Caminando en Oración Pedro Sergio Antonio Donoso Brant LA ORACION, QUE ES ORAR Y COMO
ORAR (experiencia personal) Taller sobre la oración, presentado en la Escuela de la Fe, verano 2006, participaron 35 personas, le agradezco al Señor haberlo hecho, pues me fue muy útil, porque mis eventuales alumnos me enseñaron mucho mas, tuve 35 maestros, el Señor les Bendiga. Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el
cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones. (1 Tim 2,8) PRIMERA
PARTE: ¿QUE ES ORAR?, ALGUNA
PREGUNTAS, ALGUNAS RESPUESTAS ORAR, PENSAR EN DIOS Y SENTIR A DIOS COMO A UN AMIGO EL ORAR, PARA ENCONTRARNOS CON DIOS, TRANSFORMARNOS Y SENTIR QUE DIOS NOS VA MOLDEANDO ORAR PARA VIVIR UNA VIDA ESPIRITUAL ORAR CON EL ALMA, EL ACCESO A DIOS ORAR DEJANDO AL ALMA A SOLAS CON DIOS ORACIÓN DEL ALMA ENAMORADA San Juan de la Cruz COMO ORAR – HACER SU PROPIA REGLA DE ORACION REFLEXION DE LA SEGUNDA PARTE, COMO ORAR PRIMERA PARTE: ¿QUE ES ORAR?, ALGUNA
PREGUNTAS, ALGUNAS RESPUESTAS Nos hacemos una gran pregunta, me
hago una gran pregunta, “¿QUÉ ES ORAR?” A
veces nos cuesta mucho entender que es orar, del mismo modo nos cuesta
esforzarnos para acercarnos al Señor, nos falta experiencia de apertura, de
saber como acogerlo, de saber esperarlo. Sin embargo El, quien mas nos ama,
esta siempre esperándonos, y lo curioso
es que nos esta lejos, esta muy junto a nosotros, suplicando en
nuestros oídos que nos abramos a El, que le oigamos, que no nos desentendamos
de El, que los acojamos en nosotros, El no se cansa nunca de invitarnos.
Entonces orar es substancialmente dar el sí en la gracia, es contestar la invitación
del Señor, es un decir: "Aquí estoy, Señor". "Dios es la eterna novedad" (San Juan de la Cruz) y los caminos de encuentro con él son también misteriosos, en cualquier recodo del camino, allí esta esperándonos, para que le respondamos; “A tu disposición; haz de mí lo que quieras” “Señor, enséñanos a orar”, (Lc 11,1) le piden los discípulos a Jesus, sin
embargo ellos sabían mucho de oraciones, eran judíos y tenían que recitarlas
varias veces durante el día. Pero se dieron cuenta del maravilloso mundo de
estar en compañía de Jesus, su cercana amistad, su natural inclinación por
hacer el bien, su pasión por el Reino, entonces se aproximan a El, para
pedirle: “Enséñanos a orar”. Y Jesús les mostró su corazón, les enseñó al
Padre, les dio su vida, su secreto, lo que llevaba de más entrañable dentro. Pero
aún nos faltan muchas preguntas, y esperamos muchas respuestas sobre que es
orar. El Nuevo Catecismo nos dice: "La oración es la relación viva de
los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y
con el Espíritu Santo". Y nos responden que es orar algunos santos testigos: "La oración es la elevación
del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes". San Juan Damasceno: (Teólogo griego; Presbítero y
Doctor de la Iglesia 675-749, Llamado "Orador de Oro" por su
elocuencia. Gran poeta de la Iglesia del Este) "La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de El". San Agustín, Obispo de Hipona y doctor de la iglesia (354-430, Uno de los cuatro doctores originales de la Iglesia Latina, llamado "Doctor de la Gracia".) "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde la prueba como desde dentro de la alegría". Santa Teresa del Niño Jesús: (Santa Teresita del Niño Jesus y de la Santa Faz, "La Florecita", "Santa Teresita de Lisieux" Patrona de amor”) "A mi parecer no es otra cosa oración sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". Santa Teresa de Jesús, (Santa Teresa de Ávila, contemplativa, fundadora de las Carmelitas Descalzas, Doctora de la Iglesia) 2) ORAR, PENSAR EN DIOS Y SENTIR A DIOS COMO A UN AMIGO “Perseverad en la oración, velando en ella
con acción de gracias” (Col. 4:2) Hay
muchas orientaciones prácticas que nos dicen que es orar y como debemos estar
para orar, algunos recomiendan disciplinas, otros muchos conocimientos sobre
la fe, también se dice que hay que estar esperanzados, se recomienda estar
llenos de ilusión, tranquilos, compenetrados, en fin se dan todo tipo de
recomendaciones. Sin
embargo, sabiendo que orar es hablar con Dios, y que para hablar con El no
hay que pedirle hora o una cita especial, esto es, que lo podemos hacer en cualquier instante
y donde estemos, hagamos siempre de este diálogo algo sencillo. Muchas veces,
no sabemos que o como orar, porque no nos damos cuenta que hablar con Dios es
como hablar con nuestro papa, del mismo modo como lo puede hacer cualquier
hijo. Entonces orar es darle a conocer a Dios nuestras preocupaciones,
contarle las cosa buenas que hemos decidido hacer y pedirle todo lo que sea
necesario para caminar hacia la santidad. Por todas esas cosas, también orar
es alabar al Señor, agradeciendo todo lo bueno que es con nosotros. Algunas
veces queremos rezar y nos ponemos a pensar que le digo al Señor. Y buscamos
palabras bonitas. Sin embargo, orar no es solamente pensar cosas buenas
respecto a Dios, de Cristo o de la Santísima Virgen, orar, es mucho más que
sentimientos de caridad, va mas allá de sentirse piadoso, tampoco es decir
muchas palabras lindas. Rezar es darse cuenta de la presencia de Dios en
nosotros, por tanto es entregarnos a El, abrirnos a El, sentir en el corazón
que le pertenecemos, es darse cuenta que El nos quiere solo para El. Por
eso, al rezar, no solo debemos dejar que actúe nuestra mente, también debemos
permitirnos orar con el corazón, por que la oración es sentimiento. La
oración también es vivencia de Dios, de contacto con El y permanecer en El. La
oración es experiencia en emocionarse y transformarse con Dios. Es así, como
cuando nos dispongamos a rezar, no pensemos tanto que es lo que le debemos
decir, por que hacer mucho razonamiento
no nos va ayudar a transformarnos, porque son las emociones y las huellas de Dios, las que en nosotros
producen el cambio. Orar no es descubrir cerebralmente una exactitud
teológica. Orar es vivir sencillamente la presencia de Dios y es un don precioso
recibido gratuitamente que acogemos con humildad y con modestia. Son
nuestras vivencias las que nos hacen cambiar, es nuestra experiencia en Dios
la que nos transforma, por eso cuando rezamos, sentimos que algo nos cambia,
porque cuando hacemos oración estamos en relación con Dios, y todo lo bueno
de Dios nos va contagiando y se va quedando en nosotros. Al
