Reflexión desde las Lecturas del Domingo Bautismo del Señor

Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant


1.    EL BAUTISMO DE JESÚS: IDENTIDAD Y MISIÓN

Celebramos la fiesta del Bautismo de Jesús. Esta fiesta corona el Tiempo de Navidad e inaugura el Tiempo Ordinario, llamado también, Durante el Año.

El Tiempo Ordinario se desarrolla en dos etapas. Esta primera, previa a Cuaresma, Pascua y el Tiempo Pascual; y otra que comienza el primer domingo después de Pentecostés y cubre el resto del Año Litúrgico.

La fiesta del Bautismo de Jesús es también la fiesta de nuestro propio bautismo. (El agua bendita que nos rociará en el Rito de Aspersión, recuerda el agua bautismal que nos purificó de todo pecado y nos hizo hijos de Dios)

2.    PRIMERA LECTURA

Dios asegura que hará con su pueblo una Alianza eterna cuya coronación será la llegada del Mesías a quien debemos buscar y llamar. “Acudan por agua; escúchenme y vivirán”. Dios nos invita a beber de su agua; un agua nueva que al beberla no se tiene más sed; un agua que es su palabra, empapa la tierra y da siempre sus frutos. Hemos de saber buscar esta agua de Dios, que es vida, olvidándonos de nuestros alimentos y planes que tanto anhelamos, pero que no nos libran de la muerte. Por eso, el Siervo del Señor ha descendido a nuestra tierra para enseñarnos los caminos de Dios. Así la palabra del Señor, testigo ante los pueblos, hace la voluntad del Señor y cumple su encargo

Lectura del libro de Isaías. Is 55, 1-11

Así habla el Señor: “¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.

Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David. Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones. Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica. ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.

Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes. Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”.

Palabra de Dios.

2.1  HÁGANME CASO, Y COMERÁN BUENA COMIDA, SE DELEITARÁN CON SABROSOS MANJARES

La invitación se dirige a todos los que padecen alguna necesidad. En el fondo, el profeta piensa en las necesidades y angustias morales de su pueblo, simbolizadas en las necesidades más apremiantes de los hombres, de comer y beber. Todos están invitados a formar parte de la nueva comunidad mesiánica, aun los desprovistos de todo bien material;  “¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.” Por otra parte, el profeta invita, en nombre de Dios, a que busquen los verdaderos bienes que sacian el alma, y no los materiales: ¿a qué gastar vuestro dinero no en pan?; “sin pagar, tomen vino y leche”  ¿para qué andar tras de cosas superficiales, que no proporcionan felicidad al hombre, dejando los valores ético-religiosos, que son como el pan insustituible para comer y que da verdaderamente hartura?; “Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?  Si los hambrientos y sedientos se acercan a Dios con sinceridad y docilidad; “Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares”, entonces surgirá un nuevo pacto eterno; “Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.” continuación del de las firmes misericordias de David, el de las promesas hechas a David sobre la permanencia de su dinastía y la protección que sobre su casa dispensaría a través de todos los tiempos. David ha quedado como un testimonio para las gentes; “Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones.” En cuanto simboliza a su pueblo, objeto de las bendiciones divinas, que aquí se prometen como eternas, y a la vez es prototipo del futuro Mesías, nacido de su dinastía, que iba a ser realmente un jefe y maestro de pueblos. La idea mesiánica es una idea tan metida en la perspectiva profética, que instintivamente aflora de modo inesperado en cualquier versículo. La idea de un pacto eterno con la futura comunidad de Sión trae a la memoria del profeta el pacto hecho por Dios con David, cuya continuación iba a ser el ahora anunciado.

Después de proyectarse sobre la figura histórica de David, como tipo del Mesías, el profeta vuelve a dirigirse al pueblo israelita, que se verá acrecentado por pueblos que te son desconocidos; “Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica.”

