ANTÍFONA DE ENTRADA Sal
26, 1-2
El Señor es mi luz y
mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es el escudo de mi vida; ¿ante
quién temblaré? Cuando avanzan hacia mí los enemigos, son ellos los que
tropiezan y caen.
ORACIÓN COLECTA
Señor, de quien proceden todos los bienes,
concede a los que te suplicamos que, siguiendo tu inspiración, entendamos
lo que es recto, y guiados por ti lo llevemos a la práctica. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA 2Cor 1, 1-7
COMENTARIO: Pablo ha sido cuestionado en Corinto y lo ha soportado.
Pero esta prueba es para él, signo de vida, ya que le ha permitido
participar en los sufrimientos de Cristo Jesús. En la carta intenta
transmitir a sus destinatarios sus propias experiencias de trabajos y de la
ayuda interior de Dios. La lucha por permanecer fieles tiene su raíz en la
fe en Jesús; la tentación de despojarnos de la carga no conduce a nada, ya
que nos haríamos merecedores del abandono de la gracia. La vida es un
proyecto que se lleva adelante en colaboración con Dios.
Lectura de la segunda
carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Pablo, apóstol de
Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, saludan a la
Iglesia de Dios que reside en Corinto, junto con todos los santos que viven
en la provincia de Acaya. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden
de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Bendito sea Dios, el
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de
todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que
nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de
Dios. Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de
Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo. Si sufrimos,
es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, también es
para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los
mismos sufrimientos que nosotros padecemos. Por eso, tenemos una esperanza
bien fundada con respecto a ustedes, sabiendo que si comparten nuestras
tribulaciones, también compartirán nuestro consuelo.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal 33, 2-9
R.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza
estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan
los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su nombre
todos juntos. Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis
temores. R.
Miren hacia él y
quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre
hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
El ángel del Señor
acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el
Señor! ¡Felices los que en él se refugian! R.
ALELUYA Mt 5, 12
Aleluya. Alégrense y
regocíjense, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo.
Aleluya.
EVANGELIO Mt 4, 25–5, 12
COMENTARIO: Proclamadas por el Maestro, las
bienaventuranzas son una profecía que anuncia la llegada del Reino previsto
por Isaías, quien veía en los pobres, los hambrientos y los oprimidos, los
destinatarios de la salvación. Dios viene realmente y llega gratuitamente.
El espíritu de las bienaventuranzas es una defensa de la persona contra
todo condicionamiento que le impide ser libre para querer el bien. Jesús
alaba a los que se distinguen de la mayoría y tienen la misión de decir
algo nuevo, enseñar algo distinto con su estilo de vida y les llama
«dichosos», «bienaventurados» o «felices» porque el futuro les pertenece.
Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo.
Seguían a Jesús
grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén,
de Judea y de la Transjordania. Al ver la multitud, Jesús subió a la
montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la
palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Felices los que tienen alma de
pobres, porque a ellos les pertenece el reino de los cielos. Felices los
afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán
la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son
perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el
reino de los cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos,
y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y
regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el
cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».
Palabra
del Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, dígnate mirar
con bondad este acto de nuestro culto, para que nuestra ofrenda te sea
aceptable, y acreciente nuestra caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN 1Jn 4, 16
Dios es amor, y el que
permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, te pedimos que
tu acción salvadora nos libre benignamente de nuestras malas inclinaciones
y nos guíe por el recto camino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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“Alégrense y regocíjense entonces, porque
ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”
Mt 4,25 - 5, 1-12
Autor: Pedro Sergio
Antonio Donoso Brant
1.