orar, entreguemos todo nuestro amor a Dios, así, será mucho mas fácil
descubrir el rostro de Cristo presente en muchos de nuestros hermanos, porque
la caridad por los hombres viene del amor a El. Si vivimos en conflicto con
Dios, también vivimos en dificultades con nuestros hermanos, si vivimos en
una afectuosa relación con Dios, también las vivimos con los hombres. La
Beata carmelita Isabel de la Trinidad, nos recomienda: “vivir con Dios
como con un amigo” y dice que: “así
se halla nuestro cielo en la tierra, pues el cielo es Dios y Dios está en
nuestra alma”, porque cuanto más cerca se
vive de Dios más se ama. Las almas penetran en Dios mediante la fe viva,
simplificadas y en paz. Y hay más respuestas de santos testigos: “La oración es la elevación de
nuestro corazón a Dios, una dulce conversación entre la criatura y su
Criador. (Sermón sobre la oración) SANTO CURA DE ARS “La
adoración es el acto por el que uno se dirige a Dios con ánimo de alabarle” ORÍGENES,
( “La oración es el acto propio de la criatura
racional” SANTO TOMÁS: (Suma Teológica, 2-2, q. La
oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia:
venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos
menos de abandonarnos a El, nuestro Creador y Señor, con plena y total
confianza [...]. La oración es, ante todo, un acto de inteligencia, un
sentimiento de humildad y reconocimiento, una actitud de confianza y de
abandono en Aquel que nos ha dado la vida por amor. La oración es un diálogo
misterioso, pero real, con Dios, un diálogo de confianza y amor. (SS. JUAN
PABLO II Aloc. 14-III-1979) 3) EL ORAR, PARA ENCONTRARNOS CON DIOS, TRANSFORMARNOS Y SENTIR QUE DIOS NOS VA MOLDEANDO “Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales,
cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier
motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo”. Ef. 5:19-20) DIOS, QUE SE DA A SÍ MISMO. La oración es ante todo un don de Dios
misericordioso que nos trata como a hijos, sin mérito alguno de nuestra
parte, y nos da al tiempo el poder de escucharle y responderle como a Padre.
La oración es lo que hace Dios con el hombre, y no al revés. No conviene
perder de vista este hecho primordial. Poder orar es, para nosotros, una
gracia increíble, un don inmenso. LA PERSONA HUMANA, QUE RESPONDE. El don de Dios hace posible la respuesta del
hombre. El hombre se siente hijo y no recibe los dones como siervo mudo, sino
que acoge y agradece y actúa con iniciativa en el diálogo con Dios. La
oración requiere empeño por parte del creyente, que se abre a Dios con todo
su ser. EL ENCUENTRO. Dios, que muestra su rostro y se desvela como
apasionado buscador del hombre, y el orante, que también quiere descubrirle
su rostro a Dios en verdad, se encuentran y se comunican. Surge así un
encuentro en fe y amor, diálogo de amistad, trato familiar. SER CONCIENTE DE QUE DIOS QUIERE
ENTRAR EN COMUNIÓN CONTIGO. Dios nos llama a
nuestra puerta, El quiere entablar amistad con nosotros, al orar les abrimos
la puerta. BUSCAR NUESTROS MOMENTOS PARA
ESTAR CON EL. Es el instante en que sentimos
como la oración es un encuentro con Dios en la verdad, la de él y la nuestra. APRENDER ESTAR ANTE EL, CON EL, Y
DE EL. Recordando, siempre que la oración es
un don y lleva a la vida. LA ORACIÓN ES LA LLAVE que abre nuestro corazón y nuestra alma al
Espíritu Santo; es decir, a Su acción de transformación en nosotros. Al orar,
permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra
voluntad- para ir adaptando nuestro ser a Su Divina Voluntad. (cfr. CIC
2825-1827) “La oración nos va descubriendo el misterio de la Voluntad de Dios.” (cfr. Ef.1,9). LA ORACIÓN NOS VA TRANSFORMANDO, nos va moldeando,
creando nuestro ser a esa forma de ser y de pensar que Dios busca, nos
va permitiendo crear en nosotros una inclinación natural de ser mas
misericordiosos, nos va haciendo ver las cosas y los acontecimientos, como
Dios los ve, por tanto, la oración nos va forjando nuestra vida a los planes
que Dios tiene para nosotros. Dejémosle que haga en nuestra alma su trabajo
de alfarero para ir moldeándola de acuerdo a su voluntad. LA ORACIÓN, NOS PERMITE UNA
RELACIÓN VIVA, PERSONAL, INTIMA CON DIOS, “Para
mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia
el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la
prueba como desde dentro de la alegría”
(Santa Teresa del Niño Jesús). "LA ORACIÓN ES LA ELEVACIÓN
DEL ALMA A DIOS, (San Juan Damasceno), donde
con gran humildad reconocemos la necesidad de ella, “el hombre es un mendigo
de Dios (San Agustín), LA ORACIÓN ES SED DE DIOS y El tiene sed de los hombres. "Si
conocieras el don de Dios"(Jn 4, 10). La maravilla de la oración se
revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua:
allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y
el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las
profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el
encuentro de la sed de Dios y de sed del hombre. Dios tiene sed de que el
hombre tenga sed de El (San Agustín) CIC Y más testigos nos ayudan diciéndonos: “Cuando se ama, se desea hablar
constantemente con el amado, o al menos contemplarlo incesantemente. En eso
consiste la oración.” Beato Charles de
Foucauld (Hermano Carlos De Jesús) “El don de la oración está en
manos del Salvador. Cuanto más té vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor
propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo
comunicará Dios a tu corazón.” San Pío de
Pieltrecina.- “Con la oración conocemos nuestro
puesto en presencia de Dios, quién es Dios y quiénes somos nosotros” San Maximiliano Kolbe “Debemos amar la oración. La
oración dilata el corazón hasta el punto de hacerlo capaz de contener el don
que Dios nos hace de Sí mismo” Beata Madre
Teresa de Calcuta 4) ORAR PARA VIVIR UNA VIDA ESPIRITUAL “Igualmente, el mismo Espíritu
viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido;
pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que
sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión
en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina. Rom. 8:26-27 Nuestra
vida está en juego……Se nos va la Vida…… “Yo soy la Vida”……La oración nos hace
revivir……. Y el mundo no sabe orar…… “Toda la tierra está desolada porque no
hay quien haga oración”……nuestro mundo se está muriendo……y no lo sabe.