El profeta, al hablar del “Santo de Israel” quiere recordar a su pueblo la alta vocación a que ha sido llamado, por la que está muy por encima de los otros pueblos, pues ésta exige santidad de costumbres y de vida en conformidad con “el Santo,” que es su Dios protector: “sed santos como yo soy santo”, había dicho Dios en el desierto, haciendo una llamada al pueblo para que se elevara en sus puntos de vista y viviera con la conciencia de estar en una atmósfera santa, con todas sus exigencias y riesgos, ya que la santidad del Señor, ofendida, exige satisfacción justiciera contra el pueblo ingrato y transgresor.

2.2  PORQUE LOS PENSAMIENTOS DE USTEDES NO SON LOS MÍOS, NI LOS CAMINOS DE USTEDES SON MIS CAMINOS.

Ante la glorificación próxima de Israel, se anuncia un período de gracia y de reconciliación. Puesto que Dios se apresta a inaugurar una era de justicia y salvación para Sión, deben todos prepararse para acercarse a Él, ya que ofrece la gracia y el perdón. Desaprovechar la ocasión es llegar demasiado tarde. El Señor está ahora cerca; “Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!”, y es preciso aprovecharse de su presencia. Es el tiempo propicio para la salvación; por eso deben obviarse todos los obstáculos que puedan oponerse a esa efusión del perdón divino: los impíos deben dejar sus caminos; “Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.” Dios está dispuesto a recibirlos con tal de que se vuelvan a Él, que es “generoso en perdonar”. Y la razón de esta magnanimidad divina radica en que sus pensamientos y caminos; “Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.”, son de todo punto diferentes de los cálculos y módulos de los hombres. Dios planea con su inteligencia sobre la historia, y sus designios misteriosos están fuera de todo cálculo estrecho humano. Por eso, en su misericordia, se extiende a todos los que de buena voluntad quieran acercarse a Él. Los designios de redención están fuera de toda comprensión humana. Y este designio redentivo sobre todos se expresa por la palabra del Señor, cuya eficacia es tan manifiesta como la de la lluvia, que empapa la tierra haciéndola fructificar. Siguiendo la mentalidad popular, supone que la lluvia proviene realmente de los cielos. Precisamente este origen superior le da pie para la comparación con la palabra que sale de la boca de Dios. Aunque la eficacia inmediata de la lluvia no es perceptible, sin embargo, a la larga da simiente para sembrar y pan para comer; “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”, así la palabra divina no vuelve vacía, sino fructifica, plasmando sus designios de salvación.

3.    SALMO

Como los caminos de Dios son maravillosos, el salmo nos invita a dar gracias a Dios por la salvación que obró en el pueblo. Participamos de esta oración, aclamando: Sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación.

Salmo Is 12, 2-4bcd. 5-6

R. Sacarán agua con alegría de las fuentes  de la salvación.

Éste es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. R.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. R.

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel! R.

3.1  “SACARÁN AGUA CON ALEGRÍA DE LAS FUENTES  DE LA SALVACIÓN”, 

Este himno “forma el epílogo lírico de la primera gran sección del libro de Isaías”1. En realidad son dos himnos unidos (1-2 y 3-6), puestos en boca del pueblo rescatado. Como en otro tiempo el pueblo israelita, bajo el caudillaje de Moisés, entonó un himno de acción de gracias después del paso del mar Rojo, así los nuevos repatriados prorrumirán en un clamoroso cántico de acción de gracias y de alegría. El género literario del fragmento es similar al de los himnos de algunos salmos y del cántico de Moisés. Como es extraño en Isaías que se cierre un oráculo por un himno de este tipo, muchos críticos creen que este capítulo es una adición posterior; no obstante, debe notarse que la expresión el “Santo de Israel” es muy isaiana.

En la primera parte (v. 1-3), el autor sagrado pone en boca de la comunidad de Sión un cántico de acción de gracias por la salvación conseguida del Señor. Como en muchos salmos, aparece la comunidad israelita personificada, reconociendo la justicia de la intervención divina al enviarle el castigo, pero al mismo tiempo perdonándola, y en realidad el Señor es la fuerza, porque es el Dios de su salvación, su salvador.