FELICES LOS QUE TIENEN ALMA DE POBRES, PORQUE A
ELLOS LES PERTENECE EL REINO DE LOS CIELOS
Este término “POBRE”, designa a los hombres que no poseen tierras u
otros bienes en el sentido material. Como sabemos, no porque alguien nos
cuente, sino porque somos sensibles y vemos, es gente sin apoyo ni
influencia social. Ahí en esa calificación están por lo general las gentes
explotadas y humilladas. Aunque no es éste el exclusivo aspecto que tiene
aquí esta palabra. La frase del evangelio dice “espíritu del pobre”. Pero
por esta afinidad de conceptos se hacen sinónimos en el paralelismo
poético, y se interpretan indistintamente también, por las palabras
correspondientes al “pobre” o al “humillado”.
Pero también es cierto, que a la gente pobre, se le reconoce como la
persona que confía en Dios, Ellos son los que se aproximan primero, ellos
además conocen muy de cerca el concepto de la piedad. De este modo, el
pobre, humilde y muchas veces humillado por su pobreza, se enriquece en su
pobreza con la fe en Dios y su constante necesidad de pedir auxilio.
Dios siempre ha visto con mucho afecto y agrado al que ha vivido en
la pobreza material, aceptada libremente y no considerada como un castigo.
Así es como Jesús, a los pobres no les promete un simple premio, sino que
el mejor de todos, un premio que no es un bien temporal, esto es EL REINO
DE LOS CIELOS.
Se equivocan los que creen que el Reino ya les pertenece, más aún, se
equivocan los que piensan que es patrimonio exclusivo del rico, del que se
auto considera sabio, poderoso, influyente o cercano materialmente a alguna
institución religiosa, mucha veces considerado por ellos como algo bueno,
nadie entra en el reino por derecho propio, en otras palabras, solo Dios
sabe quién tiene méritos para entrar. Si la pobreza está situada, está en
el plan de Dios, El prepara, meritoria y agradadamente el ingreso de los
pobres en el Reino.
El premio que tendrán los que tienen “el espíritu del pobre” es que
de ellos “es” el Reino. “Porque a ellos les pertenece”
2.
“FELICES LOS AFLIGIDOS, PORQUE SERÁN CONSOLADOS
Nos afligimos y lloramos porque nos invade una amargura muy profunda.
Es el “llanto” de la vida, producto de las tristezas, desgracias y dolores.
Este es el llanto que hacemos ante Dios Padre e Hijo. Jesús abre al “dolor”
una perspectiva distinta, este nos es considerado como castigo a los
pecados, es un dolor que tiene una misión de purificación y mérito. El que
llora ante Dios, no está abandonado y tiene como premio la “consolación.”
Los que lloran recibirán un gran consuelo. Todos buscamos y deseamos
ser consolados, pero no todos encontramos consuelo en esta vida, pero Jesús
nos da esperanza y nos promete con seguridad que lo tendremos, ¿Cuándo? En
el momento que nos acercamos íntimamente al Señor, porque en El encontramos
la verdadera esperanza, que es la confiada espera que Dios concede de los
bienes prometidos. Jesús vino a consolar a los tristes y vino a enseñarnos
un norma de vida, quien siga el camino por El trazado, a pesar de su
tristeza que podemos llevar por las distintitas situaciones de esta vida
que mucha veces no es fácil para nosotros, recibirá finalmente el consuelo
de su amor abriéndole las Puertas del Reino de los Cielos, allí donde no
habrá más llantos.
Felices los que lloran porque recibirán consuelo, esta es una
esperanza, virtud que capacita al hombre para tener confianza y plena
certeza de que va a conseguir la vida eterna apoyada en el auxilio
omnipotente de Dios
3.
“FELICES LOS PACIENTES, PORQUE RECIBIRÁN LA
TIERRA EN HERENCIA”
La paciencia, es la mansedumbre, es la capacidad para sufrir o
soportar las penas y los infortunios sin perturbarse, es también la
capacidad para hacer trabajos minuciosos o pesados, es calma y tranquilidad
cuando se espera algo que se desea. Ser manso, es ser también dulce de
corazón, es el que sabe llevar su suerte con resignación y paz, es decir
con “mansedumbre.”