¿Médicos de urgencia? Sí, para la vida física, pero para la vida del
alma……Dramático, pero no menos cierto, pues nuestra vida está en juego y
nuestra pregunta era como encender en nosotros el espíritu de la oración,
para que tengamos vida, para que participemos de la salvación. La
oración nos inyecta sangre, cuando la vida actual nos desangra, hoy le
añadimos que es el oxigeno que respira el alma. Hay
muchas cosas de importancia para nuestra vida, si nos respiramos, no vivimos,
y si al alma no le damos el equivalente a su oxigeno para el cuerpo, es decir
la oración, el alma no vive. La
vida espiritual necesita para vivir la oración, la vida espiritual se muere
si a ella no recurrimos. Pero
toda oración debe llevar implícito el amor, a Dios como nuestro Padre y todos
sus hijos como nuestros hermanos, un corazón que vive la oración en amor,
hace oración, sin amor, es poesía para
los oídos. Cuando
oramos, nos entregamos como hijos que se ofrecen a la voluntad de Dios, nos
ofrecemos de corazón, como del mismo modo mostramos gratitud, sumisión,
contrición, actitudes que son verdaderas solo si van con sentimientos, por
todo ello, nos nace el deseo de glorificar a Dios. La
oración es lo que mejor nos acerca a Dios si esta nace en nuestro corazón y
para que en el se produzca debe estar estimulado, y para incitarlo hay que
prepararlo. ¿Se puede hacer oración si no tenemos en nosotros el espíritu de
la oración? 6) EDUCAR EL CORAZON PARA DIOS Ciertamente
lo que más hacemos es recurrir a las oraciones que nos son conocidas, las que
están en nuestros devocionarios, libros, estampas y Libros Sagrados, son
ellas las que nos van educando el corazón, lo estimulan y lo hacen entrar en
el espíritu de la oración. En
efecto, aquellos hombres inspirados por el espíritu, santo, santas y buenos
hijos de Dios que fueron capaces de escribir bellas oraciones, lo hicieron
con la fuerza que les vino de Dios y les llego por tanto amor que sentían por
EL. Por tanto, son oraciones donde la fuerza de la oración esta implícita. El
Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”.
(Mc 12, 28-34) Del
mismo modo debemos orar, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con
todo nuestro espíritu y con todas nuestras fuerzas, comprendiendo muy bien
los que oramos, en el corazón y la mente, de esta forma el corazón se ira
educando en la oración y se verá siempre estimulado a hacerlo. 7) PREPARAR EL CORAZON PARA DIOS Preparar
el corazón para Dios, es ir preparándose para El cuando tengamos la
oportunidad de verlo Cara a Cara. Esto implica que no podemos llegar a El si
no estamos preparados. Nuestra oración tampoco llegara con fuerza a El si no
hemos tenido una preparación y rezamos sin sentimientos. También debemos
tener presente que luego de orar, debemos dejarle tiempo a Dios para se
dirija a nosotros. Resumiendo, si rezamos de prisa, sin sentimiento, sin
preparación y luego no nos damos tiempo de oír a Dios, de nada o poco nos ha
servido. Preparar
el corazón para Dios en la oración, requiere de una liberación de todo lo que
nos impide concentrarnos solo en El. Le podemos hacer presente en la oración
nuestras preocupaciones, pero no podemos estar pendiente de nuestras
obligaciones diarias mientras oramos o mientras nos preparamos a orar o
cuando nos disponemos a oírle. Un
corazón preparado para orar, esta en humildad, por lo tanto, respetuosos y
rendidos a El Ningún
dialogo puede ser agradable si hay tensión en la conversación, si no hay
sinceridad en lo que decimos, sin concentración, en una posición incomoda o
si nos expresamos con desgano. Tampoco es agradable hablarle alguien que no
esta concentrado, que no nos presta la debida atención. Para con Dios es lo
mismo, el estará en agrado, si nosotros mostramos sinceridad, concentración,
preparación para recibir su mensaje. En síntesis, si nuestro espíritu estar
fortalecido en la oración, estamos en el agrado de Dios. Para
comprender mejor esta idea, recordemos que Dios se complace de los
misericordiosos, como de los que desean vivir con un corazón puro. Orar en el
agrado de Dios, es rogar por la liberase de las faltas en un estado de
vergüenza por cometerlas, orar ofreciendo el perdón de las faltas de los
demás debe hacerse perdonando en el corazón a todos los que nos han ofendido. Y más testigos, salen a nuestro encuentro: “En el diálogo amoroso de un alma
con Dios germinan los grandes acontecimientos que cambian el rumbo de la
historia.” Santa Edith Stein “La oración es una compañera
inseparable de la vida cristiana…... Quien ora se ocupa en la cosa más
importante.” San Juan Bosco “Por la oración hablamos a Dios y
Dios nos habla a nosotros, aspiramos a El y respiramos en El, y El nos
inspira y respira sobre nosotros.” San
Francisco de Sales “No cesa de orar quien no cesa de
bien obrar... El afecto de la caridad equivale a una oración continua.” Santa Catalina de Siena 9) REFLEXION DE LA PRIMERA PARTE El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque ni siquiera
sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede con
insistencia por nosotros, con gemidos inefables (Romanos 8,26). Hemos
tratado de dar respuesta a la pregunta ¿Qué es orar?, hemos reflexionado
sobre diversas definiciones, hemos tratados algunos temas específicos, se han
entregado algunas de las opiniones de los testigos, santos y beatos orantes,
hemos leído lo que significa la oración para Santa Tersa de Jesus, maestra de
la oración, ustedes han dado respuesta a lo que creen y sienten lo que es
orar. Todas sus respuestas están acertadas, todo lo que se ha dicho y escrito
es valido. “Todas las oraciones son buenas, siempre que vayan
acompañadas, por la recta intención y la buena voluntad”. (San Pío de Pieltrecina) ¿Entonces
ya sabemos lo que es orar? ¿Ya tenemos experiencia de que oramos?, ¿la
oración nos va transformando?, ¿y que nos va acercando más a Dios? No podemos
analizar de una forma sencilla nuestro recorrido de orantes, no nos dejaría
satisfechos, tampoco podemos conocer el nivel de oración de cada persona,
aunque nos guste saberlo, se nos está vedado, incluso para la propia persona
orante. Lo que conviene tener claro de todas maneras es que la oración no es
una torre de marfil. Ni una estantería con cajoncitos en los que registramos
nuestro cumplimiento. La oración es para la vida. Forma parte de nuestra
vida. Y nuestra vida tiene un sentido personal y otros muchos sentidos,
familiar, social, económico, de contribución a la prosperidad de la
comunidad, tanto doméstica como cívica y humana. Tiene en cuenta el
crecimiento de la propia persona y el de toda la humanidad. Dicho esto, hay
que tener en cuenta que la experiencia primera y palabra primera para quienes
se deciden a "entrar" en el castillo interior, en el camino de la
oración-amistad es la perseverancia. ¿Por qué? Porque pronto se experimentan
las resistencias que opone el egoísmo, los cansancios que genera el amor
interesado en el "trato de amistad" con Dios. Dios,
"buen vecino", incansable en llamar al hombre, no se muestra
arrollador. Y menos acude a las instancias del novicio orante. Por lo demás,
éste tiene muy cerca de sí, a sus espaldas, el mundo que ha dejado. Le sigue
atrayendo. Le hostiga. La impresión es que apenas ha cambiado de
"objeto": de las criaturas a Dios. Pero con el mismo talante
posesivo y egoísta. ¿Conquista o abandono? ¿Egoísmo o amor gratuito,
desinteresado? Santa
Teresa, con voz segura y firme, denuncia y proclama la verdad del orante: su
situación espiritual pobre, que genera cansancio, hastío; el objetivo hacia
el que debe encaminar con decisión sus pasos es el amor gratuito. "Toda
la pretensión de quien comienza oración" ha de ser rendirse amorosamente
a Dios. Mirarle, no mirarse. No acordarse de sí, ni de que hay regalos en
este camino. La "sustancia" de la vida espiritual: aceptar al otro,
Dios, en su ser y en su manera de actuar y comunicarse con nosotros. Ni
siquiera hay que aconsejarle cómo ha de hacerlo. Todo es accesorio fuera de
este rendimiento a la voluntad de Dios. Reconocer desde el principio, y
aceptar, su protagonismo. Y
como testigo final de esta parte, le hacemos la preguntas a SS Juan Pablo II,
y a través del Libro “El Umbral de la
Esperanza” nos responde que es orar. Me
preguntan cómo reza el Papa. Se los agradezco. Quizá convenga iniciar la
contestación con lo que san Pablo escribe en la Carta a los Romanos. El
apóstol entra directamente cuando dice: El Espíritu viene en ayuda de nuestra
debilidad porque ni siquiera sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu
mismo intercede con insistencia por nosotros, con gemidos inefables (Romanos
8,26). ¿Qué
es la oración? Comúnmente se considera una conversación. En una conversación
hay siempre un yo o un tú. En este caso un Tú con la T mayúscula. La
experiencia de la oración enseña que si inicialmente el yo parece el elemento
más importante, uno se da cuenta luego de que en realidad las cosas son de
otro modo. Más
importante es el Tú, porque nuestra oración parte de la iniciativa de Dios.