El segundo cántico (v.3-6) es una invitación mutua a alabar al Señor y hacer conocer a las naciones sus grandes obras; “Sacarán agua con alegría de las fuentes  de la salvación”,  algunos han visto aquí una alusión al rito de sacar agua de la fuente de Siloé el día de los Tabernáculos para derramarla sobre el altar, como acción simbólica de que Dios enviará sobre la próxima lluvia para las cosechas (la fiesta tenía lugar de mediados de septiembre a octubre). En todo caso, aquí la idea de la frase es: como se saca agua de una fuente inagotable, así los fieles israelitas son invitados a participar de las gracias, efecto de la bendición divina, que se concibe como fuente inagotable de bien, y a entonar un himno de acción de gracias por las gestas del Señor en favor del pueblo escogido; “Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre.” Y termina invitando a Jerusalén, la moradora de Sión, personificada en una dama, a dar signos de exultación en honor del Santo de Israel, título que Isaías suele dar al Señor para destacar su carácter de puro, incontaminado y trascendente sobre todas las cosas de este mundo, pero al mismo tiempo vinculado de un modo especialísimo  al pueblo elegido, Israel; Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!

4.    SEGUNDA LECTURA

San Juan enseña cómo debemos manifestar nuestro amor a Dios, y cómo el Espíritu Santo da testimonio que Jesús es el Hijo de Dios. COMENTARIO: “Tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre”. Jesús ha venido con agua y con sangre; bautismo y muerte por nosotros. El agua y la sangre evocan claramente el misterio pascual, pero también los sacramentos de esta muerte y de esta resurrección, en los que el cristiano puede verificar que la vida de Dios le es efectivamente ofrecida cada vez que comparte el vaciamiento de sí mismo y el sacrificio de su Señor y Maestro. Bautismo y Eucaristía, muerte y resurrección, en la fe y en el amor a los hombres.

Lectura de la primera carta de san Juan. 1Jn 5, 1-9

Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.

¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.

Son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo. Si damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.

Palabra de Dios.

4.1  EL QUE CREE EN LA DIVINIDAD DE CRISTO ES SEÑAL DE QUE HA NACIDO DE DIOS

El apóstol San Juan pasa a hablar, en el capítulo 5, de la fe en Jesucristo y de las ventajas que ella encamina. En los v.14, Juan expone; “Y la confianza que tenemos en Él es que, si le pedimos alguna cosa conforme con su voluntad, Él nos oye”, esto es, él hace ver cómo la fe es la raíz de la caridad fraterna y cómo ésta no puede existir sin el verdadero amor de Dios. La fe es el criterio de nuestra filiación, y la filiación es la razón profunda del amor. La fe y la caridad son, por consiguiente, correlativas: en donde se da verdadera fe, se lleva a cabo una verdadera regeneración espiritual y se engendra la caridad. Sin embargo, la fe, en cuanto tal, es una causa dispositiva de la gracia.

La fe, que es criterio de nuestra filiación divina, es la que confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; “El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él.” Admitir esto es creer en la divinidad de Jesucristo y en su encarnación, es considerarlo como revelador del Padre y Salvador del mundo. Pero no se trata únicamente de reconocerle en lo que es, sino de someterse a Él y de vivir unido a Él.

El que cree en la divinidad de Cristo es señal de que ha nacido de Dios. Sin la fe no se da la filiación divina ni la caridad. El nacimiento sobrenatural implica la caridad fraterna, pues establece entre los creyentes los lazos de una misma vida. No es posible amar a Dios, autor de nuestra regeneración espiritual, y odiar a los que Él ha regenerado. “La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios”. El amor que tenemos a Dios se extiende hasta sus hijos. El que odia a sus hermanos no posee en sí la vida eterna. Todo el que cree en Dios ha de amar a los hijos de Dios, pues son sus propios hermanos.