La “mansedumbre” es la carencia de violencia, resignación, es también
benevolencia y compasión. Pero, además, es esencialmente modestia, teniendo
una afinidad particular con la humildad, de una parte, y con la benignidad
o compasión, de otra. El paciente es bueno y enemigo de la ira vengativa,
como del orgullo extremo.
Para los pacientes, los mansos, también Dios les tiene el gran
premio, es así como si sabemos ser pacientes y benevolente hacia los demás,
el premio será la “tierra en herencia”, esta retribución, es la tierra
prometida, la tierra ideal, esa está en el Reino de los Cielos. Lo más
bello, es que esta herencia prometida, no hace coherederos con Jesucristo,
es decir estaremos reunidos y en su compañía.
Felices los pacientes y sufridos, felices los mansos de corazón,
felices los suaves y dócil en el trato con los demás, feliz el que es
tranquilo y apacible con su hermano, porque recibirán la herencia de Dios.
4.
“FELICES LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PORQUE SERÁN SACIADOS”
Jesús se refiere al hambre como el deseo intenso y a la sed como esa
necesidad de satisfacer ese deseo de Justicia. Hablamos de justicia, cuando
nos inclinamos a dar y reconocer a cada uno lo que le corresponde, sin
dejarse llevar de favoritismos, es decir tratar a las personas como les
corresponde por sus propios méritos y condiciones.
Su sentido entonces, es felices los que ansían grandemente la
justicia. Nada está más cerca de esta bienaventuranza que lo que dice
Jesucristo en este mismo sermón: “Buscad el reino y su justicia” (Mt 6:33).
Esta justicia yuxtapuesta al concepto del Reino es todo lo que hace al
hombre justo, porque es el cumplimiento de la voluntad divina. Es aquella
de la que dijo Jesús: “Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20). Es la justicia
que dispone a incorporarse al reino, o, dentro de él, progresar en el
mismo. “El tema evocado por la expresión y el contexto del sermón no nos
orienta hacia la idea de una justicia que Dios hace, sino más bien hacia
aquella justicia que se esfuerza uno en adquirir a los ojos de Dios,
cumpliendo su voluntad.” Por tanto el sentido de la justicia, es del tipo
moral hecha del conjunto de obras cristianas y el premio no es la de un el
cumplimiento material de la Ley.
La metáfora del hambre, no desvirtúa su contenido, en efecto, no es
el “hambre” material. La palabra hambre, hecha metáfora, es espiritualizada,
es desear el cumplimiento de la voluntad, ”justicia” de Dios en nosotros,
en la que, como parte, queda incluida esa primitiva formulación escueta del
“hambriento,” que lleva, religiosamente, su situación. El premio asignado
es ser saciados, es decir completamente satisfechos por el Señor.
5.
“FELICES LOS
MISERICORDIOSOS, PORQUE OBTENDRÁN MISERICORDIA”
El compasivo y misericordioso, es aquel que se muestra comprensivo
ante la miseria y sufrimiento ajeno o de su prójimo, es aquel que de verdad
tiene sentimiento de pena y lástima por la desgracia o por el sufrimiento
de sus hermanos, la misericordia, es el atributo de Dios por el cual
perdona y remedia los pecados y miserias de las personas.
El misericordioso es un hombre sensible, afectivo, comprensivo, así
como pide perdón a Dios por ofender, sabe perdonar las ofensas. Jesús, se
nos mostró todo en misericordia, en el sentido más amplio de la palabra, el
hizo la misericordia en la curación de muchos males. Por misericordia, curo
a los ciegos, y a los que le pidieron curación sus hijos, amigos o
servidores. Jesús, le dio a la misericordia un amplio sentido de hacer el
bien a todo el necesitado y, nos enseña a los hombres que en la medida en
que se ha de practicar la misericordia, se ha de optar al premio a ellos
prometido. Ya se leía en el Antiguo Testamento, “El que tiene compasión,
encontrará misericordia” (Proverbios 17:5). Y en el Talmud: “De quien tiene
misericordia de los hombres, se tiene misericordia en el Cielo.”