San Pablo en la Carta a los Romanos enseña exactamente esto. Según el
apóstol, la oración refleja toda la realidad creada, tiene en cierto sentido
una función cósmica. El
hombre es sacerdote de toda la creación, habla en nombre de ella, pero en
cuanto guiado por el Espíritu. Se debería meditar detenidamente sobre este
pasaje de la Carta a los Romanos para entrar en el profundo centro de lo que
es la oración. Leamos: «La creación misma espera con impaciencia la revelación
de los hijos de Dios; pues fue sometida a la caducidad -no por su voluntad,
sino por el querer de aquel que la ha sometido-, y fomenta la esperanza de
ser también ella liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en
la libertad de la gloria de los hijos de Dios. En
la oración, pues, el verdadero protagonista es Dios. El protagonista es
Cristo, que constantemente libera la criatura de la esclavitud de la
corrupción y la conduce hacia la libertad, para la gloria de los hijos de
Dios. Protagonista
es el Espíritu Santo, que viene en ayuda de nuestra debilidad. Nosotros
empezamos a rezar con la impresión de que es una iniciativa nuestra; en
cambio, es siempre una iniciativa de Dios en nosotros. Es exactamente así,
como escribe san Pablo. Esta iniciativa nos reintegra en nuestra verdadera
humanidad, nos reintegra en nuestra especial dignidad. Sí, nos introduce en
la superior dignidad de los hijos de Dios, hijos de Dios que son lo que toda
la creación espera. Se
puede y se debe rezar de varios modos, como la Biblia nos enseña con
abundantes ejemplos. El Libro de los Salmos es insustituible. Hay
que rezar con gemido inefables para entrar en el ritmo de las súplicas del
Espíritu mismo. Hay
que implorar para obtener el perdón, integrándose en el profundo grito de
Cristo Redentor (cfr. Hebreos 5,7). Y
a través de todo esto hay que proclamar la gloria. La oración siempre es un
“opus gloriae” (obra, trabajo de gloria). El
hombre es sacerdote de la creación. Cristo ha confirmado para él una vocación
y dignidad tales. La criatura realiza su “opus gloriae” por el mero hecho de
ser lo que es, y por medio del esfuerzo de llegar a ser lo que debe ser. También
la ciencia y la técnica sirven en cierto modo al mismo fin. Sin embargo, en
cuanto obras del hombre, pueden desviarse de este fin. Ese riesgo está
particularmente presente en nuestra civilización que, por eso, encuentra tan
difícil ser la civilización de la vida y del amor. Falta en ella el “opus
gloriae”, que es el destino fundamental de toda criatura, y sobre todo del
hombre, el cual ha sido creado para llegar a ser, en Cristo, sacerdote,
profeta y rey de toda terrena criatura. Sobre
la oración se ha escrito muchísimo y, aún más, se ha experimentado en la
historia del género humano, de modo especial en la historia de Israel y en la
del cristianismo. El hombre alcanza la plenitud de la oración no cuando se
expresa principalmente a sí mismo, sino cuando permite que en ella se haga
más plenamente presente el propio Dios. Lo testimonia la historia de la oración
mística en Oriente y en Occidente: san Francisco de Asís, santa Teresa de
Jesús, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola y, en Oriente, por ejemplo,
san Serafín de Sarov y muchos otros. Juan Pablo II, (El Umbral de la
Esperanza) “Jesús tomó la palabra y dijo: Vengan a mí todos los que están
afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y
aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán
alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”. Mt 11, 28-30 La
forma como estamos acostumbrado, (generalizando), es la oración que hacemos
en palabras, la oración vocal, (más adelante hablaremos que es la oración
vocal) por lo general esta son conocidas de memoria. Pero hay muchas que son
de nuestros libros de oraciones. También oramos escuchando una oración, en
especial si estamos bien estimulados, con un corazón muy cercano a Dios,
entrando con todo en el espíritu de la oración. Cabe
destacar, que muchas oraciones de hombres buscadores de Dios y la santidad,
traen incluida gran fuerza, entonces si las leímos o las escuchamos y las
seguimos con gran atención, nuestra alma se inflamará de gozo. Y si nos vamos adentrando en el alma de la
oración, es decir dejando que el espíritu se comprenda en ella, obtendremos
la fuerza que trae incluida. Estas
pequeñas razones nos invitan a estar siempre dispuesto a orar, porque si no
lo estamos, no podremos conseguir la fuerza de la oración. Estar dispuestos
es estar preparados para sentirnos
cercanos a Dios al orar. No
debemos orar a la rápida y sin afecto. Nuestra propia experiencia nos lo
dice, que no nos resultan nuestros ruegos cuando le pedimos a alguien algo
para nosotros si los hacemos de modo poco atento, o si nos darnos poco tiempo para hablar o
recibir una respuesta. También la experiencia nos enseña que si pedimos algo
a alguien, hay darse tiempo para agradecer y mostrar nuestra satisfacción.