El cristiano es esencialmente el hombre nacido, engendrado de Dios. Dios le ha dado una nueva vida: la vida de la gracia. Pero, a diferencia de la generación humana, el cristiano no cesa de recibir durante toda su existencia el ser y la vida divina de su Padre. El cristiano continúa renaciendo incesantemente de Dios, que es su verdadero Padre.

La expresión; “el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él” nos trae a la mente la piedad filial, el amor de todo hijo por su padre. Por tanto, los que están unidos por los lazos naturales de la carne y de la sangre se aman con un amor natural muy intenso, ¡cuánto más tendrá que amar un cristiano a su Padre celestial, que le ha dado la vida espiritual, la conserva y, finalmente, le concederá la vida eterna! Y si “ama al Padre ama también al que ha nacido de él”, es decir, a todos los demás cristianos.

Ha de amarlos por amor de Dios, porque sabe que está unido a ellos por la misma naturaleza y posee la misma gracia. Además, Dios, nuestro Padre, habita continua y personalmente en todo verdadero cristiano, vive en él. La gracia, participación de la misma naturaleza divina, establece una relación íntima entre Dios y el fiel. Funda una semejanza entre Dios y el cristiano que es también motivo de amor.

La fe engendra, por consiguiente, nuevas relaciones de fraternidad entre los cristianos, porque establece entre ellos estrechos lazos de parentesco espiritual.

4.2  LA SEÑAL DE QUE AMAMOS A LOS HIJOS DE DIOS ES QUE AMAMOS A DIOS Y CUMPLIMOS SUS MANDAMIENTOS

Según 1 Jn 4:20, el amor fraterno era el criterio del amor de Dios. Aquí; “La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos”, por el contrario, el amor de Dios es el criterio del amor fraterno. Ambos son inseparables. La ausencia de uno será signo cierto de la falta del otro. En cambio, la presencia de uno implicará necesariamente la existencia del otro. Los dos se completan mutuamente, porque en realidad sólo existe un verdadero amor: el ágape con que Dios se ama y nos ama a nosotros.

Pudiera parecer que San Juan da como criterio de la verdadera caridad fraterna un signo incontrolable: “el amor de Dios”. Sin embargo, el apóstol precisa inmediatamente que el cumplimiento de los mandamientos de Dios será la prueba auténtica de la existencia de la caridad fraterna. De donde se sigue que el cristiano que observa los preceptos divinos demostrará poseer el verdadero amor de Dios. Y siempre que nosotros hacemos un acto de amor a Dios conocemos que poseemos el amor que nos une a nuestros hermanos, es decir, que el amor a Dios comporta también la caridad para con los hermanos, por consiguiente, siempre que se da verdadero amor de Dios — éste se conoce por la práctica de los preceptos — podremos tener la seguridad de que también el amor fraterno es auténtico. Pocos textos bíblicos hay tan decisivos como el nuestro para demostrar el carácter sobrenatural del amor al prójimo en la Iglesia de Cristo. El amor fraterno no puede existir sino en un alma virtuosa y que pertenece a Dios.

El amor a Dios se ha de manifestar en sí;  “cumplimos sus mandamientos”, o sea, en las obras. El apóstol no precisa de qué mandamientos se trata, pues los fieles ya lo sabían. El libro de la Sabiduría ya había dicho que el amor consiste en la observancia de las leyes. Jesucristo también insiste en el cumplimiento de sus preceptos, pues no basta con escuchar las enseñanzas del Maestro y creerlas, sino que es necesario ponerlas en práctica; “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14, 15).

