TU REY VIENE HACIA TI, HUMILDE Y MONTADO SOBRE UN ASNA

Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga”. Mateo, (también Juan) cita a este propósito un texto profético en el que ven, cuando fue escrito en los evangelios, el cumplimiento de lo que se había profetizado.

Es un texto tomado, parte del mismo — su principio —, de Isaías: “Digan a la hija de Sión” (Is 63:11), es decir, Jerusalén; el resto es una cita abreviada del profeta Zacarías. El profeta habla del Rey-Mesías, que tiene su dominio universal, pero destacándose que El viene a reinar con humildad y mansedumbre, y el profeta cita, que el Mesías hará su entrada sin tropas ni armas, sino montado en un asno, en un pollino hijo de asna: “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.” (Zac 9, 9)

4   LA ENTRADA BONDADOSA DEL MESÍAS EN UN IMPERIO DE PAZ.

Los rabinos decían que, si Israel era puro, entonces el Mesías vendría sobre las nubes, conforme a Daniel: “Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre.” (Dan 7:13); pero, si no, sobre un asno, conforme a Zacarías (Zac 9:9). Aquí, en el relato, aparecen como realidad estos dos animales. Naturalmente, no sugiere esto una “adaptación,” sino una no inaudita realidad. Los discípulos encontraron allí una asna y un pollino. “Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta,  (Mc 11,4). Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. (Lc 19,32). Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: ¿Por qué desatáis el pollino? Ellos les contestaron: Porque el Señor lo necesita, (Lc 19,33).

Toda la escena es de lo más natural. Los asnos están atados a una de las argollas o salientes de las casas, mientras sus dueños despachan sus asuntos o comercian en las tiendas. Pero algunos de los “dueños” están cerca, y se dan cuenta de la acción de los discípulos. Por eso les preguntan el porqué de aquello. A la respuesta de lo que había dicho Jesús, les dejaron llevarlo. Posiblemente eran discípulos, simpatizantes, amigos o conocidos, y les era un honor prestar así un servicio al que era maestro y famoso por sus milagros

5   PUSIERON SUS MANTOS SOBRE ELLOS Y JESÚS SE MONTÓ.

La palabra de Jesús a sus discípulos acusa doblemente profecía y señorío. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. El asno, en los países orientales de la antigüedad, no tenía sólo el sentido de pobreza que en los occidentales. Servía de cabalgadura a reyes y nobles. El poner sus “mantos” sobre estos animales es señal de honor. Es curiosa la forma de Mateo, pusieron sus mantos “sobre ellos,” sobre los dos animales. De seguro que sólo se refiere a aquel sobre el cual se montó Jesús. Es una forma global de decir las cosas. Pues, según el mismo Mateo, luego de poner los “mantos” sobre ambos animales, dice que montaron a Jesús también “sobre ellos”. Lo que no es posible. Pero ello mismo refleja la amplitud de redacción del evangelista.

Así montado y rodeado de sus discípulos, algunos de los cuales iban seguramente conduciendo la burra y a su hijo, ya que ésta era la costumbre que tenían los discípulos con los rabinos y sus maestros, se encaminan para entrar en Jerusalén. Con El debió de venir ya desde un principio un cierto cortejo de discípulos. Pero las gentes que viene a engrosar este cortejo es la que sale de Jerusalén, al saber que llegaba El y por efecto del milagro de la resurrección de Lázaro (Jn 12:18). Y así se formó un gran cortejo delante, y detrás de Él, todos acompañándoles y aclamándolo con entusiasmo.