Por esa razón, al orar hay que mostrase afectuoso con Dios y al final de
nuestros momentos de oración agradecer a Dios el encuentro que se ha tenido. Entonces
busquemos orar despacio, con gran atención, no es un diálogo obligado,
recitando la oración, convirtiéndola lentamente en una oración mental,
buscando que nos eleve muy alto. "No poseo el valor para buscar plegarias hermosas en los libros;
al no saber cuales escoger, reacciono como los niños; le digo sencillamente
al buen Dios lo que necesito, y Él siempre me comprende." (Santa Teresa
del Niño Jesus- Teresa de Lisieux) Al
orar tenemos que tener presente, nuestra mínima preparación, hacerla con
solicitud y sentimientos y una vez finalizada, dejemos un tiempo para
disfrutar y prolongar en nosotros ese espacio que nos hemos acercado a Dios
antes de comenzar nuestras tareas habituales. Podemos
ayudarnos en nuestra preparación con algún buen libro, alguna lectura
evangélica, o con nuestra maestra de oración, Santa Teresa de Jesús, o con
algún autor místico como San Juan de la Cruz, también ayudan Santa Teresita
del Niño Jesus, Carlos de Foucauld, SS Juan Pablo II entre otros o el que sea
de su preferencia. Estemos
donde estemos, antes de iniciar nuestra oración, debemos darnos un tiempo
para liberarnos de esas cosas que nos alejan de Dios, aunque sean mínimas
preocupaciones. Es el tiempo para Dios. Hay que avivar el alma. Hay que tener
presente que vamos a entablar un Dialogo con Dios, todo un ministerio va a
estar con nosotros. Orar
es estar en humildad, obediencia y sumisión. Orar es estar en paz, concordia
y amistad. Orar es estar armonía, acuerdo y conciliación con Dios. Es un
instante en el que debemos estar muy preparados, si lo logramos, hemos
avanzado un gran paso. Oremos
amando al amado Dios, San Juan de la Cruz dice: “El mirar de Dios es amar”,
Carlos de Foucalud dice: “Mientras mas se ama, mejor se reza”. Dios nos ama
con mucha fidelidad, y lo mejor, es que nos ama mas, cuando mas estamos
necesitado de El, cuando muchas veces todos nos han dejado solo en nuestras
dificultades, el no nos abandona. Oremos
sintiendo su amistad. Es un trato amistoso, Dios y yo. Como nos enseño Santa
Teresa de Jesus, “Tratar de amistad, estando muchas veces a solas, con quien
sabemos nos ama”. Dios es nuestro amigo. Hemos hablado de estar preparado. Si
estamos listos, sentiremos lo que es estar con un amigo, entonces ya no
estaremos tan preocupados de lo que vamos a decir en este tiempo y
disfrutaremos como es estar en un verdadero clima de amistad divina. “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su
alma? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida (alma)? Mt 16:26 13) ORAR CON EL ALMA, EL ACCESO A DIOS Que
es el alma?, es una pregunta con muchas respuestas.
Y no es fácil dar una contestación que sea bien comprendida, sin embargo es
lo más valioso que tenemos los hombres. Alma significa el principio
espiritual en el hombre (CIC. 363). El alma y el cuerpo: una naturaleza. Cada
alma es creada directamente por Dios y desde la concepción de cada ser humano
creando un alma inmortal. El alma le da al hombre acceso a Dios. En efecto,
el hombre, con el alma hacia Dios, abierta totalmente a El, se abre a la
verdad y a las respuestas sobre la existencia de Dios, es en ese instante en
el que percibe los signos de su alma espiritual, es allí es donde mejor
comprende, que su alma no puede tener otro origen que no sea Dios (CIC 33). Es
la oración un misterio. Existe un estado donde el amor de Dios es puro al
extremo, es el estado donde el alma ama a Dios y se hace dependiente de El.
La oración hecha con toda el alma, es la predilecta para el corazón de Dios,
es la oración que le cautiva. Su influencia es asombrosa. Diríamos que la
oración es una corriente, un río manso de aguas fecundas que va fertilizando
lógicamente, con la lógica desconcertante de Dios, los caminos de las almas y
los mismos laberintos de ellas. Arquímedes pedía un punto de apoyo para
levantar la tierra. El hombre tiene en la oración esa palanca colosal. Si
podemos hablar así, diremos que la oración agiganta al hombre y debilita a
Dios. La fuerza del hombre y la debilidad de Dios (San Agustín). Al enseñarle
a orar Dios ha dado armas para ser vencido por el hombre, como lo fue Dios
por Jacob. (Jesus Marti B.) Un alma unida a Cristo Jesus, orando salva al
mundo. Estar
frente a una cruz contemplado al crucificado, nos motiva a orar al Señor, si
es frente a la imagen de Maria Santísima, le rogamos que interceda por
nosotros, si es algún santo, le rogamos para que actúe milagrosamente a los
que requerimos. Todo esto esta bien, pero no debe ser para nosotros
indispensable esto para que estemos dispuesto a orar. Cuando
sentimos la necesidad de estar con Dios en una conversación por lo que
creemos importante, solo tenemos que dirigirnos a El, no le pedimos una cita
ni le preguntamos si esta ocupado. Es algo muy sencillo dirigirse a Dios,
pero requiere cierta conducta que debe cuidarse, como por ejemplo no apurarse
para hablarle. Es bueno estar compenetrado con las palabras con las cuales
nos vamos a dirigir. En otras palabras, tenemos que reavivar nuestro corazón
para que sea más sencillo comprender y sentir el misterio de dialogar con El. Tenemos
que evitar que nuestra mente vaya a otros pensamientos, y si este se nos va
lo debemos regresar al comienzo nuevamente y así de este modo, ir aprendiendo
a no distraernos mientras oramos. Si
alguna parte de nuestro diálogo nos inflama el alma, es bueno deleitarlo,
porque es signo de que nuestro espíritu de oración esta comenzando a intuir
la presencia del gozo por orar y que nos estamos consolidando en el espíritu
de la oración. Al
terminar nuestro instante de oración, comencemos el resto de las actividades
sin prisa, meditemos el momento que hemos disfrutado y que sentido ha tenido
para nosotros. No hay momentos más dulces en nuestra vida que el amoroso
dialogo con Dios, por cuanto después de cada oración intentemos prolongar esa
dulzura que hemos saboreado, así vamos educando nuestro espíritu, es decir lo
vamos encantado. Si
mantenemos esta actitud, nos iremos dando cuenta que se nos ira de nuestra
mente ese idea de que orar es aburrido, al contrario es fascinante, ya que
toda palabra o pensamiento bien invocado, nos dejará una huella imborrable y
beneficiosa en nuestra alma. La perseverancia, ira profundizando esta huella
y nos traerá mas permanencia de Dios en nosotros. Sean
estos sencillos consejos, un pequeños paso en la formación de nuestro
espíritu orante, si logramos asimilarlo, será para nosotros el comienzo de la
mas maravillosa relación con Dios. 15) ORAR DEJANDO AL ALMA A SOLAS CON DIOS "El alma que anda en amor, ni cansa,
ni se cansa". (San Juan de la
Cruz) Si
hemos logrado un acercamiento a Dios mediante la oración intima, es decir con
las palabras, sentimientos y oraciones que han ido brotando de nuestro
corazón, hay que dejar al alma a solas con Dios, que ella entre en dialogo,
que ella se encumbre a Dios, se abra y se refugie en el, y se quede en estado
de confianza, de tal modo que pueda expresarle todo lo que sienta, confesarle
todo lo que anhela. Si logramos esto, nuestra alma se ira educando en Dios. Por
tanto es muy importante que nos vayamos acostumbrarnos a dirigirnos a Dios.