San Juan añade, como para animar a los fieles, que los preceptos del Señor no son pesados, como se podría suponer. Dios no impone a sus hijos cargas demasiado pesadas; “Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados” (1 Juan 5,3). Los preceptos inculcados por la 1 Jn: creer en la encarnación redentora de Cristo, en el amor del Padre y de Jesucristo por nosotros, amar a Dios y a los hermanos, son fáciles de cumplir. La religión del Antiguo Testamento se fundaba sobre todo en el temor; la del Nuevo Testamento, en el amor. Jesús reprocha a los fariseos en el Evangelio (Mt 23:4) el imponer fardos demasiado pesados a sus adeptos. En cambio, El declaraba que su yugo era suave y ligero (Mt 11,30).

El cumplimiento de los preceptos no es cosa pesada para los hijos de Dios, porque la gracia que nos hace hijos de Dios nos da también la fuerza para superar las concupiscencias del mundo, y hace ligeros y fáciles los mandamientos divinos. Por lo cual el cristiano puede en cualquier momento vencer al mundo; “porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.” es decir, vencer todas las malas tendencias que le incitan al pecado. Y esta victoria sobre el mundo la obtiene el cristiano mediante la fe: Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. El principio de la fuerza que nos lleva a la victoria es la fe. “Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.” Sólo el que crea en esta verdad de fe podrá vencer al mundo. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”

4.3  EL ESPÍRITU DA TESTIMONIO PORQUE EL ESPÍRITU ES LA VERDAD.

Jesucristo vino al mundo para cumplir la misión redentora que le había encomendado su Padre por medio del agua y de la sangre; “Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre.” Estos elementos, agua y sangre, fueron empleados por Cristo como medios de salvación. San Juan viene como a personificar cada uno de estos elementos, constituyéndolos testimonios de Jesucristo. Ellos son los que testifican que Cristo es el Hijo de Dios. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.

Las palabras del apóstol agua y sangre han recibido diversas interpretaciones. La mayoría de los autores cree que el agua aludiría al bautismo de Jesús, y la sangre, a su muerte en la cruz. En cuyo caso, el autor sagrado querría decir: Jesús ha manifestado a los hombres la divinidad de su misión al principio de su vida pública, cuando en su bautismo se oyó la voz del Padre, que decía: “Este es mi Hijo muy amado”. Esta proclamación divina, lo mismo que el descenso del Espíritu Santo sobre El al salir del agua, no sólo revisten el carácter de testimonios, sino que son al mismo tiempo la explicación de su misión divina. Pero también la sangre ha dado testimonio de la divinidad de Jesús con diversos milagros. A la muerte de Jesús sobre la cruz, el velo del templo se rasgó en dos partes; la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los sepulcros y resucitaron los cuerpos de muchos santos. El centurión y los que guardaban a Jesús, maravillados sobremanera de todo lo que había sucedido, confesaron la divinidad de Jesús. Por consiguiente, el bautismo de Cristo y su muerte en la cruz vienen como a encuadrar y resumir toda la vida de Jesús y su Admisión redentora.

A continuación, el apóstol nos presenta tres testigos: “Son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo”, estos testifican unánimemente en favor de la divinidad de Jesucristo y de su misión redentora. El testimonio en San Juan tiene siempre una finalidad determinada: es una invitación a creer. Guando el Señor exige de nosotros la fe en su divinidad presenta siempre testigos que apoyen esa fe.

El Espíritu Santo testifica mediante su acción en el alma de los fieles y por la asistencia que presta a la Iglesia. El agua da testimonio en el bautismo de Jesús. La sangre de Cristo derramada sobre la cruz, más elocuente que la de Abel, atestigua también la filiación divina de Jesús. Estos tres testigos simbolizan al mismo tiempo la unción del Espíritu al recibir el catecúmeno la gracia de la fe, el bautismo cristiano y la eucaristía, que a su vez dan testimonio de la encarnación por medio de sus efectos espirituales. , pues, aceptamos un triple testimonio humano para confirmar la verdad de algo, “Si damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.” Por qué no hemos de aceptar el testimonio de Dios, que es mayor, el cual ha testificado de su Hijo?, se pregunta San Juan. Si Dios ha dado testimonio, no se puede rehusar, porque procede de la misma Verdad, y no puede ser falso. El testimonio del que habla aquí el apóstol es el que Dios ha dado en favor de Jesús, atestiguando que era verdaderamente Hijo de Dios.