El pensamiento, pues, de esta bienaventuranza es sólo afirmar la
excelencia y necesidad de la misericordia en los hombres para que sepan que
entonces Dios la tendrá con ellos. Pero esto, por parte de Dios, siempre
será un exceso y un secreto sobre la que el nombre hace.
“La bienaventuranza de los misericordiosos es una exigencia moral.
San Mateo se para especialmente a considerar el aspecto moral de la
enseñanza de Jesús; Las bienaventuranzas de este evangelio, no se contentan
con anunciar la Buena Nueva de la venida del Reino; presentan el Reino como
la recompensa prometida a aquellos que practicasen en su vida las
exigencias de la nueva enseñanza. La gran novedad de estas bienaventuranzas
de Jesucristo, está en prometer su ingreso — en la fase que sea — a los que
practiquen la misericordia con todos los hombres, sin excluir a nadie, ni
por su condición social, económica, ni por raza o pueblo de origen.
6.
“ FELICES LOS QUE
TIENEN EL CORAZÓN PURO, PORQUE VERÁN A DIOS”
Los “puros de corazón” evocan a los que tienen en el culto la
“pureza” en el conjunto de ritos o ceremonias litúrgicas con los que se
expresa este homenaje. El salmista dice que al Templo subirá el “de limpias
manos y puro corazón” (Sal 24:2.4). Corazón y espíritu son usados
indistintamente como los principios responsables de la actividad moral.
Pero no se quiere indicar con esto, a solo el que practica este rito, o de
que solo basta esta práctica, sino que se supone y exige la autenticidad
moral de esta conducta. Pues “si vuestra justicia no supera a la de los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 5:20).
Limpio es aquel que no tiene mancha o suciedad moral, no está
contaminado de la maldad, ha cuidado su rectitud, es aquel que no hace daño
y no perjudica, honrado y decente. Libre y exento de imperfecciones
morales. Puro es el casto, honesto y respetuoso con los principios morales
que se consideran propios de las buenas costumbres
“Porque verán a Dios”. Para ser dignos de estar presente donde El
mora, como para levantar la cabeza en nuestras solemnidades litúrgicas y
ver con emoción cuando se nos presenta el cuerpo y la sangre de Jesús,
debemos presentarnos puros, para que Dios nos muestre su rostro, porque los
“Los rectos verán su benigna faz (de Dios)” (Sal 11:7b).
Los que sirven a Dios, con su templo limpio y puro, es decir con el
corazón puro, le rendirán culto y verán su rostro en el templo del cielo.
7.
FELICES LOS QUE
TRABAJAN POR LA PAZ, PORQUE SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS”
Los que trabajan por la paz, no son los de temperamento pacifico
pasivos y estáticos, al contrario son preocupados y dinámicos en esta
virtud de ser “hacedores de paz”. El Señor busca aquí reconocer, a todo el
que buscase difundir y trabajar por la paz.
A los cristianos, nos corresponde trabajar por vivir en la ausencia
de guerra, no debemos escatimar esfuerzos por conseguir hacer efectivo los
tratados o convenio por el que las partes enfrentadas en una guerra ponen
fin a la misma, es decir: firmar la paz. La paz es estado de tranquilidad y
de entendimiento entre las personas: La Paz es sosiego, calma o ausencia de
agitaciones. La paz permite la reconciliación, salda las deudas, da por
terminado los conflictos, nos hace más hermanos y más amistosos.