6   AL SABER QUE JESÚS LLEGABA A JERUSALÉN, SALIERON GOZOSAMENTE A SU ENCUENTRO

Por eso, “cuando estaban cerca (de Jerusalén), en la bajada del monte de los Olivos,” fue cuando comenzó a desbordarse el entusiasmo. Porque a la vista de la ciudad y cuando Jesús bajaba así para entrar en Jerusalén, rodeado de sus discípulos y de la gente que le “seguía” se encontraron con otra “gran muchedumbre” que había venido a la Pascua, y “al saber” que Jesús “llegaba a Jerusalén,” salieron gozosamente a su encuentro (Jn 12:12.13),

El entusiasmo se sobrepasó. Se habían cortado “ramos de los árboles.” Y unos “tomaron ramos de palmeras” (Jn), como se solía hacer en las fiestas importantes (Jdt 15:12) para unirse festiva y triunfalmente al cortejo, como el de Simón Macabeo, que entró en Jerusalén “entre gritos de júbilo y ramos de palmas.” (1 Mac 13:51), o como lo escribe, en forma más imprecisa, Marcos: “Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos”. (Mc 11,), al estilo judío, en señal de homenaje. Como a Judit y a los Macabeos, así las afluencias de gentes acompañaban con aclamaciones a Jesús.

7   “HOSANNA.”

Tanto los evangelios de Mateo, como Marcos y san Juan, recogen el clásico “Hosanna.” Esta expresión, perdiendo su sentido etimológico primitivo (Yahvé salva), vino a ser una exclamación de júbilo susceptible de diversos matices. En esta escena de Cristo, el sentido natural del hosanna es nuestro equivalente “¡Viva!”, como si dijéramos hoy, ¡Viva el Señor!

Aparte de ser muy natural el hosanna en boca de las gentes, también surgía espontáneo al salir a recibir a Jesús con ramos y palmas. Precisamente en la fiesta de los Tabernáculos, todo judío llevaba en sus manos dos ramos, el lulag y el etrong, el primero era de cedro, y el segundo, una palma, de la cual pendían ramos de mirto y sauce, y los agitaban en la procesión. Este ramo se llamaba también “Hosanna.” Mientras, se cantaban “hosannas”. Las aclamaciones llevan toda la estructura, tan tipificada, de un oriental. La última expresión, “¡Hosanna en las alturas!”, hace llegar el agradecimiento de este beneficio mesiánico a Dios en el cielo.

8   “ES JESÚS, EL PROFETA DE NAZARET DE GALILEA”.

Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: “¿Quién es éste?”. Y la gente respondía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

Y cuando el cortejo entró en la ciudad se conmovió. Y, ante aquel cortejo y aquel entusiasmo, las gentes, sobre todo los peregrinos de la Diáspora que se encontrasen allí aquellos días, o incluso jerosolimitanos, preguntaban extrañados: “¿Quién es éste?” La respuesta que reciben de la muchedumbre es “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”. En la ciudad se había producido una gran impresión a causa de la resurrección de Lázaro. Por ese motivo había ido a Betania “una gran muchedumbre de judíos” (Jn 12:9).

Se le llama “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”, antes, en la misma escena de se le aclama con el “¡Hosanna al Hijo de David!” que es el título mesiánico más corriente. No se puede olvidar que en Galilea, la Pascua anterior, las gentes quisieron, entusiasmadas, tomarle para llevarle a Jerusalén y proclamarle Rey-Mesías (Jn 6:15), y en Mateo, (12:23) ya se preguntaban las gentes: “Y toda la gente atónita decía: ¿No será éste el Hijo de David?”

9   ¡BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR! ¡HOSANNA EN LAS ALTURAS!”

El Señor, llegó a Jerusalén, para hacer su entrada final a una ciudad donde había realizado muchos prodigios, la misma ciudad donde gente sencilla y humilde, conocían sus palabras; allí ya vivían muchos que se habían convertido, pero también vivían otros que le querían matar. Como ya sabemos, en Jerusalén, El estaba predestinado a morir por nuestra salvación.

Así fue como mucha gente acogió a Jesús en su entrada, adornando con sus mantos el camino; otros, ramas de los árboles y lo cubrían con ellas a fin de entregarle a Jesús, una bienvenida digna al que viene en el nombre del Señor.