5.    EVANGELIO

Durante su bautismo desciende sobre Jesús el Espíritu Santo y Dios lo proclama “Hijo muy querido”. Uno de los primeros actos de la vida pública de Jesús fue el de hacerse discípulo del Bautista recibiendo su bautismo. El bautismo del Jordán es, de hecho, una etapa decisiva hacia el bautismo cristiano, siendo esencialmente una llamada a la conversión en vistas a constituir el pequeño “resto” de los salvados. Bautizado, Jesús constituye, el pequeño resto fiel. Toda su vida será un camino de fe que lo conducirá al bautismo decisivo de su muerte, llegando a ser el Primogénito de una nueva humanidad en la que todo hombre es invitado a participar.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos. Mc 1, 7-11

Juan Bautista predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.

Palabra del Señor

5.1  Y SE PRESENTÓ A JUAN PARA SER BAUTIZADO POR ÉL.

Es notable el contraste de los relatos de Mateo, Lucas y Juan, con relación a lo que significó la presencia del Bautista en la preparación mesiánica, estos evangelistas le dedican mucha mayor amplitud que el relato de Marcos, que es algo más superficial.

Pero lo esencial, es el hecho de que Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!” Pero Jesús le respondió: “Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo”. (Mt 3, 11-17) Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento, se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Se oyó entonces una voz que venía del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”.

Como sabemos, la vida oculta de Cristo se desarrolló normalmente en Galilea, y la mayor parte seguramente en Nazaret. Después que Cristo fue anunciado en la predicación de su precursor, quiso manifestarse a los hombres el que por tanto tiempo había vivido oculto. Por eso se dice que Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.

5.2  EL SITIO EN QUE TUVO LUGAR EL BAUTISMO DE CRISTO

El sitio en que tuvo lugar el bautismo de Cristo es señalado desde el siglo IV, por el “Peregrino de Burdeos” (a.333), en la ribera occidental del Jordán, lo mismo que en el siglo VI lo señala la Carta de Madaba. Corresponde al lugar que hoy se señala, cerca de Jericó, no lejos del convento ortodoxo de San Juan Bautista. El bautismo de Jesús por Juan, es un hecho que tiene un gran misterio, observemos que tanto San Marcos, como San Mateo y San Lucas, con diferentes matices dicen lo mismo, confesar y obtener perdón por los pecados. (Mc 1,5 )Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. (Mt 3,6) Y junto con confesar sus pecados, se hacían bautizar por Juan en el río Jordán. (Lc 3,3) Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados.

5.3  ¿CÓMO ES POSIBLE QUE JESÚS SE ACERQUE A ESTE BAUTISMO?

Los padres de la iglesia, nos resuelven este misterio de la siguiente forma: Pseudo-Crisóstomo; Se expresa el oficio cuando se sigue: "Para que fuese bautizado por él". No para que él mismo recibiese el perdón de sus pecados por medio del bautismo, sino para dejar santificadas las aguas a los que se bautizasen después.

San Agustín; El Salvador quiso bautizarse no para adquirir limpieza para sí, sino para dejarnos una fuente de limpieza. Desde el momento en que bajó Cristo a las aguas, el agua limpia los pecados de todos. Dicen además que quiso bautizarse, porque quiso hacer lo que nos manda hacer, para que como buen maestro no sólo nos enseñase con su doctrina, sino también con su ejemplo. Por esta razón quiso ser bautizado por San Juan: para que sepan sus siervos con cuánta alegría deben correr al bautismo del Señor, al ver como Él no ha desdeñado recibir el bautismo del siervo.