Dirigirnos con el alma enamorada a El, con el alma entregada a El, buscando
que ya no sea nuestra, sino que toda de El. Dios
es el creador de toda la naturaleza, esa es nuestra fe y toda palabra que
viene de Dios es sabiduría plena, nadie es más justo que El y El lo dirige
todo. Si todo esto esta en nosotros, y si estamos conciente de que Cristo
Jesús ha venido para salvarnos, y que tenemos de regalo la gracia, de un Dios
amoroso, de un Cristo Jesus que se conmueve de todo sufrimiento humano, el
mismo Cristo que lloró al ver el llanto de María (Resurrección de Lázaro, Jn
11:38-44.). Esta emoción y lágrimas de Jesús, es una emoción profunda,
legítima y bondadosa del Señor ante la muerte de su amigo, a quien Jesús
amaba. En esas lágrimas de Jesús, quedaron santificadas todas las lágrimas
que nacen del amor y del dolor de cada cristiano. La conciencia de a quienes
nos dirigimos, el saber a quien nos entregamos con todo el corazón, su
calidad y su actuar sobre nosotros, ira formando al alma para deleitarse de
estar con El. Parece un poco rudo decir: deja que Dios te ablande el corazón,
pero si se lo entregamos sin restricción, nuestra alma comenzará a fluir en
rica oración. El alma unida a Dios se diviniza de tal manera que llega a pensar, a
desear y obrar conforme a Jesucristo. (Santa Teresa de Jesus) 16)
ORACIÓN DEL ALMA ENAMORADA San Juan de la Cruz ¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no
hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo
que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en
ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi
ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y
hágase. Y si a las obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor
mío?; ¿por qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia
la que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo, pues le quieres, y dame este
bien, pues que tú también lo quieres. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Habéis oído que se
dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a
vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de
vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover
sobre justos e injustos. (Mt 5,43-48) Habíamos
comentado de orar en amor y amistad, ahora exponemos: como orar amando a
Dios. Comenzamos reconociendo que el amor solo es verdadero, si expresa un
sentimiento real, sólido y estable, ansioso de encuentro y unión con el
amado. Orar amando a Dios, debe expresar esos sentimientos ansias de
encuentro con el amado. "Mi
Amado es para mí y yo para mi Amado" (Cantares 2, 16) El
amor es dar y darse, es renunciar a los deseos propios por los del ser amado
sin considerar que esta renuncia es un sacrificio. El amor verdadero desea
profundamente el bien y la felicidad plena del ser que ama. Dios
nos ama y nosotros amamos a Dios. Pero este amor no es como lo entienden
comúnmente los hombres, salvo que haya vivido una experiencia de Dios
enriquecedora. ¡Oh, Señor mío! ¡Qué delicada y fina y sabrosamente sabéis tratar a
quienes os aman! (Santa Teresa de Jesus V 25, 17). Pero
los hombres no somos muy finos para tratar a muchos hijos de Dios, que se
deleitan por ser espirituales y no se abstraen para nada de las cosas de
Dios. Incluso, si en un instante caen, nos place criticarlos. Pero esto no es
nuevo, hay muchos casos en nuestra historia cristiana donde hombres
iluminados han vivido en la oscuridad por ser considerados “Bichos Raros”. Un
gran ejemplo es San Juan de la Cruz, quien sintió en su piel la monición muy
utilizada de que nadie es profeta en su tierra. A pesar de haber vivido años
muy duros desde su juventud, tiempo en que su hermano Luis murió de hambre,
es un hombre empapado de amor, delicado y sensible. "Donde no hay amor,
ponga amor y cosechará amor", pensaba el Santo Poeta incansable buscador
del amor que también decía: "El alma que anda en amor, ni cansa, ni se
cansa". San
Juan de la Cruz, define el amar a Dios así: "Amar es trabajar en
despojarse y desnudarse por Dios, de todo lo que no es Dios". Es decir,
cultivando el amor, el alma creada por Dios se acerca a los propósitos para
la cual fue establecida. En la oscuridad de la noche, San Juan de la Cruz
deslumbra y con claridad, mira sus propias raíces y ve como el hombre es como Dios, de quien
fuimos creados a su imagen y semejanza. “sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial” (Mt.5, 48) Para
orar amando a Dios, es necesario que en nuestro corazón no existan cosas que
no son de Dios. Es decir no podemos tener pensamientos malos al acercarnos a
El. Entonces al iniciar el día, nuestros primeros pensamientos sean el
predisponernos a tener un día santo. Iniciemos la mañana alabando a Dios,
para que nuestro espíritu se incline a que tengamos un día dedicado a hacer
el bien, a pensar bien y a que todo cuanto hagamos sea para obrar bien. Esta
decisión nuestra nos ayudara a recordar a Dios durante todo el día. La
permanencia de Dios en nuestra alma y mente, mejorara el acercamiento
espiritual, y nos acostumbrará a un dialogo constante de hijos a Padre y de
padre a Hijo de tal modo, que nuestro corazón lleno de amor por Dios, se
gozará no solo de su compañía, sino que se ira preparando para el encuentro
cara a cara con El, cuando seamos llamado a vivir la vida eterna. ¡Oh, Jesús y Señor mío! ¡Cuánto nos ayuda aquí vuestro amor!, porque
éste tiene cogido al nuestro, que no le deja libertad para amar en aquel
momento a nadie y nada, más que a Vos! (Santa Teresa
de Jesus V 14, 2; CN 4). 18) ORAR, ENAMORANDO NUESTRA ALMA Hemos
comentado que el alma le da al hombre acceso a Dios. Meditar sobre este
punto, ciertamente nos permitirá enriquecernos de amor hacia Dios. Una alma
llena de Dios, entregada y dirigida a El,
podrá sentir con mucha fuerza el deseo de encumbrarse hacia EL y
abrirse con gran confianza. Esto nos traerá otro beneficio, nos iremos
acostumbrarnos a mantenernos en mejor estado de gracia, porque
irremediablemente, ya no permitiremos que nuestra vida caiga y acepte malas
acciones. En efecto, un corazón y alimentado del amor de Dios, solo hace
cosas buenas, en cambio un alma influenciada por el mal, solo cosas malas. Pero
tenemos que tener mucho cuidado en jactarnos de que somos los preferidos de
Dios por el solo hecho que hemos tomado la determinación de ser de El. Nunca
debemos perder el temor de Dios, entonces a través de la oración no dejemos de
rogar que nos instruya en todos, y que sea El que dirija nuestros pasos para
no caer en errores. -- Los amigos viejos de Dios por maravilla faltan a Dios,
porque están ya sobre todo lo que les puede hacer falta--. (San Juan de la
Cruz AV) Un
alma enamorada de Dios, esta permanentemente en oración. Pero al mismo tiempo
estará expuesta a ser bombarda por mucha gente que no está interesada en
Dios, y oirá cosas que pueden desconcertarle. Si eso nos sucede, mantengamos
nuestro corazón puro y a solas con Dios, es decir no lo dejemos contaminar.