Jesús entro a Jerusalén montado en asno, no obstante los que le aclamaban sentían su alta dignidad como Hijo de Dios y gritaban: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”

Apreciemos este regalo que nos ha hecho nuestro Padre, de enviar a su Hijo Jesucristo para ser el redentor del mundo. Acerquémonos con alegría al Señor que ha venido a perdonar nuestra debilidades humanas, salgamos a su encuentro y acompañémosle y quedémonos para siempre con É.

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

    Domingo de Ramos Ciclo A

PARA LA LECTIO DIVINA  (3)

 

“BENDITO EL QUE VIENE, COMO REY, EN NOMBRE DEL SEÑOR”

Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo que hoy vuelve de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa Pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres... Ea, pues, corramos a una con quien se apresura a su Pasión, e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene, y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente captado por nosotros.

Alegrémonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con Él... Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que viene, como Rey, en nombre del Señor” (San Andrés de Creta, Sermón 9, sobre el Domingo de Ramos).

ORACION (3)

 

¡Oh Jesús!, présago de la turba que iba a ir a tu encuentro, montaste en un asnillo y diste ejemplo de admirable humildad entre los aplausos del pueblo, que acudió a recibirte, que cortaba ramas de los árboles y alfombraba el camino con sus mantos. Y mientras las muchedumbres entonaban himnos de alabanza, tú, siempre pronto a la compasión, elevaste el lamento sobre el exterminio de Jerusalén. Levántate ahora, íoh sierva del Salvador!, incorpórate al cortejo de las hijas de Sión y ve a ver a tu verdadero rey... Acompaña al Señor del cielo y de la tierra que va sentado sobre las ancas de un potro, síguele siempre con ramos de olivo y de palma, con obras de piedad y con virtudes victoriosas. (SAN BUENAVENTURA, El madero de la vida, 15).

 

SANTORAL (4)

 

SAN JUAN JOSÉ DE LA CRUZ 1654-1734

San Juan José de la Cruz, de la Orden Franciscana de San Pedro de Alcántara. Nace en 1654 en la isla de Ischia, frente a Nápoles, de una familia cristianísima, cuyos cinco hijos se consagran a Dios en la vida religiosa.

Lo mismo de maestro de novicios que de superior provincial y director de almas, San Juan José de la Cruz hace de su vida una Cuaresma de oración y penitencia, con ayunos, y cilicios en cruz, rigurosísimos.

Sobresaliente por su austeridad, insistió en una austeridad igual de estricta para los novicios a su cargo. Incluso tuvo la idea de edificar eremitorios fuera del edificio principal del monasterio, de modo que pudiese practicar una autodisciplina aún mayor. A pesar de su exacta observancia de las reglas de su orden, puso también un especial cuidado en que los novicios tuvieran tiempos regulares de recreo. Entendió, que lejos de ser un lujo, el recreo es una necesidad del espíritu humano.

En su amor a la pobreza, llega a ser llamado "el Padre Cien Remiendos". A su hábito lo considera como la túnica de Cristo, signo de su consagración a él.

Y hasta su muerte en Nápoles, con 80 años, el 5 de marzo de 1734, acata siempre la Providencia de Dios; persuadido de que un ser como el hombre, con poco más de tres dedos de frente, no puede abarcar los insondables designios divinos.

 

FUENTES DE LA PAGINA

 

La Página de la Misa Diaria, está preparada y es enviada por Pedro S. A. Donoso Brant ocds, desde Santiago de Chile, como un servicio de apostolado, amor por Nuestro Señor Jesucristo y por la Iglesia. Les ruego su oración, para que pueda mantenerse este servicio y subsidio, dando gracias a nuestro Dios que tanto nos ama.

Nota: Para la Liturgia de la Palabra, utilizo “Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para el estudio y comentario de la Palabra, utilizo los textos de la Biblia Nácar-Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ),

(3) Para la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.) y/o, Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd,

(4) Santoral preparado por la Parroquia de la Sagrada Familia de Vigo.

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