San Juan Crisóstomo, agrega: Porque el bautismo de Juan era de arrepentimiento, y llevaba consigo la confesión de las culpas, pero para que no hubiese alguien que creyese que Cristo había venido a bautizarse por esta causa, el Bautista dijo al que venía: Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!. Como si dijese: Está bien que tú me bautices, esta razón es idónea (para que yo también sea justo, y me haga digno del cielo). Pero ¿qué razón hay para que yo te bautice? Todo lo bueno baja del cielo a la tierra y no sube de la tierra al cielo.

San Hilario, señala; Por último, el Señor no pudo ser bautizado por Juan como Dios, pero enseña que debe bautizarse como hombre. De donde se sigue que respondiéndole Jesús, le dice: Ahora déjame hacer esto.

San Jerónimo; Y hermosamente responde: Déjame ahora, para manifestar que Cristo debía ser bautizado por San Juan en el agua, y San Juan ser bautizado por Cristo en espíritu. O de otro modo: Déjame ahora, para que quien ha tomado la forma de siervo, manifieste su humildad. Sé consciente de que tú habrás de ser bautizado con mi bautismo en el día del juicio. O, déjame ahora, dice el Señor, porque tengo otro bautismo con el cual habré de ser bautizado. Tú me bautizas en agua para que yo te bautice por mí en tu sangre.

5.4  APENAS FUE BAUTIZADO, JESÚS SALIÓ DEL AGUA.

En ese momento, se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.

El Señor nos ha concedido el lavado del bautismo con la inmersión de su cuerpo, y en ello nos ha demostrado que puede abrirnos las puertas del cielo cuando recibimos el bautismo, y concedernos el Espíritu Santo.

Y se oyó una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. En el evangelio de Mateo se relata, “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. (Mt),

La voz del Padre que baja del cielo para proclamar a Cristo, en Mateo se dirige al pueblo, en cambio, en san Marco y en san Lucas se dirige a él (Jesús), mientras que en Juan esta voz no aparece ni se dirige a nadie; solamente se da el descenso de la paloma como contraseña a Juan de que Cristo es el Mesías.

Él se abrieron los cielos es un elemento escenográfico para dar lugar, plásticamente, al paso de la paloma y a la voz del Padre. Al abrirse los cielos, en el contexto penitencial del Bautista, indica que Dios baja para iniciar el tiempo salvador prometido.

5.5  COMO UNA PALOMA.

Esta forma dé como aparece en los tres sinópticos e incluso en Juan (Jn 1:32). La paloma aparece en la literatura bíblica y extra-bíblica simbolizando diversas cosas. Pero sugerido por el pasaje de Génesis en el que el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas, la paloma vino a ser símbolo del Espíritu Santo.

5.6  LA VOZ DEL PADRE.

El Padre, pues, ama al Hijo, como un buen padre, por eso dice que tiene puesta toda su predilección, o tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco, y este es mi Hijo, para que se indicase especialmente a aquellos que oían, que Aquél mismo era el Hijo de Dios.

Esta voz proclama a Cristo “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección”. Esta frase la traen los tres sinópticos. Se dice que ese Hijo es el Amado por excelencia. El Amado no indica que Jesús sea el primero entre los iguales, sino que indica una ternura especial; en el Antiguo Testamento, se dice que no hay gran diferencia entre amado y único. Es muy probable que aquí el Amado pueda ser equivalente del Único, o mejor, del Unigénito, puesto que habla el Padre. En el Nuevo Testamento, ese término se reserva al Mesías.

El en quien tengo puesta toda mi predilección, o Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco, es el gozo del Padre en su Hijo encarnado, en su Mesías.

5.7  EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD SE DEMUESTRA EN EL BAUTISMO.

Toda la Santísima Trinidad, intervine en esta gran manifestación en el Jordán. Jesucristo (el Hijo), es bautizado, el Espíritu Santo baja en forma de paloma y se oye la voz del Padre, dando testimonio del Hijo. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean una misma naturaleza. El Padre, quien dijo, Este es mi Hijo muy querido, el Hijo, sobre quien se oye la voz del Padre; y el Espíritu Santo, quien aparece en forma de paloma sobre el Hijo bautizado.

