DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR
PROCESION DE LAS PALMAS
EVANGELIO
Bendito el que viene en nombre de] Señor
Lectura del santo evangelio
según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaban a
Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos
discípulos, diciéndoles:
-«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su
pollino, desatadlos y traédrnelos. Si alguien os dice algo, contestadle que
el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde,
montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la
borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La
multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles
y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
-«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene
en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
-«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
-«Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.»
Palabra de Dios.
MISA
La misa de este domingo tiene
tres lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún
motivo pastoral aconseje lo contrario.
Dada la importancia de la
lectura de la historia de la pasión del Señor, el sacerdote, teniendo en
cuenta la índole peculiar de cada asamblea en concreto, podrá leer, si es
necesario, una sola de las dos lecturas que preceden al evangelio, o bien
leer únicamente la historia de la pasión, incluso en su forma más breve.
Estas normas sólo tienen
aplicación en las misas celebradas con la participación del pueblo.
PRIMERA LECTURA
No me tapé el rostro ante los ultrajes,
sabiendo que no quedaría defraudado
Lectura del libro de
Isaías 50, 4-7
Mi Señor me ha dado una lengua
de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana
me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la
espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no
me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro
como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20.
23-24(R.:2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que
lo libre, si tanto lo quiere.» R.
Me acorrala una jauría de
mastines, me cerca una banda de malhechores; me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, echan a
suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven
corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis
hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo; tenedlo, linaje de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo, a pesar de su
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso
a la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el
«Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se
doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Aleluya Flp 2, 8-9
Cristo, por nosotros, se sometió incluso
a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo 26, 14-27, 66
¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?
C. En aquel tiempo, uno de los
Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. -«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo
entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba
buscando ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde quieres que te preparemos la Pascua?
C. El primer día de los Ázimos
se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de
Pascua?»
C. Él contestó
+ -«Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la
Pascua.
Uno de vosotros me va a entregar
C. Al atardecer se puso a la
mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ -«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. -«¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ -«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo
del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al
Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido. »
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. -«¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ -«Tú lo has dicho.»
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
C. Durante la cena, Jesús
cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos,
diciendo:
+ -«Tornad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de
gracias y se la dio diciendo:
+ -«Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada
por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del
fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino
de mi Padre. »
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño
C. Entonces Jesús les dijo:
+ -«Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito:
"Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero
cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. -«Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ -«Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres
veces. »
C . Pedro le replicó:
S. -«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C . Y lo mismo decían los demás discípulos.
Empezó a entristecerse y a angustiarse
C. Entonces
Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ -«Sentaos aquí, mientras voy
allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse
y a angustiarse.
Entonces dijo:
+ -«Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ -«Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se
haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
+ -«¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad
y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la
carne es débil. »
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ -«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas
palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ -«Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya
está cerca el que me entrega.»
Echaron mano a Jesús para detenerlo
C. Todavía estaba hablando,
cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con
espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
El traidor les había dado esta contraseña:
S. -«Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. -«¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ -«Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los
que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la
oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
+ -«Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no
puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de
ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene
que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ -«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos,
como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo,
no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas.
En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del
Todopoderoso
C. Los que detuvieron a Jesús
lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los
escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo
sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué
paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio
contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los
muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que
dijeron:
S. -«Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en
tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. -«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos
cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. -«Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo
de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ -«Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del
hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes
del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. -«Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la
blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. -«Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon,
diciendo:
S. -«Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces
C. Pedro estaba sentado fuera
en el patio, y se le acercó una criada y le dijo:
S. -«También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. -«No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. -«Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. -«No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. -«Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. -«No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de
Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo
afuera, lloró amargamente.
Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador
C. Al hacerse de día, todos
los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la
condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato,
el gobernador.
No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son
precio de sangre
C. Entonces Judas, el traidor,
al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las
treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. -«He pecado, he entregado a
la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. -«¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los
sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. -«No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de
sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para
cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de
Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado,
según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del
Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»
¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús fue llevado ante el
gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ -«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba
nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. -«¿No oyes cuántos cargos presentan contra fi?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.
Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera.
Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les
dijo Pilato:
S. -«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a
Jesús, a quien llaman el Mesías? »
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba
sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -«No te metas con ese justo, porque esta noche
he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que
pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. -«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. -«A Barrabás. »
C . Pilato les preguntó:
S. -«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. -«Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. -«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -«¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando
un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud,
diciendo:
S. -«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. -«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó
para que lo crucificaran.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Los soldados del gobernador
se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la
compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando
una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la
mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. -«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza.
Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo
llevaron a crucificar.
Crucificaron con él a dos bandidos
C. Al salir, encontraron a un
hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando
llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le
dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo.
Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego
se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la
acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos
bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban lo
injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. -«Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti
mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también,
diciendo:
S. -«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel?
Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto
lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Elí, Elí, lamá sabaktaní
C. Desde el mediodía hasta la
media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde,
Jesús gritó:
+ -«Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -«A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en
vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los demás decían:
S. -«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se
hace una pausa.
C. Entonces, el
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas
se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían
muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron
en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo
que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y
María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y
muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él
resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se
aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo
que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían
seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y
María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
José puso el cuerpo de Jesús en el sepulcro nuevo
C. Al anochecer, llegó un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús.
Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo
entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana
limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó
una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del
sepulcro.
Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como
sabéis
C. A la mañana siguiente,
pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y
los fariseos a Pilato y le dijeron:
S. -«Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció:
"A los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el
sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el
cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos." La
última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. -«Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.
»
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia
del sepulcro.
Palabra de Dios.