-- El espíritu bien puro no se
mezcla con extrañas advertencias ni humanos respetos, sino solo en soledad de
todas las formas, interiormente, con sosiego--. (San Juan de la Cruz (AV 28) Pero
ante todo, para enseñar al alma a enamorarse de Dios, le debemos enseñar que
debe permanecer siempre humilde ante EL. El alma enamorada es alma blanda,
mansa, humilde y paciente. (San Juan de la Cruz AV.29). Esto significa
sentirse dependientes en todo de Dios y para todos los acontecimientos
diarios, para cada una de nuestras necesidades. Por cuanto durante el día,
desde el corazón del corazón, vayamos solicitando la asistencia de Dios y
agradeciendo cuanto El hace por nosotros. "En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios en Cristo Jesús
quiere de vosotros" (1ª Tes.5, 18) Cada
cual debe conocer cuales son sus formas de expresarse con Dios, es algo en lo
cual no podemos intervenir. Los siguientes son consejos sencillos y pueden
serles válidos para ir acostumbrándose a dirigirse a nuestro Padre. Bendigamos siempre a Dios.
Si terminamos algo y nos ha resultado bien, “Bendito seas Señor. Estamos en
peligro de caer en falta pidamos: “Sálvanos Señor, que nos hundimos”. Estamos
tomando un camino equivocado: Señor, se mi guía, oriéntame para no
equivocarme de camino. No se donde acudir: Señor, que no me desorienten mis
pasos. Si hemos faltado: “Señor, ten piedad”. También, podemos pedir a María
Santísima que nos socorra, recordando que una buena madre, jamás abandona a
su hijo. Maria Madre de Dios, estuvo al pie de la Cruz. Todo esto, nos
entrenará para acostumbrarnos a dialogar con Dios y será parte de nuestro
aprendizaje en el camino de enamorar nuestra alma de Dios. 19) COMO ORAR – HACER SU PROPIA REGLA DE ORACION "Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro
publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡OH
Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos,
adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el
diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a
distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy
pecador!" (Lc 18, 10:13) Que
puede ser más importante, ¿aprender a orar o acostumbrarse a orar? La
diferencia esta que podemos aprender a hacer bien nuestras oraciones, pero de
poco nos vale si no las utilizamos, si no tenemos la costumbre de rezar y no
hacemos de la oración algo habitual y necesario para nuestra vida.
Acostumbrarse a orar, es conseguir que esta sea un hábito, es decir
frecuente. Hay
bastantes y muy buenas reglas de oración, ordenadas y motivadores de una
cierta disciplina de oración, tema que trataremos más adelante, pero en esta etapa,
y preparándonos para la siguiente, - Formas de Orar- queremos avivar nuestros
corazones y motivarnos a preparar
nuestra propia regla. ¿Por
qué y para que preparar nuestra propia regla? Porque a veces queremos cosas
simple y sencillas. Muchas personas consideran esclavizante ciertos modelos
que son muy rígidos, y al final se fatigan y se fastidian con ellos. Los
distintos métodos de oración deben servir para orientar al orante, y no para
ser algo que les incomode hacerlo. En
cierta ocasión, en un grupo de oración en el cual se seguía una metodología
por mucho tiempo, un miembro del grupo le hizo un llamado de atención a un
participante que se quiso salirse del la práctica habitual, el que recibió el
regaño mantuvo silencio y humildad para oírlo, y sin mostrar altivez
respondió: Este es mi diálogo con Dios
y hoy tengo algo importante que decirle. Luego el que hacía de guía le
manifestó: Si consideras importante que yo sea más comprensivo, pídele a
Dios, que me lo conceda, quizás yo no me he acordado de pedir eso y me falta.
Y todo continuó hermanablemente. Vos obráis como Dios, que nunca se cansa de escucharme cuando le
cuento con toda sencillez mis penas y mis alegrías, como si él no las
conociese... (Manuscrito C, 32, Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de
Liseux. No
oremos de prisa, imploremos con humildad, hermanemos los sentimientos y las
palabras, estimulemos los sentidos con cada palabra. Mostremos que amamos la
oración, nos place rezar. Con estos consejos, podemos formar una primera
regla, preparemos las lecturas u las oraciones para la ocasión que hemos
dispuestos, fijemos un tiempo, el que efectuamos siempre o el que estamos
dispuesto para esa ocasión, pero dejando en claro que si se nos acaba la
voluntad para seguir, démosla por finalizada. Preparemos
un buen recibimiento al espíritu, es Dios al que recibiremos en oración, es
nuestra fiesta de amor con El. Podemos sacar de nuestra vista todo lo que nos
inquiete, por ejemplo, un reloj, apagar el celular (móvil). Hagamos cuenta
que haremos un viaje largo, de esta manera nuestro pensamiento no sentirá y
no se verá presionado. En
las ocasiones en que vamos a pedir algo importante, por ejemplo, un crédito,
un trabajo, algo para ayudar a los demás, etc., lo que generalmente hacemos
es prepararnos. Para orar también es bueno prepararnos, esto nos ayudará a
tener sentimientos en la oración, vocal o mental. Un buen consejo puede ser
leer un trozo del Evangelio, nos invitará a responder y a comprometernos con
Cristo. Hay muchos santos y santas, con lecturas muy inspiradoras para
incentivar nuestros sentimientos antes de orar. Sentí, en una palabra, que entraba en mi corazón la caridad, la
necesidad de olvidarme de mí misma por complacer a los demás. ¡Desde entonces
fui dichosa!... (Manuscrito A, 45 v° Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de
Liseux. Cuando
las oraciones son leídas de algún texto, tenemos que aprender a hacer una
pequeña pausa entre oración y oración. Si lo sentimos o lo deseamos antes de
la oración siguiente, podemos hacer un pequeña jaculatoria. Esto nos ayudará
a avivar más nuestros sentimientos en la etapa siguiente. Si
teníamos planificado orar un determinado tiempo para rezar y por algún
imprevisto no podremos cumplir con el tiempo programado, es preferible hacer
menos oraciones, pero no orar de prisa. Hasta
ahora hemos reflexionado sobre orar amando a Dios y orar enamorando el Alma,
todo ello con el fin de acostumbrarnos a orar con convencimiento y
sentimientos, y no orar como algo muy formal y como autómatas. Y si nuestro
método es muy extenso y nos obliga en
ocasiones ir de prisa, cambiémosle por otro más breve. Un
consejo breve y que puede sernos de gran ayuda: Soy siervo de Dios sin
límites, pero no de mi propia regla, porque la oración se hace con el corazón
alegre, enamorado, con gran ternura, sin presión. La
oración, es algo de nuestro interior, las reglas y los métodos, son del
exterior. Sin embargo es muy cierto que del mismo modo como nosotros estamos
compuestos de las dos cosas internas y externas, la oración también debe
estar compuesta de una regla para orar, de lo contrario le faltaría algo.