Dice San Agustín: “Esta obra es la de toda la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existen en una misma esencia, sin diferencias de tiempo ni de lugares. En estas palabras se distinguen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y no puede decirse que se presenten en una misma esencia. En cuanto a lo que se dice visiblemente en las sagradas letras, aparecieron separadamente en cuanto a los espacios que cada persona ocupaba. Desde luego se sabe que la Santísima Trinidad se conoce en sí misma inseparable, pero se puede mostrar separadamente por medio de aspectos materiales. Que sea sólo la voz propia del Padre, se demuestra por las palabras que dijo: Este es mi Hijo.”

5.8  “OH DIOS MÍO, TRINIDAD A QUIEN ADORO!

La Beata carmelita Isabel de la Trinidad, nos enseña que el Dios trinitario, es el Dios que se comunica, el Dios Amor: “Hay un Ser que es el Amor y que nos invita a vivir en comunión con Él” (C 327). Dios no es algo, sino Alguien que nos ama, Alguien en quien se puede confiar, Alguien que nos habla y que nos invita a entrar en su compañía. No es el Dios de los filósofos, de los judíos o de los musulmanes; ni siquiera “el buen Dios” de muchos cristianos. Es el Dios Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es familia, es intercambio, es don.

¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí; para establecerme en Ti, inmóvil y serena, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti; mi Dios inmutable, sino que cada momento me sumerja más adentro en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz en ella tu cielo, tu morada más querida y el lugar de tu descanso. Que nunca te deje solo allí sino que esté por entero allí contigo, bien despierta en mi fe, en total adoración y completamente entregada a tu Acción creadora (Beata Isabel de la Trinidad)

5.9  UNGIDO CON EL ESPIRITU SANTO

Pedro, en el Bautismo a Cornelio, da testimonio: Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; (Hechos (SBJ) 10, 37-38)

En todos los textos Jesús es presentado lleno, “ungido” del Espíritu Santo. Así como su vida terrena habla comenzado por obra del Espíritu Santo, así ahora su vida apostólica comienza. Con una especial intervención del mismo Espíritu; de él es poseído totalmente y de él es guiado al cumplimiento de su misión.

De modo análogo sucede con el cristiano: por el bautismo nace a la vida en Cristo por la intervención del Espíritu Santo que lo justifica y renueva en todo su ser, formando en él a un hijo de Dios. Y luego cuando, creciendo en edad, debe abrazar de modo responsable y consciente los deberes de la vida cristiana, el Espíritu Santo interviene con una nueva efusión en la confirmación para corroborarlo en la fe y hacerlo valeroso testigo de Cristo. Toda la vida del cristiano se desenvuelve bajo el influjo del Espíritu Santo. (Fr G.Sta M.Magdalena OCD, Intimidad Divina)

5.10         EL BAUTISMO

El Bautismo de Jesús, es como la solemnidad oficial de su misión como Salvador, observamos como el Padre y el Espíritu Santo nos garantizan su identidad de Hijo de Dios, presentándolo al mundo, para que el mundo acoja su mensaje.

El Señor nos ha concedido el lavado del bautismo con la inmersión de su cuerpo, y en ello nos ha demostrado que puede abrirnos las puertas del cielo cuando recibimos el bautismo, y concedernos el Espíritu Santo.

Nuestro deber ahora, es fructificar la gracia bautismal, es dejarnos guiar por el Espíritu Santo, hagámoslo con humildad buscando en todo que se haga la voluntad del Padre. 

El Señor les Bendiga

Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

Domingo Bautismo del Señor

Publicado en este link: PALABRA DE DIOS


Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén

Textos de Catena Aurea

Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.

Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.

Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.

www.caminando-con-jesus.org

caminandoconjesus@vtr.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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