La paz está pedida en los pasajes bíblicos, en el que este término
tiene sentido de reconciliación con los enemigos. El que busca la paz es
misericordioso, compasivo y ama a su prójimo y es reconocido como hijo de
Dios. El premio es que “serán llamados hijos de Dios.” “Ser llamados,”
significa ser reconocido por tal, ser verdad lo que se dice de uno. Dios es
Dios de paz; los “hacedores de paz” tendrán una relación especial con Dios,
por eso serán reconocidos por el Padre como “hijos de Dios”.
Jesús, nos está enseñando, que el modo de establecer el Reino, no es
por el ruido de armas, sino espiritualmente: “haciendo la paz” del reino
entre los seres humanos. Jesús nos trajo y nos dejó la paz, para que podamos
convivir y vivir en armonía, pero él nos pide que no seamos pasivos ni
permisivos con los que atentan contra ella, es decir debemos trabajar en
forma permanente por la paz, así podremos caminar al encuentro con el
Padre, con la confianza de ser reconocidos como sus hijos.
8.
FELICES LOS QUE SON
PERSEGUIDOS POR PRACTICAR LA JUSTICIA, PORQUE A ELLOS LES PERTENECE EL
REINO DE LOS CIELOS”
Jesús no se refiere a los que huyen porque son seguidos por cualquier
causa, es preciso, es por causa del bien. Perseguido es aquel que es
molestado, aquel que se le hace sufrir, al que se le busca hacerle daño por
el solo hecho de ser hombre de bien.
Cuando Jesús dice por causa, está considerando el origen o el motivo
incluso el fundamento por el cual se es perseguido. Y el fundamento no es
otra cosa que hacer el bien, buscar lo bueno para sí y los demás en el
sentido moral y espiritual. El perseguido por trabajar por la paz, por el
amor de los hombres, por los valores morales enseñados por Jesucristo, por
vivir en armonía, por estar al lado de los que sufren, por hacer que el
hombre sea bueno, posee el Reino de los Cielo.
Durante la historia del hombre, mucho han sido perseguidos por causa
del bien, muchos han sido martirizados, encarcelados, y han entregado la
vida por una buena causa. Del mismo modo otros han sido perseguido por una
causa religiosa, por esto, ellos deben estar felices, porque de ellos es el
Reino de los Cielos.
9.
“FELICES USTEDES,
CUANDO SEAN INSULTADOS Y PERSEGUIDOS, Y CUANDO SE LOS CALUMNIE EN TODA
FORMA A CAUSA DE MÍ”
Felices, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les
levanten toda clase de calumnias. Bienaventurados son los injuriados,
ofendidos, insultados, acusados dañados y menoscabados a causa de promover
y motivar las enseñanzas de Jesús y por defender su amor hacia Él. Jesús
nuevamente es preciso, se refiere “a causa de mí”, “por causa mía”, es
decir “por amor del Hijo del hombre”. Esto supone la lealtad absoluta a
Jesucristo, a la fe, porque fe es estar incondicionalmente adherido a
Jesús.
Jesús nos invita a estar felices si por él nos acosan, nos persiguen
y nos hacen sufrir. Así lo experimentaron primeramente los apóstoles. Así
fue como también fueron leales servidores de Cristo, con la esperanza
cierta de que así recibirían la recompensa del Cielo.
Jesús, nos promete la felicidad y nos da seguridad de llegar a ella,
solo necesitamos, seguir el camino que a ella conduce, esto es, siendo
leales con sus enseñanzas, viviendo conforme a cómo nos instruyó, a esto
nos está animando, él nos ha dado una pauta de vida y por si vivir de esta
forma, si por cumplir ineludiblemente el camino trazado por El, tengamos
que pasar por grandes dificultades, nos insulten, nos persigan, nos
calumnien, seremos bienaventurados porque hemos llevado fuertemente en
nuestro corazón la proclamación de su mensaje y que por nada dejaremos de
cumplir.
Por todas estas bienaventuranzas, alegremos el corazón, mostremos el
espíritu contento, porque será grande la recompensa, esta es recibir el
cielo.
Que Cristo Jesús viva en sus corazones
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
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