Esto es, tengamos en cuenta a cumplir las dos cosas. Interiormente podemos
orar a cualquier hora, en cualquier lugar y circunstancias. Pero cuando
participamos de un rito de oración, como por ejemplos, laúdes, vísperas o
alguna jornada litúrgica, estas tienen sus propios tiempos, por tanto esta
regidas por alguna regla. Ambas cosas
sean también nuestras reglas de oración. Al entregarse a Dios, el corazón no pierde su ternura natural; antes
bien, esta ternura crece haciéndose más pura y más divina. (Manuscrito C, 9
r° Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de Liseux.) Puedes, por lo tanto, como nosotras, ocuparte de "la única cosa
necesaria", es decir, que aun entregándote con entusiasmo a las obras
exteriores, tengas por único fin complacer a Jesús, unirte más íntimamente a
él. (Santa Teresa del Niño Jesus, Teresita de Liseux.) 20) REFLEXION DE LA SEGUNDA PARTE, COMO ORAR Muchas
oraciones ha creado el hombre a través de su historia, son también
innumerables las que ha recibido de Dios, todas ellas producto de la relación
permanente del Padre con sus hijos. La
oración es nuestro modo como nos presentamos ante Dios, no importa donde la
hagamos. Para algunos, esta se realiza mejor en nuestro hogar, más
precisamente en nuestra habitación, y mejor aún a solas. Para otros es mejor
en el templo, porque el ambiente de éste le ayuda a que no se le disipen los
pensamientos, sin embargo es el entusiasmo por orar el que mejora nuestra
oración y la hace más fervorosa. ¿Cómo
orar y cando orar?, No hay una receta que sea ciertamente la superior de
todas las formas. Cuando a mi me preguntan cual es la que mejor me parece, no
dejo de pensar que es la que hacía Cristo, él, es el maestro de oración y él
nos enseña a que debemos hacerlo siempre, sin desanimarnos y en especial ante
cualquier momento trascendente de nuestra vida. Si
recorremos el Nuevo Testamento, son abundantes los relatos en los que los
evangelistas nos presentan a Jesús orando, teniendo en cuenta, además, que
los Evangelios no nos lo dicen todo, ya que Jesús es infinitamente más grande
y deslumbrador. Pero, al menos, nos transmiten su oración ante los
acontecimientos más trascendentales de su vida. Jesús ora cuando Juan lo
bautiza (Lc 3, 21); Jesús pasó la noche orando en la montaña antes de elegir
a los Apóstoles (Ib 6, 12); mientras Jesús oraba en el Monte, se transfiguró
(9, 29); antes de enseñar a los Apóstoles el Padrenuestro, Jesús estaba
orando en cierto lugar, (11, 1). Y antes de comenzar su misión ayunará y
orará cuarenta días en el desierto, (Mt 4, 1). Jesús ora en el Cenáculo al
instituir la Eucaristía y el Sacerdocio. Jesús ora antes de comenzar la
Pasión, en el Huerto de los Olivos (Mc 14, 36) Y, finalmente, Jesús ora en la
cruz, entregándose al Padre y pidiendo perdón por los que no saben lo que
hacen (Lc 23, 34). “Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le
dijo uno de sus discípulos: --Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus
discípulos--. El les dijo: --Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu
Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos
nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y
no nos dejes caer en tentación. (Lc 11, 1-4) Lo
importante es que tengamos en cuenta que nuestra alma necesita la Gracia,
ella es la incansable buscadora de la pureza, porque necesita de Dios y
quiere vivir para Dios, el hombre de Dios, sabe bien de esta necesidad y no
se la niega. La oración es la que le permite ir en su búsqueda. Es entonces,
cuando Dios nos regala una forma de orar, ya no por obra nuestra, sino por
el espíritu de la oración que se ancla
en nuestro corazón. Es el instante en que el alma se siente confortable en
nuestro interior y no desea cambiar de ambiente. Es el mejor lugar que tiene
el alma para contemplar mejor a Dios y todo lo que viene de El. "¡Qué grande es el poder de la oración! Se diría que es una
reina que en todo momento tiene acceso directo al rey y puede conseguir todo
lo que le pide." (Santa Teresa del Niño Jesus- Teresa de Lisieux) El
hombre que ora, se acostumbra a pedir siempre la ayuda de quien confía
plenamente que la va a recibir, de tal forma que para todo sabe de antemano
que Dios le socorrerá. Así comienza una dependencia de tan favorable auxilio
a sus necesidades y un reconocimiento de que todo lo que logra se hace con la
ayuda de Dios. Mientras
más se ora, más fe se tiene, mientras mas se ora, más se siente la presencia
de Dios. La oración le permite al hombre no solo modificar sus sentimientos
espirituales, es más, su corazón se comienza a acostumbrar a reconocer la
presencia de Dios en cada situación de su vida de tal manera que su fe es una
fe palpitante, viva e insobornable. Es a través de la oración, como el hombre
se da cuenta de que ella le ayuda a vencer el mal. En efecto la oración
conduce al hombre hacia la santidad, porque el que la hace parte de su vida,
le cierra las puertas a los pensamientos deshonestos y se las abre a las
manifestaciones de la caridad. ¿Quien no se siente más misericordioso y
compasivo después de haberse empapado de Dios?, ¿Quién no se siente más
motivado a ayudar al prójimo si su corazón se alimenta del amor de Dios? El
que ora como respira, es decir incesante, no divaga por caminos oscuros,
porque vive alumbrado por la luz de Cristo y se equivoca menos, porque se
alimenta de la sabiduría del Señor. Al
hombre orante, la oración le cambia la perspectiva de ver el mundo y su
prójimo, por ser la oración transformante. En efecto, un corazón bueno, se
siente capacitado para amar a su prójimo y lo predispone más rápido a ayudar
al que necesita, haciéndolo al mismo tiempo más generoso. El
hombre de oración, reconoce a Dios como fuente de toda su inspiración, sabe
del temor de Dios, transforma su cuerpo en un templo para que el Espíritu
Santo para que este le colme de sus dones. ¡Ah, qué verdad es que sólo Dios conoce el fondo de los corazones!...
¡Qué cortos son los pensamientos de las criaturas!... (Manuscrito C, 19 v
(Santa Teresa del Niño Jesus- Teresa de Lisieux) Caminando en Oración Pedro Sergio Antonio Donoso